La Princesa Monstruosa 144
La Verdad Revelada (2)
"Cuarta Princesa, la Primera Princesa está aquÃ".
Tras una breve conversación con Cloe, entré en el interior del Salón del Amanecer y fui a ver a Judith, que se estaba preparando para el Festival de Octubre de hoy.
"Hermana Arbella, bienvenida".
"Oh, no se levante, parece que está ocupada con los preparativos y no debo molestarla, sólo he venido a verla un momento".
Impedà que Judith, que estaba siendo atendida por sus criadas, se levantara a saludarme.
La Judith de hoy parecÃa una diosa de las flores y las estrellas. Su vestido, que recordaba a un lirio en flor, brillaba con intrincados bordados y estaba salpicado de joyas. Su larga melena negra, coronada por una tiara de platino adornada con piedras preciosas, contrastaba con su aspecto.
"Hoy estás absolutamente deslumbrante. Tu atuendo complementa a la perfección la magia que harás más tarde. Sé tú misma y mantén la calma, y estoy segura de que conseguirás grandes resultados".
Ante mis elogios y ánimos, Judith sonrió tan radiante como el agua blanca y cristalina.
"Gracias, me siento más valiente cuando dices eso".
Incliné la cabeza con una leve sonrisa en los labios. Mientras miraba a Judith, que estaba tan guapa como siempre, recordé lo que Chloé habÃa dicho antes.
"En realidad, ese dÃa, abandoné brevemente el palacio de la Segunda Princesa por frustración y por casualidad presencié cómo Judith se escapaba durante el banquete, dirigiéndose hacia las mazmorras..."
"Llevaba un vestido y una capa, y me di cuenta de que se escabullÃa hacia alguna parte, asà que me picó la curiosidad y decidà seguirla. Entró en un palacio con una mazmorra y, para mi sorpresa, los guardias no la detuvieron... Extrañamente, no la vi salir, y más tarde descubrà que los guardias habÃan mentido al decir que nadie habÃa entrado o salido de la mazmorra ese dÃa. No querÃa dar la cara y arriesgarme a meterme en problemas, ni tampoco querÃa llamar la atención negativa de Padre, asà que me mantuve en silencio... pero cuanto más pienso en ello, más inquietante me resulta. No tengo idea de por qué Judith estaba allÃ, y dicen que un criminal murió ese dÃa... asà que sentà que era importante informarte".
Era el dÃa del banquete imperial, donde se decÃa que Lakhan, un mago del reino de Solem, se habÃa quitado la vida. Ese mismo dÃa, Judith se habÃa escabullido del banquete y se habÃa dirigido a las mazmorras. Sin embargo, las piedras de maná de vigilancia no lograron capturarla, y los guardias guardaron silencio sobre su presencia.
Pero yo habÃa utilizado mi magia para descubrir la verdad, confirmando que los guardias no mentÃan.
Con esta revelación, todas mis dudas y preocupaciones se disiparon por fin. El dÃa de hoy me trajo una sensación de certeza inquebrantable.
"Sé que lo harás muy bien, Judith, y estoy deseando verte hoy".
No tenÃa ganas de sonreÃr, pero le dediqué una última sonrisa antes de salir de la habitación.
"SÃ, haré todo lo posible por estar a la altura de tus expectativas".
Judith, que llevaba unos instantes estudiando mi rostro, hizo lo mismo, levantando las comisuras de los labios en un susurro.
"Hoy me vigilarás desde el lugar más cercano, ¿verdad?".
"SÃ. Eres tú, Judith, no otra persona".
Con eso, nos separamos con sonrisas en nuestros rostros.
"Killian Bernhardt saluda a la Primera Princesa."
Pero justo cuando salà de la habitación de Judith, me encontré cara a cara con un individuo inesperado. Hubo un cambio fugaz en su expresión, como si no hubiera anticipado nuestro encuentro, antes de inclinarse respetuosamente ante mÃ.
"¿Qué hace usted aquÃ, pequeño duque Bernhardt?".
Al observar su atuendo, noté un sutil parecido en los adornos con los que llevaba Judith. La constatación despertó una pregunta en mi interior: "¿PodrÃa ser?".
Killian vaciló, sin responder inmediatamente a mi pregunta. Un destello momentáneo de perplejidad cruzó su rostro, rápidamente sustituido por una actitud serena. No pude evitar esbozar una sutil sonrisa en respuesta a sus siguientes palabras.
"De hecho, hoy me han asignado la escolta de Su Alteza, la Cuarta Princesa".
"¿A ti?"
Como quiera que interpretara mi sonrisa, Killian se puso momentáneamente rÃgido antes de añadir rápidamente un comentario de disculpa.
"Yo no lo solicité primero".
"¿Quién ha dicho nada de eso? De todas formas, si el Pequeño Duque no lo hubiera rechazado, tú no estarÃas aquà ahora, asà que no hay necesidad de mencionarlo".
"Simplemente deseo evitar cualquier malentendido con la Primera Princesa", respondió Killian con expresión seria, haciendo que me mordiera la lengua.
"En realidad, no hace mucho, mi madre recibió ayuda de la Cuarta Princesa. Por eso hoy no he podido rechazar el deber de escolta".
Evidentemente, la duquesa de Bernhardt se habÃa aventurado recientemente en el distrito comercial y, por casualidad, se encontró en una situación precaria cuando un carruaje perdió la rueda y se desvió de la carretera. Sin embargo, Judith pasaba por allà durante su viaje de negocios y utilizó su magia para rescatar a la duquesa.
"Ah, ahora que lo dices, recuerdo haber oÃdo hablar de ello no hace mucho. ¿Está ilesa la Duquesa?"
"SÃ, ella está bien, gracias a tu preocupación."
No gracias a mi preocupación, sino gracias a la magia de Judith, ¿verdad?
De todos modos, habÃa sido un dÃa ajetreado, y me habÃa encogido de hombros ante las noticias como un dÃa más, pero escuchar la historia de Killian me trajo recuerdos que habÃa olvidado.
Lo mismo ocurrÃa en el libro que vi desde el otro lado del mundo. Allà también se contaba la historia como un hermoso cuento de hadas.
Una noble cuya vida fue salvada en un momento de crisis por una bella y bondadosa muchacha. Resultó ser Judith, la rumoreada Cuarta Princesa.
En el libro que vi, la duquesa de Bernhardt estaba muy encariñada con Judith, que era pura e inocente, pero cuyo aspecto, a diferencia de su frágil apariencia, era decidido y recto. Hoy me ha parecido que ocurrÃa lo mismo en esta realidad.
La duquesa, que se habÃa mostrado tan reacia a permitir que Killian y yo nos involucráramos, estaba más que encantada de aceptar la escolta de Judith como forma de reciprocidad o lo que fuera. Lo más sorprendente era que, para empezar, Judith le hubiera pedido a Killian que la acompañara.
'No... Si lo que sospechaba fuera cierto, no serÃa tan inesperado, ¿verdad?'.
Al pensarlo, no pude evitar poner cara frÃa.
"SÃ, el Pequeño Duque Bernhardt serÃa capaz de cuidar de Judith. Espero que sea un dÃa agradable para usted también".
Con eso, me incliné con una fina sonrisa de cortesÃa y me di la vuelta para pasar junto a Killian, pero él me agarró de la muñeca y me detuvo en seco.
Al girar la cabeza, vi a Killian, con el rostro tan serio y desprovisto de sonrisa como el dÃa en que nos conocimos en la Academia, bajo las acacias.
"QuerÃa estar al lado de la Primera Princesa. No con otra persona".
Las palabras cayeron en mis oÃdos, esta vez con un significado demasiado claro para ignorarlo.
El silencio descendió sobre el pasillo como los pétalos blancos de una flor.
Me di cuenta de que era la única vez que tenÃa que darle una respuesta clara, asà que me giré para mirar a Killian y abrà la boca.
"Pequeño Duque, yo..."
"No te pido que me respondas ahora mismo; de hecho, me gustarÃa que te tomaras un tiempo para pensar en mà antes de responder".
Pero Killian me interrumpió.
El calor que habÃa envuelto mi muñeca se deslizó hacia abajo. Al momento siguiente, Killian, que me habÃa levantado la mano, bajó los labios respetuosamente hasta el dorso de mi mano y habló.
"Estoy seguro de que incluso la espera será dulce para usted, Primera Princesa".
***
"Primera Princesa..."
"No digas nada."
Las doncellas que estaban detrás de mÃ, incluida Marina, me llamaron, con la boca hecha agua. Solté mi agarre antes de que pudieran decir algo más innecesario.
Antes, al entrar en el vestÃbulo para ver a Judith, me habÃa cruzado con Killian al salir, junto con mi séquito, las criadas de Judith y los guardias de la puerta.
Naturalmente, habÃan oÃdo toda la conversación entre Killian y yo, y ahora estaban aún más excitados por la confesión de Killian.
Aceleré el paso y me dirigà a la sala del trono. Por supuesto, el repentino comportamiento de Killian me habÃa agitado, pero tenÃa otros asuntos importantes que atender en ese momento.
Como si no tuviera ya prisa, todos los miembros de la familia imperial, los magos de la Sala de la Noche Blanca y otros magos destacados estaban ya sentados en sus asientos, excepto yo.
"¡Oh, es la Primera Princesa!"
"¡Primera Princesa, mira esto!"
Gritaron los imperiales que esperaban el comienzo de los festejos al pie de la escalinata de la Sala del Amanecer al verme. Sonreà y les saludé. Entonces, los vÃtores febriles sonaron familiares en mis tÃmpanos.
No pasó mucho tiempo desde que tomé asiento cuando por fin llegó la hora señalada.
Judith apareció por fin delante de ellos, cogida de la mano de Killian.
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