Asqueroso. Asqueroso.
murmuró Grace, de pie bajo el agua que caÃa.
"Huu..."
Su rostro se contorsionó aún más en cuanto retiró los dedos que habÃa estado removiendo entre sus piernas.
TodavÃa salÃa un lÃquido blanco y pegajoso.
"No lo toques sin mi permiso".
Winston se mofó, reclinándose en un asiento frente al cuarto de baño, desde donde podÃa ver su cuerpo desnudo en la ducha. Grace retiró por un momento la mirada pegajosa y fulminó con la mirada al hombre que llevaba el reloj.
Era desagradable tener la leche de ese bastardo en su cuerpo.
En cuanto volvió a meter la mano dentro de ella para rascársela, volvió a gemir. La sensación de la dura pelÃcula de goma tocando las yemas de sus dedos era desagradable.
Tener que llevar esto durante al menos seis horas más era más que desagradable, era aterrador. Eran las dos de la madrugada, asà que podrÃa quitárselo cuando se despertara, y estaba claro que Winston volverÃa a ponérselo poco después.
Después de unos dÃas viviendo asÃ, se sentÃa realmente como la prostituta exclusiva de esa persona.
Bueno, ¿podÃa negarse ahora?
Renunció a raspar su semen. Mientras cogÃa una esponja para enjabonarse el cuerpo, pudo oÃr pasos detrás de ella. Era el sonido de pasos lejanos. Mirando hacia atrás, Winston se habÃa ido, dejando sólo el humo de su cigarro.
La habitación no estaba vacÃa, pero él estaba sentado a los pies de la cama, leyendo una revista, esperándola con una toalla envolviéndola.
"Ponla en su sitio".
No hubo necesidad de preguntar qué habÃa que devolver. Colocó los grilletes en medio de la sábana nueva, de modo que era muy visible.
Ella esperaba que se hubiera olvidado de ponerlo, pero aún estaba aquÃ.
"Medias".
En cuanto dio un paso hacia la cama, oyó otro ruido. Grace se giró y se dirigió a la cómoda que habÃa junto a la puerta.
No habrÃa cerrado esta puerta.
¿No era ahora una buena oportunidad para huir sin los grilletes? Aun asÃ, no podrÃa llegar a los barrotes y la atraparÃan.
Era un hombre que nunca le quitaba los ojos de encima.
La cabeza le zumbaba todo el tiempo que puso los pies en la silla y se puso las medias.
Vestida con el uniforme de prostituta de Leon Winston, que tenÃa más quitado que puesto, Grace se sentó en la cabecera de la cama, lejos de él. Mientras empezaba a engrilletarle los tobillos, la mirada de Winston volvió a la revista.
Era la revista que ella habÃa estado leyendo antes de que él entrara.
[ Leon Winston es un idiota. ]
¿Qué aspecto tendrÃa esa persona cuando descubriera el mensaje oculto?
Probablemente le devolverÃa la burla a Grace con una sonrisa torcida, como siempre. Lo que ella esperaba era el proceso más que el resultado obvio de encontrar la primera letra de un mensaje a encontrar la última letra, ese proceso.
Y él estarÃa nervioso, pensando que ella intentaba pasarle un código a Jimmy.
Ella querÃa pisarle y ponerse encima de la cabeza del hombre, aunque sólo fuera una vez.
¿PodrÃa ser una pequeña venganza?
Fue un momento en que ella pensó que era insignificante porque era tan pequeño. La mano que estaba hojeando descuidadamente la revista se detuvo. La mirada de Winston se fijó en una esquina de la revista.
'...Lo ha encontrado'.
Grace observó en silencio la expresión del hombre. Su rostro se endureció y la sangre desapareció lentamente. Al cabo de una o dos páginas, su rostro enrojeció de repente.
Era una reacción franca raramente vista en Winston.
'Él también deberÃa ser castigado'.
Aquel hombre jugaba con ella todos los dÃas y, por primera vez, ella le devolvÃa el favor tÃmidamente. La ligera sensación de superioridad le supo a chocolate barato comprado con el dinero de bolsillo que habÃa ahorrado por ayudar en las tareas cuando era niña.
Sin embargo, en cuanto Winston levantó la cabeza, la dulzura barata se convirtió en amargura.
Grace se quedó perpleja. No era un hombre que se sintiera gravemente herido por una provocación tan infantil, pero sus ojos ardÃan de ira.
SÃ, soy un imbécil'.
Fue entonces cuando Leon se dio cuenta.
[Jimmy, mi corazón está siempre contigo]
Era un mensaje de aquella mujer para él, no para su prometido.
Ella lo estaba probando
...sin miedo cuando ella estaba a su alcance. Era como si ella lanzara una declaración de que nunca lo amarÃa.
Sin miedo.
Y él, el idiota literal de esa mujer, fue engañado de inmediato por su prueba y lo reveló descaradamente.
No era sólo odio lo que sentÃa por Grace Riddle.
SentÃa como si hubiera descubierto un secreto vergonzoso escondido en lo más profundo del armario. Winston no tenÃa conciencia. Tampoco tenÃa vergüenza... pero ¿por qué siempre se dejaba llevar por esos extraños sentimientos delante de aquella mujer?
La impotencia que sentÃa por primera vez en su vida se la habÃa dado aquella mujer en su infancia. Se odiaba a sà mismo por volver a ser el niño inmaduro de aquellos dÃas cuando se ponÃa delante de aquella mujer.
No des lo santo a los perros, ni eches tus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y se vuelvan y te despedacen.
León comprendió por fin el significado de la frase.
Era una severa advertencia de su pasado a su yo futuro.
Gritó las palabras atrapadas en su interior sólo con la mirada, sin emitir sonido alguno, a la mujer, que parpadeó con sus grandes ojos, fingiendo no enterarse de nada.
'SÃ, maldita sea. TodavÃa me gusta'.
Y ella aún intentarÃa romperle el corazón. Porque incluso ahora, ella se burlaba de él como un idiota por enamorarse tres veces de una chica que ni siquiera le gustaba.
¿SeguirÃa amando a ese bastardo?
No, eso no tenÃa nada que ver con él.
Incluso si ella lo hubiera amado algún dÃa, ¿serÃa diferente su relación? En el fondo de esta relación yace un odio que apesta peor que las heces del fondo de la alcantarilla. Aunque el amor brotara en la cuneta del odio, no podrÃa resistir el veneno y se marchitarÃa.
...Asà que no le provoques.
"¿Crees que soy gracioso?"
Leon, que habÃa logrado encontrar la razón, sonrió amargamente y preguntó con voz frÃa.
"Yo también estoy harto de pensar en matarte".
TemÃa que ella pisoteara su corazón y lo hiciera pedazos.
"Me lo estoy imaginando".
Como si quisiera matarla a mordiscos, el hombre que habÃa estado escupiendo palabras entre dientes apretados soltó de pronto una voz impotente y se echó a reÃr. Era una sonrisa de autodesprecio.
"SÃ, yo también me encuentro gracioso".
Winston dejó la revista y se levantó. Al verle de espaldas a la puerta, Grace saltó asustada.
'...Quizá no vuelva'.
Grace corrió hacia él y lo agarró.
"Maestro, Bella se equivocó".
Detuvo al hombre que intentaba abrir la puerta y se aferró a sus brazos.
"Amo, no se vaya".
Si seguÃa asÃ, él no volverÃa... sus comidas y compañeros de charla. Confinada en una prisión negra, sufriendo hambre y soledad, cada dÃa pasaba ante sus ojos, y sentÃa como si la sangre se drenara de su cuerpo.
"Maestro, por favor."
Leon se rió.
Esta mujer intentaba manipularle actuando como un perro sumiso. ¿Quién era el verdadero amo? PodrÃa ser esta mujer, y él podrÃa ser el perro que ladraba más fuerte cuanto más asustada estaba.
"Esto ya es miserable".
Grace miró sin comprender al hombre que se alejaba de ella.
Bang.
La puerta se cerró.
Asà otra vez.
Ella miró sin comprender la puerta cerrada. Aunque ella se sintió insultada como él deseaba, de nuevo, parecÃa que era él quien se sentÃa insultado.
Ella no podÃa entender a ese hombre.
º º º
La sala de banquetes de la residencia del comandante estaba abarrotada de oficiales que celebraban la toma de posesión del nuevo comandante. Las invitaciones a la fiesta organizada por el comandante George Davenport sólo se concedÃan a los oficiales mayores y superiores.
Sólo León era capitán. Eso significaba que la invitación no se enviaba únicamente en función del rango.
Los soldados también eran animales económicos. Por eso querÃan entablar amistad con personas que tuvieran un poder económico considerable en la región, independientemente de su clase.
Aún no habÃa saludado personalmente al comandante que le habÃa invitado. Mientras Leon inclinaba su vaso de whisky mientras esperaba su turno, pronto se aburrió.
"Estoy harto".
HabÃa una persona más que ya estaba pensando en abandonar este lugar. Su superior, el teniente coronel Humphrey, miró hacia el comedor desde la sala de puros.
"Pelearse con machos todo el dÃa y estar mirando a esos machos por la noche".
No era un lugar para llevar pareja, asà que sólo habÃa hombres con uniformes negros en la sala de banquetes. Sin embargo, lo mismo ocurrÃa con la sala de los puros, que ya estaba espesa de humo, era una guarida de machos.
"Dijiste que la cámara de tortura estaba cerrada a causa de tu madre, asà que trabajas desde casa más a menudo. Es difÃcil verte la cara".
Murmuró el teniente coronel mientras encendÃa un puro de gran calidad que le habÃa recomendado un criado de la residencia oficial.
León sonrió en silencio y rechazó el puro que le ofrecÃa el criado.
"Después de un saludo como es debido, vamos a dar una fiesta para celebrar la toma de posesión con sólo oficiales del departamento de inteligencia. ¿Qué te parece?"
Se referÃa a ir al cabaret.
León se apoyó en la pared, consultó su reloj y escupió palabras de rechazo.
"Me voy a comprometer a la vuelta de la esquina, asà que creo que será mejor que me cuide".
"Este joven está realmente atascado. León, eres como un hijo. Si pudiera darte un consejo..."
Justo cuando el teniente coronel le daba un golpecito en el hombro, el nuevo comandante entró en la sala de puros.
"Comandante".
Los oficiales sentados en sillones de ala por toda la sala de puros se levantaron al unÃsono.
León también corrigió su postura inclinada y saludó con gesto comedido. El anciano entró en la sala mientras saludaba a los oficiales y dejó de caminar en cuanto sus ojos se cruzaron con los de él.
El comandante se acercó a él y le pidió un apretón de manos.
"Soy el capitán Leon Winston, de la División de Inteligencia Interior".
"Ah, mi suposición era correcta. Usted es el famoso..."
El comandante Davenport empezó a recitar uno a uno los rumores que habÃa oÃdo sobre Leon. Las palabras de alta estima hacia él continuaron sin cesar, pero nunca llegaron a oÃdos de Leon.
Sus nervios sólo se concentraban en los ojos del comandante.
George Davenport.
Antiguo oficial de élite de la Guardia Real y hombre de confianza del rey. Además, era descendiente colateral de la familia real, pariente lejano del rey.
En una palabra, un monárquico.
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