Miércoles, 19 de Enero del 2022

Efecto Stigma 70

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Cuando recobró el sentido, Baraha seguía solo. Como Yuriel no estaba muerto, la posibilidad de que la profecía se cumpliera seguía siendo la misma.

Todo estaba igual, pero una cosa había cambiado.

La persona que estaba junto a Yuriel no era él, sino un niño llamado Raphlet Mogris que apareció de repente. Nacido como el heredero del Gran Duque Mogris, Raphlet se alimentaba bien y vivía bien, fue él quien se llevó a la única persona que estaría a su lado.

Baraha apretó la palma de su mano contra su pecho que retumbaba incómodo.

Todavía nevaba en la finca de Mogris. Tuvo que soportar un largo y duro invierno para ver a Yuriel.

Baraha se quedó en la finca, trabajando por un bajo salario en una tienda de venta de leña. Tuvo la suerte de que aquí no había malos traficantes de esclavos.

Mientras vivía en el castillo, el rostro de Yuriel, que de vez en cuando aparecía en la calle, se iluminaba cada vez que lo veía. Los sentimientos desagradables disminuyeron un poco.

Cuando miraba la cara de Raphlet junto a ella como si fuera natural, se le salían los labios.

Su cuerpo delgado engordó y sus mejillas se volvieron rollizas. Yuriel, que parecía animado incluso cuando estaba delgado, tenía un aspecto más juvenil.

Baraha pensó que eso era algo bueno.

Se preguntó por qué estaba tan preocupado por Yuriel, a quien sólo espiaba por detrás y nunca le hablaba.

"Disculpe, he venido a comprar leña"

Baraha se quedó mirando fijamente la cara de Yuriel frente a él y reflexionó. Parecía que hoy había salido sola sin Raphlet. Yuriel, que siempre se aferraba al brazo de Raphlet, estaba jugueteando con sus guantes.

Los guantes que llevaba Yuriel eran de color marrón claro. Los guantes que ahora sostenía con sus manos desnudas eran negros. En lugar de los suyos, había recibido los guantes de Raphlet.

Sostuvo los guantes preciosamente y no se los puso, por lo que pudo ver sus dedos doblados por el frío.

Bajó la mirada y sus labios se crisparon de forma sombría.

Yuriel, que estaba frente a Baraha con el sombrero apretado y el pelo desordenado, no podía verle bien, excepto por sus labios que hablaban como si fuera extraño.

Yuriel agitó una mano frente a Baraha. Parecía asegurarse de que la estaba mirando.

Preguntó entrecerrando los ojos.

"... ¿Leña? ¿Has venido solo a comprar? ¿Cómo vas a llevarla...?"

"¡No la llevaré, la pediré por el nombre de la familia! Y no estoy sola, el caballero está vigilando allí"

Al decir esto, un caballero armado se puso a vigilar a Baraha. Levantó la mirada como para advertirle que se abstuviera de conversaciones inútiles.

Baraha respondió sarcásticamente.

"Ah. Tienes razón"

"¿Pero quién eres tú? Es la primera vez que te veo. ¿Desde cuándo trabajas aquí? Tu cara es invisible por el pelo. ¿No es conveniente cortar un poco?"

"No, yo..."

Los ojos de Yuriel se iluminaron y se clavaron en Baraha. Éste se encogió de hombros al mirar sus ojos amistosos y dio un paso atrás.

Yuriel no parecía saber qué expresión ponía cuando miraba a Baraha. Era como encontrarse con un viejo amigo. Ella solía ser amistosa cuando se encontraba con la gente, pero no hasta el punto en que lo era ahora.

Baraha estaba desconcertada por la actitud inocente de Yuriel.

Ella no deseaba nada, su mirada era sólo de buena voluntad. Yuriel, que sostenía los guantes de Raphlet, guardó los guantes en su bolsillo y se acercó al cabello de Baraha.

"Si te gusta llevar el pelo suelto, no debería pasar nada si te lo cortas hasta aquí. Ahora ni siquiera puedes ver bien"

Dijo Yuriel en tono juguetón.

"Tú también estás incómodo, ¿verdad?"

Una mano tocó su pelo ondulado. Baraha se puso rígida ante el contacto de las yemas de los dedos cerca de sus cejas. Como no llevaba los guantes, el dedo de Yuriel le tocó la frente. El calor subió a sus mejillas cuando los dedos de ella le peinaron el pelo que le rozaba las cejas. Incluso las orejas que estaban cubiertas con el sombrero se sentían calientes.

Tal vez por haber estado todo el día al aire libre, los dedos de Yuriel daban una sensación especialmente refrescante. Sorprendido por el repentino contacto, su pecho se agitó y saltó.

"Tu nombre es..."

Mientras Baraha movía los labios y recibía en silencio la mano de Yuriel, el caballero que esperaba detrás de ella se acercó y agarró la muñeca de Yuriel.

Estaba observando tranquilamente a Yuriel desde un lado, pero se adelantó y habló en voz baja.

"¿Recuerdas que Lord Raphlet te dijo que no hablaras con extraños? ¿Dijo que si no volvías pronto, no te dejaría salir sola a hacer recados a partir de ahora?"

"Por supuesto que lo recuerdo. Eso es lo que dijo Lord Raphlet"

"Entonces deberíamos hacer el pedido y volver"

"Sí, volveré pronto"

Cuando el caballero habló de Raphlet, Yuriel retiró inmediatamente su atención de Baraha. Yuriel sacó el guante que había guardado en su bolsillo y comenzó a mirar el tipo de leña con un zumbido.

El hecho de que Yuriel viviera en el castillo como criada exclusiva del heredero del Gran Duque era ahora conocido por todos los aldeanos.

El dueño de la tienda salió y le recomendó a Yuriel un árbol que olía bien y era caro. Yuriel preguntó por él con cara seria y pidió la leña que le recomendó como si estuviera satisfecho.

"Está hecho, Señor caballero"

"Muy bien, volvamos"

"Es un árbol fragante. Sería bueno que a Lord Raphlet le gustara"

"Fue tu elección, así que le gustará"

Yuriel salió de la tienda sin despedirse de Baraha. Había mucha expectación en la voz que hablaba con el caballero.

Al ver la apariencia de Yuriel, que no se preocupaba por él, Baraha se sintió aún más desesperado por el valor de la posición que había perdido.

Si hubiera salvado a Yuriel sin dudarlo. La persona a la que dirigiría ese amor incondicional....

Baraha cerró los ojos ardiendo de celos y dejó de pensar.

＊＊＊

A medida que pasaban las estaciones y se profundizaba la relación entre Yuriel y Raphlet, Baraha llegó a un punto en el que se desinteresó de todo.

Tenía que detener la profecía, así que pensó en matar a Yuriel, pero al verlos vivir felizmente así, sus manos no se movieron.

Después de repetirlo varias veces, esperaba en su corazón que Yuriel siguiera a salvo.

Desde el día en que Yuriel vino a comprar leña con el caballero, Baraha no había hablado con ella. Era porque los caballeros habían revisado extrañamente a Baraha.

Si había algún niño con el que Yuriel continuaba una conversación, todos eran blanco de los controles de los caballeros. Baraha adivinó que Raphlet Mogris tenía un apego a Yuriel más tenaz de lo esperado.

"Debemos ser dos, así que aunque muera solo, no será como se profetizó"

Baraha decidió terminar su vida vagando por la finca como un vagabundo.

Cuando decidió morir, todo se volvió insignificante. Baraha recorrió con la mirada las familiares calles de Mogris y dio la espalda sin remordimientos.

'Volvamos a la Capital Imperial'

Si Yuriel era feliz, quería estar vivo, pero había tanta gente en la Capital Imperial que mataría aunque se sintiera feliz.

Baraha, que regresó a la Capital Imperial, también se cortó el pelo limpiamente a su manera. Miró hacia la calle, recogiendo su pelo corto.

Como siempre que caminaba por las heladas calles de Mogris, recorrió la Capital Imperial con paso lento. Nadie reconocía el cambio de físico y de andares, y la apariencia limpia en comparación con el pasado.

Tras pasar por las calles que rodean la Torre de la Alquimia, llegó a la calle del Templo.

"Había un carruaje que venía de Mogris. Quiero ver si hay artículos útiles, pero todos fueron cargados en el Templo"

"Los carruajes de allí van siempre al Templo"

"Lo sé. ¿Por qué el Templo siempre escoge las cosas buenas primero? Estoy enojado....."

Un hombre del que Baraha conocía el rostro pasó a su lado, se golpeó el pecho y giró la cabeza. Era el hombre al que le había visto la cara en la trata de esclavos. Dijo mientras apuntaba con un dedo a la espalda de Baraha.

"¿No se parece a alguien?"

"¿Quién?"

"Hay un tipo que escapó bien en el pasado. Fue vendido a la Torre de la Alquimia y murió"

"Se parece a él. Sólo con verlo moverse se me pone la piel de gallina. Como un ratón, sólo caminaba en la oscuridad. No sé si eso destaca más"

"Bueno, si te fijas bien, salvo por el color del pelo, es una persona completamente diferente"

A Baraha le molestó que ni siquiera le reconocieran.

Continuaron su conversación mientras pasaban por delante de Baraha.

"Todavía me arrepiento de no haber ido a Albraca cuando era joven. Debería haber sabido que a los paladines les gustan las mujeres, y todo lo bueno"

"Da miedo ver que la gente se deja llevar aunque mate a la gente"

"No hay restricción de identidad, pero no sé por qué hay un límite de edad. Tengo más confianza para intentarlo que los más jóvenes"

"¿Estás hablando de usar tu fuerza? Te vi con una chica ayer...."

"¿Por qué hablas de ayer? ¡Ayer fue porque estaba borracho! Si hubiera estado bien, ¡no habría salido hasta la mañana!"

"Oye. ¿Sabes por qué les gustas a esas chicas? Lo haces tan rápido...."

"Ruidoso, ¿no quieres callarte?"

Uno de los presentes bajó la voz y dijo sarcásticamente. Los cotilleos siguieron y siguieron. Baraha, que había estado escuchando la vocecita, se tocó la oreja, disgustado por escuchar la terrible historia.

'Sin embargo, he oído algo que vale la pena'

La información sobre Albraka era lo que más quería Baraha en este momento. No los necesitaba todos, pero había mucha gente a la que quería matar.

Baraha, que se unió a Albraka para una venganza más efectiva, se encontró con una cara familiar después de algún tiempo. Era un hombre que pensó que nunca vería en la Capital Imperial.

"Mi nombre es Raphlet"

Raphlet Mogris llegó a la Capital Imperial sin Yuriel.

＊＊＊

"Los maté a todos, pero ¿dónde está el bastardo?"

Hacía mucho tiempo que había matado a los traficantes de esclavos de la calle del Templo, pero el hecho de que su nido no fuera eliminado era una decepción.

Baraha buscó el lugar donde estaría Yuriel, siguiendo la profecía que había escrito hace unos días.

"Si los encuentro esta vez, tendré que secar todas las semillas"

Los caballeros de la Princesa fruncieron el ceño y siguieron a Baraha, que no paraba de escupir palabrotas.

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