LESVAC 247

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La Emperatriz se volvió a casar 247

Un Paso



Mientras tanto, Sovieshu reunió a sus secretarios más cercanos para discutir la propuesta de Navier. Debido a problemas con el clima, el embajador se había retrasado en el camino, por lo que la discusión se dio tarde.

"No es una mala propuesta."

Comentó el Marqués Karl,

"Siempre y cuando Su Majestad pueda ocupar el centro del escenario. Si tanto el Imperio Oriental como el Occidental se retiran de la alianza, el equilibrio de poder cambiará."

"Pero Su Majestad, usted ha estado sufriendo..."

El Conde Pirnu se aclaró la garganta,

"Pequeñas crisis. En ese estado, ¿será capaz de tomar el control cuando sea necesario? Normalmente la tarea sería fácil para usted, pero ahora mismo, su mente está... ejem. Pido disculpas, Su Majestad."

"Está bien. Puedes decirlo sin problemas. Soy muy consciente de mi estado."

Sovieshu sabía que a menudo se dejaba llevar por alucinaciones auditivas y visuales. Le angustiaba, pero no podía abandonar a su país sólo por salvar las apariencias. Hasta que se encontrara una cura, tenía que seguir gobernando lo mejor que pudiera.

"Estoy de acuerdo con el Conde Pirnu, Su Majestad."

Expresó el Conde Noreille,

"El Imperio Occidental ha mostrado cierta animosidad hacia el Imperio Oriental en otras ocasiones. Tratando de evitar a los leones, podemos acabar en la guarida del tigre. Debemos ser muy cautelosos."

El Marqués Karl suspiró,

"Además, si la alianza también ha propuesto una unión al Imperio Occidental, puede que no les importe qué bando se les une. Eso sí, nos lo propusieron a nosotros primero."

"¿Entonces no crees que deberíamos unirnos al Imperio Occidental, Marqués Karl?"

"No necesariamente. Pero en cualquier caso, debemos ser cautelosos con la alianza, Su Majestad. Como ha dicho la Emperatriz Navier, a la larga, la alianza apuntará a nuestros dos países."

Sovieshu permaneció un momento en silencio.

"A fin de cuentas, tanto la Alianza como el Imperio Occidental son chacales."

Afirmó el Conde Pirnu,

"Sin embargo, sabemos con certeza que el Imperio Occidental es el responsable de la disminución del maná. Parecen mucho más peligrosos que la alianza, que ha estado intentando acabar el problema de raíz. No creo que nos convenga unir fuerzas con ellos."

El Marqués Karl reflexionó un momento.

"¿Qué tal si nos ponemos del lado de la Alianza contra el Imperio Occidental, pero nos deslindamos de ellos antes de que descubran qué pasa con Su Majestad?"

"Su Majestad tendría que encabezar esa unión. Pero dado su estado mental..."

El Conde Pirnu volvió a mirar a Sovieshu.

Sovieshu resopló. No importaba cuánto tiempo hablaran, la discusión siempre giraba en torno a la salud de Sovieshu. Incluso una o dos veces durante la reunión, Sovieshu se desconectó y murmuró cosas que no tenían nada que ver.

Antes de que el embajador hubiera vuelto con la propuesta de Navier, el consejo se había estado debatiendo sobre si debían encontrar un pariente de la familia imperial que representara a Sovieshu en asuntos de política exterior.

Sovieshu cerró los ojos y se frotó los párpados. No paraba de decirles a los secretarios que dijeran lo que pensaban, pero siempre lo hacían con mucho cuidado. Finalmente, habló.

"Esto es lo que haremos."

Todos se callaron. Todos habían expresado sus opiniones, pero la decisión en última instancia recaía en Sovieshu, independientemente de su estado mental.

"Comuniquen a Navier que aceptaremos su propuesta."

Los que apoyaban la propuesta parecían aliviados, mientras que los demás, que mantenían sospechas sobre el Imperio Occidental, le dirigieron miradas de preocupación.

"Sin embargo..."

Ante las siguientes palabras de Sovieshu, los ojos de todos se abrieron de par en par.

La Ceremonia de Año Nuevo de la Alianza no se celebraría lejos del Imperio Occidental. No tardamos en llegar. Desde la ventanilla, vi todo tipo de carruajes en la misma dirección. De cada uno colgaban distintas banderas, y noté que había más guardias de lo normal.

No era de extrañar. Los gobernantes de cada país asistirían a la fiesta.

Recordé cuando asistí como princesa heredera del Imperio Oriental. Sovieshu había estado a mi lado entonces. Ahora, estaba sola. Me incorporé al darme cuenta.

"¿Qué ocurre, Su Majestad?" 

Preguntó McKenna, sobresaltado.

Debí haberme visto extraña, enderezándome de repente. Sacudí la cabeza. 

"No es nada."

Era demasiado embarazoso decirle que estaba intentando recomponerme.

"Ah. Bueno, pareces estar bien, pero yo estoy terriblemente nervioso."

Ciertamente parecía un manojo de nervios. Apretaba los puños una y otra vez, con los labios y los párpados temblando.

Era de esperarse. Después de todo, una vez que entráramos en el enorme edificio, McKenna tendría que abandonar nuestro grupo para buscar a Heinley. No era de extrañar que estuviera nervioso.

El carruaje finalmente se detuvo.

"¡Uf!"

McKenna exhaló una vez más.

Antes de que pudiera decir algo, el Vizconde Langdel abrió la puerta. Me extendió la mano, indicándome que saliera. Su expresión parecía anormalmente sombría. Tal vez él también estaba nervioso.

Pensándolo bien, el Vizconde tenía ese aspecto desde hace unos días. Hoy parecía especialmente grave. Preocupada, le pregunté si se había vuelto a pelear con Nian, pero me respondió que no.

A pesar de mi preocupación, Heinley estaba primero. En cuanto salí, solté la mano del Vizconde. Levanté el mentón y me arreglé la ropa.

Los miembros de la realeza y los nobles de otros carruajes me dirigieron miradas furtivas. No sé si se debía a que era la primera emperatriz que se había vuelto a casar o a que ahora era la Emperatriz del Imperio Occidental. En cualquier caso, no podía mostrarme como alguien débil.

"Vamos."

Le hice un gesto a McKenna para que me siguiera. Él y el Vizconde Langdel se colocaron a ambos lados de mí.

La ceremonia no empezaba hoy, pero la entrada a la sede de la alianza ya estaba brillantemente iluminada. El camino de piedras blancas reflejaba las luces, que parecían brillar como lámparas. Entré al castillo con determinación.

"Su Majestad, Emperatriz del Imperio Occidental."

Una voz familiar me saludó al entrar. Mis hombros se cayeron un poco cuando vi quién se acercaba. Me forcé a quedarme quieta y a levantar el mentón.

"Sir Ángel."

Una vez más, me sorprendió lo engañoso de su nombre.

Antes de salir de casa, había oído que no llegaría a la Ceremonia de Año Nuevo hasta tarde. ¿Desde cuándo está aquí?

"¿Va a su habitación? Yo le guiaré."

Ángel me ofreció su brazo. Disimulé mi desconcierto, mirando a mi alrededor. Miembros de los Caballeros Transnacionales escoltaban a cada uno de los demás visitantes a sus habitaciones. No podía ser la única que se negara. Reprimiendo una mueca de desagrado, coloqué mi mano sobre su brazo y le seguí.

"Comunicaste que el Emperador Heinley vendría contigo. ¿Por qué estás sola?" 

"Su Majestad necesitaba atender otros asuntos, así que me pidió que me adelantara."

"¿Es así?"

Ángel y el Vizconde Langdel intercambiaron miradas. Para ser precisos, Ángel le guiñó un ojo al Vizconde y éste frunció el ceño de vuelta.

¿Podría ser Ángel la razón de que el Vizconde Langdel haya estado tan sombrío últimamente?

"Es la primera vez que vienes a la Ceremonia de Año Nuevo, ¿verdad?"

Fruncí los labios.

"Oh. Mis disculpas. Ahora lo recuerdo. Los registros dicen que viniste hace un tiempo. Aunque con otro apellido y nacionalidad."

'Qué grosero...'

Apreté los dientes.

"No tiene de qué preocuparse. El Emperador del Imperio Oriental nos ha informado que no asistirá. Deben ser buenas noticias. Supongo que las cosas se complicarían si se encontraran."

Qué imbécil más molesto. Aún así, me sorprendió que Sovieshu no asistiera. Normalmente disfrutaba presumir el poder del Imperio Oriental frente a la realeza de otros países siempre que era posible.

¿Sus recuerdos seguían atascados en su época de príncipe heredero? ¿Le preocupaba que otros lo descubrieran? Pero seguramente algo así sería imposible de probar para un extraño.

De repente, vi un pájaro familiar posado cerca. Un pájaro dorado con ojos púrpuras y alas enormes. Un pájaro elegante y hermoso.

Reina. Mi querido Heinley, encerrado en una jaula de pájaros. Cielos. ¿Por qué hay una cinta púrpura alrededor de su cuello también?

Los ojos de Reina se abrieron por completo cuando me vio. Se levantó tambaleándose. Estuve a punto de correr hacia él, pero me contuve y eché un vistazo a Ángel.

Había dejado de caminar para mirarme, sonriendo.

"¿Qué pasa, Su Majestad?"

Ángel preguntó como si no tuviera ni idea. Su voz sonaba amable, casi preocupada. Pero sus ojos entrecerrados lo delataban.

Podía suponer lo que estaba pensando. Sin duda, nada bueno.

Dentro de la jaula, Heinley abrió el pico de par en par, como si estuviera ventilando su ira. Por desgracia, la cinta púrpura y la jaula no le hacían parecer demasiado digno. Me dolía el corazón al verlo tan impotente, así que fijé mis ojos en Ángel.

"¿Conoce a ese pájaro?"

Preguntó con los labios curvados en media luna. Por eso todo el mundo evitaba a los Caballeros Transnacionales. ¿Cómo podía ser su comportamiento tan diferente al del Vizconde Langdel?

Por el Vizconde Langdel, uno supondría que los Caballeros Transnacionales eran una orden conservadora y recta. Aunque la relación personal de Langdel con Nian era bien conocida, siempre fue meticuloso y honesto en los asuntos públicos.

"Es similar al que me regalaste hace unos días. ¿Son hermanos?"

"Son muy parecidos, pero no."

Sonaba un poco decepcionado. Debe haber pensado que me pondría nerviosa.

'No permitiré que me vea titubear.'

Con mi sonrisa habitual, me acerqué a Heinley.

"Sabes, el pájaro que me diste la vez pasada parece sentirse solo. ¿Tal vez podría tener también este pájaro, para hacerle compañía? Si le parece bien."

Miré rápidamente a Heinley, con el corazón encogido.

Parecía demacrado, con las plumas caídas y una sola lágrima formada en los ojos. No se me acercó, sino que se inclinó hacia el otro lado, contra los barrotes. También debía de fingir que no me conocía.

Lo hizo parecer aún más lamentable. ¿Le pasó algo? ¿Estaba enfermo? Sólo de pensarlo me dolía aún más.

'¿Por qué está tan delgado?'

"Lo siento, Su Majestad. Este es mi pájaro más preciado. Puede tener cualquier otro que desee, excepto éste."

'Desvergonzado. Ojalá pudiera abofetearle la boca con mi abanico.'

Aunque Heinley abrió los ojos con enojo, sólo miró al techo, no a Ángel. Tal vez no quería levantar sospechas.

Toda la situación resultaba incómoda y preocupante. Hubiera sido mejor si Ángel hubiera escondido a Heinley en algún sitio. Así podríamos liberarlo. Pero atrapado así al aire libre...

Miré a mi alrededor. Estábamos en un concurrido pasillo principal, con varios salones conectados en todas direcciones. Muchas personas iban y venían. Incluso ahora, un miembro de otra familia real susurraba a sus asistentes.

"Vaya, qué pájaro más bonito."

'Estoy segura de que Ángel lo colocó aquí a propósito.'

Cuando miré a McKenna, su expresión permanecía serena, pero sus pensamientos internos debían de estar revueltos.

"En fin, Su Majestad. Continuaré guiándole hasta su habitación."

Ángel sonrió y señaló en otra dirección. Al hacerlo, Heinley me dio la espalda, como diciéndome que estaba bien.

Eso me dolió aún más.

'Lo siento, Heinley. Aguanta un poco más.'

Entonces seguí a Ángel.

"Hemos llegado."

Ángel nos llevó a una habitación en el segundo piso. Abrió la puerta, revelando un interior espacioso. La mayor parte de la habitación era de color escarlata claro. Estaba amueblada con una cama, un armario, una mesa de té redonda con dos sillas a juego, un escritorio, una estantería y un lugar para el equipaje.

Además... una ventana. Gruesas cortinas cubrían la ventana.

"Pueden parecer pesadas, pero aquí hace frío."

Me explicó cuando las miré. Pero no dijo nada del resto del mobiliario. Sólo de la ventana.

'¿Eso significaba algo?'

No lo sé. A estas alturas, todo lo que hacía Ángel me ponía de los nervios.

"Póngase cómoda, Su Majestad."

Afortunadamente, en vez de atormentarme más, me explicó los horarios de las comidas, las normas de mi visita y dónde se hospedarían quienes vinieron conmigo, tras lo cual se marchó.

Esta habitación era sólo para mí, así que McKenna, el Vizconde Langdel, los otros guardias y mis ayudantes le siguieron fuera. Al final, me quedé sola en la habitación con Mastas.

"Su Majestad, ese pájaro me pareció conocido."

Murmuró, tan pronto como nos quedamos a solas.

"Lo vi como el pájaro con el que a veces usted juega. No se me da muy bien distinguir las caras de los animales, pero sus plumas y ojos son exactamente iguales..."

"Así es. Desapareció, pero debió de acabar con el comandante."

Me quité el abrigo y lo dejé sobre una silla, luego me acerqué a la ventana. Cuando corrí las cortinas, me parecieron bastante pesadas.

Afuera, vi a un gran número de caballeros reunidos.

'¿Son todos Caballeros Transnacionales? Esta es la sede de la alianza.'

Tal vez algunos eran guardias de los distintos reyes presentes.

Uno de los caballeros levantó la vista. Antes de que pudiera hacer contacto visual, volví a cerrar las cortinas.

"¿Por qué tendría su pájaro, Majestad?"

"Lo envié como mensajero. Debe haberlo atrapado."

"Ah, ¿así que por eso se burlaba de usted? ¿Para probar si eras la dueña o no?"

"Probablemente..."

Mastas arrugó la nariz.

"Es una pena, pero no hay nada que podamos hacer. Si todavía está tratando de encontrar al dueño, no debe haber visto la carta que llevaba. En cualquier caso, no puede revelarse."

Me mordí el labio.

"¿No sería mejor para Su Majestad y para el pájaro si simplemente lo dejara? Quiero decir, no lo matará, ya que no sabe que es su pájaro mensajero, ¿verdad?"

Me quedé mirándola, perpleja. Ella se inquietó al ver mi expresión.

"¿Q-Qué pasa? ¿He dicho algo malo?"

"No."

Me quité la ropa y me puse otra más cómoda. Bueno, lo más cómoda posible en una habitación extraña de un castillo extraño. Luego esperé a que viniera McKenna. Como ambos habíamos visto la jaula, supuse que teníamos mucho de qué hablar. Probablemente vendría corriendo en cuanto se instalara en su habitación.

Al cabo de unos veinte minutos, McKenna entró, tal como esperaba.

"Mastas, ¿podrías traernos café o té caliente?"

En cuanto nos quedamos solos, McKenna se estrujó las manos.

"¿Qué vamos a hacer?"

"No lo sé. Esto me sorprendió."

"Su Majestad, tenemos que encontrar una solución. Así será difícil sacarlo a escondidas del medio del pasillo principal."

McKenna tiró de su cabello con una expresión nerviosa. Antes había actuado tan dignamente delante de Ángel.

"Podríamos decir que es nuestro pájaro y traerlo de vuelta con nosotros... ¿pero qué vio? Necesitamos saber cómo lo capturó. Su Majestad, ¿qué debemos hacer?"

"No importa lo peligroso que sea, no podemos dejarlo aquí."

Ese rostro demacrado... sólo imaginarlo hacía que mi corazón se hundiera. Sentía como si una roca me aplastara el pecho.

"Si no podemos sacarlo a escondidas, tendremos que hacerlo directamente, McKenna."

"¿Le pedirás al zorro en persona el pájaro?"

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