LESVAC 220

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La Emperatriz se volvió a casar 220

Dibujo de Dolshi



"¿Qué te hizo venir aquí así?"

Pregunté fríamente para ocultar mi vergüenza.

"¿No estás trabajando? Tienes que trabajar, no hay tiempo para andar con estos juegos."

Heinley simuló sacudir los hombros mientras se reía, a continuación corrió las cortinas de la ventana con el pico y volvió a su forma humana para responder.

"Vine porque quiero mostrarte algo. Además, hay algo sobre lo que necesito consultarte."

"¿Qué es?"

"Primero tienes que ver lo que quiero mostrarte."

Heinley agarró las cortinas de la ventana con una amplia sonrisa.

"Te esperaré aquí afuera, ¿puedes seguirme, Reina?"

Una vez que asentí, Heinley se convirtió en pájaro, abrió la ventana con el pico y salió volando.

Entonces batió las alas frente a la ventana como diciendo 'por aquí'. ¿Qué será? No podía imaginarlo, pero de todos modos salí y rodeé el edificio para acercarme a Reina.

Reina, que volaba en círculos, me hizo una señal para que la siguiera y empezó a volar hacia alguna parte.

Heinley voló por el sendero estrecho que había detrás del edificio donde se encontraba la sala de veladas. Después de caminar por el estrecho sendero durante un rato, el espacio se abrió en un instante para revelar una amplia zona llana.

No había ni un solo edificio con paredes y techos en la zona llana, pero, curiosamente, unos anchos pilares se hallaban esparcidos en el lugar.

'¿Por qué me trajo aquí?'

Aunque soy de mente abierta, ¿qué querría que viera en esta zona? Mientras miraba a mi alrededor con desconcierto, Reina voló hasta lo alto de uno de los pilares y señaló algo con las alas.

Me quedé mirándolo mientras me preguntaba qué era eso...

"¿Es un nido?"

Parecía un nido hecho de ramas entrelazadas. Como si hubiera oído mi murmullo, Reina asintió y se posó en el nido con los ojos entrecerrados. Una sonrisa se dibujó en su cara.

"No puede ser. ¿Me trajiste hasta aquí sólo para presumir tu nido?"

Ni siquiera podía ver bien el nido desde donde estaba. Sólo que los bordes del nido y el pilar estaban repletos de joyas....

Cuando pregunté sorprendida, Reina saltó del pilar y se metió en unos matorrales. Al cabo de un rato, salió en su forma humana vestido con unos pantalones negros y una camisa blanca.

"Un nido para nuestro bebé, Reina."

"..."

"¿Qué te parece? Reina. ¿Te gusta?"

La mirada de Heinley al hacer la pregunta parecía muy orgullosa, así que no podía contestarle si estaba loco.

Sin embargo, no podía decir que me gustaba aunque fueran palabras vacías, así que tenía que encontrar la manera de hacerle entender que 'no me gustaba'.

"¿No es demasiado... alto?"

A decir verdad, no me gustaba en absoluto. ¡¿Quiere que nuestro bebé duerma en esos trozos de madera?!

"Es normal. A los bebés de nuestro Clan les encantan los sitios altos, Reina. Los bebés más valientes hacen berrinches para que sus nidos sean construidos en sitios muy altos."

"Si se cae—"

"Volará."

"... Si el bebé se cae de ahí, morirá. Ni siquiera los pájaros pueden volar cuando son bebés."

"Los pájaros de nuestro Clan aprenden a volar más rápido que los pájaros normales, Reina. Aprenden a volar antes que a hablar, así que no tienes de qué preocuparte."

Hizo un nido en un pilar más alto que yo, ¿cómo quiere que no me preocupe? ¿No es absurdo?

Pero si me enojo ahora, podría parecer que no comprendo mucho sobre el Clan Cabeza de Pájaro.

Entonces... ¿debería aceptar que nuestro bebé durmiera en un sitio tan alto? No quería eso.

Como si no pudiera soportarlo más, la mirada orgullosa de Heinley se borró y su estado de ánimo cambió a uno más serio.

"Por otro lado, Reina. Hay cosas que deberíamos discutir seriamente."

"Creo que esto también requiere una discusión seria."

"¿Hay más decoraciones que quieras añadirle?"

"El problema no es la decoración..."

¡Es alto! ¡Muy alto! ¡Demasiado alto!

Me dolía la cabeza. Gracias a esto, desapareció el sentimiento de culpa por haberle dicho deliberadamente cosas crueles a Sovieshu.

Al cabo de un rato suspiré, me senté en una roca que me llegaba a las rodillas y pregunté.

"¿De qué quieres hablar seriamente?"

'¿El asunto a discutir podría estar a un nivel similar al del nido?'

Pensé mientras lo miraba con curiosidad. Sin embargo, el asunto era más serio de lo que esperaba.

"Es un problema relacionado con el fenómeno de la disminución del maná."

Heinley había evitado este tema todo lo posible, incluso después de que descubrí su implicación en el fenómeno de la disminución del maná. Confesó su responsabilidad, pero eso fue todo. Tampoco hice más preguntas.

Era la primera vez que sacaba este tema por su cuenta, por lo que, naturalmente, me puse nerviosa.

"¿Qué pasó?"

"Como Reina sabe, yo no provoqué el fenómeno de la disminución del maná. Lo que hice fue acelerarlo un poco."

No creo que lo haya acelerado sólo 'un poco'.

"Lo sé."

Sin embargo, simplemente asentí. Decidí dejar pasar su pequeña excusa esta vez. Lo importante ahora no era si lo había acelerado poco o mucho.

"Las piedras de maná son necesarias para provocar el fenómeno de la disminución del maná. Así que en cuanto renuncié a la guerra, con la ayuda de mi Clan y de los caballeros clandestinos, recuperé todas las piedras de maná que eran fáciles de obtener."

"Ya veo."

"Pero no todas las piedras de maná han sido recuperadas. De hecho, no es posible recuperar en pocos días todas las piedras de maná que hemos estado ocultando durante años."

"Entonces..."

"El Emperador Sovieshu parece haber deducido tras el incidente del Collar de Maná que el fenómeno de la disminución del maná está relacionado con las piedras de maná. Ha prohibido temporalmente el uso de piedras de maná a los magos de su país y de la academia."

"¿Qué tan malo es?"

"Dado que tiene sospechas, continuará con la investigación en esa dirección. Incluso los eruditos de la academia cooperarán."

No lucía bien. Sin darme cuenta, había entrelazado mis manos, por lo que Heinley levantó las cejas y puso una mano sobre las mías.

"No tienes que preocuparte demasiado, Reina."

"Pero si te descubren..."

"Es por eso que te lo cuento ahora, Reina."

"¿?"

"Hay más piedras de maná que necesito recuperar para evitar ser descubierto."

"Ah."

"Así que yo..."

"Está bien. Dímelo."

"Puede que deba marcharme por unos días."

¿No lo veré durante varios días?

"¿No será peligroso?"

"Estaré bien."

Mientras lo miraba con preocupación, Heinley también puso su otra mano sobre las mías y las apretó.

"Lo siento, Reina. No quería que te vieras involucrada por estar a mi lado."

Sacudí la cabeza. Debería ser yo quien más lo lamentara. En vez de mirarlo a los ojos, miré al suelo. Sentía la boca seca.

Si Heinley no hubiera renunciado a la guerra por mí, no habría tenido que recuperar las piedras de maná... no le había dejado otra opción.

"Lo siento de verdad, Reina. No estés nerviosa. De todos modos, no estaré demasiado lejos mientras el Emperador Sovieshu permanezca aquí."

***

Cuando Heinley me habló del problema relacionado con el fenómeno del maná, lo lamenté tanto que no pude pensar en los inconvenientes que se derivarían de su ausencia.

Una vez que volví a mi oficina y me senté en el escritorio, me vino a la mente el hecho de que, mientras Heinley estuviera ausente, el canciller y yo tendríamos que dividirnos sus tareas.

Podría darse el caso de que me lo impidieran por estar embarazada, pero ¿y si tuviera que lidiar con ello?

He cumplido con mis deberes de emperatriz desde que estaba en el Imperio Oriental, por lo que, incluso después de llegar aquí, pude adaptarme sin mucha dificultad.

Las veces que Sovieshu estuvo fuera para realizar inspecciones, tuve que trabajar un poco más de lo habitual. Sin embargo, nunca abandonó su puesto de forma inesperada ni durante mucho tiempo. Antes de marcharse, Sovieshu se ocupaba de las tareas que podían realizarse con antelación.

Pero dado que el caso de Heinley era diferente, resultaba difícil determinar con certeza cómo manejarlo. No sabía cuántas piedras de maná no se habían podido recuperar, pero por el matiz de sus palabras no parecía que fuera a marcharse sólo una o dos veces ni cuántos días serían...

"Su Majestad."

"..."

"Su Majestad Navier."

¿Cuánto tiempo estuve sumida en mis pensamientos? Fue la voz de uno de mis ayudantes al otro lado de la puerta lo que me hizo despertar.

Cuando hice sonar un par de veces la pequeña campana sobre el escritorio, mi ayudante entró rápidamente. Sostenía en sus manos una bonita caja dorada con una expresión incómoda.

"Su Majestad. El Emperador Sovieshu me pidió entregar esto a la Emperatriz."

La caja era de tamaño medio.

¿Sovieshu me envió esto? Mientras mantenía una cara inexpresiva para ocultar mi desconcierto, mi ayudante dejó la caja sobre el escritorio. Cuando le indiqué que saliera, se inclinó torpemente.

Tan pronto como salió mi ayudante, arranqué el envoltorio inusualmente brillante, dejando al descubierto una elegante caja de madera marrón oscura.

Al abrir la tapa, encontré una tela suave color crema en el fondo de la caja junto con tres melocotones grandes colocados encima. También había una nota roja en el borde interior de la caja.

— Los compré pensando en ti.

Puse la tapa en su sitio y me llevé la mano a la frente. Sabía que se había vuelto loco, pero quedé atónita al descubrir que se había vuelto más loco de lo que pensaba.

Me había preocupado inútilmente por las duras palabras que le dije anoche. Actuó como si estuviera profundamente arrepentido, pero ¿me envía melocotones al día siguiente? ¿Se está burlando de mí?

Enfurecida, arranqué una hoja de papel de la primera libreta a mi alcance y vertí allí mi ira con una tosca caligrafía.

***

La caja fue devuelta a Sovieshu.

Fue traída por el ayudante de Navier. Con una educada disculpa, diciendo que lo apreciaba mucho, pero que había razones por las que no podía aceptarlo.

En cuanto el ayudante de Navier se marchó, Sovieshu abrió la caja. Aunque pensó que no la aceptaría sinceramente, se la quedaría de todos modos por respeto entre países vecinos. Le entristeció un poco que la hubiera devuelto de inmediato.

Desde su infancia había tenido peleas con Navier, pero nunca habían llegado a ser serias. Por esa razón, no sabía cómo disculparse por el repentino odio de Navier, el cual era enorme.

'Navier ni siquiera ha querido hablar conmigo...'

Mientras observaba deprimido los melocotones intactos en la caja, Sovieshu notó un trozo de papel arrugado junto a la nota roja que había enviado. Una vez que sacó el papel y lo desdobló, vio varias frases escritas toscamente.

— ¿Cuántas horas han pasado desde que te hablé claramente? Si te sientes aunque sea un poco arrepentido, deberías irte. Eres realmente desvergonzado.

'¿Hace cuántas horas?'

Sovieshu no tenía ni idea de que el Sovieshu de la noche se había reunido con Navier.

Esta mañana había visto la nota dejada por el Sovieshu de la noche en la que preguntaba si quería que murieran juntos, pero nunca pensó que fuera porque se había encontrado con Navier.

Sovieshu sacó la nota dejada por el Sovieshu de la noche para examinarla, luego arrugó el papel en su mano.

¿Morir juntos? ¿No es él quien lo arruina todo cada vez que sale? Parece que hubo una conversación importante. ¿No debió al menos contarme acerca de lo que se habló? Para empezar, ¿no es su culpa que Navier nos trate con tanta frialdad? ¿No fue él quien se divorció arbitrariamente de Navier a pesar de ser un buen matrimonio?

'... Lo odio.'

Duque Elgy estaba sentado en la cubierta de un barco mientras daba vueltas al medallón del collar en su mano.

Mantenía la boca cerrada y una expresión indiferente, por lo que no parecía nada feliz a simple vista.

"¿Qué le pasa?"

"No lo sé."

"Déjenlo tranquilo. Siempre se pone así después de acabar lo que quiere. Una vez que encuentre otro lugar que le parezca divertido, volverá a entusiasmarse."

Los piratas no apartaron la mirada de Elgy, pero no se molestaron en hablar con él. Esta atmósfera sombría llevaba más de un par de días.

Mientras soplaba el viento salado del mar, de repente se escuchó el chirrido de una gaviota.

Elgy levantó la vista.

El pájaro que apareció chirriando como una gaviota era una cacatúa. La cacatúa se posó cerca de Elgy y le ofreció con un chirrido la carta que llevaba atada justo en una pata.

Elgy tomó la carta como de costumbre y la desdobló. De inmediato pudo reconocer que era la letra de Heinley.

— ¿No estás ocupado? ¿Podrías ayudarme a recuperar las piedras de maná plantadas en Bohean Azul?



Elgy dobló la carta y la ató de nuevo a la pata de la cacatúa. Parecía que no tenía intención de escribir una respuesta.

La cacatúa tampoco insistió, simplemente se fue volando con la carta. Mientras veía alejarse al pájaro, Elgy se sentó con la espalda apoyada en la pared exterior del camarote.

'Ayudarlo a recuperar las piedras de maná...'

Elgy se sumió en sus pensamientos.

'Cuando vuelva a Bohean Azul seré increpado y aleccionado por aquellos que se enteraron de lo ocurrido en el Imperio Oriental. Sin duda, esa mujer será una de ellos. Con su habitual voz tranquila, dirá que nadie debe ser lastimado. Mi padre estará a mi lado sorbiendo incómodo una taza de café y se marchará en cuanto se le acabe la paciencia. Después de eso...'

***

Cuanto más lo pienso, más me cuesta creerlo y más rabia me da.

Es un desvergonzado. No sólo perdió la memoria, sino también el orgullo.

El Sovieshu que conocía tenía un fuerte orgullo. Ahora su memoria se remontaba a los días de Príncipe Heredero, así que puede que su orgullo no fuera tan fuerte como en sus días de Emperador. Sin embargo, aún debía ser lo suficientemente fuerte como para pensar en marcharse avergonzando al Imperio Oriental al ser atrapado mientras registraba el palacio de otro país con la excusa de que había venido a disculparse.

<< Nota: Navier no sabe sobre las dos personalidades de Sovieshu. >>

Por cierto, me envió melocotones. Cómo pudo enviarme melocotones en una situación en la que incluso enviar una carta de disculpa del tipo 'lo de ayer fue un malentendido, lo siento' sería vergonzoso?

"¿Su Majestad?"

"¿Qué ocurre, Señorita Rose?"

"¿Se encuentra bien?"

"Por supuesto."

No me encontraba bien. La ira hacia Sovieshu, el extraño sentimiento de culpa hacia Heinley, la preocupación por tener que manejarlo todo en su ausencia, la posibilidad de que se descubriera nuestra implicación en el fenómeno de la disminución del maná antes de recuperar las piedras de maná necesarias, el nulo progreso en mi entrenamiento mágico, eso y más no dejaban de abrumar mi mente.

"Su Majestad."

Justo entonces, uno de los caballeros que custodiaban la puerta me informó de que el Gran Duque Kapmen había venido a verme.

Salí al salón para saludarlo y entró en cuanto lo autoricé.

Nada más verlo, recordé lo que había ocurrido hace unos días, por lo que una sonrisa incómoda se dibujó en mi rostro. Me había llevado intencionadamente con él al sitio donde había quedado con su amigo, pero me sorprendió tanto ver a Sovieshu que acabé abandonándolo en la cafetería.

"Siéntese por aquí, Gran Duque."

"¿Volviste sin mayores problemas?"

Ahora que lo pienso, me llevé el carruaje en el que habíamos ido juntos.

"Gracias por lo de antes. Lamento haberme ido primero."

"Era inevitable en esa situación."

Kapmen se sentó finalmente donde le señalé, se quitó el sombrero y se lo puso sobre las rodillas. Mientras intercambiábamos palabras cordiales, Mastas se acercó a dejar el café, otras bebidas y bocadillos sobre la mesa.

Pero extrañamente, una vez que los dos quedamos completamente solos en el salón, Kapmen cortó de repente la conversación tan amena que estábamos sosteniendo hasta el momento.

'¿No ha venido sólo a saber cómo estaba?'

Parece que no. Miró hacia la puerta cerrada e inmediatamente cambió de tema.

"¿De qué hablaste con Dolshi mientras no estuve?"

"¿No lo sabes de todos modos? Tú..."

... has leído sus pensamientos. Omití estas últimas palabras porque el Gran Duque Kapmen quería ocultar esta habilidad mientras la utilizaba de forma útil.

"No es así."

Sin embargo, lo negó. ¿Quién diría que ese patán de Dolshi sería del tipo de persona que tiene cuidado incluso con lo que piensa?

"No puedo oír los pensamientos de Dolshi."

¿Iba más allá de ser cuidadoso con sus pensamientos?

"¿Cómo es eso posible? Puedes oír los pensamientos de todas las personas..."

¿Había excepciones?

"Tampoco sé la razón."

Después de responder con calma, Kapmen sacó del bolsillo de su pecho un papel doblado dos veces y me lo extendió.

"¿Qué es esto?"

Al aceptarlo y desdoblarlo, me di cuenta de que era un dibujo que podía ser descrito como un 'garabato'. Un dibujo que parecía hecho por un niño de tres años al que se le daba especialmente mal dibujar.

"¿Tienes un sobrino?"

"Fue dibujado por Dolshi."

"Uy, lo siento."

"No te preocupes, él sabe que no se le da bien dibujar."

Ya veo. Al menos tienes ojos... pero es aún más curioso. ¿Por qué el Gran Duque Kapmen me da un dibujo que el propio Dolshi reconoce que es malo?

"Dolshi me pidió que se lo diera a la dama de nombre gracioso."

"..."

"Lo siento. No esperaba que el nombre fuera objeto de burla."

Mentira. ¿Qué otra razón habría para llamar 'Navi' a una persona? Sólo en momentos como éste, en los que me quejo internamente, es más cómodo que la otra persona pueda leer mi mente. 

<< Nota: Navi → Mariposa. >>

El Gran Duque Kapmen sonrió con amargura y apretó su taza de café. Me sentí un poco mal por quejarme excesivamente en mi mente ante el absurdo nombre.

"Bueno, parece que no tengo buen gusto para los nombres."

Ya sabía mi opinión por mis pensamientos, así que no había necesidad de responder. Sonreí incómodamente, bebí un poco de la bebida y cambié rápidamente de tema.

"¿Por qué Dolshi te pidió darme esto?"

Él no había mostrado interés en mí. Se ofreció a ayudarme antes de separarnos, pero también dijo algunas cosas raras...

"No lo sé. Sólo me dijo, 'Si hace esto, la ayudaré'."

"¿Quieres decir que me ayudará a dominar mi magia si hago esto?"

"Eso parece."

El Gran Duque Kapmen respondió vagamente, como si fuera realmente molesto no poder oír los pensamientos de la otra persona. Asentí y volví a mirar el dibujo de Dolshi.

"..."

Necesitaba descifrarlo para poder decidir si hacer lo que quería. Pero sin importar cuánto lo miré, el dibujo era tan malo que no pude descifrar lo que significaba. 

Veamos. Hay líneas trazadas de arriba abajo con un poco de espacio entre ellas y en el centro hay un brillo excesivo...

"... No sé qué es. ¿No dijo nada al respecto?"

"Sí, le pregunté. Dolshi dijo, 'Lo sabrá en cuanto lo vea'."

Era un dibujo que yo entendería.
´
Asentí e intercambié algunas palabras más con Kapmen. Una vez que se marchó, llamé a mis damas de compañía y les enseñé el dibujo para que me dieran su opinión.

"¿No es sólo una broma?"

"Creo que se reía mientras trazabas las líneas."

"¿El mar? ¿No es el mar? Olas. ¿No brillan las olas bajo la luz?"

Pero fue inútil, mis damas de compañía tampoco entendieron el dibujo.

Ahora que me encuentro en esta situación, me siento un poco mal por haber intentado transmitir mis sentimientos a Heinley a través de una pintura. ¿Heinley se habrá sentido perdido intentando descifrar el significado de la pintura que le envié?

Por supuesto, no soy tan mala dibujando.

Sí, es cierto. Se me da bien dibujar, así que Heinley no pudo haberse sentido perdido... espera. Pensémoslo de otra manera.

Normalmente, las peticiones se expresan por escrito. En mi caso, envié una pintura con la intención de consolar a Heinley de una manera distinta a la habitual.

Sin embargo, Dolshi podría haber realizado su petición por escrito o haberla comunicado a través de Kapmen.

Aun así, envió un dibujo a pesar de saber que no tenía esa destreza. Creo que este es un punto importante.

En el momento en que entrecerré los ojos porque sentí que una pista me venía a la cabeza, entró el Vizconde Langdel.

Parecía que había venido a informarme de algo, pero mis damas de compañía se le acercaron primero para pedirle su opinión sobre el significado del dibujo. El Vizconde se quedó mirándolo por un momento y dijo,

"¿No es una pared? Creo que es una pared."

"¿Una pared?"

"Ahora que lo menciona, realmente parece una pared, Su Majestad."

"Es verdad. De aquí a aquí es la pared y lo que hay en el centro... ¿qué podría ser?"

Mientras mis damas de compañía discutían al respecto, el Vizconde Langdel miraba de un lado a otro entre mis damas de compañía y yo. Quería decirme algo, pero mis damas de compañía lo tenían envuelto en el asunto del dibujo.

Cuando por fin nuestras miradas se cruzaron, el Vizconde Langdel se apresuró a informar,

"Su Majestad, hace un tiempo me pidió encontrar a la Señorita Rivetti. Finalmente la he encontrado."

Tan pronto estas palabras fueron pronunciadas, mis damas de compañía dejaron de hablar por completo, como si se hubieran puesto de acuerdo de antemano.

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