La Elección de Afrodita 23
Primera noche (II)
"En absoluto"
"Espero que estés bromeando, aunque debo decir que no fue muy divertido"
Hefesto levantó una ceja, como si quisiera decir que no tenÃa ni idea de lo que estaba hablando. Tampoco parecÃa reÃrse.
La cara de Afrodita se arrugó. Sus palabras fueron como una flecha directa al corazón de su orgullo. ¿Cómo puede ponerse delante de mà y actuar con tanta despreocupación? Actúa como si no estuviera ni remotamente interesado en consumar el matrimonio.
Una idea surgió en su mente y sus ojos se abrieron lentamente. ¿PodrÃa ser?
"¿Eres virgen?" preguntó con valentÃa.
"....."
"Ya veo" dijo ella "Eres virgen, ¿verdad?"
La expresión impasible de Hefesto no cambió, pero un sutil matiz rojizo apareció en su rostro. Era una respuesta inesperada por parte del siempre estóico Dios de los Herreros, pero no estaba mal. De hecho, fue muy buena para Afrodita. Se levantó de su asiento y rodeó su grueso antebrazo con sus delicadas manos.
En su opinión, no importaba si un hombre era virgen cuando tenÃa brazos como estos. El hecho de que fuera tan diferente a los demás hombres del Olimpo sólo lo hacÃa más intrigante. Dado el hecho de que se estaba sonrojando, no pudo evitar burlarse de él.
"¿Por eso intentas evitarme? ¿Por qué no estás seguro de qué hacer conmigo?"
"No es asÃ" dijo Hefesto con rigidez.
"Creo que tengo razón" arrulló ella, acariciando su mejilla contra su bÃceps. "Si hay alguna otra razón, dÃmelo"
"Tengo una razón, pero no quiero decÃrtela"
"Excusas como ésa no servirán"
Hefesto suspiró.
"Parece que no estás preparada"
Afrodita se inclinó hacia atrás sorprendida para mirarlo fijamente.
"¿Yo? ¿Qué pasa conmigo?"
"Tú tampoco tienes experiencia, ahora mismo tus recuerdos..."
'No puedo seguir escuchando estas tonterÃas'
Afrodita estalló en brillantes y plateadas carcajadas. No querÃa pensar en la historia que habÃa olvidado hace tanto tiempo.
"Soy la diosa del amor. ¿Crees que no sé de eso como tú sólo porque no tengo experiencia?" preguntó, todavÃa riendo.
"No quise decir eso"
"¿Ah, s� Pues demuéstralo"
Se lanzó a sus brazos, apretándose deliberadamente contra su pecho. Hefesto se estremeció, apretando los dientes.
'Esto es demasiado divertido'
Ella se acurrucó contra él, apretándolos desde el pecho hasta la cadera, de modo que él no pudo evitar sentir la suave presión de sus curvas y la textura satinada de su piel.
"Afrodita, para"
La tensión en su voz dejaba claro que se estaba conteniendo deliberadamente.
'Lo sabÃa. Me desea'
Nunca habÃa pensado que interpretarÃa el papel de una novia que conquista al tÃmido novio, pero esto era divertido a su manera. Le frotó los brazos y murmuró en señal de aprobación. PodÃa sentir la textura de sus músculos tensos y sus gruesas venas bajo las yemas de sus dedos.
"Acabamos de convertirnos en pareja, Hefesto" dijo dulcemente.
"SÃ" dijo él, con un tono rudo "Entonces, ¿por qué tienes tanta prisa?"
"¿De qué estás hablando? ¿Hay algo más importante que consumar nuestro matrimonio?"
El olor de él la excitó. Era un olor peculiar: cenizas y el calor sulfuroso de la lava hirviendo. No parecÃa el tipo de hombre que usa incienso, asà que tenÃa que ser su olor natural. Nunca habÃa esperado que su cuerpo reaccionara a este tipo de cosas.
Hefesto se mostraba reacio, pero no habÃa razón para que la rechazara, a menos que le ocurriera algo malo. Su negativa sólo la hizo más deseosa.
'Quiero tenerlo. Lo tendré'
Asure: asà son las mujeres, se aprovechan de la inocencia de nosotros, los hombres
Impulsivamente, Afrodita le echó los brazos al cuello. Sus voluptuosos pechos se apretaron contra él. Inhaló bruscamente y soltó sus brazos fuertemente cruzados.
"¡Afrodita!" le reprendió.
Sólo tiene que abrazarme con esos increÃbles brazos suyos. Le conquistaré, poco a poco. Comenzó a arrinconarlo, arreándolo como un cazador experimentado.
"Si no consumamos el matrimonio, todos en el Olimpo estarán chismeando sobre nosotros"
"No me importa"
"¡Quizá a ti no, pero a mà sÃ!"
Afrodita insistió.
"Qué será de mà cuando sepan que la diosa del amor no fue amada en su propia noche de bodas"
"Eso es..." Hefesto comenzó.
Ella lo habÃa atrapado. No podÃa negar su argumento irrefutable, todo el tiempo ella lo habÃa estado excitando con todas las armas de su arsenal. Cuando ella le pasó la mano por el espeso pelo negro y le acarició los dedos por el cuello y la espalda, sus ardientes pupilas rojas se ensancharon en el centro de sus ardientes ojos rojo-grisáceos.
Era el momento de meter la cabeza en la trampa.
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