La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 66
"Traficante de drogas"
Pero no hubo respuesta.
¿Qué, estás durmiendo?
Me dijiste que te llamara cuando te necesitara.
Alcé las cejas y volvà a llamar.
"Hola, Spirit".
- No me llamo Spirit.
"SÃ, traficante".
- ¡No me llamo traficante!
Un espÃritu opaco con forma de erizo azul celeste apareció ante mis ojos.
Se alzaba sobre sus dos patas y se agitaba con ambas patas en las caderas, pero en lugar de parecer amenazador por el tamaño de su puño, era simplemente aburrido.
Esto lo convertirÃa en el espÃritu de la piedra espiritual que recibà durante el proceso de selección de estrellas del verano.
El que vendÃa drogas por 10.000 millones de oro diciendo que cambiarÃa mi vida.
Los ojos del narcotraficante, que fingÃa estar enfurruñado y escurridizo, se agrandaron poco a poco. Entonces habló con ojos tan redondos como una luna llena.
- Mi señora, parece que está enfadada conmigo porque no soy bueno.
"Intenta volverte loco y luminoso, creará sombras".
- ¿Me estás dando 10 mil millones de oro?
"No."
-Hmph. Fuiste tan malo. No me caes bien.
El traficante adoptó otra postura enfurruñada. Ah, esto es realmente problemático.
"Lo pensaré cuando salga. Date prisa."
- No puedes pedir prestado por adelantado. Diez mil millones de oro, por favor.
"¿Te parece que tengo dinero ahora mismo? SÃ, si no quieres ganar dinero el resto de tu vida, quédate aquÃ".
Me tumbo en el suelo con una actitud que me revuelve las tripas. Si no gano dinero, tú te lo pierdes, ¿o me lo pierdo yo?
Los ojos de ojal del traficante me miraron fijamente. Miró a su alrededor e inclinó la cabeza como si le diera vueltas a su pequeño cerebro.
- ¿Aqu�
- ¿De verdad?
"SÃ".
- Hmm, de acuerdo... me volveré loco.
El narcotraficante se llevó las patitas delanteras a la boca y gorgoteó. También se calentó.
Me preguntaba por qué hacÃa eso cuando le dije que brillara. El narcotraficante gritó con fuerza.
- ¡Kkieeeeeeeeeeeek!
"¡Qué, qué, qué es esto!"
"¡Creo que viene de abajo!"
Desde arriba, oà las voces de personas que se creÃa que eran miembros del gremio Grim Reaper. También se oyó el sonido de pasos que bajaban a toda prisa.
Mientras tanto, el traficante rodaba por el suelo y forcejeaba.
- ¡Kkiek! ¡Kkiek! ¡Kkieeeeeeeeeeek!
Sentà como si me fueran a desgarrar los tÃmpanos mientras lo hacÃa delante de mÃ. TenÃa las manos atadas y ni siquiera podÃa taparme los oÃdos, me estaba volviendo loco.
No puedo creer que entendiera lo que dije tan literalmente. Estaba furioso hasta la coronilla.
"¡Haz algo de luz!"
- ¡¿Oh, no es esto?!
La locura se detuvo.
El traficante me miró con ojos del tamaño de ojales. Entonces su cuerpo se hinchó y empezó a brillar.
La tenue luz azul celeste que comenzó en el cuerpo del narcotraficante ahuyentó la oscuridad.
Por fin pude ver dónde estaba atrapado. ParecÃa un pequeño almacén en desuso, con objetos polvorientos esparcidos aquà y allá.
También habÃa un colchón en una esquina. ParecÃa un poco destrozado, como si se lo hubieran comido.
'Bueno... Para ser la Parca, cuidaron bien de eso'.
Tengo que admitirlo.
Me deslumbró la luz. Abrà los ojos débilmente y mostré mi habilidad.
- ¡Vaya!
Las sombras empezaron a mecerse ante la voz de Cerbero, felices de ver la luz. Las cosas de los alrededores se atenuaron y los fantasmas que aparecieron circularon por la atmósfera.
Las Parcas que aparecieron se sobresaltaron.
"¡No!"
Los pasos que corrÃan eran ásperos.
¿Cómo que no?
El traficante con las manos en las caderas estaba de buen humor.
- ¡¿Qué te parece mi habilidad de luminiscencia?!
Abrà el laberinto, ignorando al traficante.
***
Ciella desapareció.
Al principio, pensaron que simplemente se habÃa escondido. Los guardias de los Lavirin asà lo atestiguaron.
Sin embargo, la criada de Ciella, May, insistió: "La joven no puede haber desaparecido sin decir nada", y el duque Absulekti prometió reunirse con ella al dÃa siguiente. La situación se invirtió.
Entonces, el marqués Lavirins intentó reprender a quienes habÃan escoltado a su hija.
Sin embargo, cada vez que intentaba interrogar al sujeto, ocurrÃan repetidamente cosas desafortunadas, como beber veneno o sufrir un accidente.
Por primera vez, el marqués supo que no se trataba de una simple ocultación.
"Ciella..."
Conmocionado, liberó a sus caballeros en serio y buscó a Ciella.
Envió gente al marqués Cherish y al duque Justice, por no hablar del grupo de mercaderes Luminous, que solÃan estar cerca de ella.
Gerald tampoco se quedó quieto, sino que movilizó a todos sus contactos para buscar a Ciella.
Pero no habÃa rastro de Ciella por ninguna parte. Ni rastro, ni un pelo de su cabeza.
Pasaron tres dÃas, luego cinco.
Cuando los corazones de los que la buscaban se ennegrecieron.
"¡La encontré!"
Un abanico ensangrentado fue encontrado en la orilla del rÃo fuera de la capital.
Un abanico púrpura lleno de joyas.
Era algo que Ciella siempre llevaba.
"..."
El marqués Lavirins estaba sentado, desesperado.
Aturdido, Gerald apretó los dientes.
Luego movió sus labios agrietados. Como si quisiera lavarse el cerebro, habló con fuerza.
"Ella no habrÃa muerto"
"..."
"¿No es asÃ, padre, que una persona con habilidades no puede ser asesinada por medios ordinarios? Ella debe estar viva. La encontraré. Y madre... "
Su frÃa mirada alcanzó a Isabella, que se secaba las lágrimas con un pañuelo. Isabella se sobresaltó.
Gerald apretó los dientes hasta hacerla sangrar.
"Aunque no seas tú, alguien que quiera proponerte como sucesora puede pensar que...".
El diálogo que mantuvieron aquel dÃa le rondaba constantemente por la cabeza.
¿Era una mera coincidencia? ¿O ella sabÃa algo que le hizo decir tal cosa?
La sospecha de que no podÃa ser cierto seguÃa atormentándole. Pero no era más que su propia opinión.
Gerald se tragó los sentimientos que le subÃan a la garganta y consiguió sacarlos.
"... Creo que deberÃas ir al templo. Ve allà y reza para que Ciella vuelva sana y salva".
Tras terminar su relato, Gerald se dio la vuelta. Iba a ir a buscar a Ciella.
No habÃa dormido bien desde que Ciella desapareció. Si dormÃa algo, Ciella aparecÃa, cubierta de sangre, y le susurraba.
Mira, te dije que serÃa asÃ".
Todo es por tu culpa.
'Tú eres la razón por la que me estoy muriendo...'
No, no puede ser. Estás vivo'.
Fue cuando movÃa los pies como una máquina y se sacudÃa a la fuerza lo ominoso.
Isabella lo atrapó.
"No tienes buen aspecto. Tomando un pequeño descanso..."
"No."
Volvió a mirar a su madre mientras se la sacudÃa con frialdad. No habÃa comido y le faltaba dormir, pero su vigor era feroz.
"Debemos encontrarla cuanto antes. Debes ir al templo ahora mismo. Puede que Dios te conceda un milagro porque está impresionado por tu sinceridad".
Con esas últimas palabras, Gerald se marchó.
Isabella, que se habÃa quedado atrás, apretó los puños con tanta fuerza que se le clavaron las uñas.
Zorra, si te vas a ir, hazlo limpiamente.
Estás arrastrando a Gerald hasta el último minuto.
En realidad, Isabella lo sabÃa. Que Ciella ya estaba muerta.
Lo dijo el miembro del gremio de la Parca.
Aunque era frustrante que no se manejara limpiamente y dejara un rastro de deudas...
'Se acabó, no me importa'.
Tras autojustificarse, se dirigió al templo.
Además de las palabras de Gerald, era una hipocresÃa mostrar a los demás que estaba afligida por la desaparición de Ciella.
***
Sorprendido por la visita no anunciada, un sacerdote se apresuró a entrar.
"¿Qué le trae por aquà a estas horas?".
"He venido a rezar por el regreso sano y salvo de mi hija. Ella deberÃa estar bien sin ninguna dificultad..."
Cuando lloró como una madre preocupada por su hija, el sacerdote la dejó entrar sin hacerle más preguntas.
Incluso la condujo a la sala de oración. Luego, antes de irse, añadió estas palabras.
"Hoy es luna llena, el dÃa en que se rompe la frontera entre los muertos y los vivos. Si ocurre algo extraño durante la oración, no te sorprendas demasiado".
¿ExistÃa tal dÃa?
Se preguntó, pero sabÃa lo que decÃa el sacerdote.
Encendió el candelabro frente a la estatua de piedra de Dios y se arrodilló. Con las manos juntas, cerró suavemente los ojos y recordó a la tonta de Ciella.
No habrÃa llegado tan lejos si tú no hubieras querido ser el heredero'.
Asà que todo esto es cosa tuya. Es culpa tuya por codiciar algo que no deberÃas haber codiciado...
Entonces...
Huk.
Una ráfaga de viento sopló. Al mismo tiempo que se apagaba la vela, se hizo una oscuridad que no se podÃa ver ni un palmo más adelante. Isabella se quedó perpleja.
Porque no habÃa ventanas en la sala de oración.
"No hay razón para que haya viento... ¿Por qué será...?".
Pensando que era extraño, volvió a encender el candelabro.
Y entonces lo vio claramente.
"¡Ahhhhhh!"
"Madre..."
¡Que una Ciella fantasmal, pintada de blanco y destrozada en un vestido roto, estaba ante ella!
"He subido del infierno porque me sentÃa sola yendo sola..."
"¡Kkyaaaaaaak!"
Aterrorizada, Isabella gritó. Gritó con fuerza sin pensar en retroceder por ningún medio.
La fantasmal Ciella sonrió sombrÃamente. Agarró con fuerza el brazo de Isabella y susurró en voz baja.
"Ven conmigo".
"¡Kkyaaaaaaak!"
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