INTROG 164







INTENTA ROGAR 164

Volumen VI: El último ganador (2)




Cantidad Caracteres: 47501


Cuando vio que una berlina negra se deslizaba suavemente por el amplio camino de grava en dirección al edificio principal, el mayordomo levantó ligeramente el ala de su sombrero. Como si hubiera anticipado que lo estarían esperando, el coche se detuvo en la plaza frente al edificio principal.

En cuanto la ventanilla bajó, el mayordomo levantó de nuevo su sombrero y saludó.


—Su Excelencia, partió de la estación central de Winsford hace cinco minutos.


El Conde asintió brevemente y volvió a subir la ventanilla. Su expresión no mostró la más mínima alteración.

Desde el interior del coche, que reanudó su marcha hacia la residencia anexa, se escuchó una risa baja.


—El Duque realmente sabe hacer el papel de marioneta.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Llamó a la puerta de la sala de juegos. Entre el sonido de la radio que se filtraba desde dentro, se escucharon pequeños pasos acercándose hasta que, de repente, la puerta se abrió de par en par.


—¡Papá!


Ya no sentía euforia ante el olor a sangre. Ni se comparaba con el aroma a leche que desprendía su hija al correr hacia él y abrazarlo.


—¿Te divertiste?

—¡Sí!


Sosteniendo a Ellie en brazos, Leon lanzó una mirada al interior de la sala de juegos desde el pasillo. Grace obligó a la niñera, que había intentado levantarse, a volver a sentarse en el sofá y luego lo observó con los ojos entrecerrados.

Su mirada era extraña.

No expresaba simplemente el descontento de ver a la esposa de su hermano siendo tratada como una empleada.

Leon desvió la vista un instante hacia la radio, de la que seguían saliendo noticias, y luego preguntó a Grace:


—¿Los documentos?

—Los dejé en el cajón del escritorio en el despacho.


Grace respondió de manera formal a la pregunta igualmente formal. Pero no era lo mismo. Su voz transmitía una emoción que en la de él no existía.

Leon curvó levemente los labios mientras desviaba la mirada de Grace hacia Ellie.


—Nuestra princesa esperó a papá, así que ahora, como prometimos, nos vamos de paseo.

—¡Sí! ¿A dónde vamos?

—Al palacio de la princesa.


Grace entrecerró aún más los ojos al comprender a qué lugar se refería.

Llevaban un mes viviendo en la residencia anexa. No era un encierro. Dentro de la casa podía moverse libremente y, si avisaba con antelación a las criadas, incluso podía salir fuera. El mayordomo se encargaba de despejar completamente el lugar al que deseaba ir.

Pero desde la semana pasada, no podía acceder al edificio principal. Jerome Winston, que solía residir en la casa adosada de la capital junto a la gran matriarca, había regresado inesperadamente a la finca Winston.

Era natural que Ellie, que adoraba el majestuoso edificio principal y lo llamaba 'su palacio', se sintiera decepcionada.


—¡Guau! ¡Vamos, vamos!


Por mucho que la niña hiciera berrinches todos los días, llevarla allí en un momento en que los rumores estaban en su punto álgido y arriesgarse a que su hermano descubriera su existencia… ¿En qué estaba pensando?

Con la mirada, le preguntó qué demonios estaba haciendo, pero él le respondió de la misma manera, como si no entendiera cuál era el problema.

Grace suspiró.

De cualquier modo, ese hombre nunca pondría en peligro a la niña. No era alguien que actuara sin pensar.


—Princesa, diviértete mucho.


Finalmente, le sonrió a Ellie y agitó la mano en señal de despedida.


—¿Mamá no viene?


No podía decirle a la niña que no tenía el menor deseo de encontrarse con el hermano de su padre.


—Mamá jugará con Martha.

—Tch…

—Mamá se quedará aquí esperando pacientemente el regalo que Ellie traerá.


Cada vez que iba al edificio principal, la niña regresaba con uno o dos objetos que le gustaban. Por supuesto, su padre nunca la detenía, sin importar de quién fueran o cuánto costaran.


—¡Bien!


Ellie agitó la mano.

Leon debería haberse dado la vuelta y desaparecer de su vista, pero, en cambio, se quedó quieto, observando fijamente a Grace.

¿Tenía algo que decir?

Justo cuando esa idea cruzó su mente, él avanzó con pasos largos, acortando la distancia entre ambos en un instante.

¿Qué está haciendo?

Grace abrió los ojos con sorpresa mientras lo veía acercarse. Su mano se elevó, rozando su mejilla izquierda antes de deslizarse hasta su lóbulo.

El contacto era descarado, jugueteando con su oreja, masajeándola entre sus dedos. Grace sintió cómo su rostro se calentaba y le lanzó una mirada de reproche.

¿Qué estás haciendo delante de los demás?

Pero él solo respondió con la misma expresión indiferente, como si no entendiera cuál era el problema. Luego, al notar que ella retrocedía ligeramente, retiró la mano y murmuró con frialdad:


—Tu pendiente estaba enredado.


Hace unos días, él le había regalado unos pendientes de diamantes y perlas, diciendo que le quedarían bien. Y tenía razón. Eran hermosos, pero tan largos que a menudo se enredaban en su cabello.

Eso era todo. Solo la había ayudado a desenredarlo.

Sin más palabras, se dio la vuelta y salió sin mirar atrás.

Grace se tocó el lóbulo de la oreja y la nuca, donde aún sentía un leve cosquilleo, antes de levantar la vista hacia Martha.

La expresión de Martha era… extraña.


—…¿Por qué no damos un paseo también?


Antes de que Martha pudiera responder, Grace se levantó y ayudó a ponerse de pie a su sobrino, que estaba rascando el fondo de su copa de parfait con la cuchara.


—Benny, salgamos.


Tenía la mente y el corazón revueltos. Necesitaba caminar.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















—¿Qué demonios estás tramando?


Sentado frente a su escritorio en el laboratorio subterráneo, Jerome dejó escapar un suspiro mientras hojeaba los documentos.

El mayordomo le había informado que su hermano había regresado recientemente a la mansión. ¿Debería insistir de nuevo?

Justo cuando se puso de pie para llamar a alguien que pudiera ir a la residencia anexa a hacer el recado, escuchó pasos pesados acercándose desde el pasillo. Volvió a sentarse.


—Vaya, qué honor. El ilustre conde ha tenido la amabilidad de descender hasta este lúgubre sótano.


Se burló en voz lo suficientemente alta como para que se oyera a través de la puerta. Su hermano, en lugar de molestarse en tocar, simplemente entró.


—Ha pasado una semana. No respondes a mis llamadas, ni siquiera cuando viajé hasta aquí desde la capital para verte te dignaste a mostrar tu preciosa cara. Y ahora, por fin apareces…


Jerome levantó la cabeza con fastidio, pero su voz se apagó de golpe. Se quedó helado.

¿Qué es eso?

Es un ser humano.

Es una niña.

Pero no preguntaba porque no supiera lo que era.

Lo que le resultaba increíble era que Leon Winston estuviera sosteniendo a una niña.

Era una imagen inconcebible.


—¿Qué…? ¿Quién demonios es esa niña?


Su hermano había entrado con ella en brazos con la misma naturalidad que si la hubiera llevado toda la vida.

Jerome la miró con los ojos muy abiertos, sin poder ocultar su asombro.

Y cuando se acercaron lo suficiente, lo comprendió.

La niña… era la viva imagen de su hermano cuando era pequeño.


—No me digas que ese artículo… ¿era cierto?


Incluso viéndolo con sus propios ojos, Jerome no podía creerlo.

Un hombre que jamás había mostrado interés por ninguna mujer, que vivía atrapado en un amor juvenil sin nombre… Un hombre sobre el que circulaban rumores de que era impotente… ¿Ahora resultaba que no solo tenía una amante, sino también una hija ilegítima?

Apenas unos minutos antes, se había reído con desprecio de aquel artículo.


—¡Hola!


La niña agitó la mano con alegría al ver que Jerome seguía en shock, incapaz de hablar.


—¿Quién eres, señor?

—Un señor al que no necesitas conocer.


Leon respondió con afecto, pero con su característico tono burlón, antes de bajar a la niña al suelo y empujarla suavemente hacia el interior del laboratorio.


—Muy bien, princesa. Hoy puedes elegir lo que quieras de esta habitación.


Jerome sintió un nuevo golpe de incredulidad. Ya era bastante impactante escuchar a su hermano decir 'princesa', pero que además le permitiera elegir cualquier cosa de su laboratorio… eso era demasiado.

Recobrando el sentido, se levantó de golpe y lo siguió.


—¿Quién te crees que eres para regalar mis cosas?

—Qué mezquino, peleando con una niña.


Leon respondió con toda la desfachatez del mundo. Jerome estaba a punto de replicar, pero se quedó en silencio cuando la niña, con los ojos muy abiertos, lo miró mientras se chupaba un dedo.

Finalmente, suspiró y se frotó la frente.


—Está bien… Elige lo que quieras.

—¡Hehe…!


Apenas le dio permiso, la niña comenzó a saltar de emoción y corrió a inspeccionar los estantes alineados en un rincón del laboratorio.

Su entusiasmo dejó huellas en los impecables cristales de las vitrinas: pequeñas marcas de manos y mejillas.

Pero de repente, sus ojos se abrieron de par en par, se quedó inmóvil frente a una vitrina que contenía minerales.

Parecía clavada al suelo.

Leon se inclinó para mirarla a los ojos y preguntó con voz suave:


—¿Te gusta lo que hay aquí dentro, Ellie?

—Sí. Es muy bonito…


Su voz sonaba completamente fascinada.

Jerome suspiró. Si no era una pieza demasiado rara, no veía problema en dejar que se llevara algo.


—Puedes tomar lo que quieras… excepto lo que está en la parte superior.


Dicho esto, alzó el brazo para cubrir el estante más alto, aunque de todos modos la niña no alcanzaba a verlo.

Leon le lanzó una mirada de incredulidad, como si lo considerara patético, pero Jerome se mantuvo firme.

Después de mucho pensarlo, Ellie finalmente eligió una gran geoda de amatista, casi del tamaño de su cabeza.


—Brilla mucho. Se la daré a mamá.

—…¿Mamá?


El impacto que había logrado apartar de su mente volvió a golpearlo de lleno.

Si la niña estaba aquí… eso significaba que su madre también debía de estar en algún lugar cercano.


—¿Qué demonios…?


No sabía ni por dónde empezar a preguntar, pero su hermano no le dio oportunidad.

Mientras Jerome seguía en shock, Leon aprovechó para continuar con su saqueo, guiando a Ellie hacia otro objeto.

Esta vez, la niña se detuvo frente a un péndulo de Newton: varias esferas de metal suspendidas de hilos en fila.

Al tirar de una de las esferas y soltarla, Ellie vio cómo la del extremo opuesto saltaba en respuesta.

Abrió los ojos de par en par, maravillada.


—¡Es un columpio!

—No es un columpio, es…


Jerome estaba a punto de lanzarse en una explicación sobre cuerpos perfectamente elásticos, conservación del momento lineal y principios de la física avanzada… pero se sintió un completo idiota y se contuvo.


—¿Lo quieres? Si mi hija lo quiere, debe tenerlo. ¿Para qué lo usarás?

—¡Para la casa de mis muñecas!


La idea de que una reliquia de un distinguido profesor de física terminara como decoración en una casa de muñecas hizo que Jerome sintiera un tirón de tensión en la nuca.

Se llevó una mano a la parte posterior del cuello y cerró los ojos por un momento, como si intentara contener un dolor de cabeza inminente.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















—¡Ohh, qué curioso!


Sentada cómodamente en la silla de su escritorio, la niña jugaba con el péndulo de Newton, fascinada con el movimiento de las esferas metálicas.

Mientras tanto, la amatista que había sido despojada de la colección de Jerome ahora descansaba erguida sobre la mesa de café, entre él y su hermano.

Así que solo después de entregarle lo que quería, por fin decide darme su tiempo.

Era una actitud tan propia de Leon Winston que Jerome no pudo evitar chasquear la lengua con fastidio antes de clavarle la mirada.


—¿Desde cuándo tienes una hija tan grande…?


No, eso en realidad no era asunto suyo.

La pregunta que realmente importaba era otra.

Bajó la voz hasta casi un susurro, asegurándose de que la niña no pudiera escuchar.


—¿Es cierto que la madre de esa niña es una rebelde?


En cuanto vio a su hermano esbozar una media sonrisa, Jerome sintió que la paciencia se le agotaba de golpe.


—…Estás loco.

—Ella también me llama así.

—No, en serio. ¿Qué demonios piensas hacer? Si hasta ha salido en los periódicos…

—Porque yo filtré la noticia.

—…¿Qué?


Jerome sintió que su cerebro se detenía por un instante.

Leon sonrió de nuevo, con una expresión despreocupada pero afilada.

Había esparcido la verdad disfrazada de rumor, disfrutando del caos que eso había provocado.

Comandante Davenport ya debía haber envejecido diez años en solo un día.

Y en cuanto a su madre… pronto vería cuántas arrugas nuevas le había causado.

Grace, por supuesto, ya había descubierto que la filtración venía de él.

Lo que le intrigaba ahora era otra cosa.

Cuando estuvieran a solas, ¿Qué clase de palabras le dedicaría esta vez?

Jerome apenas podía creer lo que escuchaba.


—¿Por qué demonios hiciste algo así?

—Porque un héroe odiado por el gobernante se gana el amor del pueblo.

—¿De qué rayos hablas? Habla claro.


La pregunta de Jerome le pareció tan estúpida que Leon suspiró con fastidio.


—¿Y tú para qué querías verme?

—Quería escuchar de tu propia boca por qué demonios llevas tres años vendiendo, poco a poco, las tierras de Camden a empresas inmobiliarias y de inversión en Columbia.


Jerome aún podía entender que su hermano hiciera locuras de vez en cuando, pero hasta ahora jamás había hecho algo que perjudicara a la familia. Por eso confiaba en él.

Pero esa confianza había sido su punto débil.

Sin que nadie en la familia lo supiera, Leon había liquidado una enorme parte de las tierras que eran la base del poder de los Winston.

Jerome se había negado a creerlo al principio.

Se repetía que debía haber una razón de peso.

Pero… no.

Esto no tenía sentido.

Desvió la mirada con incredulidad hacia la niña que, a su manera, también era prueba de que su hermano había perdido la cabeza.


—¿Qué te pasó en estos años? ¿Te volviste loco o qué?


Su hermano, lejos de inmutarse ante el cuestionamiento, sonrió con burla y cambió de tema a quemarropa:


—Tú estabas demasiado ocupado con tu romance prohibido como para darte cuenta. Ahora es tarde. Pensar que tendré que dejar la familia en manos de alguien tan torpe como tú…

—…¿Romance prohibido?


La primera frase fue tan impactante que Jerome ni siquiera reaccionó a la segunda.


—¿Cómo se siente vivir un amor prohibido con Rosie? ¿No es emocionante?


Descubierto.

Su hermano llevaba tanto tiempo actuando como si Rosie no existiera que Jerome había bajado la guardia.

Pero ahora…

¿Cómo? ¿Desde cuándo lo sabe?

No, eso no era importante. Solo porque mi hermano descubriera una de mis debilidades, no podía simplemente rendirme y someterme como un cobarde.


—Bueno, no realmente. No es como si le hubiera robado la mujer a alguien.


Jerome también sonrió con descaro mientras respondía con desfachatez, su hermano soltó una pequeña risa.


—Viendo que no tienes conciencia, parece que realmente compartimos la misma sangre. Pero es decepcionante que no hayas pensado en matarme y quedarte con la gran duquesa para ti.

—No soy un loco como tú.

—Vaya, qué valiente al decir cosas tan peligrosas frente a un loco.

—Entonces, ¿qué quieres de mí? ¿Una disculpa?


Su hermano, que lo observaba atentamente, arqueó los ojos en una sonrisa mientras Jerome, incapaz de ganar la batalla de voluntades, empezaba a hablar sin pensar, con la mente en blanco. Era la mirada de alguien que veía a un niño pequeño enojarse al ser descubierto usando un truco obvio, una mezcla de burla y lástima.


—Tranquilízate. Parece que te has confundido. No tengo intención de chantajearte con tu debilidad. Bueno... tal vez en un 30 %, sí.


Frente a la feroz mirada de Jerome, su hermano arrojó dos gruesos sobres de documentos sobre la mesa.


—¿Qué es esto?

—Una oferta que no podrás rechazar. Aunque, para ser exactos, sería más apropiado llamarlo una orden.

—No soy tu subordinado.

—Lo has negado toda tu vida, pero esta vez no tendrás más opción que obedecer como un perro.


La mirada de Jerome se tornó cada vez más sombría.


—¿Quieres casarte con la gran duquesa?


Esto era una trampa. Jerome apretó los dientes y no respondió.


—Por supuesto, no pienso romper mi compromiso con la gran duquesa.


Por supuesto que no.


—Ni siquiera tengo intención de casarme.


¿Qué demonios estaba diciendo? Jerome, desconcertado, miró a su hermano, quien entonces mencionó algo a lo que era absolutamente imposible negarse.


—Dentro de estos documentos está la manera en que podrías casarte legalmente con la prometida de tu hermano y ser reconocido por el mundo entero.


Jerome no tuvo más remedio que admitirlo. Leon Winston tenía un talento innato para arrastrar a las personas a sus trampas.

Y después de abrir el sobre 'que claramente era una trampa', también tuvo que admitir otra cosa: su hermano tenía un don para hacer que él obedeciera como un perro.


—Pero esto es…

—¿Qué te parece? ¿No es un plan brillante?


Un plan brillante… En cierto sentido, tenía razón, pero en otro, estaba completamente equivocado.

Los documentos de revelaciones y el plan que sostenía en sus manos eran aterradoramente meticulosos. Pero al mismo tiempo, eran peligrosos hasta el punto de hacerle sudar frío.

Jerome miró con desconcierto a aquel hombre, que encendía la mecha de una bomba letal sin importar si estallaría entre aliados o enemigos, y sin darse cuenta, murmuró:


—Loco…

—Sí, así es como esa mujer me llama cariñosamente.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Incluso cuando el paseo estaba por terminar, el rostro de Martha seguía completamente sonrojado.

¿En qué estás pensando?

Ese hombre solo le había desenredado el cabello que se había enredado en su pendiente.

Sin embargo, Grace también había malinterpretado el gesto de su mano, así que prefirió mantenerse en silencio sobre el asunto.

Después de terminar el paseo, en el que nadie estaba interesado excepto el niño, finalmente entraron en la casa de huéspedes. Fue entonces cuando Martha, quien había estado evitando el tema hasta ahora, lo mencionó de repente.


—Parece que el Conde está enamorado de ti.

—Sí.


No sabía en qué parte del comportamiento de él se podía percibir el amor, pero como era cierto, Grace simplemente asintió.

Sin embargo, no pudo hacer lo mismo con la siguiente pregunta.


—Entonces, ¿tú también amas al Conde?

—……


Ni siquiera pudo responder. Era el momento de devolverle esa misma pregunta a sí misma.

Justo entonces, un grito ensordecedor rompió el silencio.


—¡Abran esta puerta ahora mismo!


El grito estridente de una mujer resonó con tanta fuerza que les perforó los oídos.

Fue una mala coincidencia que justo en ese momento los tres doblaran la esquina hacia la entrada principal de la casa de huéspedes.

La dueña de la voz no era otra que la duquesa viuda de Winston. Desde el otro lado de la pesada puerta de hierro, gritaba furiosa a los guardias que la mantenían cerrada, exigiendo que la dejaran entrar.

Pero entonces, al notar la presencia de los tres, su rostro se quedó completamente atónito.

Nos descubrió.

Grace lo entendió de inmediato.

Desde el momento en que la noticia se filtró, de una forma u otra, la duquesa viuda había terminado enterándose de que ella estaba en la casa de huéspedes.

Grace también pudo adivinar de quién había salido esa idea, lo que le arrancó una leve sonrisa.


—Dios mío… Entonces, era cierto.


La duquesa viuda tambaleó, sus criadas y asistentes se apresuraron a sostenerla con preocupación.

Su mirada, pálida y temblorosa, no se dirigía a Grace, sino a Martha, quien en ese momento sostenía la mano de Benny.

Para empeorar la situación, Benny tenía el cabello rubio, igual que Joel, lo que la llevó a una evidente y grave malinterpretación.


—Entren rápido.


Grace tomó a los dos y los guió hacia la entrada de la casa de huéspedes.


—¡Saquen a esas personas de ahí! ¡Abran esta puerta ahora mismo!


Detrás de ella, la duquesa viuda volvió a armar un escándalo, gritando con furia. Sin embargo, Grace no se giró para mirarla.

La duquesa viuda había traído consigo a sus fornidos asistentes, pero ellos sabían bien quién pagaba sus salarios: el conde. Y no tenían ninguna intención de arriesgarse tratando de sacar a la amante del conde y a su hijo.

Los guardias de la casa de huéspedes tampoco abrieron la puerta sin las órdenes de él o de Grace.


—¡¿Cómo te atreves a ignorarme?! ¡Sal de inmediato de mi propiedad! ¡He dicho que salgas!


Grace siguió avanzando sin prestarle atención, como si los gritos de una mujer sin poder alguno no la afectaran. Pero entonces, se detuvo en seco ante las siguientes palabras.


—¡Si no sales por tu cuenta, prenderé fuego a este lugar! ¿Crees que no lo haré?


Los ojos de la duquesa viuda brillaban con una locura descontrolada, pero no fue la única.

Los ojos de Grace también se oscurecieron con ira.

Martha, sorprendida, la miró con preocupación. Pero en el rostro de Grace, la expresión de desconcierto de su amiga pronto desapareció.

En su lugar, una visión terrible apareció ante ella.

El circo en llamas.

Las carpas ennegrecidas desplomándose entre el fuego ardiente.

El estruendoso sonido de la lona derrumbándose todavía resonaba en sus oídos.

En ese momento, ella había creído que su hija y ese hombre seguían atrapados en el interior. Y justo cuando pensó en correr hacia ellos, el suelo bajo sus pies se había hundido con un rugido ensordecedor.

No había elegido vivir en el lujoso ático porque cualquier persona podía acceder fácilmente a un edificio como ese y prenderle fuego, atrapándola sin escapatoria.

Hasta ahora, la casa de huéspedes había sido el lugar más seguro para ella. No había sufrido ataques. No había sufrido incendios.

Pero ahora, esa mujer amenazaba con quemar el único sitio donde su hija estaba a salvo.


—¿Grace?


Martha la tomó del brazo, pero Grace se lo sacudió de un golpe.

Atravesó el jardín de la casa de huéspedes con pasos firmes. Los guardias intentaron detenerla, pero ella los apartó y se plantó frente a la puerta de hierro.


—Tú… Tú… ¡Dios mío, eres aquella sirvienta!


Los ojos de la duquesa viuda se abrieron con incredulidad al reconocerla. Pero en un instante, su mirada se tornó feroz.

Se dio cuenta.

Se dio cuenta de que la amante de su hijo no era Martha, sino Grace.

Con furia, la duquesa viuda alzó la sombrilla que sostenía con fuerza y, sin previo aviso, la metió entre los barrotes de la puerta.

El gancho curvado del mango atrapó el cuello de Grace, jalándola violentamente hacia adelante.

Como si tocarla fuera repugnante. Como si fuera una criatura despreciable y miserable.

La furia de Grace alcanzó su punto máximo.

Le arrebató la sombrilla de las manos.

El costoso accesorio de seda se partió en dos en sus manos y fue arrojado fuera de la reja de hierro.

—¡Ah!

La duquesa viuda, en estado de shock, apenas podía creer lo que acababa de suceder.

Pero antes de que pudiera reaccionar, Grace la agarró bruscamente del cuello de su vestido.

Con los dientes apretados, le lanzó una amenaza con voz gélida mientras la miraba fijamente a los ojos.


—Si le haces daño a mi hija… ¿crees que tú saldrás ilesa?


Los asistentes y guardias se quedaron paralizados ante la escena.

Nadie se atrevió a intervenir mientras la amante del conde humillaba abiertamente a la duquesa viuda.


—P-Por favor, cálmense… No hagamos esto…..


La ama de llaves intentó mediar con palabras, pero nadie la escuchó.


—¡¿Cómo te atreves a amenazarme con semejante vulgaridad…?!


Aunque por un momento se había sentido intimidada por la actitud de Grace, la duquesa viuda recuperó el aliento y se liberó de su agarre.

Y entonces, contraatacó con palabras llenas de desprecio.


—¡No eres más que una sirvienta que solía limpiar a mis pies! ¿Y ahora, porque tuviste un bastardo con un noble, crees que puedes comportarte con tanta arrogancia? ¡Eres una insolente! ¿Acaso no lo entiendes? Mi hijo jamás hace nada que le haga perder. ¿De verdad crees que abandonará a la Gran Duquesa por una simple sirvienta? Leon solo está jugando contigo.


Grace la miró con incredulidad.

Era increíble lo poco que esa mujer conocía a su propio hijo.

Pero al ver su silencio, la duquesa viuda lo malinterpretó como una señal de debilidad.

Así que bajó la voz y lanzó una amenaza velada.


—Escucha bien. Sé quién eres en realidad. Eres una espía enviada para destruir a nuestra familia, ¿verdad? ¿Quién te envió? ¿Los rebeldes? No, no puede ser… Seguro es alguien dentro del ejército que envidia a mi hijo y quiere incriminarlo…


Esto es absurdo.

Al escuchar semejantes delirios, Grace recobró la compostura.

Se giró para entrar en la casa de huéspedes, decidida a no perder más tiempo con esa locura.

Pero en ese instante, la duquesa viuda extendió la mano y la agarró de la manga.


—No sé quién te dio órdenes para hacer esto… pero puedo pagarte mucho más de lo que él te da. Solo recuerda esto: si buscas dinero, no conseguirás ni una sola moneda de mi hijo.


La mirada de la duquesa viuda se llenó de frialdad mientras murmuraba con desdén.


—El dinero no me interesa.


Nunca había necesitado el dinero de la familia Winston, ni antes ni ahora.


—Entonces, ¿qué ganas arruinando nuestra familia?

—Duquesa, está profundamente equivocada. Su familia no me interesa en lo más mínimo.

—¿Entonces insinúas que amas sinceramente a mi hijo? ¿Quién creería semejante mentira? No eres más que una vil oportunista, una arpía ambiciosa que ha seducido de forma vulgar a un hombre comprometido. ¿Crees que permitiré que destruyas nuestra familia?

—No. No destruiré su familia…...


La mirada de Grace se tornó fría.


—Voy a destruir a su hijo.


De repente, la ira estalló en su interior, como si la duquesa viuda hubiera tocado un punto vulnerable.

Grace le sujetó la muñeca con fuerza, arrastrándola de nuevo hacia ella hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros.


—No se preocupe, duquesa. Estoy harta de los Winston. Desapareceré para siempre.


Por un instante, la duquesa viuda pareció aliviada… pero la expresión en su rostro se esfumó de inmediato cuando Grace continuó con voz gélida.


—Su hijo también desaparecerá conmigo. Me pregunto cuánto podrá sobrevivir aferrándose solo al apellido y al dinero de su amada familia.


Sin él, usted no es nada.

Era solo una parásita que se alimentaba del poder de su hijo.

Y aún así, se atrevía a llamarla demonio.

Apretando los dientes con furia, Grace observó cómo la duquesa viuda se burlaba con desdén.


—Eres tan ingenua.


¿Quién era realmente la ingenua aquí?


—¿De verdad crees que mi hijo, en su sano juicio, renunciaría a su dinero, su posición, su poder y su prestigio… por ti?


Sí. Está completamente loco por mí.

Una sonrisa confiada apareció en el rostro de Grace.


—¿Quién sabe? Su hijo, que es más progresista de lo que aparenta, tiene una opinión diferente. Me dijo que con gusto criaría a la niña mientras yo me encargaba de ganar dinero. Ese gran héroe y noble conde pronto será un desempleado cuidando de su hija en casa.


El rostro de la duquesa viuda tembló de pura indignación.


—No digas tonterías…

—¿Le parece una mentira? Pregúntele usted misma.


Grace soltó la muñeca de la duquesa viuda y pronunció sus últimas palabras con absoluta firmeza:


—Escúchelo bien. No necesito a los Winston.


Dinero, poder, estatus, prestigio.

Grace escupió aquel nombre como si fuera veneno.


—Llévensela.


Los sirvientes dudaron, pero al final siguieron la orden de Grace, apartando suavemente a la duquesa viuda.

Detrás de ella, la desesperada voz de la mujer retumbó en el aire.


—¡Saquen a esa mujer de inmediato!

—Señora, si sigue así, de verdad se desmayará. Cálmese, por favor.

—¡Suéltenme! ¡Les ordeno que la expulsen ahora mismo! ¿A quién están obedeciendo? ¡La dueña de esta casa soy yo!


Martha observó a la gran señora, quien, con el pretexto de ser escoltada, estaba siendo prácticamente arrastrada por los sirvientes y la jefa de criadas. Luego, siguió a Grace hacia el pabellón anexo.

'Si la amas, ¿por qué haces esto?'

Tal como le habían ordenado de antemano, Martha escuchó atentamente toda la conversación detrás de Grace. Sin embargo, cuanto más escuchaba, más difícil le resultaba comprender por qué el Conde no solo no detenía este escándalo, sino que parecía haberlo alentado.


—¿Grace?


Los pensamientos de Martha se interrumpieron de golpe cuando vio a Grace desplomarse repentinamente en las escaleras que llevaban al segundo piso. Al ver sus hombros temblar, pensó que estaba llorando y corrió hacia ella alarmada. Pero cuando Grace levantó la cabeza, su rostro no estaba empapado en lágrimas.


—Martha, ¿escuchaste lo que acabo de decir?


Grace se sujetaba el vientre mientras reía. Al igual que el conde, ella también se volvía cada vez más difícil de comprender. Su risa fresca y clara resonó por todo el pabellón anexo.















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















—Dios mío…..


Elizabeth gimió mientras yacía en el sofá del salón contiguo al vestíbulo principal de la mansión. Sus piernas no tenían fuerzas para subir las escaleras, por lo que había terminado desplomándose allí.

La jefa de criadas, que había desaparecido por un momento, regresó con una bebida fría y una bolsa de hielo en las manos. Elizabeth fulminó con la mirada a la mujer, molesta porque no había seguido sus instrucciones, y apartó el vaso con desdén, tomando solo la bolsa de hielo para colocarla sobre su frente.

En cuanto cerró los ojos por el agudo dolor de cabeza, los recuerdos de lo ocurrido momentos atrás regresaron con total claridad.


—Ah… Dios mío…...


Nunca en su vida había sufrido una humillación tan atroz a manos de alguien tan insignificante.


—Su hijo parece tener ideas más progresistas de lo que esperaba. Dice que criará a la niña con gusto… y que yo debo salir a ganar dinero.


Pensó que aquella mujer estaba loca. Pero lo peor de todo fue verla esbozar una sonrisa descarada, con los ojos entrecerrados de forma insolente. En ese breve instante, Elizabeth vio el reflejo de su hijo en aquella desvergonzada mujer.

Y ahora, más allá de la puerta abierta de par en par, podía ver a su hijo.

Leon subía las escaleras desde el sótano con una niña en brazos. Elizabeth apartó la bolsa de hielo de su frente y abrió los ojos de par en par.

¿No era la misma niña que había visto en el pabellón anexo?

Sintió un alivio momentáneo al notar que la bastarda era, al menos, una niña. Pero en cuanto vio su rostro con claridad, una nueva conmoción la invadió.


—Ah… Dios mío…...


Elizabeth dejó escapar otro quejido lastimero. Sus ojos se encontraron con los de Leon cuando él subió al primer piso, pero su hijo no mostró ni un atisbo de sorpresa ni arrepentimiento. En lugar de apartarse discretamente, se quedó de pie en la entrada con una desfachatez absoluta y, para colmo, hizo algo que la dejó sin palabras.


—Ellie, saluda. Es tu abuela.

—¡Hola! Me llamo Ellie, mi papá se llama Leon.


Leon sonrió al ver cómo Eli pronunciaba su nombre con claridad. Nunca se lo había enseñado directamente; la niña lo había aprendido solo de escucharlo en boca de su madre. Aquello le pareció de lo más adorable.


—Entonces, ¿la abuela se llama ‘Abuela’?


preguntó Ellie con los ojos muy abiertos.


—No, se llama así porque es mi mamá.


Ellie se quedó pasmada y preguntó con voz confundida:


—¿Papá también tiene mamá? ¿Por qué? ¿Por qué tiene mamá?


La niña sabía que sus amigos y otros adultos tenían padres, pero parecía convencida de que su papá y su mamá habían nacido siendo ya los suyos. La idea de que su padre alguna vez hubiese sido un bebé como ella parecía haberla desconcertado por completo. Si Leon se lo explicaba, probablemente la conmoción sería aún mayor.


—Mamá está esperando su regalo, ¿recuerdas?

—¡Ah, cierto!


Leon bajó a Ellie al suelo y le dio un leve empujoncito hacia la entrada principal. La piedra de amatista que llevaba era demasiado pesada para ella, así que se la entregó a la jefa de criadas y le indicó que la acompañara hasta el pabellón anexo.


—Señorita, haré llamar un carruaje. Espere un momento, por favor.


Elizabeth tuvo que colocarse la bolsa de hielo en la frente nuevamente al oír a la jefa de criadas referirse a la bastarda como 'Señorita'


—Dios mío… incluso le han puesto una corona…..


Leon, que echó un vistazo al interior desde la puerta del salón, soltó una risa breve. A los pies de su madre, uno de los sirvientes sostenía un parasol con el mango roto y sucio de tierra.

Esa mujer no podía haber olvidado que, en el pasado, le había abierto la cabeza con una bola de billar. Aun así, parecía haber cometido el error de desafiarlo de nuevo.

Bueno, al fin y al cabo, no tenía muchas opciones. Él ya se había encargado de hacer desaparecer la pistola que su madre había escondido en una de sus cajas de sombreros.

Desde debajo de su bolsa de hielo, su madre lo fulminó con la mirada antes de hacer un gesto a los sirvientes para que se retiraran. Una vez que quedaron a solas, comenzó la reprimenda, con un tono de indignación casi infantil.


—Tu padre ya perdió la vida por caer en la trampa de una rebelde hermosa. ¿Tú también piensas seguir su camino? Siempre he confiado en ti, incluso cuando tomabas decisiones incomprensibles, porque al final los resultados siempre eran los correctos. ¿Pero cómo puedes traicionar a tu madre de esta manera?


Leon solo la observó con una expresión inmutable. Su madre cerró los ojos con fuerza y dejó escapar un profundo suspiro.


—Claro. El error fue confiar en ti. Tal padre, tal hijo. Tú también quieres matarme lentamente de angustia.

—Me iré antes de que llegue el verano.


Soltó la frase como si nada, como si la dejara caer al azar, pero su madre mordió el anzuelo de inmediato. Su rostro se iluminó por un instante, aunque enseguida lo miró con desconfianza.


—Es absurdo… Pero no me digas que tú también, como esa mujer dijo…


Leon negó con la cabeza, su madre, aliviada, cerró los ojos de nuevo.


—Sí… es una tontería, después de todo.


Leon giró sobre sus talones y salió de la mansión con una ligera sonrisa torcida en los labios.

Al final, no había dicho ninguna mentira.
















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—¿Es bonita?

—Sí, brilla mucho y es realmente hermosa. Me encanta, de verdad. Gracias.

—Hehe… 😊


Grace besó la frente de Ellie, que sonreía con orgullo, colocó la amatista en el jardín de la casa de muñecas.

¿Un mineral?

Seguramente lo había conseguido arrebatándoselo a Jerome Winston. Ese hombre debía haber disfrutado viendo cómo su hermano menor se retorcía de rabia. Solo de imaginarlo, Grace dejó escapar una risa irónica.


—Mira esto. ¿No es increíble?

—Sí, lo es.


Junto a la amatista, Ellie había colocado un péndulo, al que llamó 'columpio'

Las esferas chocaban violentamente entre sí una y otra vez. Se alejaban hasta extremos opuestos, solo para regresar con la misma fuerza, golpearse y, eventualmente, detenerse, unidas como si nunca se hubieran atacado.

Se parece a nosotros.

Grace no podía apartar la mirada del péndulo.


—¡Llegó!


Ellie, que sacaba una muñeca de su caja, gritó emocionada mientras miraba hacia la puerta. Grace pensó que se refería a su padre, pero quien entró en la sala de juegos fue Martha.

Ellie dejó la muñeca y se puso de pie. Había estado esperando a Martha, segura de que, cuando llegara, los cuatro jugarían a las escondidas.


—Ellie será la que cuente.


La niña corrió hacia la ventana, se tapó los ojos con ambas manos y se dio la vuelta. La única regla del juego era esconderse en el mismo piso durante la cuenta regresiva.


—1.


Apenas Eli comenzó a contar, Benny salió corriendo de la sala de juegos, con Martha siguiéndolo entre risas.

Grace se levantó un poco tarde y salió al pasillo.


—2.


Benny se escondió detrás de la larga cortina de la ventana. Con los pies completamente a la vista, creía haber logrado el escondite perfecto. Un pensamiento tan inocente solo podía pertenecer a un niño.

Martha, seguramente, no se habría alejado demasiado de su hijo.


—3.


¿Debería esconderme un poco más lejos?

Justo cuando doblaba la esquina del pasillo en busca de un lugar donde enfriar su mente inquieta, se encontró con la causa de su confusión.

Él estaba allí, vestido aún con su uniforme de oficial, sosteniendo un sobre que Grace no había visto antes.

Ambos se detuvieron en seco. Ni se acercaron ni se ignoraron. Se quedaron en su sitio, mirándose fijamente, intercambiando preguntas silenciosas con insistencia. A lo lejos, la voz de Eli seguía contando.

Lo escuché. La gran dama Elizabeth Winston vino a visitarnos, ¿cierto?

Leon supo de inmediato que no tenía sentido fingir que no sabía nada. La mirada de Grace se lo dejaba claro.


—¿Cómo se siente amar y odiar a la misma Elizabeth al mismo tiempo?

—Es un honor que no sé cómo manejar. Aunque dudo que ese fuera tu verdadero objetivo.


Grace, con el descaro de cuando aún era Sally, le preguntó directamente por qué la había empujado a enfrentarse con su madre.

Leon sintió el mismo alivio que cuando había escuchado a la niñera contarle la conversación. Decidió responder con sinceridad.


—Era una prueba.

—¿Una prueba?


Leon no solo había consultado a prestigiosos psicólogos sobre el estado de Ellie. En realidad, había invertido más dinero y tiempo en discutir el estado de Grace.

¿Qué debo hacer para que Grace, que alguna vez se derrumbó, pueda mantenerse en pie sin depender de nadie?

Tenía que dejarla sola, así que necesitaba encontrar la respuesta correcta.

Ella lo empujaba y luego lo atraía. A veces se mostraba con su actitud altiva de siempre, pero otras, adoptaba una postura que no era propia de ella.

Un doctor, después de analizar el comportamiento cambiante de Grace, lo comparó con un péndulo.




—El péndulo oscila de un lado a otro en un estado de inestabilidad hasta que finalmente alcanza el equilibrio.




Un péndulo que ha sido elevado a una gran altura y sostenido en el aire no puede detenerse en su punto de equilibrio de inmediato cuando lo sueltan. Primero, caerá y alcanzará la misma altura en el lado opuesto antes de regresar.

Cada vez que oscila de un extremo al otro, su amplitud se reduce ligeramente, hasta que finalmente se detiene en equilibrio.

Por eso, durante el último mes, Leon había mantenido una distancia psicológica de Grace, observando sus cambios y asegurándose de que no dependiera demasiado de él. Su instinto le decía que la amplitud de sus oscilaciones se estaba reduciendo, pero no podía estar seguro del todo.

Cuando compartió su preocupación, un profesor le sugirió hacer una prueba sencilla.


—Necesitaba saber cómo reaccionarías si te vieras acorralada de nuevo, como antes. Pero no salías de este refugio seguro, así que traje la situación hasta tu puerta.


Leon sabía que, ahora que Grace había recuperado su fortaleza mental y confianza, su madre no representaba un verdadero peligro para ella. No iba a salir herida de ese enfrentamiento. Y efectivamente, su predicción fue acertada.

Además, obtuvo algo inesperado.




—Tu hijo y yo desapareceremos juntos para siempre.




Quizás esas palabras solo fueron producto del enojo, pero le resultaron agradables de escuchar.

Sin embargo, la verdadera recompensa de la prueba fue otra.




—No necesito a los Winston.




Así es, Grace. Estás siguiendo bien el camino que tracé para ti. Ahora piensa con cuidado hacia dónde te lleva.

A lo lejos, se escuchó la voz de Eli contando hasta ocho.

Grace miró a Leon, quien la observaba con una leve sonrisa.

Era increíble. No se sentía molesta. Descubrir que él había orquestado todo solo para probar su estado mental resultaba incluso más lógico y sencillo de lo que había imaginado.

Es excesivamente simple. Este hombre… no debe haber mentido. El papel de la discusión probablemente termine ahí.

Sin embargo, esto no es más que un interludio fugaz en el grandioso circo dirigido por Leon Winston. Esa intuición se sintió con fuerza.

Ya me di cuenta. Sé honesto.

Incluso cuando le lancé una mirada inquisitiva, no obtuve respuesta.


—¡10! ¡Ahora Ellie va a atraparlos!


Está bien. Ocultémonos.

Grace apartó la mirada de esos ojos azul claro y giró la cabeza. Justo cuando intentaba pasar junto al hombre que seguía parado en medio del pasillo, sintió una mano sujetándole el brazo. En un instante, su cuerpo fue arrastrado con fuerza.

Antes de que pudiera siquiera reconocer en qué habitación había sido llevada, se vio empujada dentro de un armario adjunto a la habitación. El hombre entró con ella y cerró la puerta con suavidad detrás de sí.

Cuando la oscuridad total la envolvió, la silueta imponente que había visto justo antes de que se cerrara la puerta seguía flotando en su mente. No podía ver su rostro porque estaba de espaldas a la luz, pero tenía la sensación de haber captado claramente la mirada de alguien atormentado por el hambre.

Solo con eso, su respiración comenzó a agitarse. Sin duda, este hombre no tenía intenciones vulgares, pero su comportamiento la llevó una vez más a malinterpretarlo.

El espacio reducido del armario hacía que sus cuerpos estuvieran presionados el uno contra el otro. Si respiraba hondo, él lo notaría de inmediato. Contuvo la respiración para que no se diera cuenta de cómo su cuerpo se calentaba. Pero cuanto más lo intentaba, más la sofocaba la familiar fragancia de su perfume, mezclada con un tenue aroma a bosque, haciendo que su respiración se volviera aún más entrecortada.

En la absoluta oscuridad, sin ningún sonido ni movimiento, la mente de Grace comenzó a nublarse. En ese instante, cuando parecía que podría olvidar incluso quién era ella y quién era el hombre frente a ella, lo único que sentía era el calor de sus cuerpos en contacto.

Fue solo cuando escuchó débilmente las voces de los niños desde afuera que recordó lo que estaba haciendo.

No es momento para esto.

¿También te entraron ganas de unirte a las escondidas?

Intentó romper la tensión que se extendía entre ellos como hielo delgado con una broma tonta, pero no pudo. En el momento en que abrió la boca, se quedó sin aliento. 


Aaah......


Esta mañana, los labios que habían rozado sus dedos con la ligereza de una pluma ahora presionaban mis labios con pesadez. Cuando él abrió los labios, los suyos también se abrieron por la fuerza. La carne que se había introducido entre ellos abrió sus dientes y se deslizó hacia adentro.

Ya no puede decir que este hombre no tiene ninguna intención lasciva. Si su madre viera esto, tendría que admitir que el demonio que está provocando una tentación vulgar es su propio hijo. 


Uh, uh......


Recibió un beso voraz y juntó las piernas con fuerza. Pero por mucho que apretara los muslos, no pudo contener el deseo que se inflamaba entre ellos.

Cuando la saliva fluyó entre sus labios entrelazados, el hombre la limpió hábilmente con la punta del pulgar. Grace se puso nerviosa, pensando que iba a meter su pulgar debajo de su falda.

Sin que él lo supiera, el interior de sus muslos también se estaba empapando. Agarró su pecho con fuerza, haciendo que las condecoraciones que colgaban ordenadamente se chocaran, sus labios se separaron con un chasquido húmedo.


No sé si es una bendición o una maldición que me conozcas tan bien.


Un susurro áspero mezclado con respiraciones fuertes salió de mis labios doloridos por la intensa fricción.


Cualquier cosa, me hace difícil de resistir.


En el momento en que la fuerza de su mano que sostenía mi cintura aumentó, mis pies se elevaron del suelo y mi cuerpo giró rápidamente hacia atrás.

Tan pronto como Grace apoyó la mano en la pared, dos manos bajaron por las curvas de su culo, levantando su falda. Al mismo tiempo que su braga se bajaba, un dedo se introdujo en su conchita. 


Ugh.....


Su cuerpo se estremeció. Sorprendida por la estimulación descarada, inclinó la cabeza hacia atrás y la golpeó contra su sólido pecho. El hombre, que estaba explorando su carne íntima, soltó un sonido obsceno en su oído, como si estuviera ahogándose.


No necesito ningún preludio.


Escuché el sonido de la hebilla de su cinturón desabrochandose detrás de mí, la punta de su bota entró entre mis zapatos. Abriendo mis piernas de buena gana, levanté la punta de los pies y bajé la cintura. Nuestros cuerpos se apretaron uno contra el otro sin dejar espacio en el estrecho armario. 


Aaah....


Grace mordió su labio cuando el cuerpo del hombre comenzó a penetrarla. Por mucho que intentara relajarse, era demasiado. Solo la punta había entrado en su conchita, pero la sensación era pesada. Sintió que un pilar de carne se deslizaba lentamente hacia adentro, llenando su interior por completo, se sintió ahogada.

Finalmente, él entró por completo. Pudo sentir su cuello uterino presionado contra la punta de su polla. La sensación de las paredes internas de su panocha, que se habían abierto al máximo, agarrando el grueso pilar de carne y temblando, era vívida. Aunque había aceptado estar con él, Grace siempre se asustaba un poco en este momento.


¿Puedo moverme?


El hombre, que me había dado tiempo para prepararme, preguntó con una voz profunda.

Grace abrió la boca para responder, pero en lugar de eso, apretó su parte inferior.


Haah, esa es la respuesta correcta.


Tan pronto como sintió su verga moverse dentro de ella, él retrocedió. La sensación pesada que había llenado su interior desapareció, dejando un vacío. Justo cuando la sensación extraña estaba a punto de convertirse en placer, la verga, que solo rozaba su entrada vaginal, se deslizó de nuevo hacia adentro.


Aah.....

Mamá! ¿Dónde está mamá?


La voz de Ellie estaba cerca. Significaba que había entrado en la habitación.


Shh. Silencio.


Una gran mano cubrió su boca, que estaba congelada en una posición indecente, la mano que había estado alrededor de su vientre desapareció.


¿Mamá? ¡Mamá!


La voz de la niña se acercaba cada vez más, se dio cuenta demasiado tarde de que no había forma de cerrar la puerta del armario desde adentro.

En la oscuridad, Grace extendió su mano hacia donde estaba la manija de la puerta. Lo que tocó no fue metal frío, sino carne caliente. Se sintió aliviada al darse cuenta de que él ya la tenía agarrada, pero justo entonces, una pequeña sombra apareció en la estrecha abertura entre el piso y la puerta. Significaba que Ellie estaba rondando frente al armario.


¿Mamá?


Estaba conteniendo la respiración para que la niña, que estaba al otro lado de la puerta, no la descubriera.


¡Aquí estoy!


La voz de Benny llegó desde lejos.


Mamá, estás ahí? No. Ellie necesita encontrarte.


Inmediatamente, se escucharon pasos apresurados, que se alejaron cada vez más. 


Haah...


La mano que cubría su boca se apartó, Grace exhaló el aire que había estado conteniendo. Con el alivio, la razón regresó, sintió vergüenza.


Ni siquiera un animal haría esto.


Estaba a punto de alejarlo de su pecho y torcer su polla para sacarlo de su trasero, cuando él comenzó a moverse.


Haah...

Shh.


El hombre volvió a taparle la boca y susurró en su oído.


Terminemos. Solo hasta que te vayas.


Quería decir que no iba a llegar al orgasmo.


Tú puedes llegar al orgasmo en cualquier momento, si quieres.


Tú puedes si quieres.

Cada vez que él movía sus caderas hábilmente, la razón que había regresado se desvanecía. En un instante, el lugar de la razón agotada se llenó con una intensa sensación de placer, convirtiendo a Grace en una bestia dominada solo por el deseo carnal.

Asure: Buenas noches chiques de america y extraterrestres que me leen .... Página 395/481 .... Disfruten, pasen feliz domingo.

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