Domingo 17 de Marzo del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 189
SabÃa que Reynos no serÃa capaz de hacerse pasar por mà de forma convincente.
Por lo tanto, estaba preparado para la posibilidad de que Cuero pudiera desenmascarar la treta.
Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos dio un giro totalmente inesperado.
"Tú también me guardaste en tu corazón".
En el interior del carruaje que regresaba a la mansión de los Lavirin, Reynos sujetaba en la mano el muñeco del prÃncipe heredero, con una expresión increÃblemente alegre.
Lo habÃa sacado para inspeccionarlo más de cerca. En el lado opuesto a él, yo me acurrucaba como un camarón, con lágrimas fluyendo libremente dentro de mi corazón.
Una vez más, me habÃa convertido en un lamentable dragón, perdiendo mi dignidad.
"DeberÃa designarlo como tesoro nacional cuando regrese a palacio".
Se convirtiera o no en un tesoro nacional, mi dignidad ya estaba perdida.
Haga lo que quiera. Tal vez se conservarÃa durante siglos como "Muñeca de acecho hecha por la emperatriz Ciella en la era del emperador Reynos, cuando aún era el prÃncipe heredero - Tesoro nacional nº XXX".
Yo era una persona sin nada que perder.
Extendà aún más mi impotente cola, semejante a un corazón abatido.
Cuando el familiar balanceo del carruaje señaló nuestra cercana llegada a la mansión de los Lavirin, Reynos, que habÃa estado mirando por la ventana con contemplación, habló de repente.
"¿Qué debo decirle a su entregada dama de compañÃa?".
Se referÃa a May.
Incluso después de casarse con Leather y convertirse en madre, May se aferró a su papel de dama de compañÃa y se resistió a separarse de mÃ.
A pesar de su recuperación posparto, desempeñaba un papel más de acompañante que de dama de compañÃa tradicional.
Sin embargo, no tardarÃa en discernir que yo no era la señora a la que habÃa servido durante tanto tiempo.
¿Debo contarle la misma historia que le conté a Cuero sobre haber comido algo en mal estado en la torre, o debo decir la verdad?
Aunque muchos ya estaban al tanto de la transformación del prÃncipe en duque, al recordar la vez que fingà la muerte por culpa de Isabella, sentà remordimientos por seguir mintiendo.
Tras mucho meditarlo, justo antes de bajar del carruaje, tomé una decisión.
- Piit. (Decir la verdad.)
"¿A ella y a nadie más?"
- Piit. (SÃ. Pero, Ray, ¿de verdad te parece bien no volver al palacio?)
Al igual que yo no podÃa volver a ser un humano debido a mi incapacidad para controlar el maná de un dragón negro, Reynos se enfrentaba a un dilema similar.
Asintió de buena gana cuando le pregunté si le parecÃa bien mantenerse alejado hasta que se resolviera la cuestión.
"SÃ. Debido a la maldición del dragón negro, he estado ausente bastante tiempo, asà que esta ausencia no importará mucho".
- Piit. (Ya veo...)
Un espÃritu libre, en efecto.
El carruaje llegó a la mansión justo a tiempo, deteniéndose. Reynos recibió ayuda del cochero y se apeó.
Me acunó en sus brazos. May, que habÃa estado esperando ansiosamente nuestro regreso, nos saludó calurosamente.
"¿Ha tenido un buen viaje, duque? Si hubiera sabido que estarÃas fuera tanto tiempo, me habrÃa encantado acompañarte".
Reynos, que hasta entonces habÃa guardado silencio y parecÃa a punto de decirle algo a May en privado, se quedó sorprendido por sus repentinas palabras.
May atribuyó erróneamente su comportamiento al agotamiento por el largo viaje y, siguiéndole, preguntó,
"¿Su Alteza regresó antes a palacio?".
Ella habÃa anticipado que él me llevarÃa de vuelta a la mansión, como era su rutina habitual.
Reynos ofreció una breve respuesta.
"No, habÃa algunos asuntos".
"Ya veo".
De repente, May soltó una risita maliciosa. Antes incluso de desempaquetar sus pertenencias, salió corriendo hacia algún lugar, declarando. "¡He estado esperando ansiosamente el regreso del duque!"
DeberÃa haber reconocido antes el motivo de la risa traviesa de May.
"Estaba contemplando la posibilidad de comprar algo para mÃ, pero pensé en el Duque, y... jejeje, puede que nuestro inocente Duque aún no sea consciente de esto, pero los hombres aprecian este tipo de cosas".
May reapareció con una caja elegantemente adornada.
¿Cosas que aprecian los hombres? ¿Es un sombrero elegante o quizás unos zapatos?'
observé, casi involuntariamente, mientras Reynos abrÃa la caja.
En el momento en que la caja reveló su contenido, me quedé totalmente sorprendida.
- ¡¡¡¡Piiiiiiiit!!!!
Dentro de la caja habÃa una prenda de ropa interior sumamente reveladora. May, que se percató tardÃamente de mi presencia, soltó una risita mientras se tapaba la boca.
"Vaya, ¿es Piik? ¿Es porque es varón? Parece avergonzado".
"Tú".
Reynos, ahora visiblemente pálido, cerró rápidamente la caja.
"Debido a un pequeño incidente en la torre, en este momento no soy Ciella Lavirins. Soy Reynos Ruhr Argentime".
Lo declaró sin vacilar.
May, que habÃa estado escuchando en silencio, mostraba ahora una expresión desconcertada, claramente sin comprender lo que se decÃa.
Por supuesto, ella no lo entenderÃa, y era crucial explicárselo de algún modo antes de que la situación fuera a más.
Reynos, que parecÃa compartir el mismo pensamiento, continuó explicando con urgencia.
"El duque Lavirins y mi alma se han intercambiado. Yo soy Reynos, y el duque está ahà abajo, no como dragón, sino atrapado como lagarto".
Incapaz de referirse a mà como dragón negro, me llamó en su lugar lagarto.
Yo, que habÃa estado de pie sobre el escritorio, salté rápidamente hacia los instrumentos de escritura.
Con el pequeño bolÃgrafo que Piik utilizaba para escribir, dibujé una flecha en un trozo de papel, apuntando desde "→" y escribà "Ciella Lavirins". Luego lo levanté.
May, que habÃa estado observando con asombro la escritura de la lagartija, abrió lentamente la boca.
"¿Esto es real... de verdad?".
Entre los dos intercambiamos gestos de afirmación.
Su mirada perpleja se posó entonces en la elegante caja.
Sólo en ese momento se dio cuenta de a quién le habÃa regalado la reveladora ropa interior. Soltó un grito horrorizada.
"¡Kyaaaaaaah!"
"¡Destruiré inmediatamente la torre!"
May, que habÃa vuelto tardÃamente en sÃ, estaba enloquecida.
Si se debÃa a que estaba atrapada en el cuerpo del lagarto o a su enfado porque Reynos habÃa descubierto mi ropa interior, sólo ella lo sabÃa.
"¡Sus cuerpos se intercambiaron! ¡¿No deberÃa informarse de esto al Emperador?!"
Con los ojos encendidos y los puños apretados, May, que golpeaba el aire, se volvió rápidamente para enfrentarse a Reynos.
Quizás sintiéndose culpable por lo ocurrido, Reynos, momentáneamente desconcertado, respondió con calma.
"Tras discutirlo con el duque, juzgué que serÃa mejor no agravar la situación".
Con muchas cosas en la cabeza, May abrió la boca y luego la cerró, como si no se atreviera a hablar.
"No te preocupes, May. Voy a arrancarme un montón de torres por ésta y me convertiré en una mujer aún más rica".
La tranquilicé, tirando suavemente del dobladillo de su delantal en señal de que estaba bien. May, con expresión apenada, me levantó cuidadosamente con ambas manos.
"Pobre Duque. Cómo puedes ser tan lamentable..."
- ¿Pii?
"Volviéndome aún más adorable asÃ..."
-...
"Quiero comerte de un bocado".
¿Realmente doy lástima?
"Oh, ¿qué tal si le preguntas al maestro de los 'Manipuladores del Amor de Ciel'? ¡Tienen la capacidad de convertir a la gente en muñecas! Asà que, si se lo pides amablemente, ¿quizá puedan convertir a la lagartija en una persona? Ya que mi marido es el vice maestro...-"
- ¡Piiiiiiiiii!
May sabÃa que Cuero era el vicemaestro, pero aún ignoraba que yo era el amo.
Y lo que es más importante, ¿qué tenÃa que ver convertir a la gente en muñecos con convertir a un lagarto en persona?
De todos modos, expresé mi enérgica negativa.
Cuero habÃa revelado todos sus secretos al casarse, asà que ¿por qué dejaba sin resolver los malentendidos relacionados con el maestro?
PodÃa ser que estuviera tan absorto en su papel de vicemaestro del gremio que no tuviera capacidad mental para ocuparse de ello.
May, malinterpretando las razones de mi oposición, suspiró profundamente.
"Por supuesto, el duque probablemente tampoco querrÃa asociarse con una persona tan peligrosa. Tuve un mal pensamiento en un momento de frustración. Lo siento".
"No hay por qué preocuparse; dije que lo resolverÃa en la torre".
Para evitar prolongar la discusión del gremio, lo que podrÃa ponerme en una situación incómoda, Reynos cambió de tema.
"Dije que lo resolverÃa en el plazo de un mes. Asà que, en el plazo de un mes..."
Los ojos de May se abrieron de par en par.
"Entonces, Alteza, ¿asistirá a la boda de Sir Gerald?".
"¿Boda? Oh..."
Reynos se dio cuenta de que habÃa un problema importante con la fecha que habÃa propuesto para la torre.
¡Oh, lo habÃa olvidado! Se me cayó la mandÃbula al recordar que sólo quedaba una semana para la boda de Gerald.
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