LESVAC 154

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La Emperatriz se volvió a casar 154

La desesperación de Rashta



Después de ese día, el tiempo pasó muy lentamente. Pero cuando pensaba en eso por la noche, me parecía que volvía a pasar demasiado rápido.

Tal vez debido a la situación, Heinley se limitaba a envolverme en sus brazos y a abrazarme firmemente incluso cuando estábamos acostados en el dormitorio compartido.

Este comportamiento no era propio de esta águila lujuriosa que siempre ardía de deseo.

Sin embargo, nunca sacó el tema del embarazo ni habló de bebés.

Probablemente no quería que me sintiera agobiada. Ya había decidido que el médico del palacio volviera a chequearme.

Acurrucada en el pecho de Heinley, acaricié su barbilla y sus mejillas para calmar mi ansiedad.

Debe ser difícil para un parlanchín mantener la boca cerrada.

Admiré el esfuerzo que hizo por mí de no decir nada durante dos semanas.

Un día antes del chequeo, mientras jugueteaba con su cabello, desaté el nudo de su bata y apoyé mi oreja en su pecho.

Al escuchar el agradable latido de su corazón y sentir el calor de su cuerpo, mi mente caótica se fue calmando poco a poco.

¿Desde cuándo este hombre comenzó a significar tanto para mí? ¿Tenía algún sentido ahora tratar de no amarlo?

Dejé escapar un pequeño suspiro, lamentándome por dentro.

¿Cómo nos sentiremos mañana cuando volvamos a acostarnos aquí, Heinley?

Mañana nosotros...

"¿Quieres matarme, Reina?"

"¿Heinley?"

"Oh Dios..."

Heinley, que dejó escapar un gemido, me besó la frente y sacó su cuerpo de debajo de mí, diciendo, "Espera."

Luego se escabulló como una tortuga y gimió.

En ese momento me di cuenta de que había manoseado mucho su cuerpo desnudo, lo que había estimulado al máximo esa parte de Heinley.

"¿Estás bien?"

"Eres cruel..."

Murmurando impotente, Heinley acabó saliendo del dormitorio.

Tomé su almohada y la abracé, mirando la puerta que conducía a la habitación de Heinley.

Sosteniendo la almohada que aún conservaba su calor, me fui quedando dormida.

* * *


Al día siguiente.

El médico del palacio que vino a verme a última hora de la mañana parecía más tenso.

Antes de comenzar el chequeo, incluso tenía una expresión trágica, como si la destrucción del mundo dependiera de las siguientes palabras que dijera.

Mientras sacaba sus instrumentos médicos, Heinley me apretó la mano con fuerza, pero cuando escuchó al médico decir que le resultaba molesto, la retiró inmediatamente.

Tragué fuertemente y respiré lentamente.

Los latidos de mi corazón se sentían como el ti-tac de un reloj.

... ¿Cuánto tiempo seguirá chequeándome?

Ya era hora de conocer los resultados. El médico puso a un lado los instrumentos médicos, y se inclinó profundamente hacia mí,

"¡Felicidades, Su Majestad! ¡No hay duda de que está embarazada! ¡Lleva un bebé en su vientre!"

En cuanto terminó de hablar, se escuchó un sollozo desde un lado. Al voltear la mirada, Heinley me miraba con los ojos llenos de lágrimas.

En cuanto nuestras miradas se cruzaron, se apresuró a tomar mi mano y me abrazó con la otra.

El médico del palacio no lo detuvo, esta vez no dijo que fuera molesto.

Sólo se podía escuchar a Heinley sollozar en la silenciosa habitación.

No volví a pensar en nada, el médico del palacio sonrió como si esperara verme feliz, pero eventualmente me miró nuevamente con una expresión de desconcierto.

No fue hasta que se marchó después de dar algunas indicaciones que me di cuenta de que mi cabeza estaba vacía.

A medida que regresaban mis pensamientos, quise llamar al médico del palacio para que me chequeara de nuevo.

¿Está realmente seguro? ¿No es un error? ¿Realmente llevó un bebé en mi vientre? ¿Yo?

"Un bebé..."

"Parece que esa fea águila bebé era nuestro hijo, Reina."

"No era fea. Era adorable y tierna."

Ante mi firme refutación, Heinley me besó varias veces en la mejilla, diciendo, "Tienes razón, era un águila bebé verdaderamente adorable."

Cuando me levantó y me sostuvo en sus brazos, me aferré a su cuello apresuradamente.

"¡Heinley!"

"Si diéramos muchas vueltas de esta manera, te sentirías mareada, ¿verdad?"

Heinley me besó por toda la cara, luego me dejó en el sillón, se convirtió en un pájaro y comenzó a bailar.



No parecía el mismo hombre que no había dicho nada en dos semanas.

Ni siquiera antes de esas dos semanas había mencionado que quisiera tener un hijo. ¿Tanto le alegraba esto?

Viendo bailar a Reina, del que no se podía decir que fuera bueno bailando, finalmente la risas surgieron a medida que la tensión se disipaba.

De repente, me sentí conmovida y mis ojos se calentaron.

Estoy embarazada. Yo... voy a ser madre.

Aunque nunca había soñado con ser madre, nunca pensé que no lo sería.

Al convertirme en emperatriz, naturalmente debía tener un hijo. Esto iba unido a la posición de la Emperatriz.

Pero esto... fue diferente. Saber que realmente llevaba un bebé en mi vientre fue completamente diferente de lo que había imaginado.

Iba más allá de una cuestión de obligación y felicidad.

"Mi hijo."

La vida que crecía en mi interior de forma totalmente inesperada me produjo una extraña emoción y miedo al mismo tiempo.

Este bebé me enseñó que era un ser grandioso que podía crear vida, y también el miedo de saber que esa vida dependía únicamente de mi vitalidad para desarrollarse.

Pero cuando pensé que dentro de unos años este bebé crecería hasta ser como nosotros, que hablaría de todo tipo de cosas, que se reiría, y que desempeñaría un papel en el mundo, me hizo darme cuenta de lo increíble que éramos todos los padres.

Era una perspectiva que nunca antes había considerado.

Esta vida, que estaba en mi vientre y cuya existencia era incierta hace dos semanas, se convertiría en un enorme bebé en dos años.

Cuando puse mis manos sobre mi vientre, las lágrimas finalmente se derramaron por mis mejillas.

Reina dejó de bailar y se acercó a mí, apoyando su cara en mi vientre. Luego extendió sus grandes alas, cubriendo mi vientre y mi cintura.

Nos quedamos así durante mucho tiempo...

"Cuanto más pienso que tendremos un hijo que llevará nuestra sangre... más se acelera mi corazón, Reina."

"¿Estás feliz?"

"La sola existencia del bebé que nacerá es fruto de nuestra unión."

Heinley cometió una serie de pequeños errores a lo largo de ese día.

McKenna fruncía el ceño al ver que escribía palabras incorrectas en los documentos, derramaba el frasco de tinta sobre el escritorio y volvía a escribir los documentos por completo. Por momentos confundía los nombres de sus secretarios y llevaba la capa al revés. Al comer, actuaba como si no tuviera un tornillo, utilizando el tenedor y el cuchillo indistintamente.

Además, las comisuras de su boca se elevaban constantemente, lo que hacía sentir a McKenna bastante incómodo.

"Pareces muy feliz, ¿qué sucedió?"

Eventualmente, le preguntó directamente, pero Heinley sacudió la cabeza. 

"No es nada."

Después de que el médico del palacio se marchara y de que nos calmáramos un poco. Heinley tenía la intención de anunciar mi embarazo sin más.

Murmuró emocionado que debía dar a conocer esta noticia a mi padre, madre, hermano, a los nobles, a los súbditos, al país e incluso a los extranjeros.

Pero le dije que no lo hiciera.

— Aprovechemos esta oportunidad para identificar a las personas problemáticas.

— A las personas problemáticas... Ah. ¿Acaso?

— Aquellos que nos atacan ahora, no se quedarán tranquilos de repente sólo porque nazca nuestro hijo. Hay que identificar y reducir el poder de cualquiera que pueda representar una amenaza antes de que nazca nuestro hijo.

Heinley parecía triste, pero no tardó en estar de acuerdo con la visión a largo plazo.

A medida que creciera el rumor de la infertilidad, el resto de las fuerzas de Christa se abalanzarían como un enjambre de abejas.

Al observar sus acciones, iba a determinar si había margen de mejora, aunque ahora fueran del bando de Christa, o si eran completamente inútiles.

Pero unos días después, Heinley y yo decidimos contarle a McKenna lo del embarazo.

Era inevitable.

El médico del palacio me instó que debía dormir al menos siete horas, comer a una hora determinada y reducir una cuarta parte de mi trabajo actual.

"Lo más peligroso son las primeras etapas del embarazo, Su Majestad. Ahora mismo, debe tener un cuidado especial. Coma, diviértase, descanse, vea y escuche cosas buenas, ¡y no trabaje hasta el amanecer!"

Para cumplir con las indicaciones del médico del palacio, McKenna tendría que hacerse cargo de gran parte de mi trabajo, como hacía antes de que me casara con Heinley.

McKenna saltó de alegría al principio al saber que estaba embarazada, pero enseguida se mostró deprimido al escuchar que tendría que reducir mi carga de trabajo.

Pero en este escenario, no podía negarse, así que finalmente respondió casi llorando "Está bien", y dijo con una voz pesada,

"Ya estaba acostumbrado a mi anterior agenda de trabajo, así que sólo vivo para trabajar. Su Majestad podrá descansar siete horas al día, aunque yo sólo podré dormir dos horas."

"No te dejaré tanto trabajo, McKenna."

"Aunque Su Majestad no lo haga, la persona que está a su lado sin duda lo hará..."

El rostro de McKenna, que lucía deprimido, de repente se iluminó y preguntó,

"Como es un secreto, no se puede preparar la habitación del bebé de inmediato, ¡pero se puede hacer el nido de una vez!"

"¿El nido?"

"Yo haré el nido, Su Majestad. Los bebés pájaros son pequeños y delicados, así que el nido debe hacer con cuidado. La tendencia en estos días son los nidos de seda."

Espera un momento. ¿Qué nido?

* * *

Al escuchar las palabras de la Vizcondesa Verdi, Sovieshu frunció el ceño.

¿Vino de repente y dijo que Rashta había tirado a la princesa al suelo?

Pero primero tenía que preocuparse por la bebé. Sovieshu tomó a la bebé, que lloraba desconsoladamente, de las manos de la Vizcondesa Verdi y la examinó.

A simple vista no parecía haber sufrido ninguna herida, pero sin duda algo le había pasado.

"¿Por qué la bebé está así? Hija. ¡Princesa!"

Sovieshu, en un arrebato de asombro y angustia, gritó enérgicamente mientras intentaba consolar a la bebé.

"¡¿Qué sucedió?! ¡¿Por qué la bebé está así?!"

"¡Su Majestad la Emperatriz tiró a la princesa, tiró a la princesa al suelo!"

La Vizcondesa Verdi gritó entre lágrimas una vez más.

El llanto de la bebé sacudía toda la habitación.

"¡Llama al médico del palacio! No, yo iré."

Cuando Sovieshu movió su cuerpo para salir con la bebé en sus brazos a toda prisa.

"¡No crea una palabra de lo que dice, Su Majestad!"

Gritó Rashta frente a la puerta del salón, después de venir corriendo junto a sus guardias para alcanzar a la Vizcondesa Verdi.

Dada la dramática situación, la puerta del salón aún no había sido cerrada.

Rashta entró en el salón y exclamó con el rostro pálido.

"¡Su Majestad, la Vizcondesa Verdi está loca! ¡Fue esa mujer quien tiró a la bebé!"

Los ojos de la Vizcondesa Verdi se abrieron enormemente y replicó, "¡Mentira!"

Rashta continuó, mirando ferozmente a la Vizcondesa Verdi,

"Tras tirar a la niña, huyó con la bebé en sus brazos por temor a ser castigada por Rashta. ¡Su Majestad, esa mujer malvada intentó matar a nuestra princesa! ¡Merece ser ejecutada por haber intentado matar a la princesa! ¡Tiene que ser ejecutada!"

Sovieshu miró entre la Vizcondesa Verdi y Rashta, frunciendo el ceño.

"Su Majestad. Piénselo. ¿Rashta tiraría a nuestra hija? Eso es absurdo."

Rashta habló con voz llorosa y extendió las manos hacia la bebé. En lugar de entregarle la bebé, Sovieshu dio un paso atrás.

Tirar a un bebé recién nacido al suelo era algo que una persona en su sano juicio no haría.

Por eso, si bien era cierto que Rashta tenía un lado más cruel de lo que pensaba, se preguntaba si realmente había sido capaz de tirar a su hija.

Pero del mismo modo, se preguntaba si había alguna razón para que la Vizcondesa Verdi tirara a la bebé al suelo.

En ese momento, en el salón donde sólo se escuchaba el llanto de la bebé, se sumó el repentino chillido de un pájaro.

El sonido provenía del dormitorio.

Justo entonces, llegó el médico del palacio. Sovieshu había intentado ir personalmente, pero fue obstaculizado por Rashta, así que uno de sus hombres había ido a buscarlo.

Mientras el médico examinaba a la bebé, Sovieshu trajo un pájaro en una jaula al salón.

En cuanto el pájaro vio a Rashta, emitió un chillido agudo aún más fuerte, capaz de romper los tímpanos.

El chillido no era nada lindo ni claro.

Rashta dio un paso atrás asustada.

'No puede ser', la reacción del pájaro terminó por convencer a Sovieshu.

Sovieshu miró fijamente a Rashta antes de ordenarle que se retirara.

"Su Majestad, la Vizcondesa Verdi..."

"Retírate."

"Su Majestad, Rashta..."

"He dicho que te retires."

Una voz fría empujó fuertemente a Rashta.

Rashta se mantuvo firme, viendo a la Vizcondesa Verdi todavía arrodillada delante de Sovieshu.

Al verla así, la ira estalló en su interior.

Traicionó a la Emperatriz y no tenía a dónde ir, y gracias a mí, incluso consiguió un lugar donde recibir dinero, ¿cómo se atrevió?

Rechinó los dientes, pero no había nada que pudiera hacer ahora.

¿No está sollozando esa zorra astuta frente a Sovieshu como si fuera la madre de la princesa?

"Me retiraré. Pero Su Majestad, no olvide que Rashta nunca le haría daño a la princesa. Esa mujer es una completa extraña, y Rashta es la madre de la princesa."

Después de hablar lo más tranquilamente posible, Rashta se dio la vuelta y volvió al Palacio del Oeste.

Cuando Rashta se retiró, Sovieshu cerró la puerta del salón y preguntó a la Vizcondesa Verdi,

"Tienes un hijo, ¿no es así?"

"Sí, sí, Su Majestad."

"¿Has criado alguna vez a un bebé?"

"Sí. No teníamos dinero para contratar a una niñera... así que crié a mi hijo con mis propias manos."

La Vizcondesa Verdi respondió en pánico ante la inexplicable pregunta.

Sovieshu asintió. Entonces dijo algo completamente inesperado.

"Prepararé una habitación para la bebé al lado de la mía. Quédate allí con la princesa y protégela."

En otras palabras, quería que se convirtiera en la niñera de la princesa.

La Vizcondesa Verdi se apresuró a inclinar la cabeza hasta tocar el suelo con la frente y exclamó repetidamente entre lágrimas, "¡Gracias, Su Majestad!"

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