Domingo 17 de Marzo del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 195
Vaya, debo de estar realmente indispuesta. ¿Por qué me mareo al ver carne?
En aquel ambiente de perplejidad, un Gerald totalmente sorprendido recogió los platos con prontitud.
"No parece estar bien. DeberÃa consultar a un médico".
"Si está casada, estos sÃntomas parecen los de un embarazo tÃpico".
"¿Eh?"
"...?"
Nuestra atención se desplazó hacia Alice. Ella añadió rápidamente un honorÃfico.
"Efectivamente".
"¿Embarazo? Una palabra tan desalentadora para alguien que ni siquiera está casada".
"Dije 'si estás casada'", aclaró Alice.
Alice puso los ojos en blanco, sintiéndose inusualmente atrapada en aquel momento.
Aunque la Argentime imperial prohibÃa la infidelidad, no era una cultura sexual cerrada, por lo que no era un gran problema si un hombre y una mujer solteros mantenÃan una relación.
Gerald, un hombre de elevados principios que contrastaban con su ardiente cabellera pelirroja, reprochó a Alice.
"Bueno, las palabras pueden tener peso, asà que sé prudente".
"Entendido, entendido".
"Uf".
"Parece bastante serio. ¿Qué tal si entramos?"
preguntó Gerald, que lo habÃa visto mejor.
Sintiéndome incómodo por señalar con el dedo, lo descarté con la excusa de que lo verÃa cuando me sintiera mejor.
***
Una noche, muy tarde, Reynos me hizo una visita.
- ¡Piik!
Un dragón maligno en miniatura hizo acto de presencia.
A pesar de mis continuas responsabilidades, no podÃa ignorar los preparativos de la boda, asà que nos reunÃamos por las tardes, haciendo malabarismos con nuestras agitadas agendas.
Se habÃa convertido en una rutina y nos reunÃamos asà todos los dÃas. Me ahorraré los detalles de nuestras actividades nocturnas.
- Piik?
Reynos dejó un ramo de flores bellamente envuelto e inclinó la cabeza.
Sentado con las piernas cruzadas y los brazos cruzados, parecÃa solemne.
- Piik, piik, piik.
Me miró fijamente, curioso por lo que estaba pasando.
"Ray".
Piik.
"Creo que podrÃa estar embarazada".
Al instante, Reynos se derrumbó. Dije, ignorándole.
"Puede que no, pero si consideras el momento del corte..."
Haciendo cálculos, coincidÃa con el periodo en que Reynos pasó la noche en mi casa. CreÃa que tenÃa una defensa sólida, pero al parecer no.
"Tendremos que consultar a un médico para confirmarlo, pero ¿y si estoy realmente embarazada?"
-...
"¿Ray?"
A mi indicación, Reynos se revolvió y tanteó el terreno, al parecer buscando ropa para volver a su forma humana, ya que no podÃa entablar conversaciones serias en su estado actual.
Recuperé un juego de ropa de repuesto que habÃa guardado en un cajón.
"Toma".
"... ¿Por qué has pensado en eso?"
inquirió con urgencia en cuanto volvió a ser humano.
ParecÃa avergonzado, no mostraba ninguna alegrÃa ante la posibilidad de tener un bebé. Por un momento, sentà una punzada de dolor.
HabÃa esperado que Reynos estuviera eufórico, aunque también estaba desconcertado, asustado y agotado. Después de todo, fue él quien mencionó tener cinco primero.
"No tengo apetito, no soy lo bastante rápida y antes casi me atraganté con la comida".
Reynos se quedó callado.
... ¿Está resentido conmigo por la posibilidad de tener hijos antes del matrimonio? Observando su expresión inescrutable, pregunté con cautela.
"¿Quieres que llame a un médico?"
"No".
La respuesta brotó como si hubiera sido esperada con impaciencia.
Reynos me miró con sorpresa, como si mi respuesta le hubiera pillado desprevenido. Procedió a secarse la cara.
"Espera... no soy muy organizado".
"Puede que no lo sea".
"..."
"¿No quieres que lo sea?"
La pregunta se escapó de mis labios, posiblemente influenciada por las hormonas, pero la respuesta que me devolvió el eco me escoció.
"No lo sé".
Por un momento, algo en mi cabeza se quebró. ¿No lo sabe?
Reconociendo su error, Reynos se apresuró a añadir una idea de último momento.
"No querÃa decir que..."
"Ah, sÃ. Ya veo, ni siquiera estamos casados, y esto debe ser muy embarazoso para ti, Ray".
Era consciente de lo mucho que debÃan haberle sobresaltado mis palabras.
Pero incluso con esa conciencia, mi corazón se agitó como un mar tempestuoso, vuelto del revés.
El tintero de mi escritorio se hizo añicos aparentemente por voluntad propia como si preguntara: "¿No lo sé? ¿Qué quieres decir?"
¡Puck! Era un efecto secundario de la alteración de mi cuerpo por la herramienta mágica de la Torre Mágica.
La esencia de Reynos habÃa dejado maná de dragón en mi cuerpo y, en momentos de intensa frustración, ocurrÃan sucesos como éste.
Al sentir mi auténtica angustia, Reynos tropezó con sus palabras.
"Si fuera real, me alegrarÃa mucho, pero me estaba asustando mucho, eso es todo".
"¿Qué has dicho que no sabÃas?".
"Bueno... no sé si debo alegrarme por ello, porque tener un bebé es doloroso y un trabajo duro".
Ante esas palabras, se me cayó la mandÃbula. ¿Qué, eso? Si esa es la preocupación, entonces soy una tonta por estar disgustada.
Mientras le miraba incrédula, Reynos se acercó silenciosamente y me envolvió en un fuerte abrazo.
"Si es verdad, me alegraré mucho, pero si no lo es, significa que realmente no te encuentras bien, asà que será mejor que nos ocupemos de ello rápidamente".
"...¿Quiere que llame al médico mañana?"
"Llamaré al médico imperial".
De acuerdo, el médico imperial me darÃa una respuesta definitiva, pero a pesar de todo, me sentÃa nerviosa.
Estoy embarazada; yo misma me siento como una niña inmadura, y ni siquiera siento afición por los bebés. ¿Cómo me las arreglaré para criar a un bebé no verbal?
Incluso May, que adora a los bebés, se quejó de lo difÃcil que podÃa ser.
Reynos me empujó a la cama, diciendo que era mejor que durmiera un poco, ya que seguÃa inquieta y mal.
Me dormà en sus brazos inquieta y ansiosa.
***
Esa noche, experimenté un sueño vÃvido. En esta visión fantástica, me encontraba acunando delicadamente una deliciosa y seductora fresa, sólo para dejarla caer accidentalmente en un lago prÃstino. Para mi asombro, un majestuoso dragón dorado, que recordaba a un espÃritu de montaña, se materializó ante mà y preguntó: "¿Es ésta su fresa?".
"No".
Respondà dentro del sueño, afirmando,
"Mis fresas son más grandes y sabrosas que ésa".
"Eres realmente una niña honesta", reconoció el dragón espÃritu de la montaña. "Como recompensa, te concederé tanto fresas como melocotones".
Aceptando agradecido el generoso regalo, me encontré sosteniendo fresas y melocotones de tal tamaño que sólo dos de ellos llenaban por completo mis brazos.
DeberÃa darme prisa y compartirlos con Reynos'.
Tarareé alegremente una melodÃa y descendà la montaña.
De repente, un ruido resonante resonó detrás de mÃ, lo que me hizo darme la vuelta. Para mi sorpresa, el Dragón EspÃritu de la Montaña se precipitaba hacia mÃ, presentándome dos fresas más y un melocotón.
"Olvidé darte un premio extra; ¡toma éstas también!".
Las frutas eran tan enormes que proyectaban sombras imponentes en el suelo.
Qué locura, ¡¿cómo iba a poder cargar con esas enormes frutas?!
"¡No!"
grité y salà corriendo. El dragón espÃritu de montaña hizo brillar sus ojos y me persiguió.
"¡Cógelos!"
"¡No!"
Tropecé con la raÃz de un árbol y me estrellé contra el suelo.
Las fresas y los melocotones que sostenÃa se derramaron y se precipitaron al lago.
"¡Aigoo! Aigoo!"
Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras me sentÃa completamente desdichada y abatida.
Si no fuera por ese dragón maldito, ¡podrÃa haberme quedado con mis fresas y mis melocotones!
Mientras estaba allà sentada, golpeando el suelo y llorando, un dragón plateado emergió del lago, parecido a un espÃritu de la montaña.
"¿Son estas tus fresas?"
"No, las mÃas son más pequeñas".
"Eres una niña honesta; te recompensaré con fresas y melocotones".
En un abrir y cerrar de ojos, las fresas y los melocotones regresaron, aún más grandes que cuando los arrojé al lago.
Abrazando dos frutas del tamaño de niños pequeños, dejé de llorar, me reà entre dientes y luego desperté. Menudo sueño.
***
Abrà los ojos sombrÃos.
La luz del dÃa se filtraba por las rendijas de las cortinas, indicando la mañana.
Como era de esperar, Reynos no estaba por ninguna parte.
Tal vez debido a la privación de sueño, el recuerdo de haber perdido las fresas y los melocotones en mi sueño persistÃa vÃvidamente. Por la humedad de mis mejillas, parecÃa que habÃa derramado lágrimas y expresado frustración en sueños.
Tengo los sueños más extraños'.
Apreté y aflojé inútilmente mis manos vacÃas.
Hmm. Supongo que nada ha cambiado.
'¿Supongo que no ha ocurrido nada extraño mientras dormÃas, como que se rompiera el tintero hace unas horas?'
Y entonces ocurrió.
"¡Duke, Duke!"
May irrumpió en mi habitación.
"¡Despierte, Duque, hay una niña que dice ser su hija!"
... ¿Qué?
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