LHANHT 44

Viernes 16 de Junio del 2023

LA HISTORIA AUN NO HA TERMINADO

44

Silvia volvió a llamarlo por su nombre, pero cuando vio que Azela asentía con la cabeza indicándole que estaba bien, mantuvo los labios cerrados. Después de todo, Daniel ya no era una debilidad para ella.

Silvia parecía haberse dado cuenta entonces. Cuando dio dos pasos hacia ella, Silvia retrocedió tres con cara de susto. Las siervas sólo miraban lo que ocurría con ojos sorprendidos.

Su relación era siempre opuesta. Cuando Silvia presionaba a Azela, ésta siempre tenía que huir. Sin embargo, ahora las cosas eran diferentes. Todas las siervas eran conscientes de que su posición estaba cambiando dentro de la mansión.

"Sabes que es mi trabajo como Señora disciplinar a las inferiores, Silvia".

"...."

"No importa lo que la niña te haya hecho antes, Silvia, no puedes ser imprudente con ella. ¿Por qué...? Porque no eres la Señora de esta mansión".

Silvia, que había retrocedido para evitar que se acercara constantemente a ella, se vio bloqueada por la pared. Ya no tenía adónde recurrir. Mordiéndose el labio inferior, Silvia levantó la cabeza y con voz temblorosa se burló de Azela.

"Está bien, haz lo que quieras. Aunque si Daniel se enterara de esto, no dejaría en paz a la señora".

Al terminar de hablar, Azela blandió con fuerza el látigo en su mano. Silvia se encogió de hombros cuando el látigo giró hacia ella sin dudarlo un instante, se rodeó la cabeza con las manos y cerró los ojos con fuerza.

Con un chasquido, el látigo golpeó la pared detrás de Silvia y rebotó. Azela iba en serio.

Lanzó el látigo con fuerza hacia Silvia con sinceridad.

"Has hecho mal".

Cuando Azela bajó la mirada hacia el látigo que había rebotado en la pared, habló despreocupadamente. En un tono indiferente, a diferencia de ella, Silvia la miró con ojos aterrorizados. Sus manos temblaban mientras se rodeaban la cabeza.

"¿Estás, estás loca?"

"¿Lo estoy? ¿O eres Silvia?"

Azela volvió a blandir el látigo con fuerza. El sonido del látigo cortando el viento reverberó por todo el tranquilo jardín.

"¡Kyaak!"

El grito aterrorizado de Silvia estalló con fuerza cuando el látigo volvió a rebotar en la pared. Miró a Azela con expresión sobresaltada. Se puso tan blanca que sus labios parecían lastimeros.

"...¿De verdad vas a pegarme?".

Mientras miraba la pared, donde se veían claramente las marcas del látigo, se volvió hacia Azela con cara de incredulidad.

Una pequeña risa escapó de entre los labios ligeramente entreabiertos de Azela. Al mismo tiempo, levantó levemente la comisura de los labios, lo que provocó un escalofrío en el espectador.

"¿Asustada?"

le susurró Azela.

Silvia no quería que Azela supiera que estaba asustada. Aun así, asintió con la cabeza, pensando que si no contestaba, Azela podría golpearla de verdad con ese maldito látigo. Las lágrimas se agolparon en sus ojos como si su orgullo hubiera sido herido por admitirlo.

Azela, que la observaba en silencio, arrojó ligeramente el látigo que sujetaba al costado de Silvia.

"La niña a la que pegaste debía de estar tan asustada como tú ahora. En el futuro, a la hora de actuar, es mejor pensar en el lugar del otro y actuar."

"...."

"Si actúas sin pensar, ¿qué diferencia hay con una bestia que no sabe hablar?".

Silvia no pudo refutar sus palabras. No lo hizo exactamente. Quiso refutar aunque sus aterrorizados labios nunca se abrieron.

Después de mirarla así durante mucho tiempo, Azela finalmente se dio la vuelta. Pronunció con voz firme mientras miraba despacio a las siervas que seguían acurrucadas: "¿Habéis terminado todas las tareas de hoy para estar por aquí así? Si no lo hacéis bien, ya sabéis lo que voy a hacer".

Ante su decreto, que creían que las había salvado, las siervas agacharon la cabeza sorprendidas y se dispersaron. Se oyó a Silvia, aterrorizada, desplomarse, aunque no miró atrás.

Mientras caminaba de vuelta hacia la mansión, la niña que le había indicado el lugar la primera vez estaba junto a Azela.

"Gracias, gracias. Señora".

"...Es mi trabajo, no el de Silvia, disciplinar la mansión".

"Gracias, gracias de todos modos. En realidad, no es la primera vez que la señorita Silvia nos golpea así... Ahora que la Señora lo sabe, ha aliviado nuestras preocupaciones."

Azela detuvo sus pasos mientras observaba a la persistente doncella a su lado. Y, habló con voz fría y helada.

"¿Por qué yo?"

"...¿Sí?"

Contrariamente a lo que la sierva pensaba que Azela daría una respuesta amistosa, levantó la cabeza con una voz tan fría y helada que la niña quedó desconcertada. Su mirada, fija en la pequeña sirvienta, era tan apagada.

Pensó que su antigua Señora había regresado, y el rostro de la niña, que tenía brillantes esperanzas, enrojeció de vergüenza.

La Señora de esta mansión aún no les ha perdonado que no la ayudaran...

"Ese es el camino que has elegido para ti".

"...."

"Esta vez, era visible para mí y no me gustaba lo que Silvia estaba haciendo, aunque no quería interferir en lo que no podía ver".

"Pe, pero..."

"Es el camino que has elegido, así que asume tu responsabilidad".

No estaba mal.

Todas las empleadas de la mansión abandonaron a su señora, Azela, en manos de la ama, Silvia, porque querían vivir. En aquel momento, era demasiado descarado pedirle ayuda porque era difícil cuando Silvia la acosaba.

La niña no podía levantar la cabeza y se miraba los dedos de los pies durante mucho tiempo. Azela, que miraba hacia abajo, giró el cuerpo sin decir palabra antes de dejar a la pequeña sierva y subir al tercer piso, su dormitorio.

No le gustaba el color de pelo que se parecía al de Irene, ni los ojos, ni los hombros intimidados por no poder hacer nada.

No olvidó los ojos llorosos de la pequeña sierva hasta que volvió al dormitorio, se quitó el vestido, se quitó los accesorios y entró en la bañera con olor a flores.

"...Cómo se llamaba la niña de antes".

"¿De quién estás hablando?"

"La niña de pelo naranja que parecía joven".

Preguntó Azela, que llevaba un buen rato sumergida en la bañera, estirando ligeramente el cuello. Al ver aquello, la sierva se masajeó rápidamente el cuello y rastreó su memoria.

"Ah... ¿Estás hablando de Lina?".

"...¿Lina?"

"Sí, ¿no es la chica pecosa de pelo naranja, que aparenta unos quince años y viene a ser de esta estatura?".

Al escuchar la detallada explicación de la sierva, el rostro de la pequeña sierva le vino a la mente de inmediato. Asintió brevemente y se levantó de la bañera, y las siervas que la esperaban con suaves toallas, perfumes y batas se apresuraron a unirse a su lado.

"Pero, esa niña... ¿Ha cometido algún error con la señora?".

"No, sólo me la encontré".

"Es una de las siervas a cargo de la señorita Silvia, así que no es bueno toparse con ella".

Respondió la sierva mientras le aplicaba aceite de flores en la piel y aceite perfumado en el pelo. Azela, al recibir el masaje, cerró suavemente los ojos mientras no decía nada más. Frunció el ceño ante la imagen de Lina, que lloraba, y la de Irene derramando lágrimas al mismo tiempo.

 

* * *

 

"...Yo, yo realmente..."

Lina se agarró fuertemente el dobladillo de la falda con ambas manos, conteniendo las lágrimas. Con el pelo y la cara mojados, no parecía que lo hubiera soportado. El agua helada volvió a caer sobre la cabeza de la chica, arrodillada.

"Hay alguien que te vio hablando con Azela"

"Yo, Yo..."

"Sigues hablando mucho".

Silvia, que estaba sentada en el sillón, se pasó la mano por las piernas flexibles. Luego, las criadas que observaban desde su lado metieron la cabeza de Lina en un cubo lleno de agua sin dudarlo.

Con el sonido de un chapoteo, los brazos de Lina lucharon con ganas de vivir, pero fue en vano.

Justo cuando los forcejeos de la niña se desvanecían, Silvia volvió a hacer un gesto con la mano. Con un grito ahogado, Lina volvió a levantar la cara mojada. Estaba a punto de quedarse sin aliento, jadeante, aunque no había nadie para ayudar a la niña.

"¿Le has contado a Azela lo que he hecho hoy?".

"...."

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