LVVDV 364






LA VILLANA VIVE DOS VECES 364

El sueño de la mariposa (31)




Extrañaba a su madre, pero también le daba miedo que se enojara. Aunque estaba acostumbrada a ser regañada, tal vez era más aterrador porque había pasado mucho tiempo.

Ansgar la abrazó con fuerza, como si quisiera ser su apoyo. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no era momento de ser mimada y comenzó a moverse para que la bajaran.

Cedric le habló con una voz amable:


—Si no quieres verla, está bien. Yo la enviaré de regreso.

—Está bien.


Artizea negó con la cabeza. Sabía que Cedric estaba tratando de protegerla, pero no podía dejar que alguien más manejara el encuentro con su madre.

No quería que Cedric tuviera que lidiar con la ira de su madre. Además, tenía cosas que quería decir.

Aun así, no se sentía segura de ir sola, así que preguntó con cuidado:


—¿Podrías venir conmigo?

—Por supuesto.


Cedric extendió su mano. Artizea puso su pequeña mano sobre la de él.

Su palma era firme y mucho más cálida que la de ella. Ese contacto le dio una sensación de alivio, Artizea suspiró y sonrió.


—Lysia, descansa primero. Yo regresaré pronto.

—Sí.


Lysia puso una expresión preocupada, pero no dijo nada más.

Artizea bajó al primer piso tomada de la mano de Cedric. Su corazón latía fuerte por los nervios.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Milaira estaba sentada en la sala de recepción con una actitud tranquila.

Los meses que Artizea había pasado en Evron le habían dado a Milaira tiempo para calmarse. Sabía que no podía deshacer el compromiso que el emperador había aprobado, y aunque ya lo sabía, ahora finalmente lo había aceptado.

Al recuperar la compostura, finalmente pudo ver la situación actual.

La alta sociedad había aceptado este compromiso. Milaira también sabía que esta era una oportunidad única en la vida para Artizea.

'Honestamente, no creo que pueda manejarlo bien'

Incluso si más tarde se cancelaba el compromiso, haber sido criada en la casa de Gran Duque Evron no sería un punto negativo en su futuro. Sería mejor para su reputación en la alta sociedad que haber crecido bajo una madre como ella.

Aunque le dolía mucho que Artizea se acercara a la emperatriz y a sus hijos, en realidad no era algo malo. Incluso podría ser un puente entre Lawrence y sus medio hermanos, así que tal vez era algo bueno.

Milaira había intentado pensar así, reprimiendo sus emociones cada vez que sentía que la ira la dominaba.

En la práctica, si no podía recuperar a Artizea, no tenía más remedio que esperar a que Gran Duque Evron se cansara de ella en lugar de hacer un escándalo.

Aun así, finalmente había venido aquí. No tenía un plan concreto. Solo quería ver cómo estaba Artizea.

'La familia es lo único en lo que se puede confiar'

Ese pensamiento no había cambiado. Su hija era suya, y nadie más podía mantenerla a salvo mejor que ella.

No tuvo que esperar mucho antes de que se abriera la puerta de la sala de recepción.

Esperaba que el mayordomo jefe, que siempre se metía en todo, apareciera primero, pero sorprendentemente, fue Artizea quien entró primero. Como no soltaba la mano de Cedric, él la siguió.


—Madre.

—¡Tia!


Milaira abrió los brazos con alegría. Pero Artizea no corrió hacia ella feliz.

No, estaba feliz. Sus grandes ojos verde azulados se llenaron de lágrimas de felicidad. Pero en lugar de correr a los brazos de su madre, como tanto había deseado, apretó más fuerte la mano de Cedric.

No era tonta. Sabía que la alegría y el afecto de su madre eran sinceros, pero también sabía que no durarían.

Si corría y se abrazaba a ella, toda su determinación se desmoronaría.

En el corazón de Artizea, todos estos sentimientos y resoluciones no tenían una forma concreta. No sabía bien qué era ese miedo que sentía.

Pero sabía que, aunque su madre la abrazara ahora, finalmente se enojaría. Todo lo que no había dicho se acumularía, y sería aterrador.

Cedric le sostuvo la mano en silencio. Artizea hizo un esfuerzo por reunir valor y miró el rostro de su madre, a quien tanto había extrañado.


—¿Cómo has estado, madre?

—Tia.


Milaira la llamó con incredulidad. Le parecía absurdo que su hija, que solía correr hacia ella tan pronto como extendía la mano, ahora no viniera porque estaba tomada de la mano de su prometido.


—La pasé muy bien. Evron es un lugar increíble. La gente es muy amable.

—Me alegra que hayas disfrutado el viaje. Parece que te han tratado bien aquí también.


Milaira habló con una voz algo incómoda al ver la ropa fina que Artizea llevaba y su cabello bien peinado. Aunque era algo bueno, de alguna manera se sentía mal.


—Sí. Me tratan muy bien. Lord Ced y la gente de aquí.

—¿Entonces ya no necesitas a tu madre?


Aunque pensó que tendría que calmarla si quería llevársela, sin darse cuenta, habló con un tono agudo. Artizea se estremeció y negó con la cabeza.

Era obvio. Lo que más necesita un niño es a su madre. Con ese pensamiento, Milaira extendió la mano.


—Entonces, vámonos a casa. Ya has tenido suficiente diversión.


Aunque intentó usar un tono amable, Artizea detectó la ira sutil en su voz y retrocedió, encogiendo los hombros.

Pero su voz era clara.


—No me iré.

—Tia.

—Lord Ced me dijo que puedo quedarme aquí todo el tiempo que quiera. Quiero quedarme aquí.


Milaira sintió que la ira la invadía y abrió la boca, pero logró contenerla. Aun así, no pudo tragar por completo sus emociones, y eso se reflejó en su rostro y voz.


—¿Así que vas a cortar los lazos con tu madre y tu hermano? Por eso dicen que no hay que tener hijos….

—No es eso… no es eso.


Cedric pensó que debía detener esta conversación. Pero antes de que pudiera intervenir, Artizea, con la mano temblorosa, apretó fuerte su mano y habló.


—Dicen que… algunas familias son más felices cuando están separadas.

—¿Qué?

—Así que… me quedaré aquí.


La voz de Artizea finalmente se quebró.

Tenía muchas cosas que quería decir, pero en realidad no podía convertir ninguna de ellas en palabras o frases concretas.

Quería decirle a su madre que la extrañaba. Quería decirle que la amaba, que quería ser amada, y que quería ser feliz.

Pero su madre no la necesitaba. Solo era una carga molesta. Así que sería mejor para su madre que ella se quedara aquí.


—Creceré rápido… Creceré rápido y me convertiré en un adulto del que puedas estar orgullosa, entonces….


No pudo decir más.

Una niña de ocho años dejó caer lágrimas en silencio al suelo.

Cedric no pudo seguir viendo esa escena y, tirando de la mano que sostenía, abrazó a Artizea.


—¡Ugh, ugh, uaah…!


Finalmente, ella lloró. Incluso ese llanto, que no era propio de una niña, era sofocado, y Cedric no pudo hacer nada más que abrazarla y mirar fijamente a Milaira.

Milaira miró a Artizea con una expresión como si hubiera olvidado cómo respirar.

Había visto esa cara llorosa innumerables veces. Había empujado y golpeado a su hija porque el llanto le resultaba molesto.

Pero esta era la primera vez que veía a su hija aferrándose a alguien más.

Cedric la miró con frialdad y dijo:


—Ahora váyase, señora marquesa de Rosan. Parece que ya no hay más de qué hablar.

—…Tia.


Milaira murmuró con la voz ahogada.

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