La Princesa Monstruosa 113
¿Por qué has venido a mi casa? (7)
"¿Su Majestad realmente dijo que la Cuarta Princesa es un genio?"
El torneo de caza era un gran acontecimiento que duraba varios dÃas y sólo tenÃa lugar durante el dÃa.
Ese dÃa en particular, Judith regresó a palacio después de terminar su trabajo y salÃa del palacio de la Cuarta Princesa a última hora de la tarde cuando oyó el ruido de las criadas que recorrÃan el camino. Se detuvo en seco y se dirigió al jardÃn de flores.
Desde su despertar, el trato que Judith recibÃa en palacio habÃa mejorado notablemente, y ahora era libre de pasear fuera del palacio de la Cuarta Princesa siempre que quisiera, sin llamar la atención de las criadas. Durante su paseo vespertino a su jardÃn de flores favorito, oyó por casualidad que las criadas mencionaban su nombre.
"He oÃdo que es tan extraordinaria que la comparan con la Primera Princesa".
"¿De verdad es tan buena la Cuarta Princesa?"
"No estoy segura, pero he oÃdo que está siendo entrenada por un mago de la Sala de las Noches Blancas, por orden del mismÃsimo Emperador".
"He oÃdo que pronto se unirá a la realeza de Kamulita en la mesa".
Judith solÃa viajar en silencio con sólo una o dos siervas, no con un gran séquito como los demás miembros de la realeza, asà que las siervas que pasaban por la calle no se fijaban en ella entre los árboles y seguÃan charlando.
"Pero la Primera Princesa debe sentirse mal. De repente la comparaban con la Cuarta Princesa, que siempre iba a la zaga, hiciera lo que hiciera..."
"Lo sé. Yo también estarÃa molesta".
Judith se quedó quieta y escuchó a las criadas, y sólo cuando sus pasos desaparecieron por completo comenzó a caminar en silencio.
'No. La hermana Arbella no estaba ofendida'.
El rostro de Judith, normalmente tan amable y soleado, mostró un raro destello de disgusto. No le gustaba la idea de que un grupo de mujeres que ni siquiera conocÃan a Arbella cotillearan sobre ella a su antojo.
Por supuesto, el primer dÃa del festival de caza, cuando el emperador Cedric habÃa hecho un comentario fuera de lugar al pasar frente a la sala del trono donde se sentaban las princesas y los prÃncipes, Judith se habÃa sentido terriblemente avergonzada.
Cómo se atrevÃa a compararla con Arbella, pensó, el emperador debÃa de estar loco.
Judith siempre habÃa querido ser como Arbella, pero nunca se habÃa atrevido a ponerse a su altura. Cuando Arbella apareció en el trono real justo después del emperador Cedric, el corazón de Judith dio un vuelco. Casi temÃa ofender a Arbella comparándose con ella.
Como habÃan dicho las doncellas, el emperador Cedric habÃa tratado bien a Judith últimamente. La llamaba a comer antes que a nadie y le hablaba de forma paternal. A veces incluso le preguntaba por sus logros académicos.
Pero eso era todo.
PodrÃa ser un pecado decir esto e insultar al Emperador, el sol de Kamulita, pero Judith ya no podÃa pensar en él como un padre. Pensar en el emperador Cedric le entorpecÃa el corazón. Ahora sólo le prestaba atención para que ella pensara: "¿Y qué?". No era tan joven como para sentirse halagada por la tardÃa atención, y no estaba hambrienta de afecto. Se lo debÃa todo a la Primera Princesa Arbella.
Arbella, la Primera Princesa, habÃa cuidado de Judith desde que era una niña. Era el único miembro de la familia de Judith que compartÃa su sangre.
En el pequeño mundo de Judith, Arbella lo era todo para ella: una hermana, una madre y una amiga. Si Arbella se alejara de ella por un frÃvolo comentario del emperador Cedric, Judith se sentirÃa como si el cielo se hubiera caÃdo.
Sin embargo, Arbella habló con Judith como de costumbre e incluso le ofreció un poco de té frÃo para aliviar sus emociones.
Le propuso asistir juntas a una competición de caza el próximo año, lo que alivió enormemente a Judith.
Judith se sintió profundamente aliviada.
"¿Qué pasa, Judith, qué haces aqu�".
Judith caminó ligeramente hacia el jardÃn de flores y se topó con el Tercer PrÃncipe, Miriam.
"¿Has decidido seguir paseando por aquà ahora?".
"Hola, Tercer PrÃncipe. SÃ, veo que tú también has salido a pasear...".
Llegó a conocer bastante bien a Miriam estos dÃas. HabÃan llegado al punto en que no tenÃan que pasar por los rigores de la etiqueta imperial cada vez que se veÃan, sino que simplemente intercambiaban cumplidos como éste.
A Judith aún se le iluminó la cara cuando vio a Miriam.
"Hmph, fingiendo cercanÃa".
Hoy, sin embargo, Miriam se mostró un poco frÃa con Judith, que le saludó cordialmente. Tras escuchar sus siguientes palabras, Judith se dio cuenta de la causa de esa frialdad.
"No creerás de verdad que estás en la misma clase que Bella y yo sólo porque casualmente recibiste un cumplido de papá, ¿verdad? Si te equivocas, deshazte de él ahora mismo".
La mirada de Miriam a Judith no era agradable. Era arrogante, por no decir engreÃda, y podrÃa haber resultado ofensiva para Judith.
Pero Judith no se sintió ofendida por las palabras del lindo principito.
"Si es por lo que dijo Su Majestad, yo también creo que es realmente ridÃculo. No importa lo buenas que sean mis habilidades mágicas, ¿cómo puedo compararme con la hermana mayor Arbella?".
"... Bueno, lo sabes bien".
La expresión de Miriam se suavizó fácilmente ante las palabras de Judith. Aún era joven, asà que tenÃa un lado sencillo.
Además, como si secretamente sintiera que sus palabras eran un poco duras, incluso miró a Judith. Judith le sonrió.
"El Tercer PrÃncipe quiere mucho a la Primera Princesa, y yo también, asà que no voy a desbancarla bajo ningún concepto".
Sus últimas palabras le sonaron a Miriam extrañamente decididas.
Por un momento, Miriam se quedó perpleja, pero luego comprendió que era una expresión de la determinación de Arbella y se relajó un poco.
Era cierto que habÃa sido ofendido por su padre, el emperador Cedric, como habÃa pensado Judith, pero sabÃa que no era culpa suya. Se sintió un poco humillado, preguntándose si habÃa sido demasiado infantil en sus sollozos, sobre todo después de oÃr la afirmación de Judith de que era muy consciente de su posición, asà que tosió con fuerza y cambió de tema.
"Por cierto, ¿te has enterado de las noticias?".
"¿De qué noticia hablas?".
"Que el pecador del calabozo ha hablado por fin, y dice que el marqués Graham está detrás".
Ante eso Judith se estremeció.
"¿No deberÃa ser condenado a muerte por decapitación? Cómo se atreve a secuestrarme y a intentar tocar a la hermana Bella!".
Miriam gruñó de rabia al recordar lo sucedido.
No era sólo Judith quien sentÃa ira hacia el marqués Graham. TodavÃa podÃa recordar el reciente incidente en la cata de pociones, y cómo él habÃa intentado por todos los medios sacar de quicio a Arbella.
Pero Judith tenÃa otras cosas en la cabeza ahora, al oÃr las palabras de Miriam.
"Princesa Judith. Tú eres nuestra única luz. Y nosotros somos tus fieles sirvientes".
Se trataba de un sueño que acababa de tener.
"Por favor, recuerda que estamos detrás de ti. Cualquier cosa que desees hacer, Princesa, la haremos realidad".
En el sueño aparecÃan extraños sin rostro que se arrodillaban ante Judith y le juraban lealtad.
En el sueño, la ayudaban a olvidar su profunda soledad.
Le decÃan una y otra vez que estaban a su lado incondicionalmente y que harÃan cualquier cosa por ella. Estaba agradecida por su amabilidad, pero cuando observó detenidamente los rostros en su sueño, reconoció a algunos de ellos.
Era el hombre al que identificaron como el culpable del secuestro de Miriam que tuvo lugar hace poco y que se llevó Arbella.
Él, como los demás en su sueño, le era leal, dispuesto a hacer todo tipo de trabajo sucio entre bastidores para ella.
En el sueño, Judith se sentÃa agradecida, apenada y casi en deuda con ellos, mientras que la Judith real se horrorizaba al verlos. El hombre que habÃa organizado el secuestro de Millim trabajaba para ella en su sueño, y se preguntó si no serÃa sólo un sueño.
Incluso en sus sueños, los leales a Judith hacÃan cosas que ella no querÃa que hicieran en nombre de su amo.
Un ejemplo de ello era trabajar entre bastidores para meter a la princesa Arbella en problemas.
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