La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 41
Reynos me atrapó rápidamente cuando salà corriendo. Bloqueó la puerta para evitar que me escapara y puso en marcha el carruaje para llevarme a casa.
"Puedo ir solo. Adiós"
"Se hará daño si salta ahora, señora"
Yo ya tenÃa mi decisión tomada.
Estaba atrapada en un carruaje en marcha y no tenÃa otra opción. Me apoyé en el alféizar de la ventana con lágrimas en los ojos y fingà estar muerta... no, dormida.
HabÃa muchas preguntas que querÃa hacer, como por ejemplo por qué Reynos habÃa aparecido como el duque Absulekti y por qué me habÃa fascinado, pero no tenÃa tiempo para preguntar.
Ja, maldita sea. ¿Por qué no me dijo que se puede decir cualquier cosa como un borracho cuando se destruye la fascinación?
En medio de todo esto, Reynos, sentado a mi lado, no dejaba de llamar.
"Señora, ¿está durmiendo? Lo siento, no tengo amigos"
SÃ, estoy durmiendo. No lo lamentes.
"Intentaré hacerme amigo del escarabajo pelotero"
No intentes hacer eso.
"Ciella Lavirins... es la Lavirins más fuerte"
Voy a cambiar mi nombre a partir de hoy. No hay nadie asà en Lavirins.
"Por cierto, por si acaso, no bebas delante de los demás. Bebe sólo delante de mÃ"
No beberÃa ni siquiera delante de Su Alteza.
Brutalmente, Reynos siguió exponiendo la oscura historia que yo querÃa olvidar. Mi espÃritu, que se habÃa mantenido a duras penas, no pudo derrumbarse y se hizo pedazos.
Bien, he decidido qué nombre voy a ponerme. Voy a ser Ragged Ella. Ragged Ella pierde su dignidad cuando es joven...
"¿Señora? Señora"
Reynos me sacudió. No hay nadie asÃ.
Ragged Ella estaba más relajada.
"Estamos aquÃ. Tienes que levantarte"
Oh, entonces tengo que bajarme. Me levanté, desplomado como un ciego.
"Gracias por llevarme. Entonces, adiós"
"Espera"
Reynos me atrapó mientras intentaba huir de la escolta y todo lo demás. Sacó una pequeña caja de su bolsillo, pero cuando me fijé mejor, vi que la habÃa recogido del suelo de mà antes.
"Como siga asÃ, va a ser como si mi señora no me mirara"
Che, es agudo.
Reynos, que adivinó correctamente, abrió la caja. Dentro habÃa un ramillete para la muñeca hecho con rosas de Lilstein.
Era costumbre pedirle a una dama que fuera socia al entregarle un ramillete de muñeca, pero no esperaba que él hiciera un ramillete de rosas Lilstein.
También era la primera vez en mi vida que veÃa uno. Fue porque el dueño de la floristerÃa Lilstein rechinó los dientes, diciendo:
"No puedo hacer ramilletes desechables con mis flores"
"Un hombre de poder"
Estaba medio sorprendido y medio asombrado por el poder del prÃncipe heredero.
Reynos, que me miraba a los ojos y comprobaba mi reacción, preguntó.
"Lo aceptarás, ¿verdad?"
Preguntó la palabra, que era como una petición.
"Por supuesto"
Olvidando la vergüenza de mi borrachera, sonreà y acepté el ramillete. Era aún más bonito cuando lo vi de cerca. El color no era demasiado chillón y el ligero color púrpura irÃa bien con mi vestido azul marino.
"Es realmente precioso. Muchas gracias. Entonces, ¿cómo debo preparar el de Su Alteza?"
Después de recibir el ramillete, las damas tuvieron que responder haciendo un broche del mismo tipo de flor.
QuerÃa asegurarme de darle un broche porque si no le daba uno, significaba "no me gusta, asà que lo cojo y me alejo".
¿Pero de dónde sacas las rosas de Lilstein que se venden una vez al mes?
"Lo preparé con antelación"
"Ajá"
Qué tipo tan minucioso. Si no hubiera preguntado, me habrÃa puesto triste.
Después de arreglar mi caja de ramilletes, bajé del carruaje, escoltada por Reynos. Hubo un revuelo de sorpresa entre mis empleados al ver el escudo de Absulekti subido al carruaje, pero de todos modos me llevó bien a casa.
"¡¿Qué está pasando?!"
Arrastraba mi cuerpo cansado hasta mi habitación.
May, que me habÃa estado siguiendo con una mirada curiosa, vio el ramillete de rosas azules y exclamó con fuerza.
Era sorprendente que el duque Absulekti, que habÃa estado confinado en el norte, viniera a la capital, pero incluso habÃa solicitado ser mi pareja.
Respondà con naturalidad.
"Yo tampoco lo sé"
Aunque para saberlo, tendrÃa que saber por qué el duque Absulekti era Reynos.
Hay tres cosas que más odio. La primera es mentir, la segunda es ser problemático, y la tercera... ni siquiera lo sé. Tendré que pensarlo.
De todos modos, la próxima vez que vea a Reynos, tendré que preguntarle cómo llegó a ser el Duque Absulekti.
Después de un rato, le pedà a Reynos, que vino como Duque Absulekti, que fuera al baile conmigo.
Y obtuve una respuesta a eso.
***
El punto culminante del Festival de la Luna de RubÃ, el Baile Imperial, se celebró más tarde de lo previsto.
Esto se debió al hecho de que el duque Absulekti, al que no se habÃa visto desde hacÃa décadas, hizo saber que no asistirÃa al Gran Baile Imperial y que serÃan necesarios preparativos adicionales.
"¿Cambiaron todo el piso a dorado?"
"¡Cambiaron toda la araña por el más fino cristal!"
"¡He oÃdo que el Papa va a venir a hacer un brindis!"
¿Qué es todo este alboroto sobre Absulekti?
Esto tiene que ver con la ubicación del territorio de Absulekti.
El territorio de Absulekti estaba situado en la parte más septentrional del norte, en un lugar llamado Isilla, donde el malvado dragón habÃa exhalado su último aliento.
La sangre del dragón malvado, que habÃa derramado una terrible maldición al morir, se convirtió en el agua de un rÃo de color sangre que cruzaba los campos de nieve. A continuación, se convirtió en la fuente de los feos demonios.
La primera persona que se propuso solucionar esto fue el fundador Absulekti.
Absulekti echó raÃces en Isilla, donde creÃa que la gente no podÃa vivir, e hizo entrenar a sus soldados para evitar los demonios. Al hacerlo, cuando su vida expiró, pasó la tarea a sus hijos.
Sus hijos a sus hijos, y sus hijos a sus hijos. Y asà el trabajo continuó.
Con el paso de los años, la frecuencia de aparición de los demonios en las aguas del rÃo color sangre fue disminuyendo notablemente. Los descendientes de Absulekti ya no necesitaban estar en Isilla.
Sin embargo, "hicieron lo que tenÃan que hacer" y mantuvieron con elegancia sus posiciones. No bajaron a la capital, sino que protegieron Isilla.
La familia imperial y el pueblo del emperador querÃan a Absulekti.
No sabÃan ni en sueños que su epopeya era una mentira bien elaborada.
"Por cierto, ¿has oÃdo? Estoy hablando de Lady Lavirins"
"Ah, sÃ. Creo que tiene una pareja"
En el centro del gran salón de baile donde se celebraba el baile imperial. Los miembros de la Rema se reunieron y charlaron.
"¿No tiene Lady Lavirins un alto nivel de exigencia? No sabÃa que ella rechazarÃa incluso la solicitud de asociación de Sir Adolf"
"Lo sé. No está tan mal si eso es todo"
La familia del joven maestro Adolf no era suficiente para entrar en Rema, pero era un joven maestro mejor que Essit.
"Me refiero a los Lavirin. Lo único que tienen es el tÃtulo de colaborador fundador, ¿no? Creo que Adolf es un buen partido"
"Asà es. Al menos es mejor que el caballero del campo donde sólo le brilla la cara"
Duval difundió maliciosamente rumores sobre el caballero imperial Reynos.
Por naturaleza, los rumores malos se propagan más rápidamente que los buenos, y los excitantes más que los tranquilos.
A pesar de los esfuerzos de Ciella por encubrirlo, la reputación de Reynos era atroz.
"En mi opinión, está tratando de convertirse en yerno de Lavirins. Mientras se casen, ¿no elevará su estatus?"
"Puede que sÃ, puede que no... Pero por otro lado, puedo entender a Lady Lavirins. Ese hombre es muy genial"
"¿Es as�"
"SÃ. Señora, cambiará de opinión cuando lo vea realmente"
"SÃ, tengo curiosidad ya que dice eso. Me pregunto si su compañero de hoy es la misma persona"
"Creo que no. Sólo estuvo acompañada por un Piik o algún tipo de lagarto extraño durante todo el festival. Creo que han roto"
"Oh, querido"
"Bueno, estoy seguro de que vivirán bien por su cuenta. ¿No serÃa cualquiera mejor que Essit?"
"No sé de nuevo. Ella podrÃa conocer a alguien peor que eso"
Los nobles de Rema se reÃan de Ciella y el marqués Lavirins.
Un tonto jefe de casa que, a pesar de su capacidad para valerse por sà mismo, habÃa fijado su residencia en un Essit de rango inferior al suyo.
Una hija tan inocente y ahogada que habÃa tenido que vivir con su prometido, famoso por sus aventuras femeninas, durante más de una docena de años. Era la persona adecuada para morder.
"No más historias sin interés"
Una señora, que se habÃa encargado de condenar a Lavirins más que nadie, plegó su abanico de una vez por todas.
"¿Alguien sabe algo de la pareja del duque Absulekti?"
En un instante, se hizo el silencio alrededor. No habÃa nadie.
Una señora, que habÃa estado mirando a su alrededor, preguntó con cautela.
"Tiene pareja, ¿no?"
"Estoy segura de que no habrÃa ninguna mentira"
Uno de los temas que se debatÃa acaloradamente en los cÃrculos sociales últimamente era la cuestión de quién serÃa la pareja del duque Absulekti.
Una valiente dama solicitó al duque una pareja, pero fue rechazada diciendo:
"Ya tengo a alguien con quien me voy"
Las princesas eran todas jóvenes, y no habÃa damas del Duque Justice, que estuvieran al mismo nivel que Absulekti.
Entonces, ¿a quién en el mundo tenÃa el Duque como pareja?
Se mencionaron los nombres de las damas que eran conocidas como las flores del mundo social. Entonces alguien dijo en broma,
"No es Lady Lavirins, ¿verdad? Aun asÃ, la misma familia contribuyó a la fundación del paÃs..."
"Di algo que tenga sentido"
"¿Crees que son todos de la misma clase porque son las familias fundadoras de la nación? Para ser honesto, me avergüenza decir que son contribuyentes a la fundación del paÃs, excepto Absulekti y Justice"
"SÃ. ¿Qué hay del Duque que sea una vergüenza?"
Los nobles rieron como si hubieran escuchado una historia interesante. Un joven señor, refiriéndose a Lavirins, dijo: "¿No es cierto? " y se rió pÃcaramente.
Fue en ese momento cuando el chambelán, que estaba llamando a los nobles a la sala del banquete, enumeró los nombres, difÃciles de pronunciar, a la izquierda.
"¡Duque Aisletar Renafel Absulekti y Lady Ciella Lavirins van a entrar!"
Los nobles, que habÃan estado escuchando ociosamente los nombres que fluÃan, endurecieron sus expresiones. ¿Qué acababan de oÃr?
Por reflejo, volvieron sus miradas hacia las puertas del salón de banquetes. Y, en muchos sentidos, estaban silenciosamente asombrados.
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