LA HISTORIA AUN NO HA TERMINADO
143
El pulcro dormitorio estaba todo revuelto. Había fragmentos de cristales rotos esparcidos por todo el suelo, y todas las muñecas y demás cosas que le gustaban estaban tiradas en un rincón, incapaces de encontrar su sitio, aunque eso no era todo.
Daran estaba agazapado bajo los pies de Chises, como si se hubiera ocupado de él en lugar de Livia. A juzgar por la sangre visible aquí y allá, debía de haber sido golpeada por él.
"...¿Qué haces ahora en mi palacio?"
Cuando Livia se mordió el labio con fuerza y fulminó a Chises con una mirada venenosa, éste sonrió estupefacto.
"Livia. He venido a preguntarte algo".
"...."
"Me he enfadado porque no estás".
"Si has venido como invitada, deberías haber esperado pacientemente. O pedir cita y venir".
Pasó ligeramente por delante de Chises, que se acercaba a ella y se acercó a Daran, que estaba agachado.
"¿Estás bien?"
Su criada levantó el cuerpo dolorido y apenas asintió con la cabeza. Parecía que no podía aguantar más.
Al verla así, Livia apretó los puños y hizo crujir los dientes. Daran, desconcertada por el espectáculo, agarró el puño de Livia y sacudió la cabeza. Su mirada estaba llena de preocupación por si Livia se hacía daño.
"No pasa nada, Daran. No te preocupes".
Después de consolarla, Livia giró su cuerpo para mirar a Chises, que aún parecía desconcertado mientras ella caminaba orgullosa delante de él. Chises no pudo ocultar lo absurdo de su comportamiento sin precedentes.
"Livia, parece que hoy has comido algo en mal estado".
"No. Tú debes haber comido algo mal".
"...¿Qué?"
"¿Qué quieres preguntar? Debe ser una gran pregunta para que causes tanto lío, ¿verdad?".
Chises arrugó la cara ante sus comentarios sarcásticos. Incluso el hecho de haber venido a preguntarle algo a Livia hirió tanto su orgullo que se sintió morir.
Su ira hirvió.
"Livia".
Pronunció su nombre y desenvainó la espada que llevaba sujeta a la cintura. Luego, con mano áspera, la apuntó de inmediato al cuello de Livia.
Fue un momento fugaz.
Daran se tapó la boca asustada al ver la espada apuntando a la garganta de la Princesa.
"¿Vas a cortarme?".
Sin embargo, Livia, la parte implicada, se mostraba tranquila, con el color de su rostro inalterado. Chises se burló mientras bostezaba de aburrimiento en lugar de asustarse.
"No hay nada que no pueda hacer si sigues actuando así de poco cooperativa".
"...."
"Si mueres, nadie en esta Familia Imperial se sentirá triste, nadie llorará y nadie se enfadará conmigo".
"...Supongo que sí."
Sus ojos tristes cayeron ante su voz decidida.
Esa era la realidad. Aunque muriera aquí, no habría nadie que sintiera pena por ella, nadie que la llorara, nadie que se enfadara por ella. Ella lo sabía, y se sentía tan lamentable y patética por sí misma, que se había esforzado tanto por parecer buena y encajar con aquella gente.
"Así que debería haberme dado cuenta y haber actuado en consecuencia".
"...¿Qué?"
Livia levantó la mirada baja.
Con el dedo índice, golpeó ligeramente la espada que él había apuntado a su cuello. Fue sólo un ligero rebote, pero en un instante, la corriente de aire cambió, y Chises voló muy lejos. Se oyó el ruido de muebles rompiéndose, y su espalda se estampó contra la pared antes de caer al suelo.
"¡¿Qué...?!"
Chises, que no había tenido tiempo de sentir el dolor, se levantó y gritó con expresión perpleja.
Mientras tanto, Livia seguía allí de pie con cara de despreocupación, mientras que Daran también se limitaba a mirar a su maestro con cara de sorpresa.
"¿Te has olvidado, hermano?"
"¿Qu-qué?"
"Si muevo un dedo..."
Mientras movía el dedo para mostrárselo, Livia sólo lo balanceó en el aire, pero el fino mueble quedó hecho polvo. Chises miró estupefacto dónde habían estado los muebles.
Donde antes estaban los muebles, sólo había un miserable polvo volando.
"Mi hermano también podría estar así... si moviera un dedo".
Cuando sonrió señalando con el dedo, la mano de Chise sobre la espada tembló de rabia.
"Tú, tú..."
"Sí, éstas son sólo algunas de las antiguas magias que puedo usar".
"....!"
Agarró adecuadamente la espada en su mano, mostrando que sinceramente la cortaría si surgía la necesidad. Mientras una extraña atmósfera fluía entre los dos, Daran tragó saliva mientras sólo podía girar la cabeza a izquierda y derecha sin saber a cuál de los dos parar.
"Livia, ¿has olvidado las palabras de Su Majestad de que te matará si la usas?".
"Es imposible que lo olvide. Esas son las palabras que he estado escuchando sin parar desde que empecé a usarlo".
"Entonces, ¿qué estás haciendo ahora? ¿Estás desobedeciendo las órdenes de Su Majestad?"
"Aunque ahora que lo pienso, no hay necesidad de tener miedo."
"...¿Qué?"
"Dijo que me mataría si usaba magia antigua".
El viento se llevó los muebles que tenía delante mientras Livia agitaba ligeramente la mano. Ya no había nada que se interpusiera en su camino.
"...¿Hay alguien que pueda matarme?"
"....!"
Chises apretó los dientes mientras su mano sosteniendo la espada temblaba ligeramente. Su instinto le decía que huyera ante un oponente más fuerte que él. Habiendo dominado la magia, ella era fuerte. Era realmente fuerte.
"...Yo quería ser una familia."
"...."
"Pensé que si no usaba la magia, algún día estarías orgulloso de mí."
"No, tonterías..."
"Sí, tonterías. Ahora lo entiendo. Haga lo que haga..."
Livia lo miró con la mirada perdida.
"...No podemos ser una familia".
Chises cambió de postura y guardó la espada que tenía en la mano en la vaina.
"Su Majestad se enterará".
"Lo sé."
"Si se entera, intentará matarte".
"...supongo que sí."
Me mataría sin remordimientos... porque no somos familia.
Mientras sonreía amargamente y se apartaba para dejarle marchar, Chises, que la miraba en silencio, pasó a su lado. Al presenciar la escena, Daran abrió mucho los ojos, incrédula ante aquella aparición. Era la primera vez que evitaba la mirada de su amo.
"Ah, Alteza".
Cuando estaba a punto de salir del dormitorio, Livia le llamó. Chises, que en el pasado no habría reaccionado, se detuvo.
"No vuelvas a venir a mi palacio sin cita previa. Este es mi espacio".
No respondió a su advertencia. Era lo último que podía hacer con su mezquino orgullo.
Después de verlo salir del palacio, Daran se acercó cautelosamente a Livia.
"Prin, Princesa... ¿estás bien?"
La palabra tenía muchos significados. Livia rió ante su pregunta.
"Estoy bien, porque tengo a Daran".
"...Princesa."
¿Cuándo creció tanto? Daran miró la digna espalda de su amo y se limpió las lágrimas de los ojos.
* * *
La recuperación de Azela fue más rápida de lo esperado. Incluso los médicos estaban asombrados de su resistencia. Aunque tomaba bien sus medicinas, también había que cuidarla bien, cosa que Zagnac hacía con la mayor sinceridad.
Cuidó de ella, aunque lo único que le quedaba herido era la mano izquierda -comer sus comidas, tomar sus medicinas, desinfectar sus heridas, cambiarle de ropa, lavarle la ropa e incluso cepillarle el pelo- y lo hizo todo con sus propias manos.
Mientras tanto, no le dijo nada a Azela.
Tres días después, Livia volvió a visitarla.
"Me he enterado de tu rápida recuperación. Qué alivio".
"...Gracias."
Al ver la amable sonrisa de Livia, sonrió con expresión tímida. Azela, que abría y cerraba repetidamente su mano derecha sin motivo, abrió los labios.
"...Me enteré por el Duque Perial. Te negaste a casarte con el Duque".
"Así es."
"Por qué..."
Livia cerró los ojos y sonrió. Sonrió tan claramente que antes de que pudiera responder, Azela habló primero.
"¿No dijiste que el duque Ferial era tu salvador? Para restaurar la libertad de Su Alteza..."
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