AREMFDTM 52

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Domingo 08 de Septiembre del 2024






Anillo Roto: Este matrimonio fracasará de todos modos 52

Una vez recién casados (7)



Sintió que unos fuertes brazos la arrastraban por la cintura mientras dormía. Incluso en su estado de inconsciencia, sintió un impulso rebelde de luchar.

Inés cerró los ojos y se retorció hacia fuera. Entonces, los brazos que la sujetaban con cierta indulgencia la tiraron hacia atrás con una fuerza implacable.

Lo que la sujetaba por la cintura se parecía más a las raíces de un árbol milenario que a unos brazos humanos. Era una fuerza que parecía casi inhumana, impidiéndole moverse ni un solo centímetro. ...

Inés no recordaba haber experimentado nunca tal restricción o fuerza. Frunció aún más el ceño y luchó con todas sus fuerzas, pero ahora estaba tan fuertemente atada que sus forcejeos apenas eran visibles a simple vista.

«Asfixiante...», pareció murmurar mientras la empujaban. Con esa sola palabra, la fuerza que había estado agarrando su cintura pareció suavizarse de repente, pero justo cuando estaba a punto de liberarse, otro brazo serpenteó por debajo de su cintura y la agarró justo por debajo de los pechos, tirando de ella hacia atrás.

El brazo que la había rodeado por la cintura bajó hasta el bajo vientre y quedó colgando precariamente. Era como si una sola raíz se hubiera dividido en dos. La fuerza entre los brazos se había debilitado notablemente, pero eso no cambiaba el hecho de que ella no podía escapar de él con sus luchas adormecida por el sueño.

Inés frunció profundamente el ceño, como si aquello no le gustara nada, y finalmente se rindió, dejando que su cuerpo flaqueara. La risita baja del hombre le hizo cosquillas en la coronilla, como si estuviera satisfecho. Ella frunció un poco más el ceño y pronto volvió a sumirse en un profundo sueño.

Así que le fue imposible darse cuenta de su camisón, que se había subido hasta justo debajo de sus caderas, o del tirante que se había deslizado hacia abajo, dejando al descubierto todo su hombro... Tampoco podía sentir los suaves labios que rozaban su omóplato, chupando su tierna carne y mordisqueándola de vez en cuando sin causarle dolor... Ni la gran mano que le acariciaba el muslo, ni la mano algo siniestra que la sujetaba por debajo de los pechos y los apretaba entre sí........

Estaba demasiado agotada por todo lo que le había pasado últimamente para darse cuenta de nada de eso... Hacía un mes que su madre la atormentaba, desde la misa de la boda de ayer hasta las primeras horas de la noche en las que no podía dormir bien ni un momento.......

Además, habían emprendido un viaje bastante largo a primera hora de la mañana sin tiempo para descansar. Por supuesto, había pasado la mayor parte del tiempo desmayada en el regazo de Kassel o sufriendo leves náuseas en un estado de semiinconsciencia, pero se suponía que eran siete horas de viaje. Debía de ser toda una odisea para ella en su estado actual.

A juzgar por el hecho de que no recordaba haber caminado hasta la cama por su propio pie ni haberse acostado en algún sitio...

Inés abrió los ojos y parpadeó débilmente varias veces. Su visión borrosa fue captando poco a poco la habitación cada vez más iluminada. Sentía como si la mitad de su mente siguiera profundamente dormida.

Realmente no recordaba nada. Se quedó mirando las cortinas que se mecían suavemente, intentando recordar su último recuerdo.

Por ahora, podía recordar hasta el momento en que se había sentado junto a la ventana. La excesiva atención de Kassel la había avergonzado y molestado, y como no se sentía con fuerzas para ocuparse de las relaciones conyugales que él parecía solicitarle cada vez con más frecuencia de lo que ella había pensado en un principio, se había sentado allí, abriendo cuidadosamente la Biblia, interrumpiendo todo lo que Kassel decía.

No era porque su fe fuera tan devota por lo que había abierto la Biblia en su dormitorio la noche siguiente después de la vigilia. Era porque necesitaba algún tipo de escudo que la protegiera de la atmósfera que seguía derivando naturalmente en una dirección lasciva. Una especie de escudo sagrado......

Por muy indiferente que actuara Inés, por las noches era cuando él empezaba a perseguirla de forma natural, una vez que ella había recuperado la cordura. Incluso lo hacía con una expresión y un tono de voz indiferentes, como si no fuera diferente a ella. Su expresión era increíblemente brusca, pero el ambiente cambiaba de forma natural de esa manera.

Por algo se había labrado una reputación de mujeriego... Kassel era un mujeriego notorio, el tipo de hombre que ni siquiera se ganaba el debido resentimiento de las mujeres.

Aunque tenía la cara de un soldado ascético que no sabía lo que era la lujuria, la razón por la que no había un solo rumor sucio unido a su nombre era porque hacía cosas tan lascivas con ese tipo de cara sin pestañear. Tal vez fuera eso... Inés recordó los elementos peligrosos de Kassel, formándose hipótesis inciertas.

Había tenido pensamientos parecidos mientras leía la Biblia, y luego parecía haberse desmayado mientras seguía sentada........ Al resurgir el pensamiento que le había venido justo antes de dormirse, se sintió invadida por el cansancio del día anterior que aún no se había disipado.

'...Será cosa de recién casados...'. Inés empezó a rastrear la causa como si se tratara de un asunto ajeno. Era sorprendente que no pareciera estar pasando hambre, y aunque era imposible que sintiera algo especial por su sencilla esposa, y aunque su actitud fuera así... El sentido del deber de Kassel era sospechosamente excesivo. Realmente era sospechosamente excesivo, incluso más de lo que ella pensaba. Era excesivamente enérgico, promiscuo y fiel al mismo tiempo...

'Por ahora, supongo que es sólo porque somos recién casados. Intentó de nuevo convencerse de algo que no creía. La gente tiende a querer hacer las cosas bien cuando empieza'

Al igual que Inés había recordado innumerables planes nuevos para destruir este matrimonio desde la caótica misa nupcial, él también intentaba suavizar de algún modo este desagradable matrimonio.

Ella no sabía cuánto tiempo sería capaz de traicionar a su verdadero yo, que siempre estaba buscando nuevas mujeres... Pero en cualquier caso, igual que el principio y el final de algo no pueden ser iguales, el principio y el medio tampoco pueden serlo. Incluso el amor se desvanece, así que ¿qué pasa con un sentido del deber o de la pasión que ni siquiera estaba ahí en primer lugar? Las cosas así sólo eran temporales.

Inés desvió la mirada hacia la ventana, sintiendo que algo duro le hurgaba en el trasero, pero se sentía más bien avergonzada y serena, y no quiso darle ningún significado especial, ya que es una reacción fisiológica del hombre que siempre se produce haya o no una mujer a su lado, o incluso si no es plenamente consciente.

No había nada nuevo salvo la incomodidad de esa reacción fisiológica que se transmitía directamente a su trasero. Kassel Escalante estaba en una edad en la que sus deseos eran fuertes, y los hombres suelen jugar con la parte inferior de su cuerpo por separado o jugar con ella al mismo tiempo que con la cabeza... Echó un vistazo a la gran mano que se deslizaba por su muslo como si quisiera subir hasta el bajo vientre desde debajo de la manta.

'Llamar a esto un hábito para dormir........'

Sintió como el negligee que llevaba puesto y que apenas cubría su ropa interior trepaba por su vientre junto con aquella mano. Su trasero, que no tenía nada que lo cubriera excepto la ropa interior, se acercó como si su cosa estuviera a punto de clavarse en él en cualquier momento con una mirada amenazadora.

Estaba lleno de simple deseo que o bien era una vulgar costumbre o simplemente estaba acostumbrado a hacerlo. Aún podía oír la respiración constante de Kassel desde detrás de su cabeza.

Debía de estar muy dormido, así que no le quedó más remedio. La fuerza abrumadora de la que no podía escapar seguía siendo la misma.

'...Todavía es temprano así que no hay necesidad de despertarlo'

Con un suave suspiro, volvió a mirar por la ventana.

La luz del sol que había subido más alto en el cielo estaba fluyendo como una pintura sobre la ventana abierta de color verde oscuro. El aire ligeramente fresco y la brisa refrescante característicos de la mañana, las cortinas ondeando en el cielo y el sonido de las olas golpeando los acantilados......

Inés recordó de pronto el cuadro de Sevilla. Sevilla...... Era un lugar precioso, aunque ella sólo llevaba allí tres días. Pensó en el paisaje del cuadro uno por uno. Las pequeñas barcas de pesca que se mecían sobre las olas y los viejos pescadores, las mujeres de mediana edad cogiendo pescado del puerto... Y ellos dentro de eso. Emiliano sonriéndole, y el bebé en sus brazos.

Aquel era el lugar que había dominado a Inés como una pesadilla cuando tenía seis años, y que le había hecho odiar la visión de Luciano cuando se convertía en un joven durante años, y que no había podido apartar de su memoria ni un solo día desde los dieciséis, cuando había conocido a Emiliano, hasta su muerte a los veinte. También era un lugar del que no podía escapar.

Fue más bien una bendición que Kassel, que entonces tenía diecisiete años, encontrara tedioso su matrimonio y se marchara para ingresar en la academia militar. Durante ese tiempo, sin duda no habría podido llevar a cabo ninguno de sus planes como era debido.

Era curioso, ya que hasta ayer mismo ni siquiera conocía el nombre del lugar. Inés, durante aquellos días, había estado tan atrapada en aquel puerto como quien espera en un lugar de encuentro preestablecido al que nunca acude nadie.

Desde el día en que Emiliano murió, había vivido así, encerrada en aquel momento, en aquel ambiente, desde aquella mañana hasta la noche siguiente, sin poder escapar a ningún otro lugar o momento. Cuando abría los ojos, era la mañana de aquel día, y cuando los cerraba, en lugar del sueño, le llegaba la noche de aquel día.

La noche en que el cuerpo frío y sin vida de Emiliano se le escapó de las manos, la noche en que le arrebataron a su hijo.

Las noches venían a ella como pesadillas, retrocediendo sólo cuando llegaba el amanecer. Aunque apenas podía respirar, las mañanas de aquel día seguían repitiéndose. Mañanas que sabían que vendrían noches terribles. Mañanas que sabían que Emiliano volvería a morir esa noche... Así pasó Inés sus cuatro años con Emiliano, dejando que se arruinaran una vez más. Recuerdos que había rechazado por irreales cuando era joven volvieron para atormentarla con una realidad atroz. Temía que si rozaba las yemas de los dedos de Emiliano, le causaría la muerte de nuevo .......

Y así fue como ahora podía escuchar el sonido de las olas sin temblar lo más mínimo.

Con el mar ante sus ojos, ya no soñaba con Sevilla ni con Emiliano. Simplemente se despertaba y pensaba en él. En brazos de otro hombre, no de Emiliano... Un extraño sentimiento de culpa la embargaba en relación con Emiliano, pero al final, allí estaba, observándose con indiferencia, como si nada de aquello fuera realmente su vida.

Inés recordaba, con el rostro inexpresivo, los dibujos del tamaño de la palma de la mano que Emiliano le hacía a veces con carboncillo barato.

Sintió como si por fin despertara de su sueño al recordar algunos bonitos. Al fin y al cabo, eran cosas que nunca habían existido en esta vida.

Miró por la ventana un rato más y se giró en brazos de Kassel.


«Kassel»

«......»

«Despierta, ya es de día»

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