LA HISTORIA AUN NO HA TERMINADO
32
"¿Y si contiene una carta importante?"
En el carruaje de regreso a la mansión, Azela murmuró mientras miraba por la ventana con expresión perpleja. Por supuesto, no le importaba, aunque el inusual comportamiento de Zagnac era motivo suficiente para preocuparse.
Seguían viniendo imágenes a su mente, mientras en su corazón se grababa la caligrafía contundente y linda de la Princesa, que había dicho 'Liviahart den Argen'.
'¿Con qué propósito envió la Princesa una carta a Zagnac...?'
Aunque le molestaba, el vendaje de la mano derecha de Zagnac tampoco se le iba de la cabeza a Azela. Sus comentarios casuales de que había sido atacado parecían tan naturales. ¿Sucedía a menudo...?
Cuando el carruaje llegó a la mansión, se quedó mirando por la ventanilla durante largo rato con la barbilla inclinada y pensando en él. Cuando entró en la mansión, el primer lugar al que se dirigió no fue su dormitorio, en el tercer piso.
Huyó tan deprisa que aún quedaban asuntos sin resolver.
Con expresión firme, se dirigió a la sala de estudio donde estaría Daniel. Los empleados que seguían a Azela temblaban, preguntándose si le iba a pasar algo más a la Señora que tenía cara de desgraciada.
Cuando detuvo sus pasos frente al estudio, la criada que la seguía se adelantó y llamó a la puerta firmemente cerrada.
Al mismo tiempo que se oían los golpes, se oyó un ruido apresurado en el interior.
Era una situación que resultaba obvia incluso sin verla. No se veía ni a Daniel ni a Silvia cuando ella regresó a la mansión, así que los dos debían de estar juntos. Además, era el momento en que Daniel debía estar trabajando en su estudio.
En cuanto Daniel le dio permiso para entrar, el criado abrió la puerta del estudio.
Cuando se abrió la puerta del estudio, lo primero que vio fue el pelo enmarañado de Daniel y a Silvia con los tirantes del vestido arrugados y desatados.
"...¿Azela?"
Daniel, que se limpiaba con el dorso de la mano los labios relucientes de una saliva que ella no sabía a quién pertenecía, abrió mucho los ojos, sorprendido de verla. No parecía haber pensado que ella vendría a verlo primero.
"Siento haber perturbado su buen momento, pero tengo algo que comprobar".
Azela, que las miraba tranquilamente a las dos alternativamente, dio un paso tranquilo y se sentó en el sofá frente a Silvia.
Al verla, Silvia cruzó una de sus piernas y sonrió suavemente.
"Está bien, tenemos mucho tiempo... ¿Quieres un té?".
"No, está bien. Aunque beba, no será aquí".
El ambiente de la sala de estudio, pegajoso y en cierto modo cálido, era muy desagradable. Mientras Azela se tapaba la boca con la manga y fruncía las cejas, Silvia lanzaba una mirada sombría, como si pensara que era por ella misma y por Daniel.
Era una visión muy divertida.
"No pasa nada. También tenía mucho que hablar contigo... Me han dicho que hoy has salido corriendo, pero sin decirme nada, ¿a dónde vas así? Es difícil si usas los negocios como excusa para no comportarte correctamente".
Daniel se presionó la sien con el dedo índice, como mostrando que había sido paciente.
Aun así, le daba igual lo que dijera o cómo hablara porque no era eso lo que quería decir.
"¿No vas a decir nada?".
Mientras ella se sentaba en el sofá sin decir una palabra, Daniel se revolvió el pelo con frustración. Azela volvió la mirada para mirarle, y lo primero que le llamó la atención fue un botón que se había salido hacia fuera por no estar bien abrochado.
La diferencia con Zagnac, siempre pulcro y discreto, era tan evidente que ella sacudió la cabeza con gesto cansado.
"Ahora que tus palabras han terminado, te diré las mías".
"Vale, dame una excusa".
"¿No me has preguntado dónde estaba hoy?".
"Sí, así es".
"Daniel, eres muy bueno mintiendo. Todo el mundo sabe dónde fui y por qué razón".
"...¿Qué?"
"¿Sueles tocarme así la correspondencia?".
Diciendo esto, se quedó mirando a Daniel una vez, y luego a Silvia con una mirada sin emoción. Los dos parecían bastante sorprendidos, ya que era una pregunta en la que no habían pensado.
"Recibí una carta esta mañana. De dónde venía, de quién venía, cuál era el contenido de la carta... Aunque no lo diga, seguro que lo sabéis todo, ¿verdad? Aunque fue por la tarde cuando recibí la carta".
"...."
"Parece que no es la primera vez".
'Debería haber pedido té'.
Azela se detuvo un momento, acariciándose ligeramente el cuello reseco. Daniel no dijo nada. Ese silencio le decía que la respuesta era afirmativa.
"¿Por qué la carta que me llegó a mí llegó primero a tus manos, y eso no es suficiente?".
Entonces giró la cabeza y miró a Silvia, que estaba sentada frente a ella e inclinó la mirada hacia abajo, sorprendida. La herida de la palma de la mano aún no se había curado, y seguía con vendas... No, ni siquiera sabía si Silvia quería demostrar que seguía herida.
"¿Por qué la mera 'ama' revisaba mi correspondencia a su antojo?".
Era una voz tranquila, sin ninguna emoción de ira. Por un momento se hizo el silencio en la biblioteca. Según Azela, era imposible que la señora, Silvia, confirmara la correspondencia de la señora.
"¿Desde cuándo gestionas tú la correspondencia que me llega?".
Apartando la mirada de Silvia y volviendo a mirar a Daniel, era una voz tranquila. No obstante, era una pregunta que destacaba. Mientras ella seguía interrogando, él respiró hondo y tiró suavemente de la larga cuerda que había junto al escritorio.
Pronto sonó la campana en la mansión y una criada entró corriendo en la sala de estudio.
"¿Llamó, llamó, amo?".
En el ambiente del lúgubre estudio, la criada sacudía los hombros con mirada tensa. La criada ni siquiera podía levantar bien la cara, por si se le caía el cuello.
"Tráeme una bebida fuerte porque tengo sed".
"Sí, lo haré".
Con su orden molesta, la criada, que inclinó el cuerpo, salió apresuradamente del estudio. Cuando se disponía a desabrochar el botón que sujetaba su cuello, Daniel se dio cuenta de que no estaba bien abrochado y se lo arrancó todo con mano molesta.
Todos los botones que llevaba cayeron al suelo del estudio con un fuerte ruido.
"...Ja, Azela".
"Dime."
"Entonces, ¿qué quieres que haga?".
Preguntó Daniel, que se limpió la cara varias veces, con ojos molestos.
Aunque ella no esperaba recibir una disculpa, pensó que él mostraría un signo de disculpa, y él siempre superaba las expectativas. A Azela se le atragantaron las palabras al verse sorprendida por la forma en que hablaba, argumentando una y otra vez.
"Soy tu marido, una carta tuya es como si viniera a mí. Sólo lo comprobaba de antemano para evitar cualquier peligro, pero no sabía que te enfadarías así".
"¿Cortaste la línea sin reenviar la carta que me llegó por si había algún peligro?"
"No había cartas buenas para que las leyeras. Por supuesto, la correspondencia que necesitabas fue entregada".
"Entonces, ¿vas a decir que también lo comprobaste con Silvia?".
"Silvia estaba conmigo cuando lo comprobé, pero no comprobó tu correspondencia".
Todas las palabras de Daniel no eran más que sus afirmaciones sin pruebas.
Ante eso, se rió de la absurda historia. Azela, que llevaba un rato riéndose, levantó lentamente el cuerpo del sofá antes de acercarse al escritorio de Daniel y mirarle fijamente.
"No tienes derecho a manipular mi correspondencia. Por mucho que me quieras, aunque seamos un matrimonio".
"Creo que sólo fue un pequeño desacuerdo entre tú y yo. Piénsalo. Si no te hubiera considerado mi esposa, nunca habría hecho un trabajo tan molesto. Lo hice por ti".
"¿De verdad...? ¿De verdad lo crees?".
Cuando Azela preguntó eso, Daniel asintió con la cabeza tranquilamente.
Mientras tanto, la pequeña risa de Silvia se oía detrás de ella. Era una burla evidente. Los dos estaban tonteando con ella en medio, como siempre.
Asintiendo con la cabeza con expresión seca tras escuchar la respuesta de Daniel, sus ojos vacíos se volvieron hacia el escritorio. Había muchas cartas e invitaciones, y entre ellas algunas que aún no habían sido abiertas.
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