Llora Hermosamente 115
Por fin ha llegado la oportunidad de matar al feo de Akkard Valerian.
Cesare, ansioso por el momento, ordenó frÃamente al PaladÃn.
"Acaba con esto"
"¡No, Cesare! No lo hagas!"
Gritó Damia desesperadamente. Ya no querÃa ver morir a nadie delante de ella. Más aún si se trata de Akkard Valerian.
Pero no habÃa nadie que escuchara su grito desesperado. Tras el guiño de Cesare, el PaladÃn pisoteó la espalda de Akkard y levantó una espada ensangrentada.
En cualquier momento, la hoja de la espada parecÃa golpear el cuello de Akkard. Pero un inesperado salvador apareció y lo detuvo.
"¿Qué demonios están haciendo en el Salón de la Fe?"
Gritó el hombre de pelo azul, que apareció por la puerta del Salón de la Fe medio rota. Damia, que lo vio, abrió mucho los ojos, sorprendida.
"¿Kael? ¿Eres tú?"
En un principio, Kael tuvo que marcharse de ahà y volver al Norte. Porque esta mañana fue despedido por la 'santa'
Pero él no podÃa entenderlo en absoluto. Por lo tanto, estaba dispuesto a tomar medidas disciplinarias y regresó para pedirle a Calistea que lo reconsiderara. Sin embargo, en busca de Calistea estaban ocurriendo cosas impensables.
"¡Dios mÃo, Damia!"
Cuando vio la espada apuntando a Damia y la sangre fluyendo por su garganta, se asustó. Pero es demasiado pronto para sorprenderse.
"¡Cesare! ¿Cómo has podido hacerle esto...?"
Una vez más, Kael se sorprendió al saber quién era el arriero que tenÃa un cuchillo en el cuello de Damia. El Cesare que él conocÃa era considerado y confiable, por lo que quiso confiar y seguir.
"¿Qué demonios te pasa, Cesare? ¡Deja que Damia se vaya ahora!"
Gritó Kael, que estaba azul como un silbato. Sin embargo, Cesare parecÃa aburrido, como si hubiera oÃdo ladrar a un perro en alguna parte.
"Dios mÃo, Kael"
Sólo la lengua de la serpiente se puso roja en su cara acromática.
"¿Por qué me gritas as� ¿Estás cansado de todo ahora? Por eso vas a morir tan lastimosamente"
¿Qué es ese sonido?
Kael estaba desconcertado, pero se volvió lentamente hacia la dirección en la que Cesare le guiñó el ojo. Y Calistea en el suelo...... No, encontró a Kalix.
"¡Dios mÃo, Santa......!"
Esta vez, el aturdido Kael gritó con una voz impresionante. Golpeó el suelo de mármol a toda prisa para doblar las rodillas, pero ni siquiera sabÃa que le dolÃa.
Casi arrastrándose hacia Kalix, Kael se apresuró a comprobar su estado. Afortunadamente, no sentÃa que fuera a morir por haber derramado todo un frasco de preciosas pociones.
Sin embargo, era lo mismo que me preocupaba. Al ser una Calistea débil, Kael la abrazó con preocupación.
Y entonces se dio cuenta de repente.
El hombro de Santa Calistea ...... ¿Era asà de ancho?
No sólo eso, sino que el cuerpo era demasiado duro. No lo supo cuando lo vio, pero sà cuando la vio en persona. La sensación de sus huesos y de su osamenta distaba mucho de la ternura de una mujer.
Kael bajó lentamente la cabeza como si lo estuvieran guiando. Entonces pude ver la frente de Calistea, empapada de sangre.
Era un asunto externo, pero Kael echó un vistazo a la previsión. Y entonces se dio cuenta. Que las curvas de su pecho eran demasiado planas.
No importa lo pequeña que sea la mujer, pero no habÃa tal cosa. Se abolló como un hombre delgado y flaco.
"No puede ser..."
Dándose cuenta algo tarde, Kael estaba desolado. Aprovechando su firmeza, Cesare le guiñó un ojo tranquilamente. Entonces, el PaladÃn blandió de repente una espada y golpeó a Kael en la nuca.
"¡¡¡Kael!!!"
Con el breve grito de Damia, Kael no pudo ni gritar y quedó K.O. Cesare miró con desprecio su cuerpo tendido en el suelo.
"¿Sabes qué, Kael Roysten?"
Siempre te he odiado.
Cesare resopló en tono despectivo.
Era repugnante ver a un joven aristócrata que habÃa crecido de forma tan hermosa, expresando sus preocupaciones con cara de muerto. Hasta ahora, habÃa sido muy difÃcil resistir la náusea bajo la máscara de "buen hermano"
Sobre todo, lo que le desilusionaba era que se atreviera a ser amado por Damia y no supiera que Kael se lo agradecÃa.
¿Cuál es el problema contigo?
Kael no sabÃa que el afecto incondicional de Damia era precioso para él.
En opinión de Cesare, Kael Roysten no era diferente de un gato completo sin preocupaciones de la vida. Por lo tanto, el resto de su vida era aburrida y ha ido tras la flor del acantilado llamada Santa Calistea, poniendo su vida en la batalla.
Ni siquiera sabÃa que lo que seguÃa era un falso reflejo de la luna.
"Qué tonto"
Sus ojos mirando a Kael, que estaba inconsciente, estaban llenos de frÃo desprecio. ¡Cómo se reÃa cuando escuchaba que Calistea era la que le confesaba su corazón!
Nunca soñó que fuera un hombre.
Al principio, le costó contener la risa. Realmente pensó que se le retorcerÃan las tripas.
Pero no sabÃa que aún habÃa más cosas de las que reÃrse. La identidad de Calistea, que se creÃa firmemente que era una santa, ¡resultó ser su padre biológico vestido de mujer!
De todos modos, el Gran Salón fue muy insidioso. Hubiera sido bueno que le avisaran de esta cosa tan divertida.
De todos modos, Kael Roysten tenÃa una gran habilidad para hacerle reÃr. Cesare le ordenó mientras sonreÃa como si fuera un pez en un lago.
"Mátalos, a todos ellos"
Mata tanto al cuerpo como al corazón de Kael.
"Si los matas a todos, entonces Seré la única que quede para ti, ¿verdad? Mi adorable Damia ....."
"¡No, Cesare! Por favor, no lo hagas, ¡Por favor!"
Damia estaba muy apurada cuando vio una espada levantada por el PaladÃn. Si tanto Akkard como Kael mueren delante de sus ojos, se romperá literalmente.
Si el alma muere aunque el cuerpo esté bien, ¿puede considerarse vivo? Presintiendo su muerte mental, Damia estaba desesperada y sostuvo la daga en su cuello con sus manos desnudas.
'¡Por favor...!'
Sus frágiles y suaves manos fueron cortadas profundamente por la hoja y la sangre corrió hacia abajo. Entonces Cesare frunció el ceño y dijo como si quisiera culpar a su atribulada hermana.
"Damia"
Fue un momento en el que estuvo a punto de decir algo con una sonrisa retorcida como siempre. Su mirada despreocupada hacia las manos manchadas de sangre de Damia se detuvo.
ParecÃa que llevaba guantes rojos. Las pupilas de Cesare se agrandaron como si se hubieran sobresaltado de repente.
"Oh......"
Por un instante su atención se perdió. Justo en ese momento, una botella de vidrio voló sobre la vidriera rota.
¡¡¡Clang!!!
Un fuerte humo salió de la botella de vidrio rota después de golpear el suelo. En un abrir y cerrar de ojos, la sala de oración se llenó de humo.
"¿O es que el prÃncipe heredero está aquÃ?"
Aprovechando la ausencia de Calistea, Heinrich, que habÃa decidido investigar su residencia, parecÃa haber llegado por fin. El rostro de Damia se iluminó un poco al anticipar la llegada de tropas aliadas.
En cambio, la sonrisa de Cesare, que la sostenÃa, se congeló.
"Esto es, ¡En que momento......!"
Cesare ya habÃa sido alcanzado por el gas somnÃfero una vez. Después de ser atrapado, su cara, que recordaba el tipo de interrogatorio al que habÃa sido sometido, se llenó de risas, la tortura mientras aplastaban sus dos piernas En el momento en que recordaba el dolor más intenso de una persona, el cuerpo reaccionó antes que la cabeza.
Un puñal cayó de las manos sueltas de Cesare. Sin embargo, a Cesare no le importó y se cubrió la nariz y la boca con ambas manos.
No le gustaba estar enfermo, odiaba aún más morir. Un hombre tan egoÃsta no podÃa permitir que le hicieran daño, ni siquiera sin pestañear para herir a los demás.
La cabeza de Cesare estaba teñida de un sentimiento de crisis. Como resultado, los brazos de Damia, que estaban atados como lianas, se soltaron naturalmente.
"¡Suéltame!"
Damia no desaprovechó el hueco y luchó con fuerza para escapar. Cesare tendió la mano a Damia, que huÃa de él, pero dejó de respirar de nuevo cuando el humo se elevó con más intensidad.
"¡Damia!"
En el momento en que la vio liberada, Akkard, que estaba apuntando en el momento justo, se levantó del suelo con todas sus fuerzas. Gracias a él, el PaladÃn, que le estaba pisoteando, perdió el equilibrio por un momento y se inclinó hacia atrás.
"¡Uh, uh!"
Akkard, que habÃa estado sangrando como una bestia moribunda, atacó al PaladÃn y lo sometió. Fue un movimiento muy rápido como un rayo.
"¡Ven aquÃ, Damia!"
Habiendo noqueado al caballero, alcanzó a Damia. No podÃa ver bien a causa del humo, pero Damia tropezó y corrió hacia su mano.
En cuanto sus manos se tocaron, Akkard la atrajo hacia sus brazos. Luego, puso un pañuelo en el cuello de Damia y preguntó.
"¿Estás bien?"
Damia asintió suavemente. Sólo habÃa un poco de sangre en la superficie, pero la herida en sà no era tan profunda.
Más que eso...
"Sir Akkard, ¿está bien su pierna?"
Su herida, que ha estado derramando sangre como para mojar toda su pierna, parecÃa diez veces más grave. De todas las cosas, la herida se ensanchó aún más mientras se movÃa violentamente por un instante para someter al PaladÃn
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