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Miércoles 21 de Febrero del 2024 |
La Princesa Monstruosa 177
Reiniciar: otra vez, Arbella (23)
Al principio me pregunté si Judith habrÃa vuelto, pero el sonido que oà fue mucho más fuerte y pesado que el suyo.
Levanté la vista y vi a Gerard mirándome fijamente con cara frÃa y dura, y de repente se me puso la piel de gallina por todo el cuerpo.
HabÃa una imagen en el techo, no del todo tallada en piedra, pero tampoco mágica, y de alguna manera sabÃa que habÃa visto una forma similar antes, y luego estaba Judith disculpándose conmigo, diciendo algo que no entendÃa, y luego estaba Gerard.
La dirección a la que todos apuntaban se aclaró rápidamente.
"Fuera..."
Tragué con fuerza, una piedra dentada se alojó en mi garganta, ahogándome.
"Tú... sal ahora mismo".
Una voz demasiado agrietada para que pudiera oÃrla salió de mi garganta ahogada, pero Gerard no me hizo caso, en lugar de eso se apartó de su pausa en la puerta y se acercó más a mÃ.
"¿No me oyes, te he dicho que salgas de aquà ahora mismo...?".
Mi magia descontrolada palpitaba con más fuerza, siguiendo mis emociones desbocadas.
QuerÃa desaparecer de este lugar ahora mismo, pero mis circuitos mágicos estaban completamente retorcidos y no podÃa utilizar ni siquiera simples hechizos de transporte.
Intenté levantarme con todas mis fuerzas, pero las rodillas me fallaron de inmediato.
En cualquier otro momento, me habrÃa resistido a dejar que Gerard me viera en este estado. Pero nada de eso importaba ahora.
"...Al principio no me lo creÃa".
Los zapatos de Gerard se detuvieron justo al lado de mi mano en el suelo.
Su voz, muy grave, me raspó los tÃmpanos.
"La Cuarta Princesa tenÃa razón, pero yo creÃa que sólo hablaba por hablar".
Pude ver cómo me temblaban las manos y apreté los puños con todas mis fuerzas.
La voz en mi oÃdo era seca y tranquila, casi escalofriante, a diferencia del rostro que se habÃa congelado en el tiempo antes, como si hubiera presenciado algo que no debÃa.
"Realmente vas a morir pronto".
Sus palabras no tenÃan forma, caÃan del cielo como nieve blanca que se derrite al tocar el suelo.
Pero cuando me tocaron, sentà un nudo insoportable en el estómago.
"¿Es cierto también, entonces, que me necesitas para vivir?".
"TonterÃas".
Apreté los dientes y negué inmediatamente sus palabras.
"No importa dónde lo hayas oÃdo... todo son tonterÃas".
Pero Gerard no parecÃa creerme.
"¿Lo llamas tonterÃas cuando tienes ese aspecto?".
La voz calmada sonó en mis oÃdos, rodando por mi cabeza.
"Tienes razón, ya he pasado por esto una vez, esta vez lo haré mejor".
"Porque fracasé antes, y no lo haré esta vez".
Me sentà como una tonta, como si por fin hubiera entendido lo que Judith querÃa decir con esas palabras.
Judith iba a usar el hechizo prohibido que habÃa usado antes.
No serÃa exactamente el mismo hechizo, dado que la forma del cÃrculo mágico del techo era ligeramente diferente a la que yo recordaba. Sin embargo, estaba seguro de que era un hechizo similar.
No tenÃa ninguna duda de por qué Judith habÃa planeado esto.
De alguna manera no me habÃa preguntado nada, y ahora estaba planeando algo asÃ.
La fórmula mágica que hacÃa tiempo habÃa dejado de buscar.
La misma magia en la que la antigua Arbella habÃa fracasado.
Tal vez la Judith actual habÃa encontrado una manera de completarla, y por eso... por eso me pidió que la perdonara.
Porque sabÃa que si dejaba morir a Gerard por mÃ, nunca la perdonarÃa.
"Pensé que era extraño. Por qué alguien como tú se fijarÃa en alguien como yo, que no tenÃa nada, que no era nada".
Gerard me miró mientras yo me mordÃa con fuerza el labio, sintiendo que el estómago se me revolvÃa de nuevo.
Empecé a sudar frÃo y se me nubló la vista.
Para mantenerme despierta, me clavé las uñas en los brazos y me rasqué. La piel se desgarró y rápidamente se formó un hilillo de sangre. Pero eso no bastó para aclarar mi mente, asà que esta vez clavé las uñas con más fuerza.
"¿Sabes lo que pensaba el otro dÃa, después de conocer por fin la razón de la Cuarta Princesa, después de aceptar por fin que todo lo que habÃa oÃdo era cierto?".
De repente, un calor inundó mi mano.
El calor corporal de otra persona se sentÃa inusualmente caliente contra mi piel helada.
El sonido de la garganta de Gerard resonando en mi oÃdo estaba más cerca ahora que se habÃa agachado para cogerme la mano.
Su mirada también estaba ahora directamente frente a mÃ, pero bajé los párpados agitados y me negué a establecer contacto visual con él.
No querÃa oÃr lo que Gerard tenÃa que decir. Tal vez, sólo tal vez, incluso estaba sintiendo miedo en este momento.
"Eso está bien".
Mi corazón se agitó ante las palabras susurradas que finalmente salieron de sus labios.
Me pregunté si se estaba burlando o riendo de mÃ, pero el siguiente roce en mi mejilla fue tan suave que me puso los pelos de punta.
"Me alegró mucho saber que era tan deseable para ti".
Al momento siguiente, no sabrÃa decir si fue mi voluntad la que levantó la cabeza, o si la forzó la mano que me ahuecaba la cara.
Finalmente hice contacto visual con el hombre arrodillado ante mÃ, y cuando nuestras miradas se cerraron, vi la alegrÃa incrustada en un par de ojos que me cautivaron por completo.
Me di cuenta de una verdad que no querÃa creer.
Algo que habÃa sospechado desde que vi por primera vez a Gerard cuando entró en esta habitación hacÃa un momento.
Algo que temÃa confirmar.
Algo a lo que secretamente esperaba permanecer ciega hasta el fin de los tiempos, si podÃa.
"Princesa. De alguna manera, creo que he estado esperando esto desde la primera vez que te vi."
Gerard no habÃa venido aquÃ, no ahora, sin saber nada.
"De alguna manera, siento que he estado anticipando este momento por mucho tiempo..."
Una voz suave, apenas por encima de un susurro, le llegó al oÃdo.
"Por eso ya no me parece tan extraño querer darte todo de mà tan fácilmente".
Si hubiera oÃdo esto antes, habrÃa sido reconfortante.
Si hubiera oÃdo esas palabras en los dÃas en que no sabÃa nada, habrÃa querido decir que siento lo mismo, como morder una galleta de azúcar, disfrutando de la dulce sensación.
"No, yo... no te necesito".
Pero ahora no. Forcé mi frialdad a salir a la superficie y agarré el brazo que tenÃa delante, como si intentara alejarme de la persona que me habÃa tocado.
"Ya no tienes motivos para quedarte en palacio... asà que vete... vete a donde quieras".
Lo hecho, hecho está, y es mejor dejarlo estar.
Como dije en la conversación con mi madre el otro dÃa, yo pensaba lo mismo de mi relación con Gerard.
Sólo me arrepentÃa de no haberle dejado marchar antes por culpa de mis propias inseguridades. Si lo hubiera mantenido fuera de mi vista y de mi alcance, hoy no estarÃa frente a él en esta situación.
"No me voy, porque ahora sé cuál es mi sitio".
Y Gerard me habló, su voz cruelmente desprovista de cualquier vacilación o titubeo.
"En realidad, no hace mucho, cuando volvà de nuevo a palacio, querÃa decirte lo mismo".
Gerard soltó su agarre de mi brazo. Luego, bajó la cabeza con reverencia, como si hiciera el juramento de un caballero, y apretó suavemente los labios sobre mi mano.
"Quiero estar al lado de la Primera Princesa".
"..."
"No me importa cómo, mientras podamos estar siempre juntos".
Gerard, que sujetaba con fuerza mi mano, volvió a levantar la mirada y me miró directamente a los ojos.
"Eso es lo único que deseo de verdad, asà que tampoco puedes impedirlo".
Quise girar la cabeza y rechazarle, pero no podÃa moverme, congelada como si todo mi cuerpo se hubiera paralizado.
"Entonces, princesa".
Ahora, instintivamente, intuà lo que estaba a punto de desarrollarse.
"Por mucho que te disguste, hoy seré completamente tuya".
El dulce susurro se desvaneció como un soplo blanco.
Yo también exhalé un suspiro.
No, no lo quiero.
No lo haré.
Gerard, yo...
Pero no pude pronunciar ninguna de las palabras que querÃa decir, y sin pronunciar una sola palabra, el cÃrculo mágico representado en el techo se activó.
Ahora, el enfermizo y vibrante resplandor púrpura me envolvió.
En un instante, la intensa luz estalló, haciendo que mis ojos se cerraran involuntariamente.
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