BATDIV 16








BATALLA DE DIVORCIO 16



Solo pensaba buscar hasta que dejara de sonar el agua.

No esperaba en absoluto que apareciera de repente. No, ni siquiera había hecho el más mínimo ruido, así que casi parecía un fantasma. Daisy, sorprendida, se quedó congelada en su lugar.

‘…¿Qué hago ahora?’

No había forma de justificar la situación.

Sentada en medio de la ropa esparcida sobre el sofá largo, Daisy estaba ahí, completamente descubierta. Desde cualquier punto de vista, no cabía duda de que había sido sorprendida registrando a escondidas.


—Te he preguntado qué estás haciendo.


Cuando Daisy solo movió los labios sin responder, Max insistió con su pregunta.

En el corto tiempo en que se había estado duchando, ella había estado hurgando entre sus cosas. Para él, la situación debía ser completamente absurda.

Sí, si no podía negar la situación, lo único que le quedaba era aceptarla.

Honestamente, sentía que cualquier excusa que diera no funcionaría.

No, ¿realmente tenía que molestarse en negarlo?

Pensándolo bien, Daisy no tenía ninguna razón para caerle bien a su esposo en este momento. De hecho, esta podía ser una oportunidad perfecta para arruinar su imagen. Daisy se irguió con confianza.


—Tal como lo ves. Estaba revisando la ropa de Max.


Decidió admitir su culpa sin rodeos.

Tal vez porque no esperaba esa reacción, Maxim soltó una risa entre dientes, como si estuviera incrédulo.


—¿Por qué?


Preguntó de inmediato la razón.

No tenía por qué ser una razón lógica. Después de todo, no intentaba agradarle. En este momento, lo que quería era que la detestara y la dejara.


—Entre esposos no debe haber secretos, ¿no?

—Eso es cierto. Estoy totalmente de acuerdo.

—La verdad es que tengo mucha imaginación y soy bastante desconfiada. Si no verifico todo lo que me inquieta, no puedo dormir.


No existía un hombre en el mundo al que le gustara una esposa con celopatía.

Daisy había escuchado incontables veces que su excompañero, cuyo nombre en clave era "Trash", estaba al borde de la locura por la obsesión y el control de su esposa.
Asure: Trash = basura


—…Ah, ya veo.

—…….

—¿Y encontraste algo interesante?


Había dado la razón más espeluznante que se le ocurrió, pero Maxim no parecía inmutarse.

…¿Qué era esta reacción tan indiferente?

Lo había sorprendido hurgando entre sus pertenencias. Lo normal sería que se molestara, ¿no?

Daisy abrió los ojos con sorpresa ante su inesperada reacción.


—Si tienes curiosidad por algo, en vez de buscar con dificultad, pregúntame directamente. Te responderé con sinceridad. Ah, aunque si prefieres revisar por ti mismo, también puedes hacerlo.

…Esto no era lo que esperaba. En lugar de molestarse, la estaba animando de una manera extraña.

—¿No estás molesto?

—No especialmente.


Maxim respondió con indiferencia, arqueando una ceja.


—¿Por qué no? Estoy actuando de forma sospechosa… Revisé tus cosas a escondidas.

—Estoy seguro de que no lo hiciste sin motivo. Debe de haber una razón.

—No, creo que realmente lo hice sin motivo. Ni siquiera yo sé por qué me comporto así. Pero sin razón alguna, me cuesta confiar en ti y todo me genera sospechas.

—Ya veo. Debes de haber estado inquieta. Lo entiendo. Entonces, sigue buscando y revisando hasta que te sientas tranquila.

—¿De verdad no te molesta?

—No. De hecho, me agrada que te intereses en mí.


Definitivamente, su manera de pensar era diferente a la de la gente común.

Pero no podía rendirse tan fácilmente.

Tal vez lo mejor sería hacer un comentario absurdo hasta que se hartara de ella.


—Entonces, tengo una pregunta. Me gustaría que respondieras con la máxima sinceridad.

—Por supuesto.


A pesar de que estaba a punto de soltar una estupidez, los ojos de Maxim seguían siendo serios.


—¿Eres adicto al sexo?

—Lamentablemente, aún no. Pero es mi aspiración a futuro.

—Dios santo. ¿Cómo puede ser algo tan impío tu sueño?

—Sí.


Le había dicho algo deliberadamente insultante, pero no esperaba que lo aceptara tan fácilmente.


—Por supuesto, para lograrlo, necesitaré tu cooperación. Así que come mucha carne y pongámonos más vigorosos.


Parecía que ni siquiera le había afectado en lo más mínimo.

Era la primera vez en su vida que se encontraba con un loco de ese nivel, y honestamente, le resultaba abrumador.

Aunque su ira estaba en su punto máximo, apenas era el comienzo y no podía permitirse perder la ventaja.

Ya que había llegado a este punto, Daisy decidió lanzarlo todo sin reservas.


—Ya que salió el tema, ¿puedo hacer otra confesión?

—Cuantas quieras.

—La verdad… también tengo cleptomanía.


Como la obsesión parecía ser bien recibida, decidió girar la conversación en esa dirección. La obsesión podía ser una cuestión de gustos según la persona, pero el robo era un crimen evidente.


—Si yo fuera Therese… sabría que no soy una de esas dóciles damas nobles, ¿verdad? Al menos, no antes de encontrar a mi padre. Vagué por los barrios bajos e hice de todo. ¡Ese lugar es una verdadera jungla!

—Hmh.

—Así que, supongo que por eso… Tengo un gran apetito, soy buena estafando y, además… el hurto es mi especialidad. Antes de entrar al convento, robaba algo todos los días. Lo hacía para sentirme bien.


¿Que la especialidad de la futura duquesa era el hurto? Por mucho que lo pensara, no dejaba de parecerle lo peor.

Parecía que esta vez había funcionado, ya que la comisura de los labios de Maxim se curvó en una sonrisa incrédula.


—¿Por qué haces todo eso?


Se podía ver un ligero fruncimiento en su entrecejo.

¡Bien, un poco más y lo conseguiré! Animada por la reacción, Daisy carraspeó y continuó su alegre cháchara.


—Mientras estuve con las monjas, no pude robar en absoluto. Ahora que soy libre otra vez, me muero por hacerlo. Creo que tengo un problema.


Bajó la mirada y empezó a juguetear con la punta de sus dedos como si estuviera desesperada.


—No puedo olvidar la sensación electrizante de robar. ¿Cómo podría quitarme este horrible hábito? Ya no lo sé… ¿Tendría que cortarme la mano?

—…….

—Especialmente cuando veo ropa de lujo… No puedo resistirme, así que tuve que revisar tus cosas.

—¿Ah, sí? ¿Y encontraste algo bueno?


Su respuesta fue extrañamente indiferente.

¿Y ahora qué le pasaba? Daisy, furiosa, sacó de su ropa un estuche de cigarros y lo agitó.


—¡Esto! Tengo un olfato increíble y soy una fumadora empedernida. Desde hace rato, el aroma de estos caros cigarros me está tentando. ¿Cómo esperas que lo resista?

—Eres de los barrios bajos y aun así sabes de cigarros.


Daisy se quedó helada ante su observación afilada.


—Eh, bueno… ¡Por supuesto que los robé para fumarlos! ¿Cómo crees que podría pagarlos?

—Ah, ¿los robaste para fumar?

—¿Qué pasa? ¿Crees que la gente pobre no sabe apreciar un buen cigarro?

—…….


Su inseguridad sin fundamento era la definición de una actitud desagradable. Daisy continuó con su discurso sin sentido a propósito.


—Ya es bastante difícil ser pobre para que además nos traten como basura. Eres realmente grosero, Max.

—Solo tenía curiosidad. ¿Cuándo dije algo malo?


Lo había bombardeado con palabras hasta quedarse sin aliento, su cabeza daba vueltas.


—No me subestimes. ¿Acaso la boca de un noble es una boca y la nuestra es solo un hocico? Los nobles y los pobres somos iguales, y cualquiera puede disfrutar de cosas de calidad. ¿Sabes lo delicioso que es un cigarro robado…?

—Fúmalo, entonces.

—¿Qué?

—Si dices que lo robaste, fúmalo. Dijiste que eres una experta, ¿no?


Maxim sacó un cigarro y se lo ofreció.

Pero… en realidad, no sabía fumar. Había presumido demasiado, pero nunca había probado ni el tabaco más barato.

Daisy se quedó pálida al darse cuenta.


—No seas tímida.

—…….

—¿Hmm?


Había dado un discurso apasionado sobre lo maravillosos que eran los cigarros robados. Rechazarlo ahora sería ridículo.

'Fumar no debe ser tan difícil. Solo hay que ponerlo en la boca, inhalar y exhalar'

Tomó el cigarro con expresión aturdida y lo olió intensamente.


—Mmm… Tiene justo el aroma que me gusta. Las cosas caras son lo mejor. Solo con el olor ya siento que la sangre me hierve.

—Aquí.


Maxim le ofreció una cerilla. Daisy la tomó con manos temblorosas y trató de ocultarlo.

Con un aire de confianza, se llevó el cigarro a los labios.




Chas, chas-.




Por los nervios, sus manos temblaban demasiado. Al intentar encender la cerilla, se rompió, su rostro se puso rojo como un tomate.

¡Maldita sea! Maxim la observaba fijamente, estaba a punto de morirse de vergüenza.

Cuando Daisy se quedó paralizada, Maxim soltó una risita. Luego, tomó el cigarro de entre sus labios y, con movimientos hábiles, encendió una cerilla.




Chis, chis-.




El extremo del cigarro empezó a arder suavemente, el humo se dispersó en el aire.


—Toma.


Después de darle unas caladas, Maxim le devolvió el cigarro.

'No hay que asustarse. Es fácil. Solo inhalar, aguantar y exhalar'

Daisy trató de recordar cómo lo había hecho Maxim y cómo fumaba antes Conde Therese. Luego, puso el cigarro en su boca.

En cuanto inhaló profundamente...


—¡Cof, cof!


El humo áspero le llenó los pulmones y empezó a toser sin control. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su cabeza se nubló.

Se frotó los ojos con el dorso de la mano y, a través de la visión borrosa, vio a Maxim sonriendo divertido ante su lamentable estado.

Asure: Hoy 06/03 prácticamente alcancé la versión paga de la versión inglés ... disfruten y seguiré

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