LESVAC 185

LESVAC 185







La Emperatriz se volvió a casar 185

Promesa de venganza



Cuando el Vizconde Roteschu llegó al Palacio Imperial, se le acercaron dos caballeros del emperador que esperaban en las puertas traseras del Palacio.

"¿Qué ocurre?"

Preguntó asustado el Vizconde Roteschu, a lo que uno de los caballeros respondió con severidad.

"Síganos."

Temeroso, el Vizconde Roteschu les siguió obedientemente.

Sin embargo, caminar por los pasillos le resultaba difícil. Tenía ganas de darse la vuelta y huir.

Pero la idea de lo que podría ocurrirles a Rivetti y a Alan si huía hizo que el Vizconde Roteschu recuperara la razón.

Mientras trataba de entender la situación, los tres llegaron frente a la oficina del emperador.

"Lo hemos traído, Su Majestad."

Cuando el caballero habló hacia la puerta, se escuchó un claro y extraño, 'tilín-tilín'.

El caballero abrió la puerta e indicó con la cabeza al Vizconde Roteschu que entrara.

El Vizconde Roteschu tragó fuertemente y entró.

"Me estaba buscando, Su Majestad."

El Vizconde Roteschu inclinó la cabeza en señal de saludo nada más entrar.

El Emperador Sovieshu estaba sentado en su escritorio, mirando de forma intimidante al Vizconde Roteschu.

Tenía una expresión aterradoramente fría, y en su interior estaba aún peor.

Sovieshu se enfureció con sólo mirarlo al pensar que la princesa tenía la sangre del Vizconde Roteschu. Rashta había sido la nuera de este hombre, y su familia parecía decidida a arruinar a la Familia Imperial.

"Levanta la cabeza."

Sin embargo, la voz que salió de la boca de Sovieshu era tranquila.

El Vizconde Roteschu ni siquiera había hecho contacto visual con Sovieshu, sólo lo miró después de que Sovieshu le ordenara levantar la cabeza.

Al ver sus ojos, el Vizconde se horrorizó ante la fría mirada del Emperador y se le puso la piel de gallina. Independientemente de lo que el Emperador fuera a decir, ciertamente no sería bueno.

"Te diré dónde está tu hija."

Sorprendentemente, fue Rivetti a quien Sovieshu mencionó.

"¿Qué?"

Mientras el Vizconde Roteschu lo miraba desconcertado, Sovieshu le explicó con frialdad.

"Rashta la secuestró e intentó venderla como esclava. Pensé que volvería a ocurrir lo mismo si venía aquí de nuevo, así que la resguardé."

El Vizconde Roteschu parpadeó con la mirada perdida. No esperaba saber sobre el paradero de Rivetti aquí.

Más aún... ¿fue Rashta quien intentó hacer daño a mi hija incluso gastando una enorme suma de dinero?

El Vizconde Roteschu, que reflexionaba sobre lo que Rashta tenía en contra de su hija, recordó que ambas habían estado en malos términos desde que estaban en su territorio.

Por supuesto, Rashta en aquel entonces no estaba en condiciones de enfrentarse a Rivetti, por lo que era sólo un odio unilateral de Rivetti hacia Rashta.

Puede que Rashta aún le guardara rencor. Además, estaba siendo chantajeada por el Vizconde Roteschu, por lo que quizás liberó todo ese resentimiento contra Rivetti.

El Vizconde Roteschu frunció el ceño.

'Creí que esa vulgar esclava iba a cooperar obedientemente, pero incluso se atrevió a hacer esto a mis espaldas.'

Le horrorizó y enfadó que hubiera llegado a tal extremo por hacer daño a alguien que no le agradaba.

El Vizconde Roteschu, profundamente indignado en su interior, no tardó en darse cuenta de un punto extraño.

"Su Majestad... ¿por qué me cuenta esto?"

Ahora, Sovieshu debía estar enfadado con él a causa de Alan. No entendía por qué le contaba esto.

"En cualquier caso, tú y tu hijo morirán por haber engañado a la Familia Imperial."

Los ojos del Vizconde Roteschu se abrieron como platos.

Una sonrisa despiadada se dibujó en la boca de Sovieshu.

"¿Quieres salvar a los otros dos?"

Vizconde Roteschu caminaba ansioso por un pasillo del palacio imperial.

Sin duda, el Emperador Sovieshu le había preguntado si quería salvar a los 'otros dos'. Rivetti debía ser uno, ya que le habló de su ubicación.

Pero no estaba claro quién era el otro.

El Vizconde Roteschu deseaba que Rivetti y su esposa fueran las 'dos personas' que el Emperador le permitiría salvar.

También deseaba salvar a Alan, incluso si tuviera que dar su vida a cambio, pero Alan ya estaba demasiado enredado en este asunto.

No había nada que pudiera hacer por Alan. Así que al menos quería que Rivetti y su esposa vivieran.

A Roteschu no le importa Ahn ni la princesa.

En cualquier caso, el miedo a la muerte era tan grande y escalofriante que el Vizconde Roteschu acabó en cuclillas en el pasillo al perder fuerza en sus piernas.

"Oh, es curioso que nos hayamos encontrado aquí."

En ese momento, escuchó una voz desagradable sobre su cabeza. Aunque la voz parecía amable, escondía un tono de burla.

Cuando levantó la vista, vio al Marqués Karl mirándole con desdén.

El Vizconde Roteschu tenía poco que ver con el Marqués Farang. 

Sin embargo, sabía que el Marqués Farang era amigo del hermano de la Emperatriz Navier. Rashta y la Emperatriz Navier eran enemigas, el hermano de la Emperatriz Navier atacó al Vizconde Roteschu y éste apoyaba a Rashta desde fuera.

Aunque nunca se habían relacionado realmente, no estaban en los mejores términos.

Por eso, el Vizconde Roteschu se forzó a levantarse y preguntó hoscamente,

"¿Qué quieres?"

El Marqués Farang respondió con una risa entre dientes.

"No es nada importante. Es que todo esto me parece divertido."

"¿Divertido?"

La voz del Vizconde Roteschu se deformó por un momento. Él y su hijo estaban a punto de morir. Le enfureció que dijera 'divertido'.

Cuando el Vizconde Roteschu lo miró ferozmente, el Marqués Farang habló con voz tranquilizadora,

"No te enfades tanto. Fuiste lo suficientemente inteligente como para ayudar a la Emperatriz Rashta a derribar a Navier, así que también superarás este obstáculo."

Sin embargo, por las palabras del Marqués Farang quedaba claro que conocía bien la situación del Vizconde Roteschu, lo que hizo que éste se enfureciera aún más.

"¡Cómo pude haber derribado a Navier! ¡¿Qué hice yo?!"

"No somos cercanos, así que por supuesto no sé exactamente qué hiciste."

"¡!"

"Pero tengo muchas ganas de ver qué harás en el futuro."

Una misteriosa sonrisa apareció en la boca del Marqués Farang.

El Vizconde Roteschu tragó con fuerza. ¿Qué quería decir con eso de que tenía ganas de ver qué iba a hacer?

"¿De qué estás hablando?"


***


"¿No entendiste mi pregunta?"

Heinley dio un paso atrás con vacilación, sosteniendo aún el libro entre sus brazos. Ahora tenía una evidente sonrisa incómoda.

Mientras lo miraba confundida, Heinley retrocedió hasta la puerta con una expresión rígida.

Cualquiera podía darse cuenta que quería huir.

Cuando le pregunté, "¿Qué intentas hacer?" Él respondió con una voz agradable, "¿Por qué lo dices?" e intentó salir corriendo.

"Vuelve aquí. Da cinco pasos hacia delante."

Después de hablar con firmeza, Heinley suspiró.

Sin embargo, se acercó con pasos largos.

No esperaba que diera pasos tan largos. Al cuarto paso ya estaba en la cama y al quinto estaba pegado a mí. Sin duda era encantador, pero al ver que se esforzaba deliberadamente en parecerlo, fruncí el ceño y dije.

"Hacia atrás. Da un paso hacia atrás."

A diferencia de cuando se acercó, esta vez Heinley sólo dio un pequeño paso.

"No estoy bromeando."

Cuando añadí con frialdad, Heinley finalmente retrocedió de forma adecuada y se inclinó en silencio frente a mí.

Todavía sostenía el libro en cuestión entre sus brazos.

"Dámelo."

Cuando extendí la mano, Heinley me dio con vacilación el libro que había estado leyendo sobre mi vientre.

Con el libro en mis manos, eché un vistazo a su contenido.

Lo sabía. Lo imaginé desde el primer momento. Era una novela de guerra. Una novela con muchas descripciones bélicas.

¿Estaba leyendo esto en mi vientre?

Cuando lo miré fijamente cruzada de brazos, Heinley se excusó con una sonrisa tímida.

"Reina... se cree que las cosas que uno le dice al bebé cuando está en el vientre de su madre, influyen en toda su vida."

"¿Así que esperas que nuestro hijo se convierta en un rey de la guerra?"

"Eso estaría bien..."

"Leo cuentos infantiles para no perturbar la mente del bebé. ¿Estabas encendiendo una vela mientras yo dormía?"

"Es que... quiero que nazca un niño valiente."

Mirándome a los ojos, Heinley añadió en voz baja,

"El pajarito que vi en mis sueños era muy travieso... hay que educarlo desde temprano."

¿Qué? ¿Travieso? ¿No está hablando de sí mismo?

"El bebé que vi en mis sueños era un pajarito muy adorable. Era obediente."

"¿En serio? No, eso no es cierto."

"Está bien querer un hijo valiente. Pero tienes que omitir algunas partes si lees una novela de guerra. ¿Por qué leíste esa parte en la que cuando la lanza atravesó su pecho salió mucha sangre?"

"Es que... debe saber exactamente lo que es la guerra. De lo contrario, la gente sólo sufrirá... debe aprender que la guerra de por sí es cruel..."

"¿No crees que es mejor educar a nuestro hijo en estas cosas más adelante? A medida que crezca."

Heinley no parecía estar de acuerdo conmigo, pero yo ya había tomado una decisión.

Señalé la puerta con la punta del libro.

"¿Reina?"

"Vete inmediatamente."

"Reina..."

"¿No quieres educar a nuestro bebé en mi vientre? Esto también es educación. Enseñarle que si uno hace cosas malas, será castigado. Incluso su padre."

Los ojos de Heinley se agrandaron el doble de lo habitual.

***

"Su Majestad luce tan deprimido que parece que la comida le hubiera caído mal." 

McKenna, que estaba trabajando horas extras sentado en los escalones del jardín, cerca de la oficina, con una lámpara de aceite sencilla a su lado, una tabla de madera en su regazo y papeles sobre la misma, dijo con voz alegre cuando Heinley se acercó desanimado,

"¡Es tan reconfortante!"

A pesar de que Heinley lo fulminó con la mirada, McKenna, que tenía los ojos apagados de tanto revisar papeles a altas horas de la noche, se mantuvo firme con cierta somnolencia.

"Aunque me mires de forma aterradora, eso es lo que siento."

"A veces te odio de verdad."

"Yo a menudo odio a Su Majestad."

Heinley suspiró y se sentó junto a McKenna.

"¿Qué pasó?"

"La biografía de guerra que te mencioné antes para la educación prenatal."

"No lo hiciste, ¿cierto?"

"Lo hice. Reina me descubrió mientras lo hacía y me echó del dormitorio."

Cuando McKenna chasqueó la lengua, Heinley murmuró con una mirada de injusticia,

"El bebé debería saberlo. Si uno apuñala a alguien, sale sangre, ¿no?"

"Es un pensamiento peligroso. A este paso, le dirás al bebé que apuñale a alguien con un cuchillo."

"¿Es eso malo?"

"...Ojalá yo también tuviera el poder para echar a Su Majestad de aquí."

Heinley volvió a fulminar con la mirada a McKenna cuando éste no se puso de su lado y le refutó.

"Llevo jugando con espadas desde los cinco años."

"Entonces, ¿recuerdas la vez que huiste después de haber sido golpeado en el trasero por la reina?"

"No lo recuerdo."

"Borras las cosas malas de tu memoria."

"Oye..."

"Te convertiste en pájaro y huiste de casa. El Rey te alcanzó convertido en pájaro, te sujetó por el cuello con su pico y te trajo de vuelta. Los empleados del palacio no sabían que se trataba de Su Alteza Heinley y Su Majestad el Rey, por lo que encontraron divertido que hasta los pájaros fueran educados en la familia real. ¿De verdad no lo recuerdas?"

Cuando Heinley lo miró ferozmente, McKenna sonrió ampliamente,

"¿Ya lo recuerdas?"

Aunque pudiera parecer que estaban peleando, cualquiera podría decir que Heinley no estaba realmente enojado. De hecho, los dos eran muy cercanos.

Heinley también sabía que, aunque Navier le dijo que se fuera, no estaba furiosa.

Él refunfuñaba como si estuviera decepcionado, pero en su interior estaba feliz.

Cuando estaba en el Imperio Oriental, Navier reprimía sus emociones todo lo posible. ¿No había sido honesta consigo misma en ese momento?

Heinley no pudo evitar sonreír al pensar en eso.

Mirando así a Heinley, McKenna murmuró,

"Hmm... pervertido..."

Al darse cuenta de que Heinley se iba a enojar de verdad por esto, McKenna se apresuró a salir corriendo con la lámpara de aceite y los papeles.

El Viejo Duque Zemensia había entrado en el Palacio Imperial para ver los restos de su hija durante un rato. Al salir vio a lo lejos a Heinley y a McKenna llevándose bien, lo que le hizo sentir un dolor desgarrador en su corazón.

"Mi hija yace muerta en la fría cripta subterránea mientras estos bastardos..."

El Duque Zemensia maldijo mientras rechinaba los dientes. Aunque muriera, no dejaría que aquellos que causaron la muerte de su hija fueran felices.


* * *

Después de salir del Palacio Imperial, el Vizconde Roteschu se dirigió a toda prisa en caballo a la ubicación indicada por el Emperador Sovieshu.

Cada vez que un caballo se cansaba, se detenía en un pueblo cercano y compraba el caballo más vigoroso para poder continuar con su viaje.

Quería darse prisa en rescatar a su hija antes de que el Emperador Sovieshu cambiara de opinión. El lugar estaba a las afueras del Imperio.

Después de cabalgar durante varios días, llegó a una mansión pequeña pero bonita. El Vizconde Roteschu se sintió un poco aliviado porque era un lugar que podía ser utilizado como villa por un noble de gustos sencillos.

'No encerró a mi hija en un lugar extraño.'

Delante de la mansión había tres hombres que parecían ser guardias. Tan pronto como el Vizconde Roteschu se acercó, lo apuntaron con sus lanzas.

"Mi hija. He venido a buscar a mi hija."

El Vizconde Roteschu se dirigió a los guardias que intentaban detenerle, levantando las manos para hacerles saber que no tenía armas.

Sin embargo, los guardias no dieron un paso atrás al no haber recibido ninguna orden. 

En ese momento, se oyó una voz alegre.

"¡Padre!"

Cuando el Vizconde Roteschu levantó la vista, Rivetti estaba corriendo hacia él.

"¡Rivetti!"

El Vizconde Roteschu se emocionó y abrió los brazos al ver a su hija, a la que tanto tiempo llevaba buscando, correr alegremente hacia él.

Cuando Rivetti se acurrucó en los brazos del Vizconde, éste abrazó a su hija con fuerza. Ver a su hija a salvo hizo que las lágrimas brotaran naturalmente de sus ojos.

"¡Padre! ¿Cómo llegaste hasta aquí?"

Preguntó Rivetti con voz animada.

El Vizconde Roteschu abrió la boca para decir, 'El Emperador Sovieshu me lo dijo'.

Pero se le hizo un nudo en la garganta y no pudo hablar. Las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas, por lo que se limitó a abrazar a su hija.

"¿Padre?"

Sólo entonces Rivetti se dio cuenta de que algo andaba mal, así que se sobresaltó y se apartó un poco de su padre. Luego, mirando al Vizconde a la cara, preguntó desconcertada,

"Padre, ¿qué está pasando?"

Puede que las lágrimas que derramaba se debieran al alivio y a la alegría de volver a verla después de mucho tiempo. Sin embargo, la expresión del Vizconde Roteschu era demasiado sombría para ser lágrimas de alegría.

"Padre, ¿Sabes lo de Rashta?"

Cuando Rivetti preguntó suspicazmente, Roteschu respondió mientras se secaba las lágrimas,

"¿También te lo dijeron?"

"¡Sí! ¡Fue Rashta quien intentó matarme!"

Exclamó Rivetti, apretando los puños con ira.

"Si Su Majestad no hubiera descubierto el plan de Rashta a tiempo y me hubiera salvado, no sé qué habría sido de mí..."

El rostro de Rivetti se puso pálido, asustada sólo con decir esas palabras. Los dedos le temblaban. El tiempo había pasado, pero estaba claro que aún no se había recuperado por completo de la conmoción de aquel día.

El Vizconde Roteschu se enfadó mucho al confirmar que Rashta había atacado realmente a Rivetti. Lo había oído del Emperador Sovieshu, pero no podía creerlo.

Al mismo tiempo, también se enfadó consigo mismo. Si no hubiera chantajeado constantemente a Rashta, tal vez no habría atacado a Rivetti de esta manera.

Pero rápidamente cambió de opinión.

"No quiere que se sepa que era una esclava. Por eso te atacó, quería mantener tu boca cerrada."

"¿Es por eso que Rashta me atacó?"

"Sí. Estoy seguro."

"¡Entonces la hundiremos primero! ¡Sólo hay que revelar que era una esclava!"

Rivetti aún no sabía lo que estaba pasando afuera, por eso gritó furiosa al pensar que Rashta, que la había atacado e intentado asesinar, estaba viviendo felizmente.

Cuando el Vizconde Roteschu negó con la cabeza, Rivetti le reprochó sorprendida.

"¿Harás la vista gorda? Intentó matarme, ¿cómo puedes hacer la vista gorda?"

"Tengo algo que decirte, Rivetti."

"¡No quiero discutir sobre esto! ¡No quiero!" 

"Es sobre nosotros."

Rivetti estaba furiosa, pero consiguió calmarse y preguntar a regañadientes cuando el Vizconde Roteschu la sujetó firmemente por los hombros.

"¿Sobre nosotros?"

"Tu padre es una mala persona."

"¿Qué?"

Sin embargo, las palabras del Vizconde Roteschu fueron completamente inesperadas. Rivetti preguntó desconcertada,

"¿A qué viene eso?"

Rivetti sabía que su padre no era una buena persona, pero tampoco lo consideraba tan malo. Le pareció extraño que de repente hiciera tal confesión.

"La princesa que dio a luz Rashta ha pasado a ser la hija de tu hermano."

"¿Qué?"

A pesar de que el Vizconde Roteschu lo explicó, Rivetti estaba aún más desconcertada y preguntó,

"¿Hablas de Ahn?"

"De la princesa."

"¿Cómo es posible? ¿Cómo puede la princesa ser hija de mi hermano?"

Las palabras del Vizconde Roteschu fueron tan inesperadas y sorprendentes que no pudo aceptarlas de inmediato.

"Eso es lo que pasó."

"No lo entiendo."

"Tu hermano ha engañado a Su Majestad."

"Padre..."

Rivetti finalmente se dio cuenta de la gravedad del asunto y su rostro palideció.

"Entonces, ¿qué pasará? ¿Qué pasará con mi hermano?"

El Vizconde Roteschu reflexionó por un momento sobre qué decir.

Rivetti, que aún era muy joven, le creería incondicionalmente. Si decía que Alan estaba siendo acusado injustamente, le creería; si decía que Alan se había equivocado, le creería.

Le hubiera gustado ser honesto y decir, 'tanto tu hermano como yo estamos siendo acusados injustamente'. Pero no sabía cómo reaccionaría Rivetti si lo hacía.

No importa lo que hiciera Rivetti, Alan y él ya se habían convertido en el objetivo del Emperador Sovieshu.

El Emperador podía acabar con el Vizconde y su familia.

Sin embargo, la solicitud del Emperador Sovieshu al Vizconde de 'llevarse a Rashta' se debía probablemente a que quería deshacerse de ella lo antes posible y, a cambio de eso, le ofreció perdonar a 'dos personas'.

Rivetti no aceptaría esto. No sabía cómo se lo tomaría cuando le dijera que solamente vivirían ella y la Vizcondesa.

El Vizconde Roteschu acabó mintiendo después de mucho pensarlo.

"Tu padre es una mala persona, Rivetti."

"Padre..."

"Tu padre lo sabía. Ahora todo ha terminado."

"¿Qué?"

"Tu padre sabía que Rashta estaba embarazada de tu hermano."

"¡No, eso es absurdo! Padre, ¡eso no puede ser cierto! ¡De ninguna manera! ¡Mi hermano es muy tonto y tímido!"

"¡Rivetti!"

Rivetti no lo aceptó en un estado de pánico, pero consiguió recobrar el sentido cuando el Vizconde Roteschu gritó su nombre.

Roteschu sujetó con fuerza los brazos de Rivetti y le dijo,

"Su Majestad ha mostrado una enorme generosidad y ha dicho que sólo castigará a los implicados. Tu madre y tú no sabían nada de esto."

"Padre..."

"Vuelve al territorio. Vuelve al territorio antes de que las cosas empeoren. Al morir tu hermano y yo, te convertirás en la sucesora."

"¡Padre! ¡Odio esto! ¡Soy la única que vivirá!"

"¡Quieres que tu madre también muera!" 

"¡!"

"Hija, hija mía. Eres joven e inmadura, pero inteligente, ¿cierto?"

"Padre... Padre..."

"Emprendí una aventura por nuestra familia y fracasé en el intento. Asumiré mi responsabilidad por eso, así que no culpes a nadie. Vuelve al territorio, cuida de tu madre y cuida del territorio. Es todo tuyo y de tu madre. ¡Vuelve ahora mismo! Me desharé de la mansión de aquí lo antes posible y te enviaré el dinero, así que no pierdas ni un segundo, ¡tendrás que encargarte de todo! ¿Lo entiendes?"

Rivetti sacudió la cabeza mientras lloraba.

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