LESVAC 260

LESVAC 260







La Emperatriz se volvió a casar 260

Una niña que se parece a mi amada



'Navier.'

El Emperador Sovieshu se dio la vuelta rápidamente. Afortunadamente, había muchas personas aquí, todas enamoradas de los gemelos de la Emperatriz Navier. Nadie prestaría atención a un caballero cualquiera.

Sovieshu se abrió paso entre la multitud. De vuelta en el interior del palacio, sus pasos ligeros se precipitaron por el amplio corredor. Caminó durante un buen rato hasta que encontró un jardín vacío. Bajo dos altos árboles, Sovieshu se detuvo. Agachado, se quitó la gorra y se tapó la cara con las manos.

Odiaba al Emperador Heinley. Lo odiaba profundamente. Lo que tanto había anhelado estaba allí. Navier tenía en brazos a una bebé parecida a ella. La niña tenía su alegre sonrisa, así como la misma actitud apacible y cálida. Era todo lo que había soñado.

"Navier..."

Sovieshu se dio golpes en el pecho y gimió.

'¿Sanará alguna vez esta herida? ¿Llegará el día en que sonría al pensar en ella, y simplemente me alegre de que sea feliz?'

Las lágrimas no cesaban. Él quería volver atrás en el tiempo, lo anhelaba desesperadamente.

"Oh, Dios mío..."



***

Mi padre quería pasar más tiempo conmigo, pero tenía mucho que hacer, así que prometió volver más tarde. Fui a mi habitación y jugué con los bebés mientras los sirvientes acomodaban mis pertenencias. Una vez desempacado todo, levanté a Laura de su cuna.

Laura sacudió los brazos y graznó como un cuervo. Entonces, presioné su naricita.

"Laura, no puedes convertirte en pájaro y salir volando de aquí. ¿De acuerdo?"

Parpadeó.

"Lo digo en serio. Si vuelves a hacer eso..."

"¿Qué harás entonces, Mi Reina?"

Los brazos de Heinley me envolvieron por detrás.

Me sobresalté un poco. No le había oído entrar. Laura soltó un chillido de felicidad, disfrutando de tener la atención de sus padres a la vez.

Al oírnos, Kai comenzó a llorar, sin duda sintiéndose excluido. Creía que estaba dormido. Heinley lo tomó en brazos.

"¿Qué ibas a decir, Mi Reina?"

"Si se escapa volando, le pegaré en el trasero."

"Pero Laura es sólo una bebé."

"Entonces su papá recibirá el castigo por ella."

"¿Por qué yo, mi reina?"

"Le mostraste el nido que construiste. ¿Pensaste que no me daría cuenta?"

¿De qué otra forma habría sabido Laua volar directamente a aquel nido alto, reluciente de joyas? McKenna me confirmó que los bebés de su especie preferían los nidos más altos, pero también estuvo de acuerdo conmigo en que Laura aún no tenía edad suficiente.

Heinley hizo un puchero, lanzándome una mirada culpable.

"Tienes que hacer caso a tu mamá, mi princesa."

Laura sonrió alegremente, lo que derritió a Heinley en un santiamén.

"Dice que lo entiende, mi reina."

Antes de que pudiera responder, alguien llamó a la puerta. El guardia que el Vizconde Langdel me había asignado fue a anunciar al visitante.

"Su Majestad, la Señorita Evely desea verla."

Rápidamente volví a colocar a Laura en la cuna.

'¿Evely está aquí?'

Heinley salió prudentemente por una puerta lateral del dormitorio, sabiendo que Evely lo evitaba. Una vez que se marchó, abrí la puerta y encontré a Evely perdida en sus pensamientos.

"¡Su Majestad!"

Ella sonrió y dio un paso adelante. De repente, se llevó las manos a la espalda, avergonzada, y se inclinó en el sitio. Debió haber practicado mucho mientras vivía en palacio. Su postura había mejorado mucho.

"No tienes que hacer todo eso."

"Es necesario."

Ella sonrió tímidamente. Parecía feliz. Eso me calentó el corazón.

'Debes estar haciéndolo bien, Evely.'

***

Después de Evely, viejas amistades vinieron a visitarme una por una. Anteriores damas de compañía, otras damas con las que fui cercana, otras con las que había interactuado a menudo... Todas sonreían radiantes. No parecían nerviosas; no como la última vez.

Pero de todas, la que más me alegró de ver fue la Condesa Eliza.

"Me hace tan feliz que ya no sufras."

Me dijo después de que todas las demás se marcharon. La Condesa Eliza me había consolado en los momentos más difíciles de mi vida. Me había abrazado con fuerza en nombre de mi madre, cuando mi madre no había podido visitar el palacio.

Después de la Condesa Eliza, la última persona en visitarme fue la Subcomandante de los Caballeros de la Guardia Imperial, Artina.

"Lady Artina..."

"¿Cómo ha estado, Su Majestad?"

Aunque había pasado tanto tiempo, todavía parecía la misma. Hablaba con voz firme, con una postura disciplinada y una mirada severa.

Había echado de menos todo esto. El cálido consuelo de la Condesa Eliza, y el sólido apoyo de Lady Artina.

"He estado bien. ¿Qué hay de ti?"

"He tenido un conflicto con mis padres."

Me sorprendió. Lady Artina no solía hablar de su vida privada.

"..."

"Les dije que deseaba seguir a Su Majestad al Imperio Occidental."

Añadió Lady Artina. Esto me sorprendió aún más. No sabía qué responder.

"¿Pero no eres la hija mayor? Deberías continuar con la familia."

"Por eso peleamos."

Mis cejas se alzaron.

"He hecho todo lo que he podido aquí. Mis dos hermanos menores pueden continuar con la línea familiar. Quiero seguirle, Su Majestad."

Sorprendida por su declaración, sentí que me ardían los ojos. Por supuesto, quería a Lady Artina a mi lado. Pero ella perdería a su familia por mi culpa.

"Por favor, piénsalo bien."

No podía ser egoísta sólo porque ella era importante para mí. Sin embargo, sacudió la cabeza,

"Ya lo he pensado mucho."

Después de que todos los visitantes se marcharon, Heinley y yo dimos de comer a los bebés hasta que sus barrigas se hincharon. Luego los acostamos. Heinley se transformó y acarició suavemente a Laura y Kai. Me acerqué a la ventana y corrí la cortina.

Afuera, las estrellas se extendían por el cielo nocturno. Las mismas estrellas que había contemplado toda mi vida.

No había cambiado nada en el palacio, salvo mi ubicación— Solía mirar por la ventana del Palacio Oeste, no por la del Palacio Sur. Sin embargo, la sensación era la misma.

Sin embargo, en un solo año, muchas cosas habían cambiado.

Me invadió una extraña emoción. Miré al cielo un poco más. Por un momento, me pareció ver un enorme pájaro dorado volando por los cielos, con una nota atada a la pata. Pero entonces miré hacia atrás y me reí suavemente.

'Imposible. Ese pájaro dorado está aquí, durmiendo con nuestros bebés.'

Cerré la ventana y la cortina, me acerqué a Reina y besé su frente mientras dormía. ¿O sólo estaba fingiendo dormir? En cuanto lo besé, sus ojos se abrieron de golpe. Cuando sus ojos púrpuras se encontraron con los míos, se curvaron en una sonrisa.

Dimos el histórico primer paso hacia nuestra nueva alianza en la gran sala de conferencias.

Primero, todos nos sentamos alrededor de una mesa amplia para repasar los términos, a pesar de que ya los habíamos leído cientos de veces de antemano. Después, todos pusimos nuestra firma debajo de cada una de las cláusulas. 

Una vez que todos en la sala firmamos, el Sumo Sacerdote añadió su firma en la parte superior.

Fue un procedimiento fácil, pero me sentí orgullosa en todo momento.

"Bien hecho a todos. La Alianza Imperial se ha constituido oficialmente. Espero que no sólo aumenten las ganancias de sus países, sino que también se comporten con responsabilidad."

Expresó el Sumo Sacerdote. Pero una vez que terminó la ceremonia de la firma, mi sentimiento de orgullo disminuyó y surgió otro en su lugar. Releí la cláusula sobre la primera orden de caballeros de la Alianza Imperial. El comandante de nuestra primera orden sería Koshar. Mi hermano.

'¿Estará bien...?'

Koshar había solicitado este puesto. Con mi padre como emperador en funciones del Imperio Oriental, parecía extraño que su heredero— mi hermano— comandara a los caballeros del Imperio Occidental. Sin embargo, Heinley había nombrado a Koshar el primer caballero dorado. Koshar no deseaba renunciar a ello y ofender a su cuñado.

Al comandar nuestras fuerzas aliadas, Koshar podría conservar sus posiciones tanto en el Imperio Oriental como en el Occidental. 

'¿Será capaz de equilibrar todo eso?' 

Dada su posición como heredero de mi padre, ¿sería mejor adoptar una postura más cautelosa?

"Lady Navier."

Una voz repentina me sobresaltó. Levanté la vista y vi al sumo sacerdote dirigiéndose hacia mí. Pensé que se había ido. 

"¿Podrías darme un poco de tu tiempo?"

"Por mí está bien, pero..."

Miré a Heinley, quien me apretó la mano y sonrió.

"Te espero afuera, mi reina."

Asentí, y se retiró. El Sumo Sacerdote lo miró marcharse. Una vez que todos los demás se fueron y sólo quedamos nosotros dos, la gran sala de conferencias pareció inmensa.

"¿Qué ocurre?"

Pregunté de inmediato. Debía de tratarse de un asunto privado, ya que esperó hasta que estuviéramos solos. Una repentina aprensión me invadió. ¿Será algo malo?

"¿Eres feliz?"

Mis ojos se abrieron de par en par, no me esperaba esa pregunta.

"Por supuesto."

Respondí con una sonrisa. El Sumo Sacerdote me devolvió la sonrisa. Era una expresión muy diferente de la mirada escéptica que había puesto cuando le pedí que aprobara mi matrimonio con Heinley. 

"Bien. Eso es todo lo que quería oír."

"Pensé que ibas a preguntar algo mucho más importante."

"Eso es lo más importante."

El Sumo Sacerdote se puso serio,

"Todos los niños merecen ser amados. Pero he velado por ti desde que eras pequeña. Me importas mucho."

"Su Excelencia..." Mi cara se sonrojó, "Gracias por todo lo que has hecho por mí."

Sonrió cálidamente. Verlo me calentó el corazón.

Una vez que salí, Heinley estaba apoyado contra un pilar, esperándome. Se acercó en cuanto me vio,

"Me sentí incómodo dejándote a solas con el Sumo Sacerdote."

"¿Qué quieres decir?" 

¿Acaso también tiene celos de un Sumo Sacerdote? Cuando le fulminé con la mirada, me susurró al oído,

"Temía que te convirtieras en un ángel."

Me estremecí de horror. Pero sonrió con tanta claridad que, al final, yo también sonreí. Heinley me agarró la mano,

"Por cierto, mi reina, ¿qué quería el Sumo Sacerdote?"

"Es un secreto."

Chasqueó la lengua,

"Tan pronto te convertiste en la líder de esta alianza, ¿empiezas a guardar secretos? Qué cruel."

'¿Por qué eres tan descarado? Tú eres el que tiene más secretos.'

Estas palabras me las guardé para mí, simplemente entrecerré los ojos.

"Mi Reina, espero que no estés tan ocupada a partir de ahora como para nunca ver tu cara."

"Es inevitable que esté ocupada."

Me encogí de hombros. Heinley palideció,

"Mi Reina..."

"Es broma."

Tras asegurarme de que no había nadie más cerca, le planté rápidamente un beso en los labios. Luego me alejé.

Se quedó inmóvil por un momento, aturdido. Poco después, gritó, "¡Mi Reina!" y corrió tras de mí.

Las comisuras de mis labios se curvaron hacia arriba.

***

'Todos los niños merecen ser amados. Pero he velado por ti desde que eras pequeña. Me importas mucho.'

El Sumo Sacerdote se quedó en la gran sala de conferencias, pensando en lo que le había dicho a Navier. No era mentira. Sinceramente deseaba su felicidad.

'Y...'

Suspiró. Todavía estaba molesto por lo absurdamente que todo se había derrumbado. El Sumo Sacerdote esperaba que Sovieshu olvidara su dolor algún día. Él también había velado por Sovieshu desde que era pequeño. Pero no mencionó esto a Navier, ya que Sovieshu había causado sus heridas.

Cuando el Sumo Sacerdote finalmente abandonó la sala de conferencias, hizo señas al sacerdote asistente,

"¿Cómo está el Emperador Sovieshu?"

"Todavía en mal estado."

El sacerdote asistente comprobó que no había nadie cerca que pudiera oírles,

"El Marqués Karl me contó que Su Majestad se ha puesto peor porque se escabulló para ver llegar a Lady Navier..."

"Oh, santo cielo."

"¿Lo visitará esta noche?"

El Sumo Sacerdote asintió.

"Quiero verlo al menos una vez."

"Entonces, ¿volverá a su habitación y descansará por ahora?" 

El sacerdote asistente se preocupó por la expresión sombría del Sumo Sacerdote. Aunque era enérgico y saludable, el Sumo Sacerdote era bastante mayor. Tenía muchas obligaciones y poco tiempo para cuidar de su salud.

Pero el Sumo Sacerdote sacudió la cabeza y señaló por la ventana una alta torre cercana del palacio. 

"Vayamos allí."

"¿Por qué?"

El Sumo Sacerdote chasqueó la lengua, pensando en los informes que había recibido del Imperio Oriental hace unos meses.

"Una herida infligida a la luz del día es visible. Pero una herida infligida en la oscuridad es igual de dolorosa, aunque sea difícil de ver."

Él suspiró. 

"En aquel momento estaba tan enojado que no pude mantener una conversación adecuada con él. Ahora me pesa en la mente."

El sacerdote asistente estudió la torre. 

"¿Es... es ahí donde fue encerrada esa emperatriz esclava?"

"Lady Rashta."

El Sumo Sacerdote asintió, ignorando la expresión de sorpresa de su acompañante,

"Vayamos en silencio. Al menos debo rezar para que vaya a un buen lugar."

Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejar una votación o un comentario 😃😁.

Publicar un comentario

0 Comentarios

Haz clic aquí