Domingo 17 de Marzo del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 201
No, ¡no estoy muerto! Fue un momento de enmudecimiento ante tan dramático giro de los acontecimientos.
Rejuni, colocando su mano bajo mi nariz para confirmar mi respiración, la tranquilizó.
"Mamá no está muerta".
"¿De verdad?"
"SÃ. Pero a juzgar por la forma en que no reaccionó cuando la pinchaste, creo que está en estado crÃtico. Llevémosla al médico, padre".
"No creo que sea eso..."
"¿Qué quieres decir con que no crees que sea? ¿De verdad crees que vamos a dejarla as�"
Estaba tan serio que no pude reunir fuerzas para levantarme.
Ni siquiera podÃa abrir los ojos.
Menos mal que la luz era naranja.
Impulsado por la urgencia de los dos juniores, Reynos me recogió con cuidado y se dirigió hacia el médico imperial que le habÃa acompañado.
Por el camino, la tranquila atmósfera se vio rota por los angustiosos gritos de Eljuni.
"¡Mamá está enferma, por favor ayúdala!"
"¿Qué? ¿El duque está en estado crÃtico?"
"¿El duque?"
"¡El Duque!"
"¡Emergencia! ¡Emergencia!"
Resonaron las campanas y las luces iluminaron todos los rincones.
El médico imperial, que habÃa estado descansando plácidamente, se quitó apresuradamente el pijama. Tras escuchar la verdad de Reynos, informó a los niños de que yo habÃa estado en estado crÃtico y les atribuyó el mérito de haberme salvado la vida.
"¡Hemos salvado a mamá!"
"SÃ".
Los dos juniors exultaron de alegrÃa. Reynos y yo intercambiamos suspiros, tratándolo como una lección aprendida.
"Uf".
DeberÃamos haberles leÃdo un cuento.
Dicen que no se puede echar agua frÃa delante de los niños, y es verdad. Me comprometà a no volver a fingir que dormÃa delante de ellos.
***
El tiempo pasaba y el dÃa del nacimiento se acercaba, marcado por la creciente frecuencia de las visitas del médico imperial a la Casa Lavirins.
A pesar de casarme con Reynos y asumir el papel de princesa heredera, no habÃa ascendido al trono.
Esto se debÃa en parte a la preocupación del emperador por mi tranquilidad y en parte a la naturaleza traviesa de los dos juniores que siempre parecÃan encontrar problemas si yo apartaba la vista.
Entrar juntos en palacio era poco práctico, ya que llamarÃa la atención.
Incluso si pudiera regresar al futuro y borrarlo todo, el estrés mientras tanto serÃa abrumador.
Sin embargo, dejar a los dos juniors en la mansión Lavirins planteaba sus propios retos.
Asà que me quedé en la mansión y Reynos se aventuró en el palacio. A pesar de ser una tirada de dados involuntaria, encontré una inmensa felicidad en el arreglo.
En el jardÃn iluminado por el sol, el médico imperial me examinó con sumo cuidado, tratándome con tanta delicadeza como si manipulara una pluma.
"Su pulso es normal... ¿se encuentra mal en alguna parte?"
"Estoy bien, salvo que no he dormido".
Mi estómago, hinchado como para enfatizar su gemelaridad, me dificultaba los movimientos.
Me dolÃa la espalda, amenazando con romperse si permanecÃa sentada demasiado tiempo.
Los dÃas en que dormÃa erguida habÃan quedado atrás, e incluso descansar de lado no me aliviaba el persistente malestar.
Cada vez que Reynos presenciaba mi dolor, se le escapaban las palabras. Cuando le sugerà en broma tener cinco hijos, vaciló.
"¿No hay que tener al menos cinco antes de perder la inmortalidad?".
"SÃ, pero..."
Entonces tenlos. No podÃa dejar que Reynos viviera solo y solitario para siempre.
"PreferirÃa enfermar en su lugar".
Cuando le aseguré que estaba bien, me apretó la mano, con los ojos llenos de lágrimas.
Mientras tanto, Reynos habÃa cargado con la responsabilidad de cuidar de los dos juniors, intentando aliviar mi fatiga y, con un poco de exageración, mantener la suciedad de mis pies.
Hoy tenÃa que asistir a una reunión polÃtica en palacio, de lo contrario me habrÃa pasado todo el dÃa persiguiéndome la cola.
"Ya casi es hora de que des a luz, asà que si sientes algún dolor, tienes que decÃrmelo enseguida".
"En realidad no, salvo una buena patada en el estómago".
Justo entonces entró Eljuni, trotando con una espada de madera.
"¡Mamá! ¡El tÃo Rublet me va a enseñar a manejar la espada! No le enseñará a Rejuni. Sólo me va a enseñar a mÃ!"
"Jejeje".
No pude evitar reÃrme. Cada vez que Reynos, que se suponÃa que debÃa cuidar de los niños, se ausentaba inevitablemente por negocios, el Emperador enviaba a uno de sus propios caballeros para que cuidara de ellos.
De algún modo, Rublet acompañó un dÃa al caballero del Emperador y cautivó a los niños, especialmente a Eljuni, con su brillante discurso.
Al parecer, siguió tratándolos bien en el futuro...
En fin, desde aquel dÃa, Rublet jugaba con los dos juniors siempre que Reynos estaba fuera.
Aunque a Reynos no le hacÃa mucha gracia, Rublet cuidaba tan bien de ellos que tuvo que dejarlo pasar.
Eljuni incluso mencionó que algún dÃa se casarÃa con alguien como el tÃo Rublet, asà que ahà lo tienen.
'Se va a enfadar cuando Rublet se case en el futuro'.
Ahora que lo pienso, no tengo ni idea de cuándo planea Rublet atar el nudo. Aunque cuida muy bien de Eljuni, nunca le he visto con novia, asà que quizá no le interesen las mujeres.
De repente, sentà una punzada en el estómago.
"¡Ugh......!"
Era ciertamente diferente de la sensación de las patadas del bebé.
Aunque no era un dolor importante, me sobresaltó por un momento y gemÃ.
Presa del pánico, el médico imperial se puso en pie de un salto.
"¿Está de parto?"
"Creo que sÃ".
De repente, sentà un chasquido en el bajo vientre, como si algo se filtrara por debajo.
No discernà inmediatamente si aquello era realidad o un sueño.
Hablando en un tono llano, como si estuviera describiendo el estado de un tercero, dije,
"Creo que he roto aguas".
"¡Deprisa, a la sala de partos!"
El alarmado médico imperial se apresuró a socorrerme.
***
Nos dirigimos a una habitación de la mansión, ya preparada como sala de partos, pues Reynos habÃa sido convocado urgentemente.
El marqués Lavirins, Gerald, Alice, May y Leather se unieron rápidamente a nosotros.
Rublet, que habÃa estado cuidando de Eljuni y Rejuni, les guió para que esperaran en otra zona.
"El..."
Reynos, aún más pálido que yo, me agarró con fuerza la mano, apretando tan fuerte que me dolÃa.
"Duque, no hay nada que temer. Duele muchÃsimo, pero tienes que mantener la calma. Tranquilo".
Igualmente pálida, May, la única mujer presente que habÃa dado a luz, se estremeció. No se atrevÃa a decir: "Me estás asustando aún más".
Mientras tanto, el marqués Lavirins, con aspecto de haber perdido media alma, repetÃa las mismas palabras.
"Mi hija va a tener un hijo, mi hija va a..."
"Ciella va a tener un hijo, Ciella va a..."
Aunque no hubiera conexión sanguÃnea, la riqueza es la riqueza, ¿no? A mi lado, Gerald hacÃa lo mismo.
Frunciendo el ceño, hice un gesto con la mano sin fruncir a Reynos, indicándole que si iba a comportarse asÃ, se marchara.
Cuero comprendió y salió de la sala de partos con el marqués Lavirins, Alice y Gerald.
Fue en ese momento cuando las contracciones empezaron a intensificarse.
"Ugh...."
Era doloroso, pero no tan insoportable como May habÃa sugerido. Era soportable, pero la pregunta persistÃa: ¿cuánto dolor más acompañarÃa a la llegada del bebé?
Reynos se volvió hacia la comadrona y preguntó: "¿Cuándo saldrá?".
"Dentro de un rato".
"¿Con tanto dolor?"
"Apenas está empezando..."
Las palabras de la comadrona se interrumpieron cuando la expresión de Reynos se volvió frÃa. Le tranquilicé dándole unas palmaditas en el dorso de la mano.
"Aún es manejable".
"... Lo siento".
Reynos me miró con ojos temblorosos y una pequeña lágrima empezó a caer.
"Siento haberte hecho daño".
"Oh, vamos, no seas asÃ. Sólo tenemos pensamientos positivos. ¿Han pensado en nombres para los bebés?"
Eljuni y Rejuni son sólo nombres provisionales; nos habÃamos comprometido a hacerlos oficiales cuando llegaran nuestros hijos.
El Emperador y el amable marqués Lavirins han acordado que podemos llamar al primero y al segundo como queramos.
Reynos negó con la cabeza.
"No".
"Vas a verlos pronto y aún no les has puesto nombre. ¿Qué puedo hacer? Por favor, nómbralos rápido".
"No puedo. No se me ocurre nada".
"Pero tienes que hacerlo. Deja de pensar en que estoy sufriendo y empieza a pensar en cómo vas a llamar a los bebés".
Reynos asintió, con la cara de alguien que no me estaba escuchando en absoluto.
Como madre, intenté consolarlo.
"Pensemos en cosas bonitas y buenas".
"SÃ".
"Cuando salgamos de aquÃ, vamos a comer mucho chocolate, y vamos a darnos un festÃn con pato asado, pavo, cordero y pollo-".
"SÃ."
"¿Me estás escuchando?"
"SÃ."
"¿Recuerdas lo que dije?"
"No."
Seguà diciendo esto y aquello, intentando calmarlo de alguna manera a través de las contracciones que se intensificaban.
Entonces empezaron las contracciones de verdad y jadeé.
"Ugh."
"¡El!"
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