La Princesa Monstruosa 147
La Verdad Revelada (5)
Mi magia se ha roto.
PodÃa sentir cómo alguien rompÃa los lazos que sujetaban a los magos del reino de Solem y se ponÃa en contacto con ellos. La sangre palpitaba por mis venas mientras mis hechizos se hacÃan añicos. Al mismo tiempo, oà un crujido, como si algo se resquebrajara.
¡Destrozo!
Las gemas que contenÃan mi poder mágico se hicieron añicos, esta vez en secuencia.
En ese momento, me encontraba en un estado debilitado, incapaz de controlar mi poder mágico debido a la fiebre del mago, asà que alguien agarró mi cuerpo agitado. Me balanceé y estabilicé las piernas.
"Primera Princesa, ¿estás bien?"
Fue Killian quien me agarró mientras me tambaleaba. Su mirada preocupada se centró en mi rostro.
No sé cuándo se acercó a mÃ, pero su aspecto era más desaliñado que antes. Entonces, como si presintiera algo, me agarró con fuerza.
"Estás buena, ¿qué te pasa?".
¡Bum! ¡Bum...!
Pero antes de que pudiera responder, el golpe me alcanzó de nuevo. Apreté los dientes y volvà a tragarme la sangre que me subÃa por la garganta.
Esta grieta era definitivamente extraña. Sólo las ondas de magia que se arremolinaban salvajemente sobre mi cabeza eran suficientes para conmocionar los cristales.
Me aparté de Killian, que aún me sujetaba, y le pregunté.
"¿Están todos evacuados?"
"Más o menos. Creo que puedes cosechar el acuerdo general".
Por lo que parecÃa, tenÃa razón, y ya no necesitarÃamos proteger todo el Salón del Amanecer. Asà que reduje el alcance del escudo y me volvà hacia Killian.
"Estaré bien, Pequeño Duque, tú llévate a los demás y a Judith".
"Pero...."
"Pequeño Duque. No olvides cuál es tu papel hoy".
Cuando le recordé a Killian que estaba aquà para ser el compañero de Judith, me miró con desagrado en los ojos.
"Espero que no tengas intención de avergonzarme montando un escándalo por un caso tan leve de resfriado común, Pequeño Duque, y ya sabes lo que no me gusta".
Pero cuando retiré con firmeza su mano de la mÃa, Killian siguió mi ejemplo a regañadientes y comenzó a dirigirse hacia Judith.
"Hay otros magos aquÃ, no te presiones".
Killian no parecÃa darse cuenta de que yo habÃa tropezado un poco, pero que estaba en tan mal estado que apenas podÃa mantenerme erguida ahora mismo. No es de extrañar, dada la forma en que siempre he estado, y sigo estando, tratándolo como si no fuera para tanto.
Observé la espalda de Kilian mientras se alejaba para apoyar a los otros magos.
Por supuesto, no habÃa enviado a Killian con ella, pensando que Judith, cuya magia acababa de florecer, correrÃa un peligro tan grave. Pero también era cierto que, a diferencia del futuro que yo conocÃa, resultaba extraño verla allà de pie ahora, incapaz de actuar.
En cualquier caso, lo que más me preocupaba e inquietaba ahora mismo era Judith.
Mientras me acercaba a Judith, vi que Killian la agarraba del brazo y, cuando se dio cuenta de lo que le habÃa dicho, su cara parecÃa a punto de llorar.
Vi que sus labios se separaban ligeramente.
Pero los labios que se movieron para susurrarme estaban ocultos por su pelo negro barrido por el viento, y ya no pude verlos.
Pero en el mismo momento en que vi el rostro lloroso de Judith, una visión familiar surgió de repente ante mis ojos.
"Judith... Lo que yo no puedo tener, tú no puedes tenerlo".
Ah, ¿por qué me venÃa ahora a la mente este sueño?
Era una pesadilla que habÃa tenido desde el dÃa en que vislumbré por primera vez el otro lado del mundo. En un invernadero de cristal plagado de cadáveres de pájaros y jaulas vacÃas, una mujer sollozaba, con su largo pelo rubio colgando hasta el suelo como si estuviera tejido con la luz de las estrellas.
"Asà que si tengo que morir sin nada en mis manos...".
Pero... HabÃa algo en la escena que tenÃa ahora en la cabeza que me hacÃa reconocer esta textura. De alguna manera sentÃa que no era una ilusión que habÃa visto en un sueño, sino parte de un recuerdo del que habÃa sido testigo directo desde la distancia.
En él, sentà tristeza, no como Arbella, sino como observadora de ella.
"Este mundo, este mundo que deberÃa haber sido mÃo, prefiero destruirlo todo para que nadie pueda codiciarlo".
Mi corazón se hundió ante la mezcla de odio y tristeza que brotó de sus labios rojos como la sangre.
De repente, mientras contemplaba la visión que tenÃa ante mÃ, una sacudida me golpeó como un duro golpe en la cabeza. Se me helaron las puntas de los dedos de las manos y de los pies, como si me hubieran drenado la sangre del cuerpo. Me tambaleé hacia atrás.
SabÃa que aún tenÃa un trabajo que hacer aquà como Primera Princesa Arbella, pero por el momento, mi mente se volvió blanca y no pude pensar en nada más, y otro dolor insoportable se disparó a través de mi cuerpo, destrozando muchas de las gemas energizadas.
En el momento en que mi determinación flaqueó, la magia de Judith, por fin desatada, me envolvió, y esta vez no pude tragarla, escupiendo sangre que empapó mi ropa. Como si el circuito mágico se hubiera interrumpido, mi hechizo se disipó.
Pude sentir cómo Judith utilizaba su magia para protegerlos a ellos en vez de a mÃ. Mi cuerpo fue consumido por un calor que ahora era insoportable.
Después de eso, no recuerdo cómo conseguà salir de la sala y desaparecer de la vista del público.
Desde luego, dentro de la Sala del Amanecer se estaba más tranquilo que fuera. Normalmente no se utilizaba, y la gente y los guardias que habÃan estado atendiendo a Judith se habÃan ido, dejando sólo el eco de mis pasos en el blanco edificio. El mármol blanco estaba manchado de rojo por la sangre roja que habÃa vomitado.
"H, heuk..."
No podrÃa decir si la razón por la que respiraba tan fuerte ahora era por el calor que corrÃa por mi cuerpo o por la confusión del recuerdo que acababa de pasar por mi mente.
SÃ... en aquel invernadero, habÃa visto a Arbella sollozar en silencio a través de mi esbirro de sombra.
En cualquier otro momento, mi presencia no habrÃa pasado desapercibida para ella, pero la mujer del invernadero estaba demasiado indefensa para notar los rastros de magia que llevaba adheridos.
La idea de que alguien que siempre habÃa brillado tanto y con tanto orgullo pudiera escupir maldiciones tan amargas hizo que me doliera y entristeciera por ella, y que me odiara tanto.
Ya no querÃa ver a la persona que era tan sublime como el sol y brillaba tanto como las estrellas derramando lágrimas o a una debilucha completamente rota e indigna, asà que retiré mi magia y dejé de espiarla con mi secuaz sombra.
Porque pensé que serÃa mi último tributo a quien tanto anhelaba.
So....
"¡Princesa...!"
Por eso su caÃda al suelo como un pájaro con las alas cortadas no impidió que convocara en secreto a Gerard para matarlo aquella noche.
Como una ilusión, me pareció oÃr su voz llamándome desde algún lugar del salón de aurores.
Se me nubló la vista cuando Gerard se acercó pisando fuerte por el suelo de mármol blanco.
Su cabello pelirrojo despeinado destacaba sobre la nieve.
Mi caballero yacÃa muerto, vÃctima de la magia prohibida, destrozado en un cÃrculo de sangre.
"Siempre he admirado y compadecido a la Primera Princesa. He querido vivir como ella desde que era una niña, y siempre la he envidiado".
La escena pasó ante mis ojos como una linterna.
"Pero mató a la persona que más me importa, asà que es imposible que la perdone".
"Princesa..."
"Aun asÃ... siento la misma pena por ella, por eso no puedo evitar pensar en ella en dÃas como hoy".
Poco tiempo después de la muerte de la Primera Princesa Arbella y el cierre de la gran grieta, el mundo experimentó un breve perÃodo de paz, pero incluso entonces, algunas personas tuvieron noches de insomnio.
Una mujer de pelo verde claro y ojos anaranjados me observó sorber mi bebida en silencio, pasando una pequeña mano por encima y luego sonriendo levemente como para aligerar el ambiente.
"Ahora que lo pienso, en los viejos libros de nuestro reino de Solem que vi cuando era niña, habÃa un hechizo interesante para cambiar el destino. No es un hechizo que pueda usarse realmente ahora, ya que fue destruido hace mucho tiempo y sólo existe en registros incompletos, pero ¿te gustarÃa echarle un vistazo para aburrirte?".
En ese momento, mi visión se tornó de un intenso color violeta. Antes de darme cuenta, me encontraba de nuevo al otro lado del mundo.
Las jaulas colgaban del cielo como prisiones, y el libro dorado en su interior.
Ah... entendÃ, ahora entendÃa
Por qué habÃa sacado el libro de la vida de Judith de todas aquellas jaulas y lo habÃa leÃdo, por qué me habÃa atraÃdo tanto más que cualquier otra cosa: era mi parte de la historia.
Era la historia de mi parte de pecados que llevarÃa conmigo a la muerte.
Una historia que no quiero creer, que no puedo creer. Pero es una historia que está marcada en mi alma y nunca será borrada.
"¡Princesa...!"
Gerard corre a mi lado y se apresura a cogerme cuando me desplomo. Por una vez, no estaba alucinando, el calor de su cuerpo contra el mÃo y su voz grave contra mis tÃmpanos.
"¿Estás bien, Princesa....?"
SÃ, yo era su amo, la Primera Princesa Arbella.
Heredera del Primer Trono Imperial de Kamulita. La Más Bendita Emperatriz, anteriormente el Lóbulo de Jade Prohibido de la Emperatriz Charel.
La maga más consumada del mundo.
Pero no...
En realidad, esas no eran las palabras que debÃan describirme.
"¡Contrólate, Arbella...!"
En el momento en que mi nombre, tan groseramente pronunciado por Gerard sin mi permiso, salió volando de mi boca y se me metió en la oreja, ya no pude negar la verdad de la que me habÃa dado cuenta.
SÃ, yo no era Arbella. Yo era Judith Kamulita... la del cuento cuyos ojos no me estaba permitido cerrar cobardemente.
Ey, estoy de vuelta ----> Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Ya tu sabes, no te exijo, es de tu bobo aportar o no, no te exijo :p
0 Comentarios