REZO PARA QUE ME OLVIDES 25
Esta vez no era el despacho. El soldado que seguía las órdenes del Mayor me llevó más allá de la zona de trabajo, hacia los alojamientos de los oficiales.
¿Por qué me trae aquí de repente?
Cuando el soldado se detuvo frente a una puerta con la placa de Mayor Falkner, mi presentimiento se volvió realidad.
Esto es su dormitorio.
Parece que, tal como Johann predijo, había bajado la guardia. Sentí un golpe mental, como si me hubieran dado una bofetada inesperada. El sonido del soldado golpeando la puerta resonó tan fuerte que, de no ser por eso, habría creído que el mundo se había detenido.
¿Finalmente el Mayor mostrará su verdadero rostro?
Aunque no hubo respuesta desde dentro, el soldado abrió la puerta unos centímetros y me indicó que entrara.
¿Quién en su sano juicio entraría voluntariamente en la jaula de un perro hambriento?
Vacilé, mirándole con incomodidad, pero el soldado solo me devolvió una mirada fría y determinante.
Si intento huir, me atrapará.
Era imposible dispararle en aquel pasillo lleno de oficiales y escapar sin ser visto. Con reluctancia, di un paso al interior mientras apretaba con mano temblorosa la culata del revólver escondido en mi abrigo.
Las paredes son gruesas. Si lo mato aquí, el sonido no se filtrará. Tendría tiempo de escapar antes de que los soldados lo descubran.
El hecho de que esos cálculos me vinieran instintivamente sugería que, en el pasado, no había aprendido a disparar por mero entretenimiento.
¿Eh?
Al entrar, me di cuenta de mi error.
¿No está?
Era su dormitorio, pero mi suposición de que el Mayor me esperaba allí era equivocada. La habitación estaba vacía. Solo el desastre interior delataba que alguien había estado allí.
¿Me habrá llamado solo para limpiar su cuarto mientras él trabajaba?
Justo cuando iba a sacar la mano del bolsillo, aliviada…
—Qué provocadora eres con esa cara de recién despertada.
Una voz canalla y familiar sonó detrás de mí. Al volverme, vi al Mayor entrar en la habitación, envuelto en una bata de baño, como si acabara de ducharse.
¿Lleva algo debajo?
Con cada paso, la tela se movía, revelando sus piernas desnudas. El cinturón de la bata estaba tan flojo que su pecho quedaba al descubierto. En resumen: estaba prácticamente desnudo.
Y lo primero que me dice al verme es eso…
Quizá ahora sí planeaba atacarme. Con él bloqueando la salida, no había escapatoria. Mantuve la mano en el bolsillo, alerta, pero el Mayor pasó de largo y se dejó caer en un sillón frente a la cama.
Sus gestos ya eran descuidados de por sí, pero al abrir las piernas, la bata se abrió aún más. Sin un ápice de vergüenza, exhibía su cuerpo sin molestarse en cubrirse.
¿Lo hace a propósito? ¿Para presumir?
Si Johann viera eso, nunca más podría decir que me casé con un hombre insignificante.
Curiosamente, no sentí miedo al verlo desnudo. Solo indiferencia.
La primera vez que vi los genitales del ganado en el establo, me asusté mucho…
¿Acaso trabajar como enfermera me había habituado a ver entre las piernas de los hombres? No me daba miedo ni vergüenza. Solo asco.
Miré su entrepierna con total serenidad, y su expresión, antes expectante, se tornó aburrida.
—Rize Einemann, ¿qué haces ahí plantada como un soldado? Para ser una limpiadora…..
El Mayor sacó un cigarrillo de su paquete y señaló alrededor con la mirada.
—Limpia.
Era un caos. Tres botellas de vino rodaban por el suelo; una, sin terminar, había dejado una mancha morada en la alfombra. Algo que alguna vez fue un pastel de mantequilla estaba esparcido por las sábanas y aplastado en el suelo.
Mientras los civiles celebraban la Navidad con modestia, el Mayor había derrochado suministros en una fiesta.
Y cuando entendí que no solo la comida había ensuciado la cama, empezó a hervirme la sangre.
¿Me ordena limpiar los rastros de sus encuentros? Qué bestia más asquerosa.
Al parecer, nunca antes había tenido que hacer algo así. Cuando levanté con unas pinzas su ropa interior, y un grumo semisólido se desprendió y cayó al suelo, apenas pude contener las náuseas.
—Jajá…
El Mayor, que fumaba mientras me observaba, soltó una risa burlona.
—Actúas como una virgen. Aunque… si no supieras qué es esto, no te daría asco. Justamente porque no eres virgen, lo reconoces.
Sus palabras eran un insulto, pero luego, como si él fuera el ofendido, añadió:
—Aunque tampoco es para vomitar. Seguro que la cama de los Lenner está igual.
Responder sería caer en su juego.
—Ah… ¿acaso anoche no lo hicisteis?
El silencio también lo era.
—Con una esposa tan joven, hermosa y… voluptuosa…...
Hizo un gesto obsceno con las manos, como si estuviera agarrando y amasando algo redondo. Una clara alusión a mis pechos.
Contuve las ganas de meterle su ropa interior manchada en la boca y seguí recogiendo la ropa sucia con las pinzas, arrojándola al cesto con furia.
—…¿Y dices que no la tocaste? Imposible. Más bien no pudiste.
Tengo que terminar esto e irme.
—Rize Einemann, sé honesta. Tu marido no se excita, ¿verdad? Qué patético. ¿Cómo podría… consolarte?
Pero, tal como suele hacer en su despacho, incluso si termino de limpiar temprano, no me deja ir. Podría retenerme durante horas sin soltarme. Esta vez, en el dormitorio.
Justo cuando tenía ese oscuro presentimiento, el Mayor dijo exactamente lo que yo estaba pensando.
—Ayer me quedé diez pasos atrás, pero aún sigo en pie. ¿Qué tal si te clavo yo, en lugar de ese marido insatisfactorio?
'Con una salchicha más pequeña que la de mi esposo, no sentiría nada, Mayor'
Quise responderle así, pero me contuve. Era obvio que, lejos de callarse, usaría mis palabras como excusa para abalanzarse sobre mí.
El Mayor actuaba como si estuviera a punto de atacarme, pero aún no se había excitado. Quizá por eso, extrañamente, ahora sentía más rabia que miedo. Me preocupaba más no poder controlar mis impulsos y apretar el gatillo contra él, que lo que él pudiera hacerme.
—Si yo fuera tu marido, en Nochebuena habría llenado el interior de mi deliciosa esposa con mi salchicha, como un gordo ganso navideño.
El Mayor seguía soltando obscenidades mientras se burlaba de mí.
'Un cerdo satisfecho'
De algún modo, sentí que era una forma de desahogo.
Sin reaccionar, seguí limpiando con desgana hasta que el reloj de mesa llamó mi atención.
—¿No es hora de que se vaya a trabajar?
—Qué mala suerte para Señorita Rize, que detesta compartir habitación con un grosero granuja. Pero incluso el ejército en guerra descansa en Navidad... si no está de guardia. Y, por desgracia para ti, hoy no lo estoy.
Así que pretendía quedarse a verme limpiar hasta el final. Mis manos se volvieron más lentas, sin ganas de saber qué me haría hacer después.
—¿No tengo regalo?
Como mi falta de respuesta le restó diversión a sus provocaciones, el Mayor cambió de tema.
—En tiempos tan difíciles como estos, los regalos son un lujo, Mayor.
—Yo pensé que, como te has pasado días tejiendo calcetines, al menos un par sería para mí. Qué decepción.
En realidad, lo había considerado. Aunque era un pervertido al que odiaba tratar, no convenía ganarse su enojo.
Pero el Mayor era tan obsceno que, si le daba unos calcetines hechos por mí, seguramente se los pondría en el pene para "probarlos" y luego se masturbaría frente a mí. Viendo lo que me hacía hoy, fue una buena decisión no dárselos.
'A todo esto... ¿cómo sé que los hombres usan calcetines para masturbarse?'
Nunca vi a Johan hacerlo, él no era el tipo de hombre que haría algo tan vulgar.
—No creí que quisiera mis calcetines mal hechos. Si tiene tanto vino que hasta lo derrama en la alfombra, los calcetines le sobrarán.
—Ah, ¿te molesta que yo esté cómodo y tú no? ¿Me estás pidiendo indirectamente un cupón de racionamiento como regalo navideño? Entonces, ¿tú qué me darás?
Mientras decía eso, se recostó en las sábanas que acababa de cambiar. Todo era parte de su vulgar juego.
—Aunque me lo diera, no lo aceptaría.
Me alejé de la cama, dejando claro que no tenía intención de dejarme atrapar por ese depravado.
—¿Qué te regaló tu marido?
—No lo sé.
—¿Quiere decir que no te dio un regalo de Navidad?
¿Por qué insistía en pintar a Johann como un marido deficiente?
—Simplemente no lo he abierto aún.
—¿Por qué?
—Por culpa del Mayor.
—¿Mía?
—Me llamó antes de que pudiera abrir los ojos esta mañana. Vine sin siquiera desenvolverlo.
El Mayor, que estaba a punto de encender un nuevo cigarrillo, se detuvo y me miró fijamente, como si hubiera dicho algo absurdo.
—¿Por qué abrirías un regalo de Navidad por la mañana?
—Porque tengo paciencia.
Entonces entrecerró los ojos.
—Solo en la familia Rize ... ¿cuándo se abren los regalos de Navidad?
¿Por qué preguntaba algo tan obvio? Seguí barriendo sin pausa.
—En la mañana de Navidad.
Tras mi respuesta, el Mayor dejó de molestarme. Pensé que no le importaría, pero cuando levanté la cabeza después de recoger los fragmentos del vaso roto, lo vi observándome con expresión seria.
—Mayor, ¿qué ocurre?
—...Los regalos de Navidad se abren en Nochebuena.
Asure: No sé como traduce la versión inglés la novela, capítulo 18 corresponde al capítulo 36 de su versión y éste capítulo 25 corresponde al 42 de su versión, yo solo seguiré haciendo en base a las raws, 👀👀
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