EEJDM 30








En el jardín de Mayo 30



Después de un aguacero pasajero, el calor del día se volvió sofocante. Vanessa, que hojeaba una revista con la ventana entreabierta, suspiró con el rostro ausente.

Sus ojos, desenfocados en sus pensamientos, contrastaban con sus manos que pasaban las páginas por mera inercia, hasta que finalmente se detuvieron.

Hoy, su cuerpo se sentía especialmente pesado. ¿Sería por el clima, que de repente se volvió más caluroso y húmedo? Sentía que su energía se agotaba incluso estando quieta. De alguna manera, sus manos temblaban un poco y un sudor frío parecía recorrer su piel...

Se abrazó el vientre, que comenzaba a dolerle, y apoyó la mejilla caliente contra el escritorio. En su vista ladeada, captó la ya familiar escena de su habitación, junto con el aroma del perfume de River Ross, un rastro que probaba que había estado allí no hace mucho.

'Aunque ya se está desvaneciendo'

Incluso en ese breve instante, la brisa que entraba por la ventana abierta había disipado rápidamente el aroma.

Vacilante, Vanessa destapó ligeramente el frasco de perfume frente a ella y aspiró su fragancia. Curiosamente, su estómago, que había estado revuelto todo el día, pareció calmarse un poco.


—Vanessa.


Sumida en un sueño repentino y profundo, Vanessa tardó un momento en darse cuenta de que la voz de River Ross no era parte de su sueño, sino de la realidad.

La sombra de su figura se proyectaba sobre ella. Con los ojos aún somnolientos, Vanessa lo miró con algo parecido a la alegría.


—River. ¿Cuándo llegaste?


La luz de la puerta abierta se derramaba detrás de River Ross, ocultando su rostro en las sombras. Sin embargo, el calor templado de su cuerpo, impregnado con el aroma de la hierba fresca del jardín, junto con su postura apoyada en el escritorio, eran prueba suficiente de su presencia.


—Hace unos 30 minutos. Estaba en el jardín.

—¿En el jardín?

—Llegaron nuevas variedades de rosas. Parecían ocupados, así que ayudé un poco.

—¿Nuevas variedades?


Vanessa movió apenas la mejilla que seguía apoyada en el escritorio, interesada en la noticia. Ante su movimiento lánguido, River Ross curvó levemente los labios en una sonrisa.


—Si tienes curiosidad, ¿por qué no vas a verlas tú misma? Pero, Vanessa…...

—¿Hmm?

—¿Por qué te ves tan agotada en pleno mediodía?

—No lo sé… Supongo que es por el calor. Creo que estoy algo cansada.

—Pareces alguien que ha pasado la noche en vela.

—No es para tanto…...


Con el dorso de los dedos, River Ross acarició su frente y mejilla como si midiera su temperatura.

Al contacto con su piel fría, el calor sofocante y la pesadez de su cuerpo se volvieron un poco más soportables. Incluso la sensación desagradable que le había quedado tras reunirse con Conde Roden parecía atenuarse.

Soltó un suspiro perezoso y se incorporó. River Ross, con destreza, deslizó la revista que ella tenía bajo el rostro y la levantó.


—… ¿Un circo?

—Ah, esto.


Vanessa, bostezando levemente, señaló el anuncio que estaba viendo.

Junto a ilustraciones de un par de gemelos con dos cabezas, una mujer con una serpiente enrollada al cuello y un mono atravesando un aro de fuego, había un texto en una llamativa tipografía: 'Gira inaugural por 47 ciudades'


—El circo de Sitariri ha llegado. Hoy es su primera función.


Sitariri.

Al escuchar ese nombre ridículo, Theodore esbozó una leve sonrisa.

Un nombre que, con suerte, sonaría vagamente oriental. Sin duda, una compañía de estafadores que se aprovechaba del creciente interés en el Nuevo Continente dentro de Ingram.

Prometían haber recorrido 47 ciudades y ser 'los primeros' en hacerlo, pero si habían terminado en un pueblo como Somerset, su nivel debía ser mediocre. Un espectáculo barato lleno de trucos fraudulentos.

Perdiendo el interés al instante, Theodore dobló la revista y la dejó nuevamente sobre el escritorio.


—River. Vamos a verlo juntos.


Su mano vaciló por un segundo, pero luego inclinó la cabeza como si esa pausa nunca hubiese existido.


—¿Esto?

—¿No crees que será divertido?


Sus ojos grises, que hasta hace un momento estaban apagados, brillaban con emoción.

A pesar de su pálido rostro enfermo, su expresión era de entusiasmo.

Vanessa se estiró con pereza, alargando sus delgados brazos y piernas.


—Últimamente mi tío parece estar de buen humor. Si tengo suerte, puede que me deje salir.

—Pero no te sientes bien.

—Por eso mismo necesito moverme. Además, hace mucho que no voy a un circo.


'Mucho tiempo'

Cada vez que ella evocaba recuerdos que nunca pudieron compartir, una espina de incomodidad surgía en su interior, solo para desvanecerse de inmediato.

Theodore observó en silencio su largo cabello rubio pegado a su frágil cuello y, sin decir nada, lo apartó con la mano, disipando un poco su calor.


—Te gusta meterte en problemas.

—Pero hace un clima demasiado bueno para quedarse quieta.

—Bien, entonces.

—¿De verdad? ¿Vendrás conmigo?

—Si quieres verlo, entonces iremos.


Vanessa se quedó momentáneamente sin palabras mientras lo miraba. Cuando estaba con él, a veces se veía atrapada por una extraña sensación. No sabía por qué, pero ahora comenzaba a comprenderlo vagamente. Él la trataba como a una mujer común y corriente.

Como si ella también tuviera la libertad de hacer lo que quisiera sin necesidad de pedir permiso. Como si pudiera ver lo que quisiera ver y viajar a donde deseara sin restricciones.


—Necesito darme un baño.


River Ross, que había estado sosteniendo su cabello, la soltó y se dio la vuelta. Con una expresión incómoda, pasó su mano caliente por su cabello empapado en sudor, como si la sensación de su cuerpo enfriándose le molestara. Con ese movimiento, las gotas de sudor acumuladas en su nuca rodaron por su piel hasta desaparecer entre el cuello de su camisa.

Vanessa tragó lentamente la saliva acumulada en su boca. ¿Era este calor el resultado del clima o del deseo?


—…….


A veces, River Ross era tan hermoso que dejaba sin palabras. Especialmente en momentos como este, cuando no podía contener la energía vibrante de su joven cuerpo. En pleno verano, con su expresión fría como el hielo, sucumbiendo como un simple humano al calor y al deseo… Vanessa disfrutaba particularmente de ese instante.

Siempre la acosaba un intenso impulso de deslizar las manos bajo su camisa, frotar con las palmas la ardiente firmeza de su piel. En ese mismo momento, deseaba tocarlo, sentir el latido de su vitalidad.


—Vanessa. Tu mirada es sospechosa.

—…….

—Como si quisieras desnudarme y devorarme de inmediato.

—Yo… ¿Cuándo…?


Su mente estaba tan perdida en esos pensamientos que ni siquiera pudo negar la acusación adecuadamente. River Ross soltó una pequeña risa y le revolvió el flequillo antes de pasar de largo. Atravesó la habitación, tomó agua de un cuenco de bronce con las manos y la pasó repetidamente sobre su piel calentada por el sol.

Vanessa lo observó sin pestañear, grabando la escena en su memoria. Las gotas de agua resplandecían sobre su mejilla lisa, sus pestañas y sus labios. Con los tendones de sus manos marcados, se sacudió el cabello mojado y cruzó los brazos para quitarse la camisa completamente empapada.

La luz del sol iluminó sus hombros musculosos, bañados en sudor. Como hierro recién salido del horno, sus músculos ardían y se contraían con elasticidad cada vez que se movía.


—Madame Luther, creo que este método es una especie de engaño.


Sobre esa imagen vívida, los recuerdos de la noche anterior emergieron como niebla. Rodeada por personas más cercanas a la muerte que a la vida…


—Si mis palabras le resultaron ofensivas, lo lamento. No tuve tiempo de elegirlas mejor. Aunque el conde confía en usted y se ha retirado, si nos demoramos demasiado, podría sospechar.

—Así que la señorita no confía en mí.

—Sé que solo dijo eso para asustarme.


En ese instante, los ojos de la anciana brillaron con una luz enigmática. Tal vez era la forma en la que se mira algo descarado y desvergonzado.


—El agua bendita mezclada con sangre suena convincente, pero al final, solo es agua. Lo que prueba la inocencia de alguien es su propia conciencia. Si no tiene nada que ocultar, su brazo no temblará. Pero si tiene miedo de algo, lo hará.

—…….

—Y si es lo segundo, no importa lo que coloquemos sobre ese brazo… inevitablemente caerá.

—No entiendo qué intenta decirme.

—El conde está justo afuera y confía en usted. Si derramo el agua bendita o no, usted puede inventar cualquier historia que desee.

—…….

—Quiero comprar esas palabras suyas.


Tras un breve silencio, Madame Luther soltó una carcajada clara.


—Parece que la mitad de los rumores sobre usted son falsos. Me habían dicho que era ingenua.

—Entonces, ¿cuánto quiere?


Ella respondió con calma, ocultando su impaciencia. En cualquier negociación, quien más desesperado estuviera siempre saldría perdiendo. Justo como cuando suplicó a River Ross que hicieran un contrato…


—Depende de lo que quiera obtener. No me cuesta nada añadir unas palabras, pero mujeres como yo vivimos de nuestra credibilidad.


A pesar de hablar con tanta desfachatez, el precio que Madame Luther pidió no fue excesivo. En primer lugar, no se necesitaba una gran mentira, y en el último momento, la anciana la miró con una expresión en la que claramente se reflejaba la compasión.


—Si alguna vez te quedas embarazada, avísame. Te enseñaré cómo deshacerte de ello sin dejar rastro.


Y Vanessa pagó con gusto el precio. Solo tenía que ganar tiempo hasta que terminara el verano. Antes, le habría parecido natural contarle la verdad al conde, incluso lo habría recibido con agrado. Pero ahora, ¿por qué se esforzaba tanto en ocultárselo?


—Vanessa.


Perdida en sus pensamientos, de repente se vio arrastrada de vuelta a la realidad. Una mano firme sujetó suavemente su barbilla, obligándola a alzar el rostro. River Ross se había acercado sin que ella lo notara, apoyando su brazo en el respaldo de la silla mientras inclinaba la cabeza ligeramente.

Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejar una votación o un comentario 😁😄

Publicar un comentario

0 Comentarios

Me puso hot
Me enamora papu
Se me sale un diente
No lo puedo creer
Pasame la botella
Me emperra