Ellie, que estaba sentada en el tocador cepillando el pelo de Grace, interrumpió y señaló al hombre en el espejo.
«No se llama asû
«¿Entonces cuál es, Anna?»
«No»
«¿Entonces?»
La niña cruzó los brazos, levantó la barbilla y sonrió triunfante.
«Mamá»
El hombre soltó una risita. Su pelo rubio finamente peinado se despeinaba en sus grandes manos.
Grace no pudo evitar reÃrse ante la ineptitud de Ellie; su hija no sabÃa el nombre de su madre porque nunca se lo habÃa enseñado.
«Ya está»
La niña, con el pelo hoy decorado con avidez y un lazo rosa en la coronilla, bajó de un salto de la silla y se colocó frente a su padre, no frente al espejo. Echó un pie hacia atrás y dobló las rodillas, extendiendo su falda azul marino. El hombre le devolvió el gesto, levantando con gracia el ala de su sombrero, que no llevaba puesto.
En ese momento, Grace frunció el ceño. Aquel primer dÃa, mientras hacÃa las maletas en casa, le habÃa preguntado en secreto. Recordó su brillante respuesta mientras observaba a los dos comportarse como damas y caballeros.
«Pareces un prÃncipe»
Mi hija, está bien que te parezcas a mÃ, pero por favor, no te parezcas en lo que no deberÃas.
Besó a su padre y salió corriendo del camerino. El hombre no la siguió, pero se quedó en la puerta observando su espalda que desaparecÃa.
«Eres natural. Ya tiene el aire de una aristócrata»
El hombre cerró la puerta tras de sÃ. El aire del camerino cambió al instante.
HabÃa llegado antes de que ella se cambiara, sabÃa lo que eso significaba.
Grace abrió la puerta del armario con indiferencia, como si no hubiera sentido nada. De espaldas al hombre, se quitó el albornoz para mostrar su cuerpo desnudo, inmediatamente sintió la mirada pegajosa aferrándose a ella y trató de apartarse. Su mente volvió a los dÃas en que se habÃa duchado con el mirón detrás de ella. HabÃa veces en que el hombre no se limitaba a mirar.
La única luz del camerino sin ventanas provenÃa de la lámpara del espejo de tocador. Su carne ardiendo de recuerdos serÃa difÃcil de ver a los ojos del hombre inclinado al otro lado de la habitación.
Cuando se agachó para ponerse las bragas, oyó un gemido ahogado detrás de ella, algo que sonó como una palabrota.
Grace se detuvo un momento y se movió lentamente como si nada hubiera ocurrido. Se puso un liguero sobre las bragas y se subió un par de medias negras hasta medio muslo y se las abrochó. Luego se calzó un par de zapatos negros de tacón, la respiración detrás de ella seguÃa siendo regular pero cada vez más agitada.
Con un movimiento rápido, le abrochó el sujetador, sin apartar la mano de ella. Como si quisiera asegurarse de que estaba bien sujeto, sus dedos juguetearon uno a uno con los tres pequeños broches, sintiendo las yemas de sus dedos en la carne bajo la fina tela.
Sus dedos recorrieron el lomo mientras añadÃa la última anilla. El hombre hizo cosquillas en la carne ya erizada con las puntas de las uñas, como si estuviera comprobando si habÃa matado a alguien, luego acercó los labios a la oreja de Grace, dejando escapar su aliento caliente en un torrente de palabras en voz baja.
La mano que le habÃa estado haciendo cosquillas en la espalda se deslizó por la curva de su cintura como una serpiente hasta el bajo vientre. Apartando la mano que se deslizaba dentro de su braga, Grace volteó hacia su tocador.
Fingió no oÃr y se sentó frente al espejo para empezar a maquillarse, mientras intentaba no mirar al hombre que la observaba.
«Yo tampoco quiero hacer esto»
Separó ligeramente los labios y se pintó el labio inferior con un carmÃn rojo intenso. El hombre que la observaba desde un paso atrás se acercó por fin.
Se inclinó y apoyó la barbilla en el hombro de Grace, susurrándole al oÃdo, la mano en su espalda tirando de los tirantes de su sujetador como si quisiera arrancárselo de nuevo, la otra mano metiendo un mechón de pelo rubio detrás de su oreja, los dedos enroscándose alrededor de su lóbulo.
«Sea lo que sea que hagas, siempre eres provocativa»
Jugueteó con el pendiente de perla en forma de lágrima que llevaba en la oreja, murmurando que Grace lo estaba volviendo loco a propósito. Los labios que habÃan estado apretados contra su oreja finalmente se separaron, su lengua lamió la perla que colgaba de su lóbulo. Los hombros de Grace se crisparon y saltaron ante la familiar provocación de la lengua rodando sobre el lóbulo.
«Continúa»
El hombre le mordió el lóbulo de la oreja y entrecerró los ojos ante el pintalabios que Grace tenÃa en la mano.
El hombre que le susurró eso con un beso en la oreja le arrebató el pintalabios de la mano. Dos dedos presionaron sus mejillas y Grace separó los labios, mirando al hombre en el espejo.
El pintalabios trazó la curva de su labio superior y acabó deslizándose por la comisura de sus labios.
La mano que sostenÃa la mejilla giró hacia su rostro. Los labios, que subÃan por la marca roja que se extendÃa desde su barbilla, finalmente cubrieron los labios de Grace.
En el momento en que se giró para cerrar la puerta tras de sÃ, el hombre se abalanzó sobre ella como un animal salvaje, con el cuerpo levantado, algo pesado aplastándola entre las piernas mientras ella se aferraba a su cintura. Sus lenguas se deslizaban entre sus labios apretados, sus cuerpos tan promiscuos como los del otro.
HabÃa alegrÃa en la voz del hombre cuando le llamó, en ese instante, un escalofrÃo vertiginoso corrió por sus venas hasta su corazón al oÃr su nombre, los ojos de Grace, lánguidamente cerrados, se abrieron como los de un hombre al que prendieran fuego.
Sus labios, que habÃan permanecido inmóviles, se movieron cada vez más abajo, mordisqueando la carne que se elevaba por encima de su sujetador. Cuando la punta de la nariz del hombre se enterró no muy lejos de la bolsa de diamantes, Grace se desabrochó el sujetador con sus propias manos.
Sentó a Grace en el tocador e inclinó la cabeza. Ella se estremeció, sintiendo al mismo tiempo el frescor del espejo contra su hombro y el calor de su boca en el pezón.
Pronto el hombre hundió la cara entre los dos montÃculos de carne y empezó a saborear el olor de su carne. Grace le rodeó la cabeza con un brazo y soltó un chillido lujurioso mientras metÃa el sujetador en el bolso que tenÃa en un rincón del tocador.
«Ha... hhm.....»
Mis nervios fueron directos a mi cuerpo, sus caricias empezaron a sentirse aún más estimulantes. Grace se tapó la boca mientras sus gemidos se hacÃan cada vez más fuertes, con su único brazo sosteniendo su cuerpo. Incluso eso comenzó a agitarse y temblar.
«Haah... ahora parece que puedo respirar»
Leon aspiró profundamente, escupiendo el pezón que habÃa soplado con su saliva. Cuando sus labios se alejaron de su cuerpo, Grace se relajó, dejando caer la mano que tenÃa sujeta sobre su boca.
«¡Ah!»
Recuperando el aliento, volvió a retorcerse y soltó otro grito. Hizo girar las yemas de los dedos alrededor de sus pezones endurecidos.
Chupó ruidosamente la carne rosada que sobresalÃa entre sus dedos, lo suficientemente fuerte como para hacer ruido.
«¿Le diste el pecho a Ellie?»
En el momento en que Grace asintió, con los ojos medio cerrados, Leon se levantó. Fijando su mirada en los ojos turquesa que lo miraban interrogantes, Leon sonrió y luego apretó los dientes.
«Siempre he tenido sentimientos encontrados hacia ti y nuestra hija. Eres increÃblemente adorable y condescendiente a la vez. Me haces feliz y triste al mismo tiempo»
Le pellizcó el pezón entre el Ãndice y el pulgar, el que ella se habrÃa llevado a la boca.
Aunque muchas cosas habÃan cambiado, en el fondo nada habÃa cambiado. León lanzó una mirada molesta hacia el bolso colocado en una esquina del tocador y luego se sentó en la silla. Sin embargo, en el momento en que abrió las piernas ampliamente, la incomodidad desapareció por completo.
Apretó las yemas de los dedos contra la humedad y ella se sacudió paroxÃsmicamente. La sensación de carne suave bajo la tela le hizo sentirse posesivo de nuevo. Cuando se apartó, la tela se aferró a su carne y no se despegaba. Cuando se la quitó, estaba aún más húmeda que un momento antes, manchada con sus jugos.
Leon agarró ambos lados de las bragas y tiró. Con un silbido, el sonido de una costura rasgándose, los ojos de la mujer se abrieron de par en par y le lanzó una mirada.
«No te preocupes. Yo te lo compro»
Leon puso los ojos en blanco y sonrió, metiendo la mano en la fina braga. Las caderas de la mujer se sacudieron hacia arriba cuando sus dedos se deslizaron dentro, resbaladizos de carne húmeda.
«Hhhh, ahhh, ahhhh, Ahh....»
La interminable serie de gruñidos y gruñidos familiares llenaron sus oÃdos, llenó sus pulmones con el olor húmedo que echaba de menos. Leon apretó la mejilla contra el interior del muslo de ella, saboreando el creciente temblor. Cerrando los ojos, tocó cada centÃmetro de su carne y dejó escapar un cálido suspiro de admiración.
«Te siento igual que cuando te recordaba»
«Ugh, huh....»
«Caliente, pegajosa y suave, si presiono aquÃ....»
«¡Hmph!»
«Las puertas del cielo se abren ante tus ojos»
Para mi consternación, era cierto. Mis tacones colgaban precariamente en el aire, curvando los dedos de mis pies, finalmente se estrellaron contra el suelo. Al mismo tiempo, Grace estaba en el cielo. Mientras flotaba, embriagada por una abrumadora sensación de placer que no era nada comparado con lo que sentÃa en sus manos, le besó los dedos de los pies calzados con medias.
Le hablaba a sus entrañas, que lo mordÃan y no lo soltaban. Él sacudió sus dedos profundamente enterrados dentro de ella, como si quisiera sentir mejor lo fuerte que ella lo estaba apretando ahora. Las yemas de sus dedos rozaron sus puntos sensibles y Grace volvió a correrse.
¿Desde cuándo me llama Grace con un tono tan cariñoso? Desde el transatlántico, hace más de dos años. No me gusta que me llame por mi nombre de pila, como siempre ha hecho.
«Lo hice. Ya son tres los tipos con los que me he acostado este mes»
Los ojos del hombre se abrieron de golpe y su vida se encendió en un instante. Su mirada no se apartaba del escote de su braga rasgada, como si estuviera imaginando a los otros hombres que habÃan pasado entre sus piernas.
«Nombre»
«¿Estás loco? ¿Cómo voy a decir el nombre?»
«Entonces ¿Quieres que lo diga yo?»
Levantó la mano derecha de Grace delante de sus ojos, extendiendo los dedos uno a uno, recitando el nombre.
«Grace, Grace, Grace».
«.......»
«Es la tercera vez que lo haces contigo misma este mes, debes haberlos echado de menos»
Las comisuras de sus labios apretados temblaron visiblemente. Ella esperaba que perdiera los nervios y la estrangulara, pero en lugar de eso la miró con calma.
«Por cierto, lo que decÃan de que nadie quiere los calcetines usados de otros, resulta que no es cierto. A todos les encantan tus calcetines para masturbarse»
El rostro enrojecido palideció al instante.
«...Estás loco»
El hombre cerró los ojos y murmuró. ParecÃa hablar con su yo del pasado.
«Entonces supongo que estaremos atascados ambos el resto de nuestras vidas»
Su tono era burlón, pero debÃa de decirlo en serio. Cuando empezó a disculparse de nuevo, esta vez más sinceramente, Grace se sintió incómoda y se miró la entrepierna.
Se dio cuenta de que acababa de decir una mentira descarada, dejando al descubierto la evidencia de que nunca se habÃa acostado con otro hombre. Y sin más, Grace pasó del blanco al escarlata en un instante.
El hombre que la observaba apretó la mandÃbula con tanta fuerza que sus labios formaron una lÃnea recta, apretó los dientes y finalmente estalló en carcajadas.
«Nena ¿CreÃas que me habÃas engañado?»
le preguntó con la frente pegada a la suya y los hombros temblorosos por la risa.
«Me di cuenta de que era mentira desde el principio, pero te estabas divirtiendo tanto burlándote de mà que fingà que me engañabas. Me daba vergüenza verlo, pero querÃa que disfrutaras»
«¡Vete a la mierda!»
«Te lo dije, no digas nada de lo que te puedas arrepentir»
«¡Fuera!»
León le lanzó una lluvia de besos mientras abrazaba a la mujer a la que habÃa avergonzado y apartado con rabia.
«Está bien, Grace. Incluso en lo torpe eres adorable. Que nuestra hija sea tan linda es todo gracias a lo linda que eres tú»
Se oyó el pomo de una puerta girando. Grace se quedó paralizada, olvidando que habÃa cerrado la puerta con llave, justo cuando respiraba aliviada, una niña dio un portazo desde fuera.
Grace, que se habÃa vuelto a sentar frente al tocador, miró su reflejo, luciendo como si hubiera pasado una noche de locura desde la mañana, suspiró profundamente.
La luz del sol de primera hora de la tarde entraba por las altas ventanas. En una tumbona, de espaldas al sol, una niña pequeña con un conejo de peluche dormÃa la siesta bajo una manta. Con los ojos cerrados, se parecÃa aún más al Mayor.
«El otro se escapó, pero....»
Campbell bajó aún más la voz mientras la niña maullaba en sueños.
Campbell ralentizó sus palabras. El salón del club hÃpico estaba incómodamente tranquilo para un informe tan sangriento. El mayor vestido de jinete entrecerró los ojos al comprender la omisión.
El Mayor le miró, con la frente arrugada y los ojos fieros. Campbell sabÃa por larga experiencia que no debÃa decirle al Mayor nada que no pudiera garantizar.
«Según nuestra investigación y búsqueda de esta mañana, sû
Los nervios del Mayor estaban comprensiblemente crispados por el fracaso en capturar vivo al asesino. Con el rey queriendo disolver el grupo especial, los restos de la rebelión habÃan resurgido. El comandante tenÃa una excusa para mantener el grupo especial, el rey tenÃa una excusa para disolverlo.
Estaban recopilando apresuradamente la información obtenida durante el primer interrogatorio de la tarde de hoy para presentarla al Mayor antes de la cena, cuando se abrió la puerta del estudio en la suite donde se encontraba el cuartel general.
«Hola»
Los oficiales y soldados que voltearon hacia la puerta se quedaron helados. Saludándoles estaba nada menos que la joven hija del Mayor.
Probablemente era demasiado joven para sentir el aire helado a sus pies. La niña sonrió alegremente y empujó su cochecito de juguete hacia el interior. Los desconcertados soldados intercambiaron miradas. La hija del Mayor era más difÃcil de predecir y de tratar que el propio Mayor.
«Señorita, si se queda aquÃ, el Mayor ........»
Campbell estaba a punto de intervenir y acompañarla a la puerta cuando la niña frunció el ceño, igual que el Mayor.
«No soy una señorita»
«Eh... entonces....»
«Soy una Princesa»
Señaló la corona de juguete que llevaba en la cabeza y se puso a juguetear con ella como si quisiera que le siguiera el juego.
La niña sonrió con satisfacción al ser llamada princesa y sacó de su cochecito un paquete de piruletas envueltas, una a una, imitó el tono del Mayor mientras las repartÃa entre los soldados sentados alrededor de la gran mesa de conferencias.
«Buen trabajo»
«Gracias, jaja»
«Buen trabajo»
«Caray, el Mayor nunca me ha dado un caramelo en los últimos tres años....»
El teniente cogió el caramelo, se tapó el puente de la nariz y fingió contener las lágrimas, la niña se echó a reÃr, un sonido hee-hee, que le sorprendió porque se creÃa igual que el Mayor Leon Winston por fuera, en ese momento todos hicieron lo mismo, aunque no pudieran decirlo.
«Ellie aprendió a montar a caballo hoy. Es muy divertido. ¿Tienen caballos en casa? Papá ha dicho que le va a comprar un caballo a Ellie. ¿No serÃa lindo?»
«Oh, eso serÃa genial»
Los soldados respondieron de la misma manera, la niña, emocionada, empezó a parlotear, incluso haciendo gestos con las manos.
«Uh... hmm, Princesa... los hombres están trabajando. Tu padre se preocupará si te vas sola»
Campbell empezó a acompañarla de vuelta al Mayor, pero la niña le hizo una pregunta.
Ellie sonreÃa satisfecha mientras colocaba el periódico en el cochecito. En ese momento, la punta de unos zapatos negros apareció entre la puerta abierta. De repente, se escuchó un fuerte ruido de sillas arrastrándose, los señores se levantaron de golpe
«Eso es porque papá es una persona muy importante y tiene mucho dinero, asà que no necesita trabajar frente a un escritorio. Esas cosas las hace el señor en la habitación de allá»
Le explicó que su padre era Mayor militar, hombre de negocios, miembro de la nobleza y conde, pero una niña de dos años sin nociones de dinero y estatus no entendÃa la magnitud de todo aquello.
Esta vez giró la cabeza hacia la izquierda. El hombre que recibió el beso de la niña sonrió, levantó la cabeza y miró a Grace. Me pareció que parecÃa bastante serio. Hasta que dijo esto.
«No olvidaste la promesa de esta mañana, ¿verdad?»
Una promesa. Grace no recordaba haber hecho tal cosa.
Le habÃa recordado que habÃa dicho que lo verÃa por la noche. Ayer se habÃa sentido decepcionada cuando Ellie dijo que se iba a la cama, hoy parecÃa sospechosamente ansiosa por hacerla dormir.
El hombre movió sus labios de la oreja de Grace a la frente de la niña y tiró de las mantas hacia arriba.
«Ellie, tienes que dormir un poco, mañana por la mañana volveremos a montar a caballo»
«Mmm»
La niña cerró los ojos y una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.
«Mamá, que tiene que ir a trabajar, ni siquiera podrá ver a nuestra Ellie montar a caballo. Tus habilidades para la equitación son innatas. Tu postura ya es excepcional»
Grace tiró de Ellie en un abrazo, enviándole el mensaje de que no iba a ser arrastrada a su cama esta noche.
«Muffin necesita un baño».
Grace apretó la nariz contra el muñeco y murmuró, Ellie abrazó a Muffin con más fuerza.
«No, no lo necesita. No lo necesita»
«¿Huele?»
«Huele mucho a humo»
Grace frunció el ceño mientras la niña enterraba la nariz en el pecho peludo de su muñeco y olfateaba. Leon observó sin decir palabra cómo la mujer discutÃa con su hija, diciendo que el baño harÃa llorar a Muffin y a ella, luego alargó la mano.
Al final, Grace se durmió primero, seguida de la niña que le susurraba en voz baja y jugaba con su mano. A medida que el silencio se hacÃa más profundo, el rostro de Leon se ensombrecÃa mientras miraba fijamente a la madre y a la hija dormidas.
«Siempre he tenido sentimientos encontrados hacia ti y nuestra hija»
Leon miró fijamente a Grace mientras dormÃa, murmurando en voz baja, apenas por encima de su respiración.
Feliz y triste. Cálido y frÃo al mismo tiempo. Se siente solo en esta cama vacÃa.
Tras una larga noche en vela, se quedó dormido. Los ojos de Leon se abrieron de golpe. El aroma del perfume de la mujer, tan denso como la oscuridad, habÃa despertado su agudo sentido del olfato.
Oyó que la puerta se cerraba suavemente, seguida del sonido de unos pasos que se acercaban.
Su corazón se aceleró cuando los pasos se detuvieron a sus espaldas.
«Cariño»
En el momento en que ella le llamó por ese cariñoso nombre, su acelerado corazón se detuvo. Pero luego comenzó a latir de nuevo como si nada hubiera pasado, porque Grace nunca lo llamarÃa con afecto.
Sólo con burla.
Leon le dio la espalda, alejando la tonta y vana esperanza. En cuanto encendió la lámpara de la mesilla, apareció en su lugar una silueta negra, una mujer en camisón.
Por la expresión de su rostro, parecÃa que se disponÃa a matarlo. Leon sonrió con su mejor sonrisa de Leon Winston mientras se acercaba a Grace. Que sus dioses conocieran su miedo.
Metió las manos en el slip que le llegaba a medio muslo. Se estaba quitando la braga, no, sólo la braga.
Actuaba como si tuviera que ir al baño.
Leon rodeó su esbelta cintura con los brazos y la estrechó entre los suyos, sus cuerpos se superpusieron, sus labios se entrelazaron en un beso devorador, decidido a llevarla hasta que perdiera el sentido común.
Como esta mañana, el beso se alejó lentamente de la lujuria, dejando sólo el afecto. PodÃa sentir su cuerpo estremecerse entre sus brazos mientras la besaba, lenta y suavemente, como un amante normal.
Se empujó contra ella, intentando hacerla perder el sentido como habÃa hecho antes. Pero la forma en que lo hizo no se parecÃa en nada a la de antes.
La sedosa seda crujÃa contra el cuerpo desnudo de Grace mientras sus labios succionaban suavemente. El delicado beso sólo se interrumpió cuando el sudor la empapó y el pijama del hombre se le pegó al cuerpo.
Los labios hinchados por años de fricción se movÃan hacia abajo, presionando suavemente contra la carne. Con cada aliento caliente, Grace se aferraba al slip como si fuera su cordura.
«Haa....»
«Hmph....»
Su tacto era tan caliente como su aliento. En el momento en que sus palmas se cerraron sobre la carne que se extendÃa suavemente, Grace se retorció involuntariamente. El hombre que habÃa estado mordisqueando la punta de su pecho se detuvo, con los ojos muy abiertos.
«¿Te duele?»
«.......»
«Tacto suave, ha pasado tiempo»
El hombre que conocÃa su cuerpo mejor que nadie ya deberÃa saber la respuesta. Grace apartó la cabeza sin contestar. Los labios que estaban destinados a succionar sus pechos empezaron a succionar la nuca expuesta, las puntas de los pulgares trazaban cÃrculos alrededor de sus pezones.
Se quedó mirando hasta la barbilla su pezón intacto, erecto por sà solo, se echó a reÃr. Estaba relajado, pero la repentina comprensión de que estarÃa tan desnuda y jadeante como antes le despertó como si le hubieran echado agua frÃa. Grace le apartó de un empujón y se puso en pie.
Él sonrió, ya sonriendo con satisfacción, Grace se sintió infeliz. Sus caricias lentas, casi infantiles, no hicieron nada para apagar su fuego urgente, sino que sólo lo aumentaron. Sus nervios estaban a flor de piel, su mente estaba a punto de agudizarse.
Los dedos firmes recorrieron su cuerpo caliente, cada toque se sentÃa como una cuchilla que golpea y lanza chispas. Se sentÃa como un pez en la tabla, temblando de excitación al menor roce.
Grace quiso decirle que no la tocara, pero mantuvo la boca cerrada. Mostrar su debilidad, incapaz de soportar el más mÃnimo roce, sólo alentarÃa el deseo de conquista del hombre.
'No puedes perder una batalla en cuanto la empiezas'
Su aliento, su tacto, incluso el dobladillo de su ropa. Su cabeza se inclinaba cada vez más hacia abajo mientras ella reprimÃa en silencio la excitación que le recorrÃa cada vez que algo suyo le tocaba.
«¡Ha!»
Por supuesto, todos sus esfuerzos fueron en vano cuando levantó los muslos de Grace y los abrió de lado a lado, enterrando su cara entre ellos.
Grace apretó los dientes mientras la lengua recorrÃa el sensible bulto con fluida destreza. Enfadada consigo misma, enfadada con el hombre.
TenÃa que admitir, por mucho que le cabreara, que este hombre era bueno, no tenÃa que compararlo con ningún otro hombre para saberlo, este hombre, exasperantemente, seguÃa siendo bueno.
«Ah, uh, mm... Ha, maldita sea.....»
Finalmente, Grace lo soltó y se agarró a las sábanas. Sus caderas se agitaron y le metió el coño en la boca con impaciencia.
«Haa... haa....»
Él besó su coño respetuosamente de punta a punta, como si lo estuviera adorando, sólo entonces levantó la vista.
«Asà que, nena....»
«Haah....»
«Hijo de puta, bastardo, lunático, pervertido. ¿Cuál de esos ibas a decir?»
Se lamió los labios, húmedos de saliva y lágrimas, mientras intentaba adivinar la frase inacabada de Grace.
«Todo está mal»
Grace siseó en voz baja, fulminando con la mirada a la lengua que hacÃa un momento la habÃa convertido en un animal sin nada más que instinto.
Las manos del hombre se dirigieron a los botones de la camisa de su slip. Sus manos estaban tan relajadas como siempre mientras se desnudaba uno a uno.
El cuerpo desnudo del hombre estaba tan relajado como siempre, con los bÃceps y la parte superior del torso bien bronceados y de tonos oscuros, una gruesa polla que sobresalÃa entre unos muslos firmes.
El cuerpo desnudo del hombre era tal como Grace lo recordaba.
Cuando el hombre que habÃa estado frotando su polla con la mano, con aspecto un poco nervioso, acercó sus labios a los de ella, Grace advirtió con voz suave.
«Si no quieres convertirte en un idiota que abandona a una mujer con dos hijos en brazos, más te vale terminar fuera»
Los labios fruncidos se detuvieron y el hombre levantó la vista. ParecÃa incómodo, las conjeturas de Grace sobre la razón de su estado de ánimo eran completamente erróneas.
Con un gesto descuidado, el hombre abrió bruscamente un cajón de su mesilla de noche y sacó una cajita de aluminio del tamaño de la palma de su mano.
«Sólo necesito un hijo»
Sacó de la cajita un condón enrollado.
«Por cierto, llamarle mono al papá de mi querida hija... Su cabeza es de un cerdo con cuerpo de pollo y cola de un perro, pero resulta que soy un mono. No hay monstruo más grande»
El desconocido que tenÃa delante se sintió incómodo. Mientras dudaba, el hombre preparado se inclinó sobre ella. Besó a Grace y susurró contra sus labios.
Retiró la mano de Grace y entrelazó sus dedos con los suyos, uno a uno. La punta de su polla presionó entre sus piernas, ella aspiró un agudo suspiro....
«¡Ah!»
Algo pesado se estrelló contra su carne.
«¿Te duele?»
Grace negó con la cabeza. No deberÃa doler, no por ser la primera vez, pero habÃa pasado mucho tiempo, el cuerpo de este hombre era tan abrumador como el primero.
Su polla empezó a entrar lentamente. Grace le agarró la mano con fuerza, sobresaltada por la sensación de carne gruesa y dura que la llenaba en cuanto se abrió de par en par.
Fiel a su palabra, podÃa sentir cómo los jugos que habÃan sido empujados contra su clÃtoris se desbordaban y corrÃan por su coño. Inspiraba y espiraba mientras el hombre le susurraba palabras tranquilizadoras al oÃdo y, cuando volvió en sÃ, su polla seguÃa enterrada hasta el fondo. Rodeó su cintura con sus piernas ya temblorosas y acarició cariñosamente el pelo de Grace.
«Relájate»
El hombre parecÃa tan nervioso como Grace. Aún no se habÃa movido mucho, pero su pecho se agitaba como el de un hombre sin aliento. La miró, con la garganta visiblemente subiendo y bajando mientras tragaba su excitación, Grace se obligó a bajar la mirada.
«Ugh....»
El hombre gimió, arrugando la frente mientras su polla se tensaba sólo ligeramente.
«Esto no puede ser bueno.... Esto es una locura»
El hombre murmuró algo ininteligible y luego abrió los ojos fuertemente cerrados. Grace miró sus ojos febriles y recordó el pasado.
Eran los ojos de un momento indefenso que podrÃa haber matado fácilmente. La mirada que sólo le habÃa mostrado en la cima del placer, pero hoy, cuando se habÃa enterrado en ella, le habÃa mostrado la misma mirada.
Una vertiginosa oleada de placer me recorrió mientras la polla enterrada giraba salvajemente, revolviendo sus entrañas. El hombre observó atónito cómo se excitaba con el más mÃnimo movimiento de cintura, luego preguntó.
«¿Te duele?»
En ese momento, sentà una sensación incómoda, como cuando el hombre dijo que ya no querÃa tener más hijos. Era como si estuviera abrazando a un hombre desconocido por primera vez
Por favor, espero que dejes esta falsa apariencia junto con la razón.
Porque los acontecimientos del sueño eran tristes y preocupantes.
Durante los últimos tres años, habÃa compartido su cuerpo en sueños, pero no habÃa sentido placer, sólo dolor. No era diferente de cuando habÃa soñado con Daisy de niño.
Los ojos de Leon se oscurecieron lentamente al ver a la mujer gimiendo incontrolablemente de placer. Antes pensaba que me la estaba comiendo, pero ahora sentÃa que me estaban comiendo a mÃ.
Grace, esta es nuestra primera vez, asà que, por favor, olvÃdate de aquel dÃa.
Leon meneó las caderas sólo para su placer, esperando que olvidara todo lo que habÃa hecho.
«Ha, ahÃ.... un poco más fuerte, hmm, sÃ, asÃ.... Ahh... se siente bien»
Leon observó con incredulidad como Grace, la mujer que antes habÃa intentado con todas sus fuerzas no sentir, ahora intentaba sentir, disfrutando voluntariamente del clÃmax que su cuerpo no podÃa darle.
Cuando Grace dejaba de empujar, su cara se relajaba por el placer abrumador y una sonrisa de satisfacción aparecÃa en su rostro. Era una sonrisa que sólo habÃa visto una vez, en fugaces destellos, tras horas de ahorcamiento.
De repente, sus paredes interiores se estrecharon a su alrededor y jadeó como si lo estuvieran estrangulando. Justo cuando estaba llegando a un clÃmax irresistible, como un simple mortal aplastado en manos de los dioses, Grace le puso la mano en el esternón. Embriagado por la esperanza que ella le ofrecÃa, Leon le entregó su corazón sin miedo.
«Te amo, Grace»
Las palabras que no habÃa podido decir en su última noche en la cabaña.
preguntó Leon mientras recogÃa su slip del suelo y se lo ponÃa, abrazándola por detrás.
«¿Vas a ver a Ellie o quieres que la traiga aqu�»
Pero Grace le apartó la mano sin contestar y se levantó. La sonrisa desapareció lentamente del rostro de Leon mientras la veÃa ponerse el camisón que yacÃa desparramado sobre la cama y abrocharse los cordones.
Pero Grace le acarició la mejilla, capturando primero sus labios. La esperanza que habÃa muerto revivió en un dulce beso.
«Buen trabajo. Quiero darte dinero, pero parece que tienes más que yo. Entonces, recibe un beso»
Le trató como a un gigoló. Y asà como asÃ, sus esperanzas se desvanecieron.
Mientras estudiaba su tez, sus ojos centellearon y le hizo una pregunta cruel con una pizca de risa en la voz.
No, sabÃa que no me amabas, supe que habÃas venido a hacer esto desde el momento en que vi la expresión de determinación en tu rostro cuando te paraste frente a mi cama.
Sólo quieres vengarte de mÃ.
Sabiendo esto, León se embriagó de tontas y vanas esperanzas mientras compartÃan sus placeres juntos, hasta que finalmente dijo te amo, fingiendo no oÃr a su instinto gritarle que no debÃa hacerlo ahora.
Al final, fue un beso lo que le devolvió su verdadero amor. Un beso que no fue muy distinto de una moneda gastada lanzada a un pobre mendigo.
CreÃa que todo habÃa cambiado, pero la relación no. Sólo habÃan cambiado el que daba y el que recibÃa el dolor.
«Sigues siendo bueno»
se burló Grace, palmeando el hombro que ya no le sujetaba.
Los ojos del hombre se abrieron. Su color natural era pálido, pero el brillo de abatimiento que los coloreaba era espeso. Grace torció las comisuras de los labios hacia arriba como habÃa practicado.
Grace arropó a Ellie y fingió estar dormida, pero a medida que pasaban los minutos en silencio, empezó a sospechar.
No esperaba que irrumpiera en la cama y se tumbara. El hombre parecÃa estar sentado en una silla lejos de la cama. SentÃa sus ojos clavados en ella y en la niña, invisibles en la oscuridad.
Mientras escuchaba su respiración, la mente de Grace volvió a las palabras que habÃa oÃdo mientras bañaba a Ellie la noche anterior.
«Por supuesto, no esperes que haya perdón o amor detrás. Sólo jugamos para ganar»
«Como he dicho, no voy a forzarte al perdón o al amor. Acepta mis disculpas o no, es tu elección»
El hombre clavó su propia cuña con la arrogancia de un apologista, luego sacudió la barbilla hacia su ayudante, que esperaba a lo lejos. El ayudante se acercó a Ellie con una botella de zumo. Al verla engullir el zumo, sin darse cuenta de que estaba sedienta y embelesada por el viaje, Grace murmuró para sÃ.
«Te desprecio por pretender ser un buen padre para tu hija»
«Soy un buen padre»
Grace le lanzó una mirada de reproche, pero el hombre, en cambio, actuó como si fuera Grace quien estaba haciendo reproches absurdos.
«Mi padre no era diferente. Para mi abuelo, era un traidor, como esposo era un estudiante reprobado y disoluto, para los rebeldes, un demonio despiadado»
El hombre guardó silencio un momento mientras continuaba con su valoración sorprendentemente sobria de su padre, luego prosiguió con una sonrisa sombrÃa.
«Pero fue el mejor padre que he tenido»
Cuando el padre de este hombre se convirtió en tema de conversación, Grace no pudo evitar sonrojarse. Era el momento de callarse y mirar fijamente el suelo húmedo crujido por los cascos de los caballos.
«Los humanos son asÃ. Diferentes posiciones, roles y relaciones nos hacen personas diferentes, ahora que mi posición hacia ti y nuestra relación han cambiado, quiero ser una persona diferente»
En ese momento, Grace, que habÃa estado de pie a medio paso, acortó la distancia y se arrastró hasta los brazos de Leon. Le rodeó la cintura con los brazos y enterró la mejilla en el lugar donde latÃa su corazón, luego lo llamó.
«Cariño, ¿eres feliz?»
Grace, me gustas porque eres inteligente, pero te odio.
«¿Estás contento de ver a Ellie? ¿Estás contento de tenerme por fin a tu lado? En eso, ya has fracasado»
Odio esto.
«Estás feliz de soportar el dolor que te causo, ¿Cómo es eso venganza?»
«Entonces está mal que te ame»
«.......»
«Si no deberÃa ser feliz contigo, entonces no deberÃa amarte en primer lugar. Bueno, entonces no importarÃa si estuvieras conmigo en primer lugar, ¿verdad? Entonces yo estarÃa libre de este dolor y tú estarÃas libre de mÃ, para siempre. Pero sólo puedes tener venganza si yo te amo, en otras palabras, no puedes tener venganza, sólo libertad, asà que....»
El hombre que estaba señalando la contradicción en su lógica preguntó.
«¿Estás diciendo que no quieres que te ame?»
Repitió, pero Grace mantuvo la boca cerrada y no dijo nada.
«Puedes escuchar todo lo demás, pero eso no»
Cuando la niña intentó bajarse del caballo, el hombre la dejó y se dirigió hacia su hija, diciendo estas palabras. Grace, como una cuña, quedó clavada en el lugar, sacudida por las ondas dejadas por las palabras del hombre que la golpearon y pasaron.
Asure: Buenos dias, tardes, noches, madrugadas ... Página 313/533 (Prácticamente 76 paginas o 2 capÃtulos en 1 .... disfruten :v) .... Ya el otro año acabamos el segundo arco del volumen 5 .... Espero les guste la traducción .... Pasen buen feliz año, me despido por acá con las lectoras que siguen solo esta novela.
PD: nueva imagen referencial hasta que nazca el hijo
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