La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 54
"¿TodavÃa no ha venido?".
Incluso se apostó el pelo a que volverÃa en tres dÃas, pero seis dÃas después, aún no habÃa regresado.
La predicción equivocada hirió su orgullo. Isabella miró con el ceño fruncido a la criada que le habÃa dado la noticia.
"¿Estás segura de que no entró en secreto y se marchó y tú no lo viste?".
"No, estoy segura. Pregunté a un caballero que escoltaba a la joven, pero ni una sola vez ha pasado por la mansión".
¿SerÃa posible?
Con dolor de cabeza, se presionó suavemente las sienes. La desviación de Ciella habÃa durado más de lo esperado.
De hecho, a Isabella no le importaba adonde fuera Ciella o lo que hiciera. También esperaba que no tuviera que venir para siempre.
El marqués Lavirins, sin embargo, era un problema.
"¿No está lista Ciella?"
A pesar de que estaba ocupado intentando estabilizar Lavirins, que estaba sumido en la confusión por su compromiso con Essit, preguntaba si Ciella todos los dÃas.
ParecÃa preocupado por la presencia de su hija en el hotel.
Aunque la habÃa apartado delante de él, con la intención de alejarla de su mente. De alguna manera ella no estaba delante de él, asà que tuvo que buscarla más.
'¿No me digas que salió de casa esperando que el marqués saliera as�'
Si era asÃ, realmente era una mujer astuta. Llevaba más de una década viviendo encogida y ahora revelaba su verdadera naturaleza.
'No puedo seguir asÃ'.
Isabella se preocupó. El marqués agitó su ardiente corazón.
"Quizá tenga que ir yo misma...".
"No, quédate aquÃ".
Mientras tanto, ella se reunirÃa con Ciella.
Veamos qué has estado haciendo y por qué llevas seis dÃas en un hotel aburrido.
Isabella se sentó derecha. Despues de cambiarse de ropa con la ayuda de una sirvienta, se dirigio al hotel donde se hospedaba Ciella.
No estaba tan mal como ella esperaba, con sólo dos habitaciones cada una en la planta baja.
'Por eso lleva aquà seis dÃas'.
Al parecer, habÃa que tomar alguna medida. Se preguntó si tendrÃa que sobornar al encargado para deshacerse de la chica.
Cuando se asomó a la habitación de Ciella, oyó un ruido detrás de la puerta. ParecÃa que Ciella estaba a punto de irse.
"Tsk.
Isabella reflexivamente se escondió detrás de la pared. Ella no sabia porque se estaba escondiendo cuando ella no habia hecho nada malo.
La puerta se abrio y Ciella salio.
Sorprendentemente, no estaba sola. La acompañaban un hermoso hombre de cabello oscuro y ojos rojos, y un niño de cabello plateado y ojos violetas.
El chico, que parecÃa un poco adormilado, habló en un susurro.
"Hay muchas habitaciones vacÃas en la finca Justice".
"No las necesito".
"El Palacio Imperial.. No, es mucho donde me quedo".
"Está bien. Me gusta estar aquÃ".
La boca oculta de Isabella se abrió gradualmente.
SÃ, ella recordó. Quién era ese chico.
Era el duque Justice, a quien vio al cruzarse con él en el baile. Sólo lo vio a él solo, no querÃa mezclarse con la gente, pero ¿qué clase de cosa es este lugar?
¿Y el hombre de pelo negro que estaba a su lado?
Incluso a simple vista, su atmósfera, su mirada y su aspecto eran extraordinarios.
¿ExistÃa una persona asà entre la alta nobleza?
Escuchando la conversación, parecÃa tener un tÃtulo comparable o incluso superior al del duque Justicia, pero ¿era eso posible?
Isabella, que acababa de regresar a la capital, no se habÃa enterado de la aparición del duque Absulekti.
HabÃa estado dándole vueltas a la cabeza sobre quién era ese hombre en ese momento.
"...!"
Se topó con unos frÃos ojos púrpura.
Era como si se hubiera asomado a una escena que no deberÃa haber visto. Isabella contuvo la respiración.
El duque Justice pareció burlarse de ella con una sonrisa y dirigió un cortante murmullo a Ciella, que se habÃa apartado de Isabella.
"... ¿Qué?"
Ciella, frunciendo el ceño, se volvió lentamente hacia ella. A este paso, la habrÃan descubierto.
Isabella huyó inmediatamente.
No sabÃa por qué huÃa ni por qué se sentÃa asÃ. Estaba sudando por su cuenta, a pesar de que era el comienzo del otoño. SentÃa como si los colmillos de una bestia voraz le hubieran rozado el cuello.
Después de correr un rato, se detuvo al llegar a la calle principal, lejos del hotel. Dejó escapar un suspiro ahogado, todavÃa apretándose el pecho.
DeberÃa haber investigado esto cuando le dieron la Estrella de Verano, pero no podÃa creer que hubiera capturado al Duque Justicia.
Si no hacÃa algo al respecto, perderÃa el puesto de Gerald.
TenÃa que actuar.
Desde que llegué al hotel he vivido más ricamente que en Lavirins.
May parecÃa sentir mucha lástima por mÃ, ya que me alimentaba muy bien.
"Esto es molesto. Me voy a dar la vuelta".
"No te preocupes. Yo me encargaré de hacerte rodar".
Creo que fue en mi segundo dÃa en el hotel. Rublet, que estaba de visita todos los dÃas, dijo en voz baja como si estuviera sellando su asistencia.
No sé cómo supo que yo estaba aquÃ, pero no sé por qué el ocupado y noble duque harÃa excursiones diarias a este lugar sofocante.
Reynos, que miraba con cara de fastidio al tal Rublet, en forma de Duque Absulekti, abrió la boca.
"Puedo rodarte mejor, señora."
"SerÃa mejor usando mi cuerpo."
"No sé, ¿con ese cuerpo?"
Oh... El nivel de muecas y mordiscos entre ellos fue suficiente para decirme que me alejara de esta pelea social.
Me aparté de la pareja de discutidores y mordisqueé un trozo de pan y me lo comÃ.
No es como si estuviera luchando contra el peso de una ballena, y cuando el protagonista masculino y el segundo protagonista masculino se pelean, sólo me estalla la espalda de actor secundario porque mi comida es preciosa.
Entonces miré de reojo a Rublet.
¿Qué demonios le pasa a ese chico?
Que le caÃa bien o se interesaba por mÃ. No hice esa suposición.
No porque estuviera ciega, sino porque Rublet no tenÃa ningún interés racional en mÃ.
Intentar tener una buena sensación mientras me seguÃa ahora era casi hacerlo por obligación.
'No sé cuál es la razón de eso'.
Le pregunté y ni siquiera respondió. Por supuesto, tenÃa mis dudas. Me dijo que el duque Absulekti era peligroso.
'No querrá protegerme del duque Absulekti, ¿verdad?'.
Lo curioso era que Reynos, el duque Absulekti, se pegaba al cañón donde se pegaba el Rublet.
¿Cómo podÃa no molestarse cuando un travieso estaba al lado de una chica que le gustaba?
Yo harÃa lo mismo'.
Asà que choqué contra un muro de acero hasta el punto de pensar que era demasiado para Rublet. De hecho, no querÃa abrir la puerta, pero no tuve más remedio que dejarle entrar porque me darÃa vergüenza que se peleara con Reynos fuera.
Pronto me mudaré a otro hotel, a algún lugar que Rublet no conozca.
Terminé mi pan y tomé mi posición. Luego, con la ayuda de May, me vestà brevemente.
Hoy era el dÃa en que el conde Lindel venÃa a la capital.
QuerÃa verme primero antes de reunirse con el marqués Lavirins, y yo iba a reunirme con él en secreto.
Los dos duques, que se habÃan estado peleando por ver quién me liaba mejor la gorda, se enfrentaban ahora por ver en qué casa habÃa más sitio.
"Hay muchas habitaciones vacÃas en la finca de Justicia".
"No las necesito".
"El Palacio Imperial... No, es mucho donde me estoy quedando."
"Está bien. Me gusta estar aquÃ."
Era el momento de pasar hábilmente la conversación entre los dos hombres.
"Detrás de ti".
De repente, Rublet fijó su mirada bruscamente detrás de mÃ.
"Hay un espectador".
"... ¿Qué?"
¿Un espectador?
SabÃa que mi padre habÃa añadido guardias Lavirins sin que yo lo supiera.
En realidad, no tenÃa ni idea, pero lo supe porque Reynos y Rublet me lo dijeron antes de tiempo, como si estuvieran en una competición.
Asà que no dirÃa que habÃa un espectador cuando viera a esos guardias, asà que ¿quién demonios era?
Me di la vuelta hacia atrás.
Pero antes de que pudiera comprobarlo, oà a alguien bajar corriendo las escaleras.
Miré a Rublet en el sentido de que querÃa que me dijera su aspecto fÃsico. Entonces Reynos, que sólo me miraba a mÃ, contestó.
"ParecÃa la madrastra de mi señora".
Qué, otra vez yo era el único que no lo sabÃa. ¿Cómo puede ser tan triste una persona que no sabe usar una espada?
Rublet soltó una risita, su anterior cara de sueño volvió a su estado anterior.
"Qué aburrido. Nunca sabes quién te va a atacar por la espalda con un cuchillo".
"Entonces deberÃa morirme".
"No deberÃa morir, milady. No te mueras."
"Es broma, no voy a morir".
Me ayudaron los dos hombres que lograron separar a los guardias de Lavirins. No querÃa que el marqués o Isabella supieran que me reunÃa con el conde Lindel.
Más tarde, envié también a los dos duques a casa y me dirigà al café donde habÃa decidido reunirme con el conde Lindel.
El espacio estaba completamente separado del mundo exterior, y era un lugar al que muchos de los nobles acudÃan cuando querÃan hablar de sus secretos.
El conde Lindel habÃa llegado antes. Estaba sentado solo. Cuando me vio, se levantó e hizo una ligera reverencia.
Yo también me giré hacia él y le saludé.
"Cuánto tiempo sin verle, Conde"
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