Abrió el estuche y sacó una estilográfica. En cuanto quitó la tapa, una voz familiar le preguntó.
"Entonces, ¿te vas a quedar de brazos cruzados?"
Cuando los hoscos ojos azul verdoso empezaron a parpadear frente a él, Leon apretó los dientes.
"¿Crees que soy Dios?
Tak.
Al cerrar la tapa de la estilográfica, se marchó de nuevo. En la confesión que se dejó, la lÃnea de la firma del jefe de la división de inteligencia doméstica seguÃa en blanco.
º º º
Grace, que estaba apoyada en el cajón del escritorio, miró al hombre sentado en la silla.
Leon Winston.
Por fin habÃa vuelto a ser el Leon Winston cruel, despiadado y mezquino de siempre. Qué ansiosa estaba desde hacÃa una semana. No sabÃa por qué estaba ansiosa, porque aquel tipo actuaba de forma diferente a la habitual.
¿Preocupación?
Era una locura. No, sólo se sentÃa fÃsica y mentalmente incómoda.
Winston habÃa estado viviendo en la cámara de tortura toda la semana pasada. Incluso dormÃa en la cámara de tortura. Esa cama individual ya era demasiado estrecha para dormir sola, asà que ¿tenÃa sentido que dos personas durmieran juntas? Odiaba verse obligada a dormir con el cuerpo doblado encima de él.
Asà que, después de que el hombre se durmiera, se escabulló y buscó un lugar donde dormir, y el lugar que le llamó la atención fue la bañera.
Al entrar en la dura y frÃa bañera, se envolvió en una manta y se tumbó.
Se sentÃa miserable.
Fue entonces cuando finalmente se quedó dormida tras lamentarse de su situación.
Splash.
El agua frÃa le cayó por la cara. Cuando el agua dejó de fluir, abrió los ojos y vio a Winston de pie sujetando el grifo.
"Oh, perdona. No sabÃa que estabas aquÃ".
Era una mentira muy descarada.
De todos modos, la semana pasada fue agotadora, gracias a él. Le hizo preguntarse si "Una semana con Leon Winston" era una nueva técnica de tortura.
Cuando ella le preguntó si estaba trabajando, él dijo que se habÃa tomado un permiso. En el año que llevaba trabajando como criada aquÃ, nunca habÃa visto al hombre tomarse ningún permiso personal, excepto para las vacaciones de verano o acontecimientos familiares importantes, asà que se preguntó si lo habÃa oÃdo mal.
Winston sólo hacÃa dos cosas cuando se encerraba en la cámara de tortura.
Alcohol y sexo.
Ella sospechaba, asà que preguntó qué pasaba, pero cuando lo hizo, acabó tumbada debajo de él y jadeando durante tres horas. Entonces, su intuición le dijo... que era por el caso Sinclair.
"¿Tiene conciencia ese hombre?
Grace recordó de repente la pregunta que le hizo mientras estaba borracha.
"Grace Riddle, ¿alguna vez imaginaste una vida que no fueras tú?"
Fue en un momento en el que ella estaba pensando en las palabras poco caracterÃsticas de Leon Winston cuando una gran mano bajó de repente del escritorio. En la palma de su mano habÃa una cereza de color rojo oscuro sobre crema de color blanco puro.
¿Qué clase de trato era éste?
Grace entrecerró los ojos y miró la cereza.
Si iba a tratarla como a un perro, era mejor dársela en el cuenco de un perro. Los dÃas que este hombre la llevaba de "paseo" a la oficina, le daba de comer a mano.
Cuando el hombre volvió a tenderle la mano, ella bajó la cabeza de mala gana. Grace se llevó la cereza a la boca, pero la mano del hombre no se apartó. En lugar de eso, el hombre estiró la mano y le untó los labios con la crema que tenÃa en la palma.
Esto significaba lamer la palma limpia también.
Creak.
Al apretar los dientes, la cereza que tenÃa entre los dientes se abrió de golpe, derramando un jugo agrio.
Grace abrió los ojos y lo fulminó con la mirada, lamiéndole la palma con la lengua. La lengua empapada en jugo de cereza dejó un rastro rojo oscuro. ParecÃa una mancha de sangre. Se sentÃa tan satisfactoria como morder al hombre y dejarlo cubierto de sangre.
Sin embargo, todo era una ilusión.
Ptoo
Leon frunció las cejas.
La mujer escupió el grano de cereza en su mano. Creyó que le escuchaba obedientemente, aunque volvió a intentar ponerse encima de su cabeza.
"Está agria. Me gustan las cerezas dulces".
SÃ, siempre ha sido asÃ. Deseó que fuera tan fácil como su padre.
"Come lo que te dé".
El grano de cereza fue arrojado al plato y emitió un sonido sordo.
"Qué perro tan quisquilloso".
Aunque lo dijera tan bruscamente, las cerezas en la mesa mañana serÃan definitivamente dulces. Grace ya lo sabÃa. Mientras tanto, Leon fingió estar triste mientras mantenÃa la boca baja mientras presionaba su palma contra la mejilla de la mujer que estaba actuando coquetamente.
"Uh... sucio..."
La mujer con un rubor cereza en la cara se frotó la mejilla con la manga. Se rió mientras su boca triste se convertÃa en una boca molesta.
Ahora que habÃa pasado la hora de comer, se habÃa acabado el tiempo de flirtear con las mujeres.
Apartó el plato vacÃo y cogió una gruesa pila de documentos. HabÃa reunido todos los documentos relativos al caso de Jeffrey Sinclair. También incluÃa pruebas de que el caso era inventado.
Leon puso encima el artÃculo del periódico de esta mañana.
[ Jeffrey Sinclair, encarcelado en el campo de detención de Govurn]
Como si se tratara de una operación para destruir la reputación de la familia Sinclair, una foto de Jeffrey Sinclair con uniforme de presidiario y esposas apareció en la portada del periódico. No quedaba ninguna apariencia de caballero refinado. Cualquiera podÃa ver que parecÃa un criminal rudo y demacrado.
Si esto salÃa mal, él también podrÃa acabar asÃ.
Mientras miraba fijamente los ojos cansados de la foto en blanco y negro, recordó de pronto los ojos que le miraban con seriedad cuando intentaba impedir que el teniente coronel se llevara a su hijo.
León dejó escapar un pequeño suspiro.
Acabó cogiendo una semana de baja sin firmarla. Mientras tanto, el teniente Collins, jefe en funciones de la división de inteligencia nacional, firmó una confesión falsa.
La firma de Leon Winston no figuraba en la confesión. Fue un acto temerario que iba en contra de las exigencias del Gran Duque y del Rey.
De hecho, fue a la vez la mejor y la peor elección que Leon Winston, que juzgaba todo excepto a la mujer que tenÃa bajo su escritorio en función de sus ganancias o pérdidas, podÃa haber hecho. Si bien era la mejor para su yo futuro en el sentido de que evitarÃa la ira, la peor de todas era que su yo presente se verÃa oprimido. La presión continuarÃa hasta la caÃda de la monarquÃa.
Se rió con desprecio.
Un monárquico que querÃa que cayera la monarquÃa... ¿qué le habÃa pasado?
"No entiendo el comportamiento del capitán estos dÃas".
León recordó de pronto lo que dijo el teniente coronel el dÃa que fue a trabajar por primera vez en una semana.
"Como una persona diferente".
Cierto. ¿Cómo habÃan cambiado las cosas?
Al pensarlo, lanzó su mirada bajo el escritorio. La mujer, apoyada en la pared de los cajones y hojeando con desgana los documentos confidenciales que le habÃa dado para leer, le miró con ojos desconcertados.
Por mucho que lo pensara, aquella mujer era la única razón. Aun asÃ, no podÃa matarla y volver a ser el de antes.
No querÃa volver si matar era la única manera.
SeguÃa pensando que no tenÃa conciencia. En este sentido, era simplemente un ser humano egoÃsta, vagamente a medio camino entre un héroe y un villano.
Como hombre que sólo se preocupaba de sus propios beneficios y pérdidas, Leon estaba ocupado haciendo cálculos en su cabeza, incluso mientras guardaba un peligroso secreto que podrÃa destruir el reino.
Mientras consideraba las numerosas encrucijadas y sus destinos, sus ojos no dejaban de volverse hacia la mujer. Entre los innumerables caminos, el más estrecho, irracional, difÃcil y poco caracterÃstico de Leon Winston aparecÃa ante sus ojos.
Esta mujer era la única que se encontraba al final del difÃcil camino a través de la venganza y todas las obligaciones.
Sólo eso ya era tentador.
¿Era afortunada o desafortunada? No tenÃa ni idea antes de romper el lavado de cerebro de esta mujer. Finalmente, colocó los documentos que habÃa apilado ordenadamente en un gran sobre marrón. Decidió dejarlo en suspenso por el momento, lo guardó en el último cajón de su escritorio y lo cerró con llave.
De repente, alguien llamó a la puerta. Por reflejo, la mujer se escondió en el fondo del escritorio.
"Adelante".
Pensó que era la criada que venÃa a limpiar la comida, pero no.
"León".
¿Qué hacÃa aquà la Sra. Elizabeth Winston, que odia el anexo rodeado de un feo alambre de espino?
"Estoy de servicio".
Mientras sacaba una de las carpetas apiladas sobre el escritorio y la abrÃa, su madre se sentó en la silla de enfrente y expuso sus regaños.
"Si estás en la mansión, ¿no podemos al menos comer juntos? ¿Por qué estás siempre tan ocupado? Pretendes hacerlo todo por tu cuenta".
"Hago casi todo en la familia yo sola".
Abrazando el cojÃn, Grace se acurrucó y contuvo la respiración.
"Sra. Winston, ha pasado tiempo".
Después de fracasar repetidamente, ya no le parecÃa una oportunidad para escapar, viniera quien viniera a la oficina. No tenÃa valor para hacerlo a menos que la puerta del anexo se abriera de par en par ante sus ojos y alguien la empujara a huir.
Incluso estuvo a punto de morir el dÃa que vino el inspector.
"¿Crees que no puedo matarte? Asà es, no puedo matarte con la mente sana... aunque ¿qué pasarÃa en el momento en que te llevaran? Una persona con los ojos cegados no sabe lo que puede hacer. Asà que, ten cuidado".
No fue sólo eso, el duro trato que sufrió toda la noche también influyó. HacÃa ya bastante tiempo que sus extremidades estaban atadas a la pared, y durante varios dÃas, las marcas de las cuerdas y la cadena no desaparecieron de su cuerpo.
En ese momento, la paz mantenida bajo un pacto tácito con aquel hombre se rompió.
Grace ya se habÃa adaptado a esta falsa paz.
Ya ni siquiera interrogaba. El hombre estaba satisfecho mientras se le permitiera utilizar su cuerpo a su antojo y sacrificara su libertad de movimiento. Los dÃas en que estaba de muy buen humor, incluso escuchaba sus peticiones una por una.
Sin embargo, ¿y si la pillaban aquà y la enviaban al cuartel general o al centro de detención?
Hasta que lograra esa paz contradictoria, estarÃa sometida a lo mismo que sufrió Winston por otros hombres.
Tal vez, incluso después de soportarlo, una paz como la de ahora nunca llegarÃa. Antes de darse cuenta, habÃa perdido la esperanza de que alguien la salvara cuando la transportaran. Lo único que habÃa aprendido mientras tanto era la resignación.
"Leon, lo que digo es que muestres algo de sinceridad en la preparación de tu ceremonia de compromiso."
...¿Compromiso?
¿Finalmente decidió comprometerse?
Asure: Feliz año lectoras ... nos vemos hasta el otro año :v
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