Grace sacudió la cabeza enérgicamente para sacudirse los persistentes y terribles pensamientos. ParecÃa que, sin darse cuenta, los trucos de Winston volvÃan a jugar con ella.
En ese momento, una gran palma le acarició suavemente la suave espalda cubierta de seda, y sus labios calientes le tocaron la mejilla a través del velo.
Era desagradable intentar apaciguarla como si él supiera lo que ella pensaba. Cuando ella apartó con la mano los labios que tocaban su mejilla, los labios que él apenas habÃa separado se acercaron esta vez a sus dedos... al dedo anular de su mano izquierda.
El hombre bajó los labios desde la punta del dedo anular hasta los nudillos del dorso de la mano, y luego preguntó.
"¿Te ha dado ese bastardo un anillo de compromiso? Creo que nunca lo he visto".
"Se lo dejé a ese bastardo antes de venir aquÃ....".
Grace, que habÃa respondido con dureza, se quedó estupefacta.
Esa bastarda.
...Ella nunca habÃa llamado a Jimmy de aquella manera.
Winston abrazó con más fuerza a Grace, que se quedó atónita por las duras palabras que salieron de su boca. Le susurró al oÃdo con voz entrecortada por la risa.
"No pasa nada, cariño. Lo mantendré en secreto para ese bastardo".
La sensación de disgusto que habÃa sentido todo el tiempo se alivió de inmediato con aquella única palabra. Sujetó firmemente entre sus brazos el cuerpo retorcido de la mujer, le acarició los labios mientras escupÃa aquellas lindas palabras y le chupó la lengua como si la elogiara.
"¿Quieres que te cuente una historia divertida?".
En cuanto separó los labios, apretó la mano izquierda de Grace y preguntó
"¿Sabes la expresión de la cara de Jerónimo, que estaba de pie desde lejos mientras yo le ponÃa el anillo de compromiso a la Gran Dama? Tengo que deslizar ese anillo. TenÃa los ojos asÃ".
No se sabÃa dónde estaba la parte graciosa de la historia.
El hombre sonrió amargamente al ver el rostro sombrÃo de Grace y posó los labios en el interior de su mano.
"Tengo que metérsela...".
La sonrisa desapareció lentamente del rostro del hombre, que murmuraba con los labios apretados contra la piel de ella. Sólo entonces se dio cuenta de que el lugar donde tocaban sus labios era donde debÃa estar el anillo de compromiso, y apartó la mano.
Grace, que se dio cuenta de sus intenciones, lo miró con una mezcla de desprecio y miedo.
Cuando el hombre apretó los dientes tras su boca rÃgida, hizo inmediatamente una mueca de incomodidad.
"Por supuesto, hay otras cosas que tienes que llevar".
Lo que sacó del bolsillo de su chaqueta era una caja que contenÃa un dispositivo anticonceptivo.
Grace se puso en pie precariamente, con un pie apoyado en el brazo de su silla. Aunque intentó mantener el equilibrio, le resultó difÃcil debido a los finos tacones de sus zapatos de tacón, asà que tropezó y aterrizó sobre el hombro del hombre.
"Ya se te están cansando las piernas sólo de pensarlo. Ya está hecho, asà que aguanta, querida".
El hombre, que habÃa estado ocupado burlándose de su mano mientras la preparaba, giró la cabeza y apretó los labios contra el dorso de su mano, pero Grace movió la mano hacia la nuca para evitar sus labios.
Le habrÃa agarrado del pelo".
Sintió el impulso de despeinar su perfecta melena rubia sin dejar rastro. Sin embargo, si eso ocurrÃa, su cuerpo se echarÃa a perder.
Su gran mano agarró suavemente el pie de ella, que estaba apoyado en el reposabrazos con tacones altos, y le rozó suavemente la piel hasta la rodilla. Winston le levantó el vestido para que pudiera verse la carne de sus muslos presionada contra las bandas de las medias negras antes de meter las manos bajo la falda.
"Huht..."
"No te muevas".
Le apartó la ropa interior, que no era más que un cordón de gruesas perlas que cubrÃa sus partes Ãntimas. Mientras Grace se estremecÃa al rodar hacia un lado el duro bulto que presionaba su clÃtoris, el hombre que observaba su expresión sonrió torcidamente.
"Intenta abrirte un poco más".
Sus manos empujaron el interior de sus muslos hacia un lado. Ella se agarró a los hombros de Winston para no caerse y casi se abrazó a su cabeza.
¿Era realmente necesario insertar asà un dispositivo anticonceptivo?
Grace apretó los dientes mientras miraba la herramienta a lo lejos, sintiendo el aliento caliente de Winston clavándose en su pecho mientras la vergüenza brotaba de lo más profundo de su corazón. QuerÃa estrangular a ese maldito hijo de puta.
De repente, el vestido se le levantó hasta el ombligo. Sintió una bocanada de aire frÃo, y luego un aliento caliente la tocó a través de un trozo de fino encaje.
El hombre metió la cabeza dentro de la falda.
Su mano, que habÃa estado explorando su lugar secreto en busca de su abertura, agarró con fuerza las nalgas de Gracia. Las yemas de sus dedos que presionaban la suave carne ya estaban mojadas de lÃquido amoroso, y resultaba desagradable.
"¡Ha-uht!"
En cuanto su aliento excitado se derramó entre sus piernas, la lengua resbaladiza se clavó en la carne y dio un largo lametón a su clÃtoris.
Grace se abrazó a la cabeza de Winston mientras sus muslos temblaban.
"Ah, uht... rápido, ah-huk, métela".
Cada vez que su lengua pasaba por un punto sensible, sus palabras se interrumpÃan y su cuerpo temblaba como si tuviera hipo.
"Por favor, mételo en la cama rápidamente. SerÃa mejor que lo pidieras más educadamente. Por favor, capitán".
Murmuró el hombre, sujetándole el clÃtoris entre los labios, y Grace tuvo que temblar como si la hubieran electrocutado para cuando terminó la frase.
"Ahht..."
Se oyó un chirrido entre sus piernas y se le abrió la raja. Finalmente, los dos dedos que sujetaban el pesario empezaron a penetrar en su cuerpo, y el hombre chupó el clÃtoris sin parar, incluso después de introducir el dispositivo anticonceptivo.
Grace miró por la ventana, con el cuerpo tembloroso por una sensación desagradable a la que apenas podÃa acostumbrarse. Más allá de la alta valla de alambre de espino, la distancia era tan brillante como el dÃa.
De repente, su reflejo en la ventana le llamó la atención.
Atrapada en la oscuridad, por mucho maquillaje y joyas caras con que se adornara, estaba extremadamente desaliñada. Odiaba al hombre que se metÃa bajo su falda. Trataba a la mujer que no le gustaba como a una dama, mientras que a la mujer que realmente le gustaba la trataba como a una prostituta.
De repente, se le ocurrió que su prometido, que le habÃa ordenado seducir a aquel hombre, no era diferente.
Todos los hombres que la deseaban la trataban como a una prostituta.
Nadie la amaba de verdad.
Mientras se mordÃa el labio mientras las lágrimas amenazaban con caer, el hombre cogió a Gracia en brazos y la llevó a su cama. Lo primero que hizo tras subirse encima de ella fue levantar el velo que le cubrÃa el rostro y posar sus labios sobre ella.
Era algo que harÃa un novio la primera noche después de la boda.
'Loco bastardo...'
Aunque la trataran como a una novia, su humor no mejoró en absoluto. Era porque aquello no era más que una obra de teatro para satisfacer los deseos egoÃstas de aquel hombre.
Leon Winston no amaba a Grace Riddle.
Aunque fuera un amor retorcido, no habÃa razón para que se sintiera embargada por la emoción. Nadie tragaba veneno sólo porque tuviera hambre.
"Cariño".
Preguntó el hombre cuando los labios que la habÃan estado tocando se separaron.
"¿Quieres felicitarme por mi compromiso?".
Grace miró fijamente las pupilas, que estaban ligeramente curvadas, y sonrió con los ojos curvados del mismo modo.
"Felicidades por convertirte en la marioneta del Gran Ducado".
"Gracias. Me conmueve aún más oÃrlo de ti, que fuiste abandonada y ni siquiera una marioneta de tus aliados".
Las comisuras de los ojos de Gracia, que se habÃan obligado a curvarse, temblaron. Giró la cabeza para evitar que la mano del hombre intentara tocarla cruelmente.
"No te preocupes, cariño. Sabes que no te abandonaré aunque me case. En mi noche de bodas, lo celebraré aún más a lo grande".
León trazó la comisura de la boca de la mujer, que tenÃa los labios pintados de rojo de forma vulgar. El beso fue tan intenso que le dejó una marca larga y manchada hasta la barbilla. ParecÃa como si se hubiera derramado sangre.
La rodeó con el collar de perlas como si fuera una correa y enterró la cara en el pliegue de su cuello.
"Hueles bien.
Era un perfume que habÃa elegido personalmente.
Cuando el aliento de Leon se impregnó de una fresca fragancia cÃtrica mezclada con el aroma corporal de aquella mujer, recordó de repente el momento en que recogió a la chica que se habÃa caÃdo del naranjo y la estrechó entre sus brazos.
Se le apretó el corazón.
"Pero hueles mejor en la cámara de tortura".
Leon bajó lentamente, apretando la cara contra su piel para que la mujer no pudiera ver su verdadera expresión. Cuando le bajó el vestido, que le colgaba holgadamente de los hombros, quedó al descubierto una ropa interior de encaje blanco que le cubrÃa la parte superior e inferior.
La ropa interior no cumplÃa su función de cubrir las partes Ãntimas y, por el contrario, quedaban descaradamente expuestas.
CumplÃa muy bien la función de excitar a la persona que la habÃa comprado.
Como apenas cubrÃa la mitad de sus pechos suavemente abiertos, sus areolas rosadas sobresalÃan por encima de la banda de encaje, como el sol que se levanta sobre el horizonte.
No podÃa ser una metáfora más ridÃcula.
La mujer dejó de respirar y retorció el cuerpo mientras él frotaba la areola saliente con la punta del dedo Ãndice. La situación no era muy diferente allà abajo. ¿Qué parte de su carne podÃa cubrir la tela con finos hilos enredados sin apretar?
León, que admiraba los pechos que se mostraban a través de los intrincados dibujos del encaje, hizo rodar lentamente uno de los erizados pezones con la punta de los dedos.
La sensación de que la carne blanda se endurecÃa era inconfundible.
"Huht..."
Los pezones se irguieron e intentó atravesar la tela. Sin embargo, quedó atrapado en la banda que cruzaba el pico y fue aplastado, incapaz de saltar.
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