LESVAC 188

LESVAC 188







La Emperatriz se volvió a casar 188

Ira y paz



"¿En qué piensas, Reina?"

El sol se estaba poniendo.

Mientras miraba el cielo rojizo sentada en una silla confortable en el jardín, oí un susurro a mi lado.

Cuando volteé la cabeza, Heinley me miraba cálidamente con una mano en el respaldo de la silla.

Sus ojos púrpuras se mezclaban con el rojo de la puesta del sol, creando una atmósfera más misteriosa de lo habitual.

"No tienes buena cara. Puede que... todavía estés molesta por la biografía de guerra..."

"No."

Sonreí y extendí la mano para acariciar su mejilla.

"Te dije que estaba bien leer una biografía de guerra mientras omitieras las partes violentas, las partes que no son buenas para que las escuche un bebé."

Heinley se inclinó un poco y frotó su mejilla contra mi mano, besó ligeramente mi palma y dijo con preocupación.

"Pero Reina, no pareces muy feliz."

"Estoy confundida en muchos sentidos... por las noticias del Imperio Oriental."

"¿No te alegra?"

"Más que alegría, es una mezcla de placer y curiosidad."



Era como si hubiera sido testigo del final del amor del que hablaba Sovieshu. De cómo cambiaba una persona cuando el amor se acababa.

Por supuesto, si el artículo era cierto, Rashta había hecho tantos males que ni siquiera el amor podía cubrirlos.

Sin embargo, saber que Sovieshu se estaba distanciando de Rashta, que una vez inculpó a mi hermano por Rashta y que sólo la escuchaba a ella sin tomarme en cuenta... me hacía sentir extraña.

Me preguntaba si Heinley podría dejarme por un amor así.

Pero no tardé en apartar ese pensamiento de mi mente. Nuestro amor acababa de empezar, no había necesidad de hablar del final.

Además, nuestro amor no tenía por qué terminar como el de Sovieshu, podía ser como el de mis padres.

Tras sacudir la cabeza, tiré de Heinley por el cuello y lo besé en la boca.

Fue agradable escuchar sus gemidos.

"Reina. ¿Esto no sería malo para la educación prenatal? El pajarito lo oiría."

"No te preocupes, no creo que haya oído tus gemidos."

"Pero no creo que pueda detenerme."

"Está bien. El bebé está dormido ahora mismo."

"¡!"

***

Los Vizcondes Isqua estaban sentados contra la pared de su celda, en estado de shock. Se veían tan demacrados como si sus almas hubieran sido drenadas de sus cuerpos.

El Vizconde Isqua arañaba el frío suelo de piedra con los dedos, mientras la Vizcondesa Isqua tiraba repetidamente de su cabello.

Ambos tenían los ojos hundidos y la tez pálida, hasta el punto de que parecían la misma persona en vez de un matrimonio.

"¿Se están volviendo locos?"

Ni siquiera les dolió lo que había dicho el guardia. Para ellos, la verdad del Vizconde Roteschu era más dolorosa que la burla del guardia. Aunque tenían ciertas dudas.

"¿Será cierto?"

Después de mucho tiempo, la Vizcondesa Isqua preguntó con dificultad.

"¿Esa maga es realmente... nuestra hija?"

"Yo tampoco lo sé. De entre todas las personas, quien lo dijo fue el Vizconde Roteschu."

"Pero nunca hemos tenido contacto directo con el Vizconde Roteschu. ¿Por qué nos mentiría en esta situación?"

"Eso es cierto."

"Aunque sé que las pruebas proporcionadas por el Vizconde Roteschu no son concluyentes..."

La Vizcondesa Isqua suspiró, discutir este tema resultaba muy doloroso. El Vizconde Isqua también dejó escapar un profundo suspiro y se cubrió la cabeza con ambas manos.

"Ahora que lo pienso, creo que se parece un poco a nosotros."

"Sí, su cabello es del mismo color que el tuyo, y sus ojos son del mismo color que los míos."

"No es una chica tan mala. Parecía mala porque estábamos del lado de Rashta, pero eso era por las circunstancias."

"Así es. Por el contrario, es una chica muy inteligente y trabajadora..."

Cuanto más hablaban, más parecían darse cuenta de las virtudes de Evely, por lo que no entendían cómo habían visto con tan malos ojos a la chica.

Cuando la veían como la enemiga de su hija falsa, todas sus acciones les parecían astutas y arrogantes. El prejuicio que los cegaba ahora había desaparecido.

Sin embargo, cuanto más pensaban que Evely era una chica buena, más doloroso resultaba para la pareja. 

"¿No deberíamos hablar con ella primero?"

"¿Qué piensas decirle?"

"Nosotros—"

"¿Crees que eso le gustará?"

"Pero no podemos dejar la relación como está."

La Vizcondesa Isqua tenía razón. Aunque se les acuse de intentar matar a una plebeya, los nobles no son castigados severamente por esto.

Pronto saldrían de prisión. Si Evely realmente era su hija, tenían que arreglar la relación de alguna manera.

Justo entonces, se oyeron los pasos de alguien bajando por las escaleras de la prisión.

Las escaleras de piedra tenían un diseño que hacía que los pasos resonaran sin importar quién bajara, así que la pareja dejó de hablar para ver de quién se trataba.

Si el guardia volvía a bajar, pensaban darle dinero para que trajera a Evely. Sin embargo, inesperadamente fue la propia Evely quien apareció.

Los Vizcondes Isqua miraban sorprendidos a Evely, mientras ésta miraba indiferentemente a la pareja desde fuera de los barrotes. Sus miradas se entrelazaron vertiginosamente.

"Señorita Evely, ¿a qué ha venido?"

Preguntó la vizcondesa Isqua con una sonrisa forzada, la frialdad de su hija le había destrozado el corazón. Quería tocarla, quería saber por todo lo que había pasado.

Sin embargo, a pesar de que trató de mostrarse tranquila, su voz ya estaba temblando.

"Pareces asustada."

Murmuró Evely, mirando a la Vizcondesa Isqua como una piedra. Su tono era seco y su mirada afilada, lo que sentía en su interior era un desprecio absoluto.

Al percibir esto, los Vizcondes Isqua se entristecieron.

"Señorita Evely..."

El Vizconde Isqua esta vez llamó cuidadosamente a Evely, pero ella preguntó con más frialdad.

"¿Hoy no me trataran como una vulgar plebeya?"

La pareja se sobresaltó al recordar todo lo que habían dicho a Evely. Sus palabras se convirtieron en puñales que se clavaron en el pecho.

"Tenían una actitud prepotente cuando estaban en libertad, ahora dan lástima encerrados aquí."

"Señorita Evely, tenemos algo que decirle."

"¿Qué?"

"Queremos pedirte disculpas... por todo lo que te hemos hecho hasta ahora..."

La Vizcondesa Isqua volvió a hablar con voz temblorosa. Sin embargo, Evely frunció el ceño y levantó la mano para que se detuviera.

"No hace falta que se disculpen. De todos modos, no es lo que realmente sienten."

Cuando Evely añadió, "¿Estoy en lo cierto?" Los rostros de la pareja palidecieron.

"Si se disculpan ahora, es porque temen que testifique contra ustedes en el juicio. Y eso es precisamente lo que haré."

"No es por eso, Señorita Evely."

"Es molesto que ahora pretendan ser respetuosos conmigo. Prefiero que actúen como siempre, aunque sea grosero."

Evely habló con frialdad y dio un paso atrás, como si no pudiera soportar el hedor que emanaba de la celda.

Su reacción volvió a herir a los Vizcondes Isqua.

"Con respecto a por qué estoy aquí. Ustedes solían acercarse a mí para burlarse, yo sólo he venido a hacer lo mismo."

Cada palabra de Evely se convirtió en un puñal para los Vizcondes Isqua.

"... Tengo un poco de curiosidad. ¿Qué les molestó tanto que incluso trataron de matarme?"

"Señorita Evely. Es un malentendido. Aunque hemos sido malos con la Señorita Evely, no tenemos nada que ver con el intento de matarla. De verdad."

"Díganle eso al juez."

Evely habló con severidad y volvió a dar un paso atrás. Luego se quedó mirando a la pareja por un momento, se rió con naturalidad y se dio la vuelta para marcharse.

"Se puede conocer a los hijos mirando a sus padres."

Dijo Evely, sin siquiera girar la cabeza.

La expresión de los Vizcondes Isqua se volvió rígida ante el comentario de Evely, pero ella no pudo verlos. Por supuesto, aunque los hubiera visto, no le habría importado, pues los consideraba sus enemigos.

"Cuando los comparo con Rashta, esa frase se ajusta a la perfección. Viendo que Rashta es tan mala como ustedes a pesar de que vivieron separados, probablemente su otra hija sea la misma basura que ustedes."

Los Vizcondes Isqua no pudieron contener las lágrimas. Querían decirle la verdad, pero no podían hablar porque tenían un nudo en la garganta.



El corazón de los Vizcondes se estremecía con cada paso de Evely por las escaleras.

Cuando se oyó una puerta cerrarse de golpe, los Vizcondes Isqua se desplomaron en el suelo y rompieron a llorar.

Después de mucho tiempo, la Vizcondesa Isqua apretó los puños y dijo con amargura,

"No le diremos que somos sus padres."

Cuando el Vizconde Isqua la miró sorprendido, la Vizcondesa Isqua se apretó el pecho con tristeza y susurró,

"Ella nos odia y detesta enormemente. ¿Cómo podemos decirle que somos sus padres? Si lo supiera, le dolería recordar lo que le hemos hecho, y también le dolería recordar lo que nos ha dicho."

"Tienes razón, esposa."

El Vizconde Isqua estuvo de acuerdo con su esposa, reflexionó por un momento y golpeó la pared con determinación.

"En vez de revelar la verdad a Evely... tenemos que lidiar con Rashta, que nos ocultó la verdad y provocó que lastimáramos a nuestra hija."

"Eso es cierto. Además, si Rashta se sale con la suya, definitivamente tratará de hacer daño a Evely de nuevo."

"Tal vez Rashta agravó el incidente del carruaje. Pudo haber ordenado al mismo hombre causar un accidente que matara a Evely."

Las declaraciones de los Vizcondes Isqua a lo largo del juicio fueron ciertas. Ordenaron asustar a Evely para que se fuera lejos,  no matarla.

Despreciaban profundamente a Evely, pero no tenían intención de quitarle la vida.

Después del incidente, no dejaron de preguntarse qué había provocado un malentendido tan grande.

Hasta ahora, nunca habían pensado que Rashta pudiera estar implicada.

Sin embargo, cambiaron de opinión al enterarse de que Rashta había estado ocultando la verdadera identidad de Evely. Ella parecía lo suficientemente malvada como para hacer eso.

Los Vizcondes Isqua intercambiaron miradas frías.

Aunque testificaran contra Rashta, acusándola de agravar el incidente del carruaje, no eran los únicos que tenían los privilegios de ser nobles.

Como nobles extranjeros, no recibirían un castigo fuerte debido a que también gozaban de dichos privilegios. Ni que decir de Rashta, la actual emperatriz. El castigo sería sólo una formalidad.

Esto no era suficiente para vengarse de Rashta.

"No podemos hacer eso, necesitamos sacar a Rashta de la vida de Evely."

***
"Por qué lo hizo..."

Heinley anunció de repente que iba a poner a prueba los conocimientos y las artes marciales simples de los niños y jóvenes nobles que no hubieran hecho su debut en la alta sociedad.

Ese fue un anuncio que no entendí en absoluto.

Cada familia noble tenía tutores particulares o invitaba a nobles talentosos como maestros para educar a sus hijos según sus preferencias. ¿Era realmente necesario que Heinley interviniera de esta manera?

Cuando lo comenté con mis damas de compañía, Rose se quedó pensando un rato y preguntó,

"¿No será por el bebé que va a nacer pronto?"

"¿Eso crees?"

"Sí. Cuando el bebé crezca, los niños nobles de ahora estarán en pleno apogeo. Es posible que quiera comprobar sus virtudes de antemano."

Entonces Laura intervino desde un lado,

"Si la diferencia de edad no es muy grande, podrían convertirse en compañeros del bebé."

Mientras bordaba, la Condesa Jubel también añadió.

"Creo que sólo lo hace para provocar al Viejo Duque Zemensia."

Mastas también estuvo de acuerdo con la Condesa Jubel.

"Oh. Ya veo. Hay dos niños en la Familia Zemensia que están en edad de ser invitados, pero he oído que no recibieron ninguna invitación."

Después de dar sus opiniones, todas las miradas de mis damas de compañía se centraron en mí. Parecían preguntarme cuál creía que era la intención de Heinley.

De hecho, también estaba de acuerdo con la Condesa Jubel.

Heinley incluso asistió a su fiesta de cumpleaños con un regalo que Sovieshu me envió para provocarlo, por lo que no era extraño que hiciera esto para provocar al Viejo Duque Zemensia.

Sin embargo...

"Creo que es por el bebé que nacerá pronto."

No podía ser honesta sobre la naturaleza de Heinley, así que deliberadamente hice un comentario superficial.

En medio de la conversación, llegó una invitada inesperada. Era la Princesa Charlotte.

Al ser informada de su llegada, mis damas de compañía y yo miramos a Mastas al mismo tiempo. No fue intencional.

Mastas, que estaba aturdida, preguntó de repente sorprendida,

"¿Por qué todas me miran?"

No podía hacer esperar mucho tiempo a la princesa del país con el que estábamos reconciliándonos, así que dejé entrar a la Princesa Charlotte.

La Princesa Charlotte entró en el salón instantes después, con un vestido color crema ceñido a su figura con numerosos volantes, y unas gafas.

Viéndola ahora, parecía realmente una erudita que trabajaba en el palacio.

"Su Majestad, ¿cómo ha estado?"

También tenía una voz clara.

"Bien. ¿La Princesa Charlotte se ha sentido a gusto?"

"Sí. Aprendí mucho sobre lo que hace poderoso a un país al recorrer toda la capital. Sin duda fue útil."

"Me alegro de que haya sido útil."

No entendía por qué seguía mirando a Mastas mientras hablaba. De hecho, Mastas miraba hacia abajo con una cara sombría.

Ah... estaba mirando hacia abajo porque tenía algo en un zapato. Había una mancha grisácea en la punta de su zapato izquierdo, y Mastas miraba la mancha con tristeza.

Una vez que la Princesa Charlotte se marchó, Mastas parecía más decaída. Hasta el punto de que mis damas de compañía se acercaron preocupadas a hablar con ella.

"Estoy bien. No hay razón para estar decaída."

Sin embargo, Mastas se dio la vuelta sonrojada y se fue. Desde entonces, no dejé de pensar si a Mastas realmente le gustaba Koshar.

Ese pensamiento persistió durante todo el día, hasta que Heinley preguntó mientras cenábamos.

"¿Reina? ¿Hay algo que te preocupa?"

"No es nada..."

Mientras respondía que no era nada serio, recordé de repente que había sido famoso por ser un playboy.

Según él, sólo actuaba como si fuera un playboy. Sin embargo, no todo el mundo podía hacerlo.

Si me pidieran hacer ese papel, actuaría con más frialdad que de costumbre por la vergüenza, y si se lo pidieran a Laura, sería tan torpe que no tardaría en morirse de risa.

Bien. Heinley debería saber mucho sobre las relaciones amorosas, así que le preguntaré.

"Heinley."

"Sí, Reina."

"¿Sabes mucho de relaciones amorosas?"

Sin embargo, Heinley se metió rápidamente el tenedor en la boca y sacudió la cabeza.

"No."

"¿No sabes ni un poco?" 

"No, Reina. Eres la única mujer en mi vida, así que no hay forma de que conozca mucho de mujeres."

"Aun así, deberías saber aunque sea un poco porque fuiste un playboy durante mucho tiempo."

"No."

... ¿Qué ocurre? Es sospechoso que esté siendo tan evasivo.

La gente sabía de su pasado, ¿su reacción no parecía mostrar que ocultaba algo?

"Entonces, ¿cómo hiciste para vivir cómo un playboy?"

"Sólo fingí..."

Que evite mi mirada me hace sospechar aún más.

De repente, quise indagar sobre su pasado, pero... me las arreglé para resistir el impulso.

Finalmente estábamos unidos y enamorados el uno del otro. No quería crear una atmósfera extraña con cosas que ya son del pasado.

Además, no saqué este tema para interrogar a Heinley.

Sonreí deliberadamente de forma casual y desvié el tema hacia otro lado,

"No lo pregunto por tu pasado. Sólo quiero saber tu opinión sobre la situación amorosa de otra persona."

"Pero Reina, soy ignorante en este tema, así que es difícil responder aunque Reina me pregunte sobre otra persona."

Sin embargo, Heinley volvió a negarse.

Me sentí un poco disgustada al oír esto. Al mismo tiempo, un pensamiento involuntario salió de repente de mi boca.

"¡Eres astuto!"

"¿Qué?"

Los ojos de Heinley se abrieron completamente, como si no entendiera lo que acababa de oír.

Me llevé apresuradamente la cuchara a la boca y fingí comer tan concentradamente como Heinley.

* * *

"Adorable. Reina es adorable. Reina es muy adorable."

A la mañana siguiente, McKenna oyó un ruido terrible cuando entró alegremente en la oficina.

McKenna se detuvo aturdido y vio a Heinley bailando delante del escritorio. Doblemente atormentado, se cubrió los ojos y dejó escapar un grito.

"¡Me duelen los ojos y los oídos! ¡Por favor, detente!"

"Ah, McKenna."

"¿¡Qué demonios haces tan temprano!?"

McKenna resopló y refunfuño quitándose las manos de los ojos. No podía creer que estuviera cantando y bailando una canción tan horrible en un día soleado. Esto era un insulto al clima cálido.

Pero Heinley estaba de muy buen humor, así que incluso aceptó con agrado la reacción de McKenna y lo elogió.

"Tú también eres adorable."

"¡Argh! ¡Por favor, basta!"

McKenna se molestó aún más y cruzó los brazos. Si hubiera sido un primo cualquiera, realmente le habría dado un puñetazo en la cara por ese comentario.

"¿Por qué demonios estás actuando de esta manera tan temprano? No, no tienes que decírmelo. Me imagino que la Emperatriz te dijo, 'Reina es adorable'."

Heinley sacudió la cabeza.

"No, esta vez fue algo que le dije a Reina porque me conmovió."

"¿Qué?"

A McKenna se le puso la piel de gallina. ¿Ese 'adorable, adorable' es lo que le dijo a la Emperatriz Navier, que parece ser una combinación de hielo y hierro en una proporción de 5 a 5?

Heinley sonrió con orgullo y se cubrió las mejillas con ambas manos,

"Reina me dijo, "Astuto."

"... ¿Eh?"

McKenna abrió mucho la boca y dio un paso atrás. Desconcertado, se palmeó los oídos.

"¿Qué dijiste?"

"Te dije que me puso un apodo."

"Pero esa no es la forma de hablar de la Emperatriz."

"Ah... Por supuesto, su forma de hablar fue un poco diferente".

"¿Cómo fue?"

"¡Eres astuto! Algo así."

Cuando Heinley imitó la forma de hablar de Navier, la expresión de McKenna se tornó mitad de burla y mitad de simpatía.

"¿No es solo un insulto?"

Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejar una votación o un comentario 😃😁.

Publicar un comentario

0 Comentarios

Haz clic aquí