LA VILLANA VIVE DOS VECES 379
El sueño de la mariposa (46)
Pavel nunca había sido serio con los estudios.
Le costaba especialmente quedarse quieto, pegado al escritorio. Hacía sin problemas lo que consideraba su deber, pero le era casi imposible concentrarse en cualquier tarea cuya razón no comprendiera.
Y no era fácil explicarle a un chico de trece años por qué debía estudiar poesía clásica, filosofía o matemáticas.
Argumentos como "Serás el futuro Duque Riagan, necesitas una educación amplia" o "Esto desarrollará tu perspicacia" no funcionaban a su edad. Incluso, tras escuchar quién sabe dónde que "los segundos y terceros hijos de la familia imperial deben ser discretamente ignorantes e incompetentes", casi recibió una paliza de su madre cuando lo repitió.
Cuando Eloise le espetó: "¿Entonces planeas vivir como un ignorante toda tu vida?", Pavel se sorprendió y mostró algo de concentración... aunque fugaz.
Pero últimamente, cada vez que Graham lo veía, Pavel estaba sentado en su escritorio haciendo tareas. Los primeros días lo ignoró, pero después de una semana entera de estudio diligente, alarmado, Graham no pudo evitar intervenir como buen hermano mayor.
—Oye, ¿quieres ir a montar?
De niños habían jugado a pelear con espadas y a deslizarse por las escaleras, pero Graham, ahora con diecisiete, hacía tiempo consideraba que jugar con su hermano de trece era "cosa de niños".
Sin embargo, estaba dispuesto a hacer tiempo para sabotearlo.
Pavel levantó la cabeza de un salto.
—¿Montar?
—Sí. Hasta el lago Renos. Aún no tienes permiso para ir solo hasta allí, ¿verdad?
—Ugh...
La tentación era brutal. Pavel se retorció.
—Pero tengo que terminar esto hoy.
—¿Desde cuándo terminas tus tareas? Haz la mitad.
—¡Yo mismo pedí tareas extra!
—¿Tú? ¿Por qué?
Graham abrió los ojos como platos. Pavel, ya medio arrepentido, golpeó la frente contra el escritorio.
—Por Tia. Ella es... cada vez que le explico algo, hace preguntas rarísimas.
Y cuando consultaba a los tutores, solo recibía respuestas como: "Eso está fuera del nivel actual del príncipe". Aunque Pavel, siendo optimista, en lugar de ofenderse, había decidido estudiar más...
Pavel estaba serio, pero Graham se sintió irritado.
Aquella niña pequeña, prometida de Cedric, le inspiraba algo cercano al asco, ni hablar de simpatía.
Sabía que su madre la había maltratado. Era una víctima, una pobre niña, lo entendía.
Pero para la sensibilidad de un adolescente, aceptar a la hija de la amante de su padre no era fácil. La traición que sentía hacia Cedric era tan profunda que últimamente evitaba verlo.
Y ahora hasta su propio hermano menor caía en eso.
Que se hubieran hecho cercanos tras esos meses en Evron era una cosa, ¡pero que estudiara por ella, justo lo que más odiaba!
—Pues sigue estudiando. Yo me voy a divertir.
—¡Heeeeeey!
Pavel casi gritó, desesperado.
—Si estudias duro, eomamama se pondrá feliz.
Asure: "eomamama" (término coreano para "madre" en contextos nobles)
Graham le lanzó eso y salió con paso ligero.
Pavel sucumbió. Tiró la pluma sin tapar sobre el escritorio, se levantó de un salto y corrió tras Graham.
Este se rió mientras le despeinaba el cabello.
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Artizea y Lysia partieron en carruaje desde la residencia del Gran Duque Evron después del almuerzo.
Ese día tenían planeado visitar la casa de campo de la familia Marquesa Camellia, invitadas por Skyla.
[Tenemos una villa en el bosque cercano. Allí se pueden observar muchas aves, así que voy a menudo]
Ante sus palabras dichas con orgullo mientras se encogía de hombros, Artizea y Lysia no pudieron ocultar su envidia. Entonces, como una anfitriona generosa, Skyla las invitó.
Las tres planeaban observar las estrellas con el telescopio de Skyla y levantarse temprano al día siguiente para avistar pájaros.
Cuando Cedric escuchó que pasarían la noche en la villa de los Camellia, su expresión se tornó un tanto peculiar, pero aun así les dio su permiso con amabilidad.
—Estoy tan emocionada.
dijo Lysia con una sonrisa radiante. Artizea asintió con un gesto un tanto nervioso.
Era la primera vez que visitaba la casa de un amigo. Había ido al palacio imperial un par de veces para ver a Pavel, pero el palacio era el palacio, no la casa de un amigo. Y siempre había ido acompañada de Cedric.
Ese día llevaba un vestido gris discreto y sencillo. Mary le había preguntado con sorpresa: "¿No llevará uno con volantes?", pero ella se contuvo. Sabía que Skyla lo consideraría infantil.
'Pero son más bonitos...'
Sin embargo, le preocupaba que pensara que era una niña pequeña con la que no valía la pena jugar. Lysia, en cambio, sin preocuparse, llevaba una falda azul con un gran lazo en la cintura.
El carruaje avanzaba a un ritmo pausado a través del bullicioso distrito comercial. Artizea se pegó a la ventana para observar las tiendas y la gente, pero de pronto el carruaje se detuvo bruscamente, haciéndola tambalear.
—¡Ay!
—¿Está bien, señorita?
Mary, que viajaba a su lado, la sostuvo antes de que cayera del asiento. Lysia logró mantenerse firme por su cuenta.
El carruaje permaneció detenido. Poco después, el caballero de escolta, Alphonse, golpeó dos veces la puerta y la abrió.
Mary preguntó con voz preocupada:
—¿Qué ha pasado?
—Un niño se cruzó frente al carruaje. No lo hemos atropellado, pero se ha armado un alboroto......
Dicho alboroto llegó hasta el interior del carruaje.
—¡Ayúdeme, señor! ¡Por favor!
—¡Pequeña ladrona! ¡Cómo te atreves! ¡Ven aquí ahora mismo!
Tras el grito desgarrador de la niña, se escuchó la voz de un hombre de mediana edad.
Artizea se estremeció. Mary miró a Alphonse con preocupación, pero él también parecía perdido, sin experiencia en tales situaciones.
El cochero dijo algo y, por un momento, todo pareció calmarse, pero pronto los gritos y llantos regresaron.
—¡Yo no he robado el dinero! ¡No he sido yo!
—¡¿Y quién más podría ser?! ¡Te di trabajo por lástima y así me pagas, desagradecida!
Artizea dudó, pero finalmente reunió valor para preguntar:
—¿Puedo ayudar?
—¿Usted, señorita?
—Ella dice que no ha robado.
Sabía que no debía entrometerse en asuntos ajenos.
Pero ahora sabía que tenía el poder para ayudar a otros. Claro, ese poder no era realmente suyo, sino de Cedric, pero dudaba que él se enfadara si ayudaba a una niña desvalida.
Alphonse seguía mostrando incomodidad, pero Mary asintió.
—Haga lo que crea correcto, señorita.
Mary pensó que las posibilidades de que la niña fuera realmente una ladrona no eran bajas. Incluso si pagaban el dinero robado y la liberaban, lo más probable era un resultado decepcionante.
Pero era la primera vez que Artizea mostraba iniciativa por ayudar a alguien. Además, las órdenes de Cedric eran claras: no impedir que ella expandiera su mundo ni que hiciera lo que deseara.
Con el apoyo de Mary, Artizea se levantó. Alphonse, sorprendido, la ayudó a bajar del carruaje.
Cuando la joven noble descendió, los murmullos de la multitud alrededor del carruaje cesaron, y todas las miradas se volvieron hacia ella. Artizea se estremeció ligeramente, pero avanzó con determinación.
Frente al carruaje, una niña de unos diez años estaba sentada en el suelo. El hombre de mediana edad que intentaba arrastrarla lanzó una mirada irritada, pero al darse cuenta de que se trataba de una dama noble, rápidamente compuso su expresión.
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