LESVAC 237

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La Emperatriz se volvió a casar 237

Chicos



— El Imperio Occidental está causando la disminución del maná. Eso significa que los magos no son invencibles. Podríamos ser capaces de cortar la fuente de poder del Imperio Oriental. 

— ¿Te complace estar sometido a países más grandes? Ahora hay dos grandes potencias a las que estar atentos. ¿Puedes lidiar con eso? ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad para crear un equilibrio?

— P.D. Se rumorea que el Emperador del Imperio Oriental no puede tener descendencia. 

"¿Qué te parece?"

Preguntó el Rey de Whitemond a su primer ministro. Volvió a doblar la carta. El rey tenía la única copia, pero el primer ministro ya la había leído. Actualmente, eran las únicas personas en todo Whitemond que la habían leído. 

Sin embargo, fuera de Whitemond, otros habían recibido esta noticia. La Alianza del Continente Wol había enviado una carta a cada país, incluso al Imperio Oriental y al Occidental. Por supuesto, las misivas del Imperio Oriental y Occidental no incluían estos párrafos en particular. 

"¿Qué desea hacer Su Majestad?"

El Rey suspiró.

"La relación de nuestra nación con el Imperio Occidental empeoró drásticamente hace poco. Pero hemos conseguido restablecerla."

El Primer Ministro asintió.

"Ha sido difícil. Pero tenemos experiencia lidiando con este tipo de problemas."

El Rey asintió.

"Así es. Si hubiéramos recibido esta carta antes, la sugerencia podría haberme tentado. Sin embargo..."

El Rey dejó la carta y suspiró. La Princesa Charlotte ocupaba su mente. Estaba decidida a contraer un matrimonio internacional que la vinculara tanto al Imperio Oriental como al Occidental. 

"La Princesa planea casarse con Lord Koshar. Así que sería un error por nuestra parte ponernos del lado de la Alianza."

***

Tras descubrir el contenido inusual de la carta de la Alianza, Heinley se apresuró a regresar al palacio para comprenderla mejor. No sabía las intenciones de la Alianza, pero estaba seguro que los demás países del Continente Wol no recibieron una simple invitación a la ceremonia de Año Nuevo. Un país convocó una reunión de emergencia en cuanto recibió la misiva. 

Debe de ser muy serio. ¿La alianza sospechaba que él tenía que ver con la disminución del maná? ¿Qué decían? Pero a su regreso, encontró el palacio sumido en el caos. Los sirvientes corrían en todas direcciones, presas del pánico. Algunos cortesanos lloraban en los pasillos. McKenna se quedó helado al verlos. Heinley se acercó rápidamente al guardia más cercano. 

"¡Su Majestad!"

Gritó el hombre. 

"¿Qué está pasando?"

Preguntó Heinley, a lo que el caballero se arrodilló.

"La Emperatriz parece estar dando a luz antes de tiempo."

McKenna estaba sólo un paso por detrás de Heinley. El grito del caballero le hizo sobresaltarse.

"¡Con razón se le notaba tanto! ¿Qué hacemos?" 

Conmocionado, Heinley corrió hacia el dormitorio. La puerta de la habitación de la emperatriz, normalmente cerrada, estaba abierta de par en par. En el salón, Laura y Mastas se abrazaban llorando. Nian y otras mujeres de la nobleza caminaban nerviosas por el salón. El Vizconde Langdel y sus caballeros montaban guardia delante de la puerta del dormitorio. Heinley estaba a punto de entrar cuando el Vizconde le detuvo. 

"Lo siento, Su Majestad. La partera del palacio me ordenó que no dejara entrar a nadie mientras trabaja." 

McKenna se tapó la boca, tembloroso. Los labios de Heinley se estremecieron. Cuando sus manos empezaron a temblar, se apoyó en la puerta para mantener el equilibrio.

Sentía como si el dolor del mundo entero hubiera entrado en mi cuerpo. Estaba molesta con el Clan Pájaro. ¿Por qué no pueden nacer como un huevo? Cuando quedé embarazada, tenía miedo de que el bebé saliera en forma de huevo. Ahora que sentía estas contracciones, un huevo habría sido cien veces mejor. Así era lo mucho que me dolía.

Justo cuando el bebé finalmente salió y pensé que el dolor desaparecería.

"¡Son gemelos, Su Majestad! ¡Está dando a luz gemelos!"

Gritó la partera del palacio.

Mi cuerpo volvió a caer en la agonía. Ni siquiera podía ver a mi primer bebé, estaba totalmente desorientada. El dolor me invadió de nuevo, consumiéndome.

Finalmente, después de que el médico del palacio cortara los cordones umbilicales, la partera trajo a los bebés uno por uno para que yo los viera. Los bebés que no paraban de llorar ya se habían calmado.

"Felicidades, Su Majestad."

Le brillaban los ojos.

"Tiene un príncipe y una princesa realmente adorables. ¿Le gustaría cargarlos?"

Cuando extendí las manos, la partera me entregó cuidadosamente el primer bebé, envuelto en un pañal blanco.

"Esta es la princesa."

Una princesa... Ni siquiera había pensado aún en un nombre. Estaba tan desconcertada que sólo ahora me di cuenta de que eran prematuros.

"¿Están bien los bebés?"

"Aunque son un poco pequeños, están sanos, Su Majestad. Ambos están bien."

El diminuto cuerpo presionado contra mi pecho, tenía la frente pequeña y redonda, los ojos bastante arrugados, la boca firmemente cerrada, las mejillas regordetas y la nariz pequeñita. Mi bebé. Y de Heinley. ¿Nuestro?

La habitación del bebé aún no estaba lista, la ropa no estaba preparada y aún no habíamos comprado los accesorios para bebés. Por no hablar de la niñera. Todavía no habíamos encontrado una. Teníamos mucho que hacer, ¡pero el bebé ya estaba aquí!

El bebé se veía arrugado y nada bonito. Su nariz parecía perfecta, pero todo lo demás estaba tan arrugado...

"El bebé está muy arrugado. ¿Le pasa algo?"

El médico y la partera se miraron y se rieron. ¿Les resultaba gracioso que mi bebé estuviera tan arrugado?

"Han nacido demasiado pronto. Algo pudo salir mal..."

Murmuré, aún nerviosa. La partera me acercó al niño a continuación.

"Eche un vistazo al príncipe también, Su Majestad."

También parecía arrugado. En mis retratos de bebé, era tan adorable y bonita. ¿A quién se parecían, entonces? ¿A Heinley? ¿Sólo se volvió apuesto cuando creció?

En ese momento, la princesa abrió los ojos y me miró fijamente. Era casi como si me hubiera oído y quisiera protestar.

"Oh, tus ojos."

Murmuré con asombro. Esos ojos verde claro, que brillaban entre sus pliegues, eran increíblemente encantadores. Además, eran míos.

Pero aún así, está arrugada.

De repente, el pequeño príncipe lanzó un extraño grito. Miré en su dirección y vi que sacó una mano del pañal, moviendo los dedos hacia mí.

"Parece que al príncipe le molesta que sólo tenga en brazos a la princesa."

Dijo la partera. Así que le pasé la princesa a la partera y sostuve al príncipe. Sus ojos ya estaban abiertos. Volví a conmoverme, pero por una razón diferente.

"Un mini Heinley."

Este bebé arrugado tenía los ojos de Heinley. Brillaban de un misterioso color púrpura, como los de Heinley, los ojos que yo amaba. Se me salieron las lágrimas al verlos. Verme a mí misma y a Heinley en nuestros hijos fue como un milagro.

***

"Dios mío. ¿Cómo pueden existir unos bebés tan bonitos? ¿Lo ves, Mi Reina? Vaya angelitos. Ahora tengo tres ángeles."

Cuando desperté de mi sueño, la habitación había sido despejada y ventilada. De la chimenea emanaba calor. Heinley estaba sentado junto a la cama, sosteniendo a los dos bebés al mismo tiempo.

"Eso es peligroso."

Me preocupaba que se le cayera uno de ellos. Tomé a la princesa en mis brazos. Todavía sentía el cuerpo pesado, pero al menos podía moverme.

Heinley se inclinó y me besó la frente.

"Vine antes, pero no me dejaron entrar mientras estabas dando a luz. Estaba muy asustado. Debería haber estado aquí contigo. Siento haberte dejado sola..."

Sonreí.

"No te preocupes. Tampoco esperaba tener gemelos ni que nacieran tan pronto."

Mis padres tampoco. Probablemente no recibirían la noticia hasta dentro de unos días. No estaba segura de cómo reaccionarían. Probablemente se lamentarían de que ocurriera algo enorme cada vez que volvían al Imperio Oriental. O tal vez...

"Mis padres podrían escandalizarse al ver a los bebés."

"¿Ya que ahora hay tres ángeles?"

"No... porque están muy arrugados."

Pero mientras dormía, la piel de los bebés parecía haberse suavizado. No tenían el mismo aspecto que antes. Seguían arrugados, pero menos. Pasé el dedo suavemente por la frente de la princesa.

"Dios mío. No importa cómo los mire, todo lo que veo es un par de ángeles perfectos. ¿Cómo puedes decir que están arrugados, Mi Reina?"

"¿No te parecen arrugados?"

Entrecerré los ojos mirando a los gemelos. Heinley acarició la frente del príncipe.

"Es la personificación de un ángel. Nunca he visto un bebé más hermoso en mi vida."

"Bueno, esta es la primera vez que veo a bebés recién nacidos..."

"Lo mismo para mí, por supuesto."

Heinley no dejaba de murmurar sobre lo hermosas que eran las cejas, los ojos, la nariz, las fosas nasales, los labios y las uñas de nuestros bebés. Al cabo de un rato, me susurró al oído,

"Mi Reina, mantén lo siguiente en secreto del príncipe, los ojos de la princesa son un poco más encantadores. Creo que porque son como los tuyos."

Sonaba apenado por el príncipe. Entonces Heinley lo acarició, elogiándolo por ser el bebé más lindo de todo el mundo.

Apoyó la nariz en el pañal y respiró hondo.

"Mi Reina, esto es un milagro. Estaba seguro de que nadie tan encantador como tú podría existir en el mundo. Sin embargo, hoy triplicaste mis bendiciones."

Eso fue tan vergonzoso. Sintiéndome incómoda, mantuve la cara seria y miré a mi hija. ¿Me estaban engañando los ojos? A pesar de las arrugas, realmente parecía un ángel.

"¡Su Majestad, todo el mundo desea desesperadamente ver a los bebés!"

"Nobles y ciudadanos por igual no paran de enviar regalos."

"Una vez que la noticia se extienda por todo el país, ¿se reunirá todo el mundo aquí para verlos?"

Mientras escuchaba la charla de mis damas de compañía, acaricié con cuidado el pecho del príncipe. Sorprendentemente, en el transcurso de un día, las arrugas de los bebés se habían atenuado. Tal como había dicho Heinley, ahora parecían ángeles. Aún les quedaban algunas arrugas, pero el médico del palacio dijo que desaparecerían en poco tiempo.

"También tenemos que pensar en nombres."

Suspiré, a lo que la Condesa Jubel asintió. 

"Tendrá que discutirlo con Su Majestad."

"Supongo que sí. Y tendremos que encontrar pronto una niñera."

Me fijé en la princesa en brazos de la Condesa Jubel. Estaba recorriendo la habitación con la mirada sin siquiera llorar. Sabía que en realidad no estaba pensando en nada, pero verla fruncir el ceño y entrecerrar los ojos la hacía parecer muy lista.  

Por otro lado, el príncipe parecía más lento. Aunque sólo era un recién nacido, ya lo notaba. 

Incluso McKenna había dicho con confianza,

"Su cara es la de Su Majestad Heinley, pero su personalidad es completamente diferente."

Estaba a punto de pedirle a la Condesa Jubel que cambiáramos de bebé, cuando oí que llamaron a la puerta. Era Heinley. Las damas de compañía le saludaron. Él tomó a la princesa en brazos de la condesa, luego despidió a las damas. 

"¿Heinley?"

Me sorprendió que hiciera eso. A continuación se acercó a mí.

"Mi Reina, yo cargaré al príncipe."

"¿Los cargarás a los dos tú solo?"

"Sí. Es hora de que se transformen en pájaros. He consultado los registros para asegurarme, y ahora es el momento."

"¿Pero y si se te cae uno mientras intentas sostener los dos a la vez?"

"Está bien. Entonces sígueme con el príncipe."

Heinley fue al dormitorio principal y colocó el nido en el centro de la cama. Luego acostó a la princesa y le tocó la barriga con los dedos. Parecía que intentaba hacerle cosquillas. En un abrir y cerrar de ojos, se hizo lo bastante pequeña como para quedar enterrada en el pañal blanco. 

"Heinley, la princesa..."

Antes de que pudiera terminar mi pregunta, un chirrido salió del interior del pañal. Poco después, un pajarito de plumas doradas asomó la cabeza. Heinley lo agarró enseguida para que no fuera engullido.

"Trae al príncipe aquí, Mi Reina."

Le entregué al príncipe sin pensarlo, y también lo convirtió en pájaro. Acto seguido, Heinley se convirtió en Reina en un parpadeo. 

Saltó a la cama y recogió a cada pajarito por el pescuezo. Los colocó en lados opuestos del nido. Los pajaritos chirriaron en señal de protesta. 

Mis bebés... ¿se convirtieron en pájaros?

Aunque sabía de antemano que esto ocurriría, no dejó de ser impactante. Ver a mis bebés transformarse era completamente distinto a ver a mi esposo hacer lo mismo. Nerviosa, me acerqué a ellos. Los pajaritos batieron sus cortas alas y abrieron sus picos hacia mí. 

Cuando intentaron abandonar el nido, Reina los empujó dentro nuevamente. Luego se agachó y envolvió sus alas alrededor de ambos, apretándolos contra su pecho. ¿Estarán bien así?

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