El diablo que viola Cap. 29
Cigarro
Horas después, Senia finalmente dijo algo.
"....oh, ¿deberÃamos acampar aquà hoy?"
Carr miró hacia arriba, comprobando la posición del sol y asintió con la cabeza. El sol estaba a punto de ponerse, y necesitaban encontrar un lugar perfecto para dormir y acomodar la cena para la noche antes de que el cielo se volviera completamente oscuro.
Los dos ya estaban acostumbrados a tener sus roles cuando tenÃan que acampar en la naturaleza, ya sea preparando la tienda, la cena o tomando un turno para permanecer despiertos y vigilar sus alrededores. Una vez que Carr encontró una zona llana y seca cerca del camino principal, Carr montó una tienda para Senia mientras ella preparaba el fuego para la cena.
Aunque no tenÃan muchos ingredientes, pero para la frÃa noche, una sopa caliente y un pan dulce se convirtieron en su cena fue perfecta para terminar su dÃa.
Los dos comieron en silencio, escuchando el sonido de la naturaleza que era algo a lo que Carr estaba acostumbrado pero la inusual tranquilidad de Senia estaba empezando a molestarle.
Una vez que terminó, Carr dejó su plato y miró fijamente a Senia que miraba la hoguera que tenÃa delante.
".... ¿Qué pasa? ¿Quieres una segunda ración?"
Ella levantó la cabeza, encontrándose con la intensa mirada de Carr. Carr negó con la cabeza, lo que sólo hizo que Senia se confundiera. Ella inclinó la cabeza ligeramente, tratando de encontrar lo que está mal antes de la realización final.
HabÃa estado callada después de su pequeña búsqueda para ayudar al unicornio y a los mercaderes, perdida en sus pensamientos, lo que la hacÃa estar más callada que de costumbre y menos consciente de su entorno.
"Ah, yo haré la limpieza"
Senia se aclaró la garganta, se levantó rápidamente de su asiento y recogió todos los platos y utensilios usados para limpiarlos y empaquetarlos de nuevo. Carr la observó y decidió recoger ramas secas para mantenerse ocupado y no preocuparse por Senia.
"Buenas noches, sir Carr"
"..."
Senia entró en su tienda sin mirar más atrás, dejando a Carr solo en la frÃa noche de otoño. Por un momento Carr sólo pudo mirar la entrada de la tienda, su mente se quedó en blanco mientras su cuerpo sólo se movÃa para sentarse frente a la hoguera. Suspiró, sintiendo el arrepentimiento en su interior, mientras miraba la hoguera.
No habÃa tienda de campaña para él, ya que permanecer dentro de una tienda sólo le hacÃa sentir incómodo y claustrofóbico. También le dificultaba estar en guardia todo el tiempo. Aunque Senia, preocupada por su salud, le habÃa dado una manta gruesa. Le dijo que se uniera a él dentro de la tienda si la noche se volvÃa demasiado frÃa, pero Carr no estaba dispuesto a aceptar esa oferta.
"Puede ser un poco incómodo durante el invierno"
Carr murmuró mientras se quitaba la espada y la armadura, dejando que su cuerpo se relajara aunque su mente no lo hiciera. Como medio demonio, el invierno era uno de sus peores enemigos. Siempre tenÃa problemas con la comida y el alojamiento, y el frÃo era mordaz y peligroso.
Cada dÃa necesitaba buscar casas abandonadas o cuevas vacÃas de monstruos para sobrevivir. Si se quedara sin hogar como ahora, habrÃa acabado muerto o se habrÃa suicidado a causa de la peligrosa situación.
"No importa lo que pase...."
Realmente no podÃa compartir una tienda de campaña con Senia. Se lo habÃa prometido a sà mismo cuando iniciaron el viaje. Por supuesto, su sugerencia era muy apreciada y le hacÃa ilusión, pero no creÃa que fuera capaz de contenerse cuando lo único que les separaba era una fina manta.
Carr levantó la cabeza, suspirando ligeramente, mirando el cielo nocturno donde habÃa grupos de estrellas que titilaban contra el oscuro terciopelo. Era una vista hermosa que Carr no pudo evitar zumbar ante su belleza mientras la noche lo envolvÃa lentamente.
Al mover las piernas, su mano tocó un bulto dentro de su bolsillo. Cuando miró hacia abajo y comprobó, era la hoja de tabaco -ya liada en un cigarrillo- que Ellard le habÃa dado antes. Carr soltó una suave carcajada al cogerla.
"¿Cuándo demonios la has puesto ah� Bueno, entiendo por qué quieres ver una vista particular ya que dijiste que no tienes ojos"
Murmuró mientras encendÃa el cigarrillo, saboreando su dulzura y amargura antes de expulsar una nube de humo blanco. Observó cómo el humo del cigarrillo se elevaba en el cielo.
La visión le hizo pensar en el alma de Ellard. Deseó que el alma del hombre pudiera ser tan libre como el humo del cigarrillo, aunque Carr no tenÃa ni idea de lo que pasarÃa una vez que alguien estuviera muerto o a dónde irÃa el alma.
Más o menos cuando el cigarrillo llegó a la mitad, Senia salió de la tienda con una manta sobre el hombro. TenÃa problemas para dormir y pensó que el aire fresco la ayudarÃa.
"¿Oh...? Sir Carr, ¿ha fumado? Nunca le habÃa visto hacerlo"
Gritó Senia, sorprendida al ver que Carr seguÃa bien despierto. Carr se sobresaltó, tratando rápidamente de esconder el cigarrillo, casi como un niño que es descubierto haciendo algo travieso por un adulto. Pero entonces recordó que Ellard sà fumaba, a pesar de ser un paladÃn, lo que significaba que no era algo prohibido por la iglesia. Era algo normal y, sin embargo, seguÃa sintiéndose entumecido sin razón alguna.
"Oh, no me hagas caso. Perdona si he sonado como si me estuviera entrometiendo"
Dijo Senia con voz perpleja, desviando ligeramente la mirada.
"Sólo me sorprendió porque nunca te habÃa visto hacerlo"
Carr se frotó el pecho, asintiendo tras darse cuenta de que Senia no pretendÃa regañarla ni reprenderla, por lo que se limitó a seguir dando otra calada y a soltar humo blanco.
"¿También tiene dificultades para dormir, Sir Carr?"
Preguntó Senia con los ojos fijos en el humo blanco, acercándose con cuidado. Ella sonrió ante el leve asentimiento,
"Yo también. ¿Puedo sentarme a su lado?"
Carr se movió para hacerle espacio y sintió como Senia se sentaba suavemente, con la mirada fija en el cielo nocturno mientras la hoguera los calentaba para la noche.
"Woah...."
Ella admiró las estrellas que parecÃan interminables en el cielo nocturno. Nunca habÃa visto una noche tan clara como ésta, que probablemente sólo ocurrÃa una vez al año como esta noche. En respuesta a su murmullo, Carr pensó para sà mismo lo hermosa que era. Aunque a diferencia de Senia, que miraba al cielo, Carr la miraba a ella.
Las estrellas reflejadas en sus ojos azules los hacÃan brillar aún más. Su piel, que habÃa adquirido el color cálido del fuego, la hacÃa parecer más frágil. Su pelo plateado, que siempre cambiaba de color según la iluminación, pero que nunca perdÃa su brillo, brillaba bajo el cielo nocturno.
En opinión de Carr, era la única mujer en todo el mundo que podÃa tener ese aspecto. Ella es simplemente impresionante. Si el, una vez al año, claro cielo nocturno era espectacular para Senia, su presencia era un milagro de una vez en cien años para Carr.
Estaba muy agradecido por su presencia, pero al mismo tiempo, no podÃa dejar de ser codicioso. QuerÃa disfrutar cada vez más de su presencia.
En medio de toda su emoción y admiración, el par de ojos azules se volvió para mirarla. Cuando Carr se percató de su mirada, se puso ansioso, tragó saliva y trató de apartar la mirada. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Senia abrió la boca primero.
"Bueno, si no te importa.... ¿puedo sentarme un poco más cerca?"
"¿...?"
Carr se puso rÃgido ante la petición, ya que no la esperaba. Lo entenderÃa mejor si ella le hubiera pedido sexo. Pero tenerla más cerca que ahora, no era bueno para su corazón. Miró la cara de Senia, tratando de leer la intención preguntándose si ella estaba tratando de probarlo, pero no parecÃa haber ninguna intención oculta detrás de la pregunta.
Es cierto que está cerca, pero no hace frÃo
Al final, Carr asintió con la cabeza, tratando de actuar como si no le afectara la pregunta. Observó cómo Senia sonreÃa alegremente al recibir el permiso y se acercó, haciendo que sus hombros se tocaran el uno contra el otro. La parte de su cuerpo que la tocaba empezaba a picar, asà que Carr se distrajo dando otra calada al cigarrillo.
"....Oh, no era sólo mi sensación"
Carr se volvió hacia Senia, notando que sonreÃa con los ojos entreabiertos.
"Huele a casa..."
Murmuró, cerrando los ojos y apretando las rodillas contra el pecho.
"Recuerdo este aroma. Muy dulce, suave y a la vez amargo como el jarabe de almidón. SolÃa llenar el pueblo en los dÃas de viento. Pero mi pueblo natal hace tiempo que desapareció, asà que pensé que nunca volverÃa a oler este aroma único"
Por un momento Carr se olvidó de respirar mientras miraba a Senia, que seguÃa sonriendo y recordando su pueblo natal.
"No me extraña que me resulte familiar. ¿Lo has comprado esta tarde?"
Carr negó con la cabeza. No habÃa forma de explicarle que pertenecÃa a Ellard. Pero ahora no podÃa ignorar el hecho de que tanto Ellard como Senia venÃan del este. PodÃa ser una coincidencia, después de todo, habÃa una gran diferencia de 300 años entre ambos, pero no podÃa dejar de pensar en la infancia de Senia.
Senia no habló más del cigarrillo, sino que volvió a los recuerdos de su infancia. No fue una santa hasta que cumplió los cinco años, era sólo una niña en un pequeño pueblo, disfrutando de un dÃa normal como hija de una pareja encantadora.
Carr observó cómo una triste sonrisa adornaba su rostro y recordó que Senia habÃa perdido a sus padres a manos de un demonio. Aunque nunca experimentó el afecto familiar, Carr podÃa decir que la familia de Senia debÃa ser un tesoro que no cambiarÃa por nada en el mundo.
Le hizo preguntarse cómo pudo Senia perdonar al demonio que le habÃa arrebatado a sus padres. Nunca entendió cómo funcionaban los sentimientos de Senia y cuanto más trataba de analizarlos, más se confundÃa.
Carr dejó escapar un suspiro mientras volvÃa a concentrarse en la hoguera que tenÃa delante. La cálida llama ya hacÃa más soportable la frÃa noche y creaba un buen ambiente entre ellos. No querÃa arruinarlo y se preguntó si debÃa excusarse para descansar un poco.
"Sir Carr"
Senia le llamó débilmente, con la cabeza inclinada hacia abajo, las rodillas fuertemente abrazadas y los ojos mirando a Carr.
"Este viaje terminará antes de que llegue el invierno"
Carr podÃa sentir que habÃa una petición que ella estaba a punto de pedirle. El viaje, en efecto, terminarÃa en el momento en que llegaran al templo, no cuando la Santa Dama resucitara. No importaba, si se tomaban su tiempo en el viaje, pero llegarÃan antes de que llegara el invierno.
"Una vez que lleguemos al templo.... ya no necesitaré que me escolten"
Carr se tensó ante estas palabras, sintiendo como si unas espinas le clavaran el pecho. No querÃa escuchar el resto de sus palabras, pero sabÃa que lo necesitaba.
"Asà que, Sir Carr, por favor, piense en lo que quiere hacer a continuación. Como he dicho hoy, la iglesia del sol le proporcionará todo el apoyo por su esfuerzo. No habrá necesidad de protegerme más"
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