Viernes 23 de Febrero del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 163
"¿Qué?"
El ambiente cambió en un instante, y no fue El quien sacudió la cabeza, sino Knox, que seguÃa agarrándose las sienes.
"Mi hermana ha llegado a la edad adulta. En Eldorado, encuentras un compañero para toda la vida en tu ceremonia de mayorÃa de edad."
"Compañero..."
Absulekti murmuró en tono helado. SÃ, los humanos tenÃan algo llamado pareja, y él habÃa oÃdo que una vez que la encontraban, ni siquiera dedicaban una mirada a otros miembros del sexo opuesto. Asà que, en cuanto El encontrara a su pareja, no le dedicarÃa ni una mirada.
... Al imaginarse a El con otro hombre, un peculiar revoloteo se agitó en su estómago.
SentÃa la garganta reseca, una sed insaciable que le roÃa por mucho que tragara.
Agarrando la mano de El con tanta fuerza que rozaba el dolor, consiguió pronunciar, con la voz entrecortada,
"¿Hay algún humano... que desees elegir como compañero?".
Sus pupilas se dilataron verticalmente como reptiles, dispuestas a despedazar a quienquiera que fuese si ella respondÃa afirmativamente.
Los ojos de El se entrecerraron y soltó una negación avergonzada.
"No, no quiero".
"Pero..."
Knox, que habÃa estado estudiando el semblante de Absulekti, la interrumpió.
"Sin embargo, no hay garantÃas. El es bastante popular, después de todo".
"Oh, es que hay mucha gente que me adula por ti, Letty".
Pero nada se registró en los oÃdos ya confusos de Absulekti. O más bien, era el hecho de que tanta gente la adulase lo que le crispaba los nervios.
Sin más preámbulos, declaró,
"Asistiré".
"¿Qué? No tienes por qué venir".
"¿No quieres que vaya?"
"No, no es que me desagrade la idea, sólo pensé que quizá no te gustarÃa la multitud".
"Mientras no sea que no disfruto de tu compañÃa".
Sus tÃpicamente impasibles ojos dorados parpadearon con posesividad y un profundo anhelo.
"Iré a pesar de todo, para que lo sepas".
***
Algún tiempo después, la corte real de Eldorado celebró un gran banquete de mayorÃa de edad para los gemelos nacidos de la trigésimo séptima concubina.
Y en ese dÃa lleno de acontecimientos, el dragón polimorfo Absulekti engalanó la sala del banquete en su forma humana.
"¡Saludos al Grandioso!"
"¡Saludos al Grande!"
La realeza y los nobles, que nunca habÃan previsto su presencia personal, habiendo recibido siempre sus preciados regalos para el cumpleaños de la princesa El, quedaron estupefactos.
Incluso el rey, la figura con más autoridad del reino, compartió la misma reacción.
Sin embargo, sólo El se puso en pie para enfrentarse al dragón.
Aunque al principio se habÃa arrodillado, Absulekti detuvo su descenso.
Apoyó suavemente su frente contra la de ella y le susurró en un tono suave,
"Te dije que nunca dijeras que yo era el más grande".
Atrapada en su abrazo, El parpadeó rápidamente. Quiso reafirmar sus palabras con un movimiento de cabeza, pero la proximidad era tan Ãntima que el más mÃnimo error podrÃa hacer que sus labios se rozaran.
Cuando vaciló, Absulekti se apartó.
"¿Cómo ibas a llamarme?".
"... Letty".
Un sonrosado rubor adornó sus mejillas, y El apartó la mirada de él.
"Correcto".
Con un suave beso en la mejilla, el Absulekti de ojos cautivadores la soltó e indicó a los humanos que se levantaran.
Los inseguros asistentes humanos intercambiaron rápidas miradas, sorprendidos por la inusual exhibición entre ambos.
Aquel dÃa, el banquete de la mayorÃa de edad se convirtió en un espectáculo singular para la princesa.
Allá donde iba, una nube de admiradores se congregaba a su alrededor, convirtiéndola en el centro de todas las miradas.
Todos los preparativos destinados a Knox, un futuro heredero al trono que parecÃa no pronunciar más de diez palabras a la vez, acabaron en manos de El. Incluso el asiento junto al rey, que deberÃa pertenecerle por derecho, estaba ocupado por El.
Knox apretó los dientes ante tal espectáculo.
No habÃa previsto que Absulekti lo despreciara hasta tal punto.
Aunque era consciente de que el dragón lo despreciaba, habÃa supuesto que la prominencia de su hermana le ofrecerÃa cierto grado de tolerancia en público. Sin embargo, ella ni siquiera habÃa reconocido la situación, limitándose a regalarle una sonrisa.
No sólo se habÃa ganado el afecto del dragón, sino que ahora parecÃa dispuesta a hacerse con el trono.
"... Ya veremos, hermana. ¿Crees que simplemente me haré a un lado?".
La frustración royendo su orgullo, Knox salió furioso.
Concluida la ceremonia de mayorÃa de edad de los gemelos, se acercaba el momento de elegir al próximo heredero al trono.
En su contemplación, el rey pensó que Knox era astuto e ingenioso, y que habÃa cultivado muchas alianzas polÃticas. Sin embargo, no gozaba del favor del dragón.
Por el contrario, El, carente de influencia polÃtica, gozaba del favor del dragón, una hazaña sin parangón en siglos.
Enfrentado al dilema de elegir entre los dos para el papel de heredero, con el progreso del reino y la posición internacional en juego, el rey se dedicó a una profunda reflexión.
Finalmente, el rey proclamó a Elatiana, la princesa más joven e hija del 37º Consorte, como nueva princesa heredera.
Llamó a Knox y se dirigió a él.
"Te requiero para que la complementes en lo que a ella le falte. Juntos, llevaréis a Eldorado a cotas aún más altas".
"...SÃ, lo haré."
La respuesta de Knox fue acompañada por el sonido de cómo se mordÃa el labio hasta hacerlo sangrar.
Su cabeza estaba inclinada tan profundamente que el rey no podÃa discernir su expresión.
Exactamente cinco años después, en el invierno.
Eldorado cayó ante el malvado dragón.
Capitulo 10
Después de destrozar el espejo de Knox, Reynos soportó varios dÃas de agonÃa.
Sospeché que habÃa recurrido a aprovechar el poder de un demonio normalmente rebelde.
Me acerqué a su cama con una bolsa llena de suplementos. Me resultaba extraño estar al otro lado de una situación asÃ.
Sin embargo, en lugar de llevarme a una sala de estar, el chambelán del prÃncipe heredero me acompañó a un dormitorio.
Aunque mantenÃa una estrecha relación con Reynos, consideré descortés visitar su dormitorio sin previo aviso y me negué cortésmente.
"Si está durmiendo, volveré más tarde".
"Bueno, en realidad, Su Alteza ha estado preguntando por el Duque... Incluso mientras dormÃa, llamaba repetidamente al Duque, incluso cuando experimentaba pesadillas".
Oh cielos.
Dejando los suplementos con el sirviente, entré en el dormitorio de Reynos sin dudarlo, sólo para encontrarme con un abrumador olor a lavanda.
"¿Incienso para dormir? ¿Por qué es tan fuerte?"
"Es una medida temporal. Su Alteza ha tenido problemas para dormir".
El criado abrió las ventanas para refrescar la habitación. Cuando se marchó, me acomodé en una silla junto a la cama de Reynos, con la mirada fija en su atribulada figura.
ParecÃa como si acabara de escapar de una pesadilla, con la frente bañada en sudor frÃo.
¿Qué se supone que debo hacer en una situación as�
¿Le cojo la mano? No, eso probablemente le despertarÃa. En lugar de eso, aliso con cuidado las mantas desordenadas y se las envuelvo, con la esperanza de proporcionarle algo de comodidad sin perturbar su sueño.
Con un suave gemido, abrió los ojos y me encontró a su lado.
Su mirada estaba desenfocada, señal de que no estaba del todo despierto. Antes de que pudiera reaccionar, me levantó de un tirón.
"¡Gah!"
En un instante, me encontré tumbada junto a Reynos. Rápido como una sombra, se dio la vuelta y se colocó encima de mÃ.
Su expresión aturdida me mantenÃa cautiva debajo de él, sus brazos me impedÃan escapar. El pánico se apoderó de mi corazón y mis palabras salieron a trompicones.
"S-S-S-Su Alteza, soy Ciella, ¡no soy una ladrona!".
"...SÃ."
No estaba segura de si habÃa respondido o simplemente murmuró algo ininteligible, pero sus brazos me envolvieron en un abrazo de oso.
Una sacudida de sorpresa me recorrió, poniéndome los pelos de punta. Al notar su cuerpo abrasador contra el mÃo, mi expresión cambió a una de comprensión.
SentÃa su cuerpo como un horno, irradiando un calor intenso. Suavemente, extendà la mano y le toqué la nuca, confirmando que, efectivamente, estaba tan caliente como alguien con fiebre.
Un Reynos angustiado murmuró débilmente.
"No lo hagas."
"..."
"Lo he hecho todo mal, haré cualquier cosa que me pidas, por favor, no lo hagas. Escucharé cualquier cosa, asà que por favor... quédate conmigo".
"..."
"Te escucharé... ¿De acuerdo? Por favor..."
El cuerpo de Reynos tembló y pude oÃr cómo se le escapaba un suave sollozo.
Sin saber cómo aliviar su angustia, le devolvà el abrazo y le acaricié la espalda. En voz baja, intenté atravesar el velo de su pesadilla.
"Alteza, no voy a ir a ninguna parte, no voy a ir a ninguna parte sin ti, asà que abre los ojos un momento... ¡keuk!".
De repente, los brazos de Reynos me rodearon con fuerza.
Mientras jadeaba por la increÃble fuerza de un hombre enfermo, Reynos me metió más profundamente en su abrazo y me susurró al oÃdo.
"Te vas".
"No me voy a ir, asà que ¿por qué no abres los ojos? Huut".
"No."
Su abrazo se estrechó, y Reynos parecÃa más terco de lo que nunca le habÃa visto.
Aunque empatizaba con su angustia, la presión en mi pecho se estaba volviendo abrumadora. Incapaz de despertarlo con suavidad, opté por acariciar suavemente su mejilla.
"¡Alteza! ¡¡¡Alteza!!! ...¡¡¡Reynos!!!"
Su reacción ante el nombre "Reynos" fue palpable, un escalofrÃo le recorrió.
Poco a poco, su agarre se relajó, pero no me soltó del todo.
Era como si estuviera comprobando que yo estaba realmente presente y no era producto de su imaginación.
Haciendo acopio de fuerzas, empujé contra su hombro en un intento de desenredarme, y él emitió un suave gemido.
"¿Jovencita?"
"SÃ, soy yo".
"... ¿Sueño?"
"No, esto es real. Estoy aquà contigo".
Reynos, que acababa de soltarse, me miró a la cara. Luego, aparentemente horrorizado, se zafó del abrazo y se tapó con las sábanas.
A un extraño le habrÃa parecido que me habÃa abalanzado sobre él.
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