La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 16
"No es tan peligroso. Siempre y cuando no te equivoques"
Pasé al tema de la caÃda en otro lugar accediendo moderadamente.
"Te pediré que lo compruebes. ¿Seguro que quieres el divorcio?"
"... SÃ, quiero. Quiero separarme ahora"
Las lágrimas se acumularon alrededor de los ojos de la condesa y corrieron por sus mejillas.
"Pero él no me deja ir. En cuanto me convierta legalmente en una desconocida, el tÃtulo de mi marido vuelve a ser mÃo..."
Asà es.
La condesa Valentine tenÃa el amor del siglo. Nació como hija de un aristócrata y se casó con un plebeyo enamorado.
Incluso dio a su marido el tÃtulo de conde, que deberÃa haber recibido, y eligió seguir siendo condesa.
En otras palabras, el actual conde ValentÃn era un plebeyo".
Sin embargo, el Conde ValentÃn, que se convirtió en aristócrata, no agradeció el favor recibido, sino que se preocupó por la bebida, el juego y las mujeres.
No sólo utilizó sin permiso la mina de oro que se habÃa transmitido en la familia del conde Valentine durante generaciones, sino que también escuchó las peticiones de personas que pretendÃan ser cercanas a él y que no conocÃan la garantÃa de que los miembros de la familia no podÃan estar ni siquiera entre ellos.
Era un perro bastardo nada menos que Duval.
"Lo sé. Asà que tenemos que asegurarnos de que te divorcies"
"¿Cómo?"
"Voy a captar la escena de una aventura"
El imperio tenÃa varios sistemas para resolver la confusión.
E iba a ayudar a la señora Valentine aprovechando uno de esos sistemas, que permitÃa "divorcios unilaterales y sin juicio cuando se presentaban pruebas de que el cónyuge o el prometido estaba en la cama con otra persona".
Al igual que Duval, el conde Valentine fue bastante libertino en su vida.
Su mujer se dio cuenta de lo que habÃa dicho y murmuró con el semblante sombrÃo.
"Entonces, cómo se hace eso..."
"Para eso hay un gremio"
Fue entonces cuando oà que se acercaba gente.
Dejé de hablar y lancé una mirada en esa dirección. Entonces levanté las cejas al ver la aparición de las caras conocidas.
La Condesa, que también estaba observando las caras conocidas, se asustó. ParecÃa realmente asustada.
"Aquà tienes, esposa"
Con voz fingida, llegó el Conde ValentÃn.
Tal vez fuera la tranquilidad de su lenguaje y su expresión, pero para los que no conocÃan su interior, parecÃa un hombre que amaba de verdad a su esposa.
A su lado estaban Duval, que tenÃa el ceño fruncido, y Leila Essit, hermana de Duval y adúltera del conde Valentine. Por desgracia, Tyriel no estaba allÃ.
Estaba corriendo mucho y parecÃa que se habÃan cruzado. Si se hubiera cruzado con él, habrÃa sido un espectáculo.
"Te he estado buscando durante mucho tiempo"
El Conde Valentine, con una sonrisa radiante, le tendió la mano. La Condesa solo pudo retroceder y no pudo resistirse.
Suspirando en mi corazón, naturalmente intervine entre ellos.
"Nos encontramos de nuevo, Conde"
"... Lady Lavirins"
El Conde me miró y apretó suavemente su rostro.
Me agarré a la muñeca de la Condesa, que temblaba detrás de mÃ. Iba a marcharse ahora que los intrusos habÃan aparecido.
"Entonces estamos ocupados, asà que adiós"
La Condesa se sobresaltó y se puso nerviosa, pero no golpeó mi mano.
Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso, el Conde me bloqueó el paso.
Cuando pregunté con la mirada qué pasaba, el Conde abrió la boca con frialdad.
"Necesito hablar con mi esposa"
"Yo tampoco he terminado nuestra conversación"
"¿Puedes hacerlo aqu�"
"No. Es un secreto sólo para mujeres, asà que no puedo"
Cuando salà como si dijera: "No tengo intención de retirarme", la cara del Conde se contorsionó.
Tras varios intercambios más como ese, decidió que serÃa difÃcil tratar conmigo, asà que cambió de objetivo y se acercó a la condesa.
"Dime, esposa. ¿Quién va primero, yo o Lady Lavirins?"
Los párpados de la condesa temblaban de miedo. La bloqueaba completamente el Conde.
Entonces, dije con un sarcasmo interrogante en mis ojos.
"¿Qué estás haciendo? ¿Intentas separarte?"
"Lo siento a mi señora, pero es una conversación urgente..."
"Yo también tengo prisa. Si el Conde no hubiera intervenido, esto ya habrÃa terminado, me pregunto de qué se trata"
Cuando le golpeé con tanta frialdad que pensó que era grosero, el Conde tardó en reaccionar. ParecÃa perplejo por mi comportamiento, que se rumoreaba manso.
Aproveché la ocasión para coger a su mujer y moverle los pies. La Condesa, que habÃa estado inquieta, cerró los ojos y me siguió al trote.
En este estado pasé junto a Duval.
"Un momento, señora. ¿Puede concedernos un momento de su tiempo?"
interrumpió Duval, que habÃa estado observando el caos del conde ValentÃn con cara de disgusto.
Le detuve antes de que se liara con él.
"Señora, ¿ha dicho que no sabe con quién tiene una aventura el conde?"
"...?"
"Es Leila Essit. Incluso Duval se la presentó"
"...!"
A la Condesa le temblaron las manos.
En realidad, se trataba de una jugada de estafa de los hermanos Essit por el dinero del ingenuo conde, pero no hacÃa falta decirle tanto. "Vamos rápido", dije, acercando a la Condesa.
El acercamiento de Duval ahora era sólo para hacer un escándalo y aprovechar su sentido de los negocios.
"¡Ciella!"
Le disgustaba que las cosas se hubieran complicado por mi culpa.
Duval, que pasó por esto, me llamó con voz enfadada.
En cualquier caso, seguà mi camino. Entonces Duval gritó fuertemente detrás de mÃ.
"Es ahora cuando te pones en marcha por tu cuenta. Si supieras lo que estoy haciendo, ¿te desmayarÃas? No tiene sentido arrepentirse. Prepárate, porque aunque te pongas de rodillas admitiendo tu error no lo aceptaré"
Esas palabras tan seguras me recordaron a Leather. Me dijo que cada vez que le daba un informe falso que hacÃa, Duval quedaba muy satisfecho con él.
"¿De acuerdo? Nunca lo haré, pase lo que pase"
Su voz resonó en la sala de exposiciones.
SÃ, ladra. Voy a ir. Me movà diligentemente y sacudà la cabeza.
'DeberÃa pedirle a Leather que suba más el precio'
Con una creencia tan fuerte en el informe falso, estarÃa bien subir más el precio.
Tendré que aprovechar esta oportunidad para secar las fuentes de financiación de Duval.
***
"¿Qué, Conde? ¡Dijiste que no serÃa un problema!"
Donde Ciella y la Condesa Valentine se fueron.
Leila, la hermana de Duval, y la adúltera del Conde Valentine exclamaron con fuerza.
Originalmente, habÃan tenido la intención de ayudar a la condesa Valentine, que tenÃa un buen sentido de los negocios, con una nueva empresa que estaban concibiendo.
Sin embargo, Ciella, que no formaba parte del plan, apareció y robó a la Condesa. Incluso llegó a decir que fue Duval quien presentó a Leila al Conde.
No se sabe cómo se enteró de ello, pero en cualquier caso, parecÃa inverosÃmil que la condesa, tras conocer la verdad, ayudara a Essit.
Sin saber que ella iba detrás de su propio dinero, el conde, que estaba totalmente enganchado a Leila, rompió a sudar frÃo.
"Bueno, mi señora, eso es lo que es"
"Es lo mismo para ti, hermano. La hermanastra es tu prometida. ¡¿Qué haces si no puedes vigilar a una prometida?!"
"¿Es mi culpa?"
Duval, molesto con Ciella, levantó la voz.
Leila le devolvió el fuego con rabia.
"He oÃdo que te gusta la mejor amiga de tu hermanastra o algo asÃ, ¡pero qué vas a hacer al respecto! ¿Qué vas a hacer si ella empieza a hablar de romper el compromiso?"
"Ella no va a romper el compromiso. Además, tengo otras cosas que hacer, asà que no te preocupes"
Duval recordó al maestro del gremio de la Manipulación del Amor de Ciel, Cuero. Era un precio muy alto, pero él lo valÃa.
En ese mismo momento.
"¡Sir Essit-!"
Una fuerte voz desgarró el aire.
Duval, aturdido por la voz familiar, miró hacia atrás asustado. Y en silencio hizo una señal.
"¡Ahà estás! ¡Déjame hablar contigo un momento! ¿De verdad sigues amando a Ciella?"
Tyriel, cubierto de lágrimas y con la nariz moqueada, corrÃa hacia él como un rinoceronte enfadado.
Se encogió por la ferocidad. Duval retrocedió sin darse cuenta.
Luego, se dio la vuelta como quien piensa en algo urgente, caminó deprisa y empezó a huir a toda prisa por la esquina.
"¡Señor! ¡Espere un momento! ¡Señor Essit! Soy yo, soy Tyriel!"
Toque, toque, toque. En lugar de la inaudible voz de Duval, sólo los urgentes pasos llenaban la sala de exposiciones.
Tyriel gritó ansiosamente.
"¡Señor! ¡Señooooorrrrrrrr-!"
Un grito de pérdida de propósito sonó lúgubremente. Tyriel, que confundió a Duval por irse sin verla, lo persiguió con fuerza.
Después de una tormenta llegó el silencio.
"..."
La desconcertada Leila y el conde ValentÃn se quedaron mirando hacia donde habÃan desaparecido.
Entonces Leila, que recobró el sentido primero, abrió la boca.
"¿Qué vas a hacer?"
"Qué..."
"La mujer del conde. ¿No crees que debemos hacer que ayude en el negocio?"
"... ¿Realmente necesitamos a mi esposa?"
"¿Cuántas veces tengo que decÃrtelo?"
La pregunta tan tonta hizo que Leila se enfadara.
La perspicacia empresarial de Aria Valentine era realmente autodidacta.
Una de las familias que habÃa estado en estrecho contacto con los Essit era una familia que tenÃa una cafeterÃa.
Abrieron una cafeterÃa en una excelente ubicación, pero el negocio no fue tan bueno como esperaban, y cuando intentaron retirarse, escucharon por casualidad los consejos de Aria, que aplicaron, y ahora la cafeterÃa era famosa en la capital.
Leila clamó violentamente.
"Confié en el conde y lo impulsé a toda prisa, pero si algo sale mal, todo es culpa tuya. Lo sabes, ¿verdad?"
"¿Qué quieres que haga?"
Preguntó el conde con urgencia, por si habÃa una palabra de ruptura. Leila, con los brazos cruzados, resopló.
"Que te ayude con tus asuntos"
"Cómo..."
"¿Tengo que decÃrselo? Hmm... ¿Tu mujer tiene un hombre? Si lo tiene, podemos usarlo como excusa"
Ante las palabras de Leila, el conde ValentÃn relató el informe del vigilante sobre su mujer.
'Creo que lo único que dijo fue que no estaba dispuesta a hacer nada y que estaba encerrada en su habitación...'
Ella no estaba en situación de encontrarse con alguien porque él estaba borracho y se dejaba llevar por la violencia y le impedÃa salir por miedo a verse envuelto en chismes.
'Si hubiera sabido que esto iba a pasar, deberÃa haberla dejado ir'
Se arrepintió de su decisión. Entonces, recordó de repente una frase que escuchó cuando jugaba.
No existe nada en el mundo. Si no la tienes, puedes hacerla.
"Creo que sÃ. No, puedo hacerlo"
Los ojos del conde ValentÃn brillaron mientras se decidÃa a hacer algo. Leila pudo notar por la mirada que el Conde habÃa pensado en algo que no era bueno.
Pero no se atrevió a abrir la boca porque sabÃa que no le harÃa ningún daño.
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