LFEDAM 58

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Jueves, 26 de Agosto del 2021


La Falsa Esposa del Archiduque Monstruoso 58



Sería una suerte que todo terminara en ese momento, pero en realidad la situación era mucho más grave que eso. El mismo día en que su reputación se viera empañada, la que perdería la vida sería Vivian, y nunca la propia Alexia.

Vivian apretó el puño antes de abrirlo lentamente, con el resentimiento pintado en su rostro. No había forma de que ella pudiera ir en contra de las órdenes de Alexia.

Y eso era lo que realmente había ocurrido.

Vivian acabó por mirar al Archiduque con sus ojos aturdidos, cuando él ya se había pegado a su lado mientras le acariciaba las mejillas.

Pensó que el Archiduque no se uniría a esta cacería, ya que antes había elegido a propósito un lugar tranquilo. Al final, sin embargo, siguió viniendo y había expresado su deseo de ir junto a ella, que ya se había convertido en la sustituta de Alexia una vez más.

Ella había querido rechazarlo en ese momento, pero como ya era la "Alexia" a los ojos del entorno, no podía hacerlo.

Vivian mantuvo su rostro lo más rígido posible antes de hablarle.


"¿Qué pasa?"

"¿Te he hecho -quizás- algo?"

"No, no hay nada en absoluto"

"Si es así, ¿por qué tu voz suena así?"

"¿Qué tiene de malo mi voz?"

"¿No estás haciendo un berrinche ahora mismo?"

"¿Una rabieta? ¿Yo, para ti, el Archiduque?"


No había -en absoluto- tal manera de que ella pudiera hacer algo así. Sólo una simple sirvienta, que se atrevería a hacer un berrinche hacia un noble de alto rango. No había manera de que tal acto pudiera ocurrir.


"Debes haberte equivocado. De ninguna manera haría un berrinche hacia el Archiduque".

"Alexia"


El Archiduque le levantó inmediatamente la barbilla antes de hacerla mirar hacia él.

Sin embargo, Vivian no pudo llevar su mirada al encuentro de él. No era capaz de hacerlo ya que a quien había llamado era a la Jovencita y no a ella. Murmuró en voz baja mientras se engañaba a sí misma, pero no dio ninguna respuesta aparente.

Ni siquiera respondió hasta el final a pesar de que él la había llamado. Finalmente, el Archiduque retiró su mano de las mejillas de ella. En su lugar, se agarró al marco de la ventana del carruaje antes de sacar su propia cabeza.


"¡Comandante!"


La repentina voz del Archiduque no sólo hizo que el carruaje se detuviera, sino también los movimientos de todos los demás. Al mismo tiempo, el que iba al frente, se acercó inmediatamente al Archiduque.


"¿Puedo ayudarle, señor?"

"Deja el carruaje por aquí y comienza la cacería de inmediato"

"Pero-este no es el destino especificado. Puede ser bastante incómodo para usted, pero si pudiera aguantar un poco, el destino será pronto..."

"¿No puedes entender bien mis palabras? Entonces, déjame decirlo una vez más. Deja el carruaje aquí"


Con esos ojos iracundos, el Archiduque lanzó una mirada al Caballero Comandante.

El comandante, que se había encontrado con sus ojos, bajó rápidamente la cabeza. No podía mantener la mirada fija debido a los ojos de bestia que parecían estar frunciendo el ceño sobre él, como si estuvieran a punto de devorarlo entero.


"...Entiendo. Entonces, asignaré a algunos de los caballeros de escolta antes de despedirme"

"No es necesario. ¿Quién más habría en un lugar como este? Puedes dejarnos -a mí y a la Jovencita- solos"

"Sin embargo, ¿qué pasaría si algo les sucediera a Su Alteza y a la Joven Dama durante ese tiempo?"


La incesante sobreprotección del Caballero Comandante había hecho que Knox lanzara un leve suspiro.


"¿Acabas de despreciar mi habilidad? Estoy seguro de que sabrás que, a pesar de que mis ojos no pueden ver tan bien, mis habilidades son muy superiores a las de algunas docenas de caballeros"


Ante la firmeza del Archiduque, el comandante soltó su aliento, sin que los demás lo supieran.

Su maestro tenía una personalidad particular; una vez que había insistido en algo, ya nada podía detenerlo. Aunque una vez pensó que durante los últimos meses en los que el Archiduque había enfermado, de alguna manera parecía haber perdido un poco de esa tenacidad en él.

Su corazón, que deseaba acompañar al Archiduque a un lugar más seguro, no había cambiado, pero no había nada más que pudiera hacer.

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