Miró a su alrededor y buscó en el interior de la habitación de la criada, pero no habÃa nadie.
Después de que Sally entrara y cerrara la puerta, miró la lujosa bolsa de la compra como si fuera una bomba de relojerÃa. Después de reflexionar una y otra vez, finalmente abrió y entrecerró los ojos.
'...¿Qué clase de capricho es éste?'
Lo primero que sacó fue una pomada en una cajita.
...Era para aplicar en las heridas de la cara.
¿Desde cuándo Winston presta tanta atención a las heridas de una criada? Sólo en la cocina de la mansión, hay muchas criadas que se cortan las manos, y él deberÃa enviarlo allÃ. No era un pensador normal, asà que no significarÃa una disculpa. ¿Qué clase de truco era este...?
Colocando la caja de pomada en el cajón y revisando la bolsa de la compra, dentro habÃa doce cajas planas y cuadradas.
Un suspiro despiadado escapó de la boca de Sally mientras abrÃa una caja con un colorido dibujo.
Medias de seda.
Eran tres veces más caras que las que Sally habÃa recogido y colocado esta tarde. También contenÃa tres pares de cada color: negro, blanco, marrón y melocotón.
La absurda orden de Jimmy se repitió en su mente mientras miraba las doce cajas de bombas que habÃa sobre su cama.
"...Por favor, no hagas esto"
º º º
Un zumbido salió de Sally, que estaba limpiando el camerino anexo de Winston. La operación de rescate de Govurn iba a ser una suerte inesperada.
Winston se fue a Govurn al dÃa siguiente de la operación y no volvió hasta hoy, tres dÃas después.
'No vuelvas para siempre'
Un rayo de luz escarlata del atardecer se filtró por el hueco de la cortina que cubrÃa la larga ventana. ParecÃa que no volverÃa hoy, teniendo en cuenta que, incluso al anochecer, el teniente Campbell no habÃa hecho una llamada para preparar algo para Winston.
En los últimos meses, Winston habÃa dormido mucho en el dormitorio anexo en lugar de en el edificio principal.
En consecuencia, Sally estaba muy ocupada mientras se ocupaba de sus objetos personales.mAs tarde, mientras recogÃa el uniforme de oficial del carro de la lavanderÃa y lo colgaba ordenadamente en el armario, frunció el ceño al recordar el cotilleo del otro dÃa en la lavanderÃa.
"Todos los hilos de los botones están hechos jirones".
Las sirvientas encargadas de la lavanderÃa sonrieron al ver que habÃa que volver a abotonar los pantalones de Winston con hilo fuerte. Obviamente se referÃa a los pantalones que llevaba el dÃa que atacó a Sally.
"¿Por qué se excitó tanto que se le rompió el botón?"
"¿No has oÃdo que ese dÃa tenÃa una cita con la Gran Dama?"
Maldito loco...
Pasó toda la noche con su prometida y trató de atacar a la criada tan pronto como regresó.
"Es alto, y sus manos son grandes, asà que, ¿serÃa grande?"
susurró una de las criadas, la otra cerró el puño y agitó el antebrazo.
"Es obvio sólo con mirar el hilo estirado. ¿No será asà de grande? ¿No crees que también debe haber quedado pendiente ah�"
En ese momento, sin darse cuenta, Sally se acordó del gran "cigarro" y arrugó la expresión como si hubiera masticado un insecto. ¿Por qué demonios sentÃan curiosidad por las partes sucias de esa basura...? Aunque no querÃa saberlo, era una pena que ya no pudiera deshacerse de ella.
Su carro estaba casi vacÃo. Lo único que quedaba eran pequeños artÃculos como calcetines y pañuelos.
Sally, que habÃa cogido sin querer el pañuelo de seda blanco planchado y bien doblado de la cesta, volvió a fruncir el ceño.
¿Es éste el maldito pañuelo?
Originalmente, en cuanto lo encontró, lo puso sobre la estufa y retuvo que querÃa quemarlo. Pensó en su excentricidad, y estaba claro que si ella habÃa quemado lo que él habÃa dejado a propósito, obviamente iba a investigar.
Sally metió el pañuelo, todo limpio, en medio de los pañuelos apretados en el cajón.
'¿Me echan?'
Llevó el carro de la ropa sucia de vuelta a la planta baja y se dirigió al ático para coger su parte de la cena.
De repente se le ocurrió una buena idea.
Su compromiso con la Gran Dama aún no se ha concretado, aunque si hay rumores de un romance con una criada insignificante... la señora Winston la echarÃa de inmediato.
Entonces, eso significaba que no tenÃa que embarcarse en una nueva misión, ¿verdad?
Sin embargo, su terriblemente aterrador sentido de la responsabilidad atrapó el tobillo de Sally. Se infiltró en los Winstons con dificultad y con éxito. Si se iba sin plantar a nadie, serÃa como construir unos cimientos fuertes y prenderles fuego de camino a casa.
Incluso con Fred, francamente, no era de fiar. Era porque Winston no confiaba en él. No sabÃa cuándo actuarÃa por capricho y lo enviarÃa a otra unidad o clase.
'No vuelvas nunca. O es que se está enamorando de otra mujer en Govurn... Oh, ¿por qué está pasando esto otra vez...?'
Después de la comida, Sally dejó escapar un largo suspiro mientras se dirigÃa al pequeño cuarto de baño adjunto a la habitación de la criada.
Abrió la válvula de la ducha y, por mucho que esperara, sólo salÃa agua helada. HabÃa veces que la caldera del sótano del anexo era vieja, y el agua caliente no subÃa al ático.
La recompensa al trabajo duro era una ducha de hielo. No lo soportaba.
Aun asÃ, el baño bajo el ático estaba ya tan frÃo como el hielo.
Temblando sólo en ropa interior, Sally miró el agua helada que caÃa y paró el agua. Sally volvió a ponerse la ropa que se habÃa quitado, cogió la ropa para cambiarse y se dirigió hacia abajo, ya que Winston no iba a venir de todas formas.
º º º
Cuando las bailarinas subieron al escenario, el silbido de los hombres ahogó el sonido de la música. Lo único que llevaban las bailarinas era una falda corta con flecos y cuentas extravagantes, y un collar de perlas de imitación colgado en capas alrededor del cuello.
León se quedó mirando sin comprender a las mujeres que bailaban con el pecho al aire. ¿Por qué estaban tan obsesionadas con la carne? No era más que un trozo de carne metido en una carnicerÃa.
De los cinco oficiales sentados a la mesa, León era el único que sentÃa que aquello era aburrido.
Incapaz de soportar el aburrimiento, miró ligeramente al teniente coronel Humphrey, que estaba sentado a su lado.
El superior se relamÃa los labios rojos, sin saber que el cigarro se estaba convirtiendo en ceniza. TenÃa una expresión seria como la de un doberman en Govurn, aunque en el momento en que salió de allÃ, se puso a reÃr como un mono.
No fue suficiente, llevó a los oficiales del servicio de inteligencia al cabaret para una fiesta de despedida del comandante que pronto volverÃa a la vida civil.
Una fiesta sin el protagonista...
A León sólo le interesaba una cosa, la contradicción. Mientras apretaba la barbilla en ángulo y agitaba lentamente su vaso con fondo, el teniente coronel inclinó la botella de whisky sobre él.
"¿No es divertido?"
"Es que soy exigente con mis gustos"
Ante su cándida respuesta, el teniente coronel sacudió la cabeza y se rió.
"Entonces, ¿qué tal esa chica?"
El teniente coronel señaló a la bailarina que estaba en el centro del escenario con la punta del puro. La chica que besaba al público con su preciosa sonrisa era la más popular del distrito de espectáculos de Winsford. También significaba que su noche era la más cara.
"Kitty Hayes. Es una mujer que nadie puede permitirse"
El hombre de mediana edad puso su brazo alrededor del hombro de Leon y susurró, dándole una valiosa información.
"Oye, hoy tienes suerte. El dueño del cabaret me debe algo"
¿No le dijo una vez Leon que tuviera cuidado con las mujeres...? Leon tomó un sorbo de su whisky y torció las comisuras de los labios.
"Gracias, pero no me gusta. Declino"
"Mira, una vez que te revuelcas en lo sucio, se supone que todo mejora. Asà es como todo el mundo empieza, ¿no es asÃ, Johnson?"
El mayor Johnson, que se sentaba frente a León, se encogió de hombros.
"Tiene razón, teniente coronel. Sin embargo, no estarÃa mal casarse sin conocer la diversión asÃ. ¿No será un problema si cae en ella tarde y pierde la cabeza?"
El mayor le guiñó ligeramente un ojo a León.
Siempre habÃa sido su trabajo impedir que el teniente coronel empujara a León, que no le gustaba cada vez que venÃa al cabaret, a una habitación de hotel. Aunque el mayor tenÃa un rango militar superior al de Leon, tenÃa un rango social inferior al de los grandes terratenientes de Camden, incluido Winsford.
"Ah... claro. Esa noble Gran Señora. ¿Cómo es? ¿Es de tu gusto?"
"No me gusta casarme"
El teniente coronel se echó a reÃr.
"Lo es"
El teniente coronel, que acariciaba la espalda de León con una mano gruesa como si hubiera dicho lo correcto, murmuró en voz baja.
"Pero tened en cuenta esto"
"...."
"Una noche caliente no siempre acaba mal"
León se limitó a sonreÃr con amargura.
El teniente coronel sabÃa que era reacio a encontrarse con un desconocido por miedo a que tuviera un final desastroso como el de su padre. Siguió señalando a las bailarinas del escenario una por una, molestando a León.
Una mujer se acercó por allà con una lujosa bandeja negra con un cordón atado al cuello. Fue llamada por el gesto de la mano del teniente Campbell, que estaba sentado a su lado.
Leon miró en silencio a la mujer mientras Campbell pagaba un paquete de cigarrillos y unos chicles de su bandeja. Era una mujer pobre que vendÃa cigarrillos.
... No era menos que esa criada.
Pronto, una sonrisa ladeada se esculpió en su rostro.
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