LA VILLANA VIVE DOS VECES 377
El sueño de la mariposa (44)
Skyla había llegado a esta fiesta de té con grandes expectativas. Salir con su tía Garnet siempre era agradable, hacer nuevas amistades también lo era, y además sabía muy bien que la Casa Gran Ducal de Evron era aún más prestigiosa que la Casa de los Marqueses Luden, su familia materna.
Hasta había preparado con esmero un regalo: su libro favorito.
'Señorita Artizea ama los libros, según dicen'
Aunque su madre, Marquesa Camellia, había sonreído con escepticismo y comentado: "¿En serio quieres llevar eso*?"*
El libro que Skyla había elegido era un texto de historia dirigido a adultos. Su madre sabía perfectamente que su hija no lo entendía en su totalidad, pero consideraba que un poco de vanidad intelectual no le haría daño. Siempre permitió que Skyla leyera lo que quisiera en la biblioteca, siempre que no fuera perjudicial. Aunque un libro así no era el regalo más apropiado para una niña de su edad, al final lo dejó pasar… en parte porque también sentía cierta vanidad por tener una hija tan precoz.
Sin embargo, al llegar a la residencia de los Evron y conocer a Artizea, Skyla no pudo evitar decepcionarse.
Artizea estaba cubierta de volantes rosas. Sus zapatos rosados tenían incrustaciones de cuentas rojas, y hasta los pasadores de pelo —también rosados con encaje blanco— brillaban con falsas gemas escarlatas. Lysia Morten, presentada como su dama de compañía, no era muy diferente: un amasijo de volantes color menta, casi idénticos en diseño.
'¡Qué infantil!'
pensó Skyla, que el año pasado había "superado" los volantes y encajes. Desdeñó mentalmente a las dos niñas por su inmadurez. Si Marquesa Camellia lo hubiera sabido, se habría reído abiertamente.
Pero Skyla tenía modales. Así que, en lugar de expresar su opinión, hizo una reverencia educada.
—Buenos días, señorita Artizea. Soy Skyla, de la Casa de los Marqueses de Camellia.
—Buenos días, señorita Skyla. Bienvenida a mi fiesta de té.
Artizea respondió con seriedad, mirándola con ojos brillantes. Como casi nunca había tenido oportunidad de hacer amigas aparte de Lysia, su corazón latía con fuerza solo por estar frente a otra niña. "¿Le caeré bien? Ojalá..."
Mientras sentía ese nerviosismo, Garnet intervino con una sonrisa:
—Hemos traído un delicioso pastel de nueces de regalo. Nuestro chef es excelente preparándolos.
—¡Muchas gracias!
respondió Artizea, iluminándose.
Garnet entregó la caja del pastel a Ansgar y luego miró a Skyla.
—Tú también trajiste un regalo, ¿verdad?
Skyla frunció el cejo sin querer. Había elegido ese libro con tanto cuidado… pero ahora le parecía que Artizea no sabría apreciarlo. Le daba pena dárselo.
Aun así, no podía quedárselo. Con un gesto casi resignado, extendió el paquete que llevaba bajo el brazo.
—Es para ti. Gracias por invitarme.
—¡Gracias! No tenías por qué traer nada…...
Artizea notó por el peso que era un libro y se sonrojó de emoción.
Los adultos, observando su formalidad, sonrieron con ternura, pero para las niñas ese momento era tan serio como si fuera el más importante del mundo.
Pavel, que ya estaba allí antes, palideció al verlo. Él no había traído regalo alguno; para él, esto era solo otra visita a un lugar habitual. Pero entonces recordó: era la primera fiesta de té de Artizea.
—Mmm…....
—¿Algún problema, Su Alteza?
—Ah, Señorita Luden…...
'¿Qué debería hacer?'
se preguntó Pavel, sumido en sus pensamientos, hasta que Garnet, con curiosidad, interrumpió su reflexión.
Pavel negó con la cabeza. De pronto, se le ocurrió la excusa perfecta:
"Diré que era un regalo que debía darse afuera, por eso no lo traje'
En realidad, llevaba tiempo debatiéndose si regalarle a Artizea un pequeño pony que tenía. No es que le doliera desprenderse de él —hacía años que ya no lo montaba y solo lo veía ocasionalmente—, pero ahora parecía la mejor opción.
'Tendré que pensar en otro regalo para su cumpleaños del próximo año'
No quería que Artizea se sintiera desplazada cuando todos los demás llevaban obsequios.
Skyla y Pavel intercambiaron saludos y tomaron asiento.
Quedaban dos sillas vacías. Skyla frunció el ceño, preguntándose quién más vendría. Una, sin duda, era para Gran Duque Evron… pero ¿y la otra?
—¿Has usado el telescopio?
preguntó Garnet a Artizea con dulzura.
La niña asintió entusiasmada:
—¡Fue increíble! ¿Sabía que algunas estrellas tienen anillos a su alrededor?
—En mi casa también tenemos un telescopio —intervino Skyla, ansiosa por participar—. ¡Se pueden ver lunas orbitando otros planetas!
—¡Ah, yo también las vi!
—Según Los secretos de las estrellas de Zacharian, hay seis planetas con lunas confirmadas…
Skyla alzó la nariz con orgullo mientras recitaba lo que había leído. Artizea, que no conocía el libro, la miró fascinada. De pronto, recordó algo:
—Ah, eso me recuerda… leí sobre las leyes que rigen el movimiento de los astros.
Justo cuando empezaba a explicar las fórmulas, se oyeron voces en el exterior. Parecía que Cedric había llegado, pero no entraba.
—Iré a ver.
dijo Lysia, bajándose de la silla.
Había aprendido que recibir invitados en nombre de su señora también era parte de sus deberes como dama de compañía.
Los cuatro sentados aguardaron en silencio a los nuevos invitados. Desde fuera se escuchaban murmullos, Cedric tardó un poco en aparecer.
Cuando el joven que lo seguía entró, Skyla olvidó por completo la conversación sobre astronomía.
'Dios mío… es hermoso'
Ese fue su primer pensamiento. Solo después reconoció a Lawrence.
Skyla no entendía del todo lo que significaba ser "el hijo ilegítimo del Emperador". Pero sabía que Milaira era conocida como la mujer más bella de la alta sociedad.
Y también sabía que el niño más hermoso del mundo era Lawrence, el hijo de Milaira.
Aunque los adultos con decoro evitaban hablar de Milaira frente a los niños, era imposible ocultar un tema tan comentado. En todas partes se hablaba de ella: hasta su forma de peinarse se volvía tendencia. ¿Cómo no iba a ser un tema su hijo, idéntico a ella?
Y Lawrence realmente vivía a la altura de esa fama. Incluso sin saber que era el hermano mayor de Artizea, Skyla lo habría reconocido.
Artizea saltó de su silla, sorprendida.
—¡Hermano!
Era probablemente la primera vez que saludaba a alguien antes que a Cedric.
Lawrence seguía de mal humor, pero no tenía intención de desquitarse con Artizea. Definitivamente no por la amenaza de Cedric. En absoluto.
—¡Viniste! ¡Pensé que no lo harías!
dijo Artizea, radiante de felicidad.
Lawrence respondió con indiferencia:
—Tenía tiempo.
—¡Estoy tan contenta de que estés aquí!
—Parece que estás bien.
—¡Sí, muy bien! ¿Y tú, hermano?
La voz de Artizea era alegre. Lawrence asintió.
—Nada me impide estarlo.
—Siéntate aquí.
Artizea le indicó un asiento y, todavía sonriente, se acercó a Cedric.
—Gracias por venir, Lord Ced.
—Por supuesto que vendría.
respondió él con una sonrisa.
Ver a Artizea tan feliz le provocaba sentimientos encontrados.
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